miércoles, 22 de junio de 2011

LA FRUTA, artículo de José Marcelino García

DOMINGOS POR EL RASTRO
Este rastro gijonés todo chatarra fatigada, barro viejo, ropajes pasados y cosas de derrumbe tiene también su interior, su adentro fresco de fruta, su mundo natural de huerta amotinada en cestas, cajas y serones de esparto. Fruta a la intemperie, entre verduras y legumbres que purifican y sanan esta ferralla y su cochambre.
Domingo tras domingo, el rastro de Gijón abre su abanico de fruta como si fuera un seno robusto y aldeano. Algo así como lo que va quedando de la alegría de la huerta asturiana. Cada estación nos devuelve aquí todo lo nuestro: nueces y castañas; higos y manzanas; avellanas y peras., y como ellas (las estaciones), uno va por aquí en rotación, en un eterno retorno de sí mismo. Mañana arbolada de botánica de palmeras, arces y chopos gigantescos, en la plenitud de la primavera gijonesa.
A este coso fluvial rodeado de parque y playa, llegan las cerezas de la Ascensión, las fresas de las calizas prehistóricas de Candamo; y cuando se acercan los octubres escolares, retornan las manzanas de balsaín (para el mordisco dulcísimo), rojas y amarillas, de Carreño, que pintara Piñole por las huertas de Prendes, Coyanca y Candás.
Otoños en racimo, luego, cuando la tristeza llena el campo: uvas del mercader del sur, guetas de castañas, carretones de membrillos que llegan del Bierzo, peras de cocer, como grandes pomos bruñidos de escalera. Y las ablanas de los sagrados días del vivir fiestas y romerías, perlas de cobre claro y femenino, de por los montes de Infiesto donde los árboles, junto a los ríos, son como grutas encantadas. Y frutas invernales, después, para remendar la muerte de los días cortos: granadas con sus gemas interiores, naranjas de carne y sangre con perfume a huerta de cura viejo.
Despacio y en silencio miro toda esta fruta honrada, esta vasta cosecha de los huertos jardineros de mis mayos que, en las alforjas de un lento borrico/furgoneta, cruzando temperaturas, ha venido hasta este mar de los Sargazos, plaza mayor de un rastro dominguero donde se puede adornar la vida con frutas del paraíso.
Publicado en el diario EL COMERCIO (22/o6/2011)

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