viernes, 17 de abril de 2020

"LA CRÍTICA ANTE EL CINE DE PASOLINI (5) por JOSÉ LUIS CAMPAL



20) La vigésima pieza cinematográfica de PPPasolini fue un corto documental de 13 minutos titulado Las murallas de Sanaá(1971), rodado durante la filmación de El Decamerón y que perseguía reclamar a la UNESCO que salvaguardara esa joya arquitectónica de Yemen designándola Patrimonio de la Humanidad, lo que se haría efectivo en 1986, demostrando que el empeño de Pasolini no resultó baldío, todo lo contrario.

Concluye su minifilme Pasolini con la siguiente alocución: «Me dirijo a la UNESCO, en nombre de la verdadera, si bien todavía no expresada, voluntad del pueblo yemenita. En nombre de los hombres simples que la pobreza ha mantenido puros. En nombre de la gracia de los siglos oscuros. En nombre de la escandalosa fuerza revolucionaria del pasado, porque aún estamos a tiempo para convencer a una todavía ingenua clase dirigente, que la única riqueza de Yemen es su belleza y conservar tal belleza significa, entre otras cosas, poseer una reserva económica que no cuesta nada. Salvemos a Yemen de su destrucción, porque es un patrimonio que pertenece a la humanidad».


21) Con El Decamerón(1971), epicúrea adaptación de nueve historias del monumento literario de Bocaccio,abre PPPasolini su Trilogía de la vida. Transcurre, y de ahí quién sabe si una (im)posible analogía con la actual crisis del coronavirus, durante la epidemia de peste bubónica que arrasó Florencia en la mitad del siglo XIV.

En su versión, apunta Mario Salazar, «Pasolini da rienda suelta, o confabula con el original, en el pensamiento de irreverencia y mofa hacia la religión, mostrando a curas, monjas y a la propia iglesia como un espacio de erotismo y de libertinaje, junto a ladrones, mujeriegos, damas infieles, pecadores, pícaros y tipos audaces».

Estamos ante una obra, escribe Juan Sardá en El Cultural, que «huye por completo de la idea de alta cultura en la que los personajes se comportan de manera grosera y bufa en una celebración de la espontaneidad escatológica de las clases populares frente a la exquisitez hipócrita y puritana de los ricos».


22) El combativo documental 12 de diciembre(1972) lo dirigió PPPasolini conjuntamente con Giovanni Bonfanti. Retratando los convulsos avatares del movimiento obrero de su país y su imparable ascenso entre las masas proletarias, se ocupa del atentado con bomba ocurrido tal día de 1969 en la Piazza Fontana de Milán, con resultado de 16 muertos y 84 heridos, y del que se acusó a los anarquistas (uno de los detenidos falleció al ser arrojado por la ventana de la comisaría de policía), cuando detrás de la masacre se agazapaban grupos neofascistas en connivencia con los servicios secretos italianos.

Financiado por el propio Pasolini, el filme lo rodó codo a codo con el colectivo militante izquierdista Lotta Continua, de cuyos miembros opina que «son extremistas quizás fanáticos y arrogantemente toscos desde el punto de vista cultural, pero tiran de la cuerda y me parece que, solo por esto, merecen ser apoyados».

23) La segunda entrega de la Trilogía de la vida atiende al título de Los cuentos de Canterbury(1972), conjunto de ocho relatos del siglo XIV debidos al escritor inglés Geoffrey Chaucer (rol que en la cinta se reserva el propio Pasolini), en los que el cineasta, nos dice Paula López Montero, nos traslada «un idílico Medievo, donde religión y paganismo, analfabetización, humor escatológico, avaricia, cierto movimiento picaresco y el choque entre las clases sociales son lo más significativo».





En esta reconstrucción, «Pasolini nos enseña los fondos más bajos, el tabú de toda cultura y su representación como puede ser la escatología y lo anal», afirma López Montero; y Emiliano Fernández subraya que «pone en primer plano la dimensión sexual de la vida con toda su acritud, fogosidad y trampas recurrentes en oposición a la mascarada burguesa/cristiana de la respetabilidad y una represión bien falaz y ridícula, lo que genera las primeras secuencias abiertamente homosexuales del cine de Pasolini».


24) En Las mil y una noches(1974), cierre de la Trilogía de la vida, PPPasolini vuelve su mirada al famoso libro amatorio oriental, extrayendo del mismo una serie de relatos que «van imbricándose como un puzle. Algunos surgen de otros, como cajas dentro de otras cajas. Otros, como partes de un fractal, se van uniendo en un sinfín de enlaces y conexiones», afirma Daniela Espejo.

El filme es, para esta crítica, «una celebración constante de los cuerpos naturales, de la belleza carnal, de los placeres. Pasolini mira los cuerpos con actitud sagrada. Su mirada es la de un fiel ante su santo. La de un niño. La de un humano que ama a su prójimo. Lo sacro es aquello que surge virgen, de la naturaleza, sin mediación. Aquello que simplemente es antes de ser pensado». El comentarista cinematográfico de El País Fernando Morales la definió como «una maravillosa y poética mezcla de comedia febril y drama desgarrador».


25) La última película de PPPasolini fue la muy polémica Salò o los 120 días de Sodoma (1975), que adaptaba el texto del Marqués de Sade transponiéndolo ferozmente a la época del fascismo mussoliniano. Una obra que iba a inaugurar la Trilogía de la muerte, y que resultó tan excesiva como radical.

La crítica Mireia Mullor condensa la trama del filme así: «Los representantes del poder (un aristócrata, un magistrado, un obispo y un banquero) crean una micro-sociedad para dar rienda suelta a sus deseos más perversos y configurar un orden social donde los cuerpos son partes vivientes de un supermercado de placer ilimitado». Para el crítico Javier G. Trigales, Pasolini consuma «los retratos humanos más repulsivos jamás vistos en una pantalla. El mal en estado puro».

Pasolini no llegaría a verla estrenada. A los pocos días de ser brutalmente asesinado, fue secuestrada por «obscenidad alucinante». Esta pieza fúnebre e involuntariamente testamentaria respondía a su desengaño y pesimismo: «No creo que volvamos a tener nunca una sociedad -declaró en su día- donde los hombres sean libres. No deberíamos poner esperanzas en ello. No deberíamos poner esperanzas en nada. La esperanza es un invento de los políticos para mantener al electorado feliz».




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