domingo, 5 de abril de 2020

"EL MÚSICO SORDO" (una lectura para tiempos críticos) por ÁNGEL AZNÁREZ


 "Llevo una vida miserable. Desde hace dos años evitó toda clase de compañía,  porque no puedo hablar con la gente: Estoy sordo. Si tuviera otra profesión cualquiera, todavía podría ejercerla; pero con la mía, la situación es terrible. ¡Qué dirán de esto mis no escasos enemigos!...Muchas veces maldigo mi existencia...¡Resignación!  ¡Qué refugio tan triste! ¡Y, sin embargo, es el único que me queda!".
                                                        (Carta de Beethoven a su amigo Wegeler)      



         
 Dicen los especialistas en las ciencias del alma, que los creadores artistas, que son los competidores del genuino "Creator", el del Génesis, alumbran o dan luz a músicas objetos e  ideas -un conjunto de genios e ingenios-; y ello con raíces en sus profundas angustias, los abandonos, las privaciones y carencias, las miserias y las enfermedades de todo tipo. Es como si el bienestar o/y lo apolíneo lo único que crean sea lo abortivo; la creación  y lo creativo parecen sólo ser posibles únicamente desde el malestar y la desgracia. El Dios creador siempre fue y sigue siendo, al parecer, un rabioso celoso, según se lee en el Libro. Por eso, si el creador es músico, pues ¡zas! el destino lo hizo sordo, como ocurrió a  Beethoven; si el creador es escritor, pues ¡zas! el destino lo hizo ciego, como ocurrió a Borges, el palabrista.

          "¡Mi verdadera lengua es la música!" exclamó a gritos el francés Romain Rolland, Premio Nobel de Literatura (año 1915), derrotando al español Pérez Galdos que no lo consiguió. El Jurado del Nobel dijo de aquél: "Es un tributo al elevado idealismo de su producción literaria,  así como al efecto y verismo con que ha pintado diferentes tipos de seres humanos". Rolland (1866-1944),  intelectual de izquierdas, que denunció sin ambages la estupidez asesina de la Gran Guerra, la primera Guerra Mundial, -posición de abierta beligerancia frente al demencial conflicto- nos interesa (Rolland) ahora por haber sido musicólogo, por haber escrito "Vida de Beethoven", que es destacable en el actual
250 aniversario del nacimiento del compositor alemán .También nos interesa por haber escrito (Rolland) una "novela total", protagonizada por el héroe JEAN CHRISTOPHE, músico de vocación -primer volumen aparecido 1904-, siendo tal héroe, como escribiera Borges en su Miscelania, "una fusión de Beethoven y del mismo Rolland".
BIBLIOTECA PARA CONFINARSE  EN EL CAMPO


En el prefacio a la "Vida de Beethoven", Rolland (no confundir con Jules Romains) escribió lo que en estos momentos de pandemia o de coronavirus es muy de tener en cuenta: "El mundo muere asfixiado por su egoísmo prudente y vil. El mundo se ahoga. ¡Abramos las ventanas! ¡Hagamos entrar el aire puro! Respiremos el aliento de los héroes. La vida es dura. Es una lucha diaria para aquellos que no se resignan a la mediocridad del alma".



          Beethoven, de cabellos que fueron serpientes de Medusa, hijo desgraciado de un borracho habitual, fue por ello y por ser sordo -a los veintiséis años- un titan o héroe, con grandeza de corazón, desdichado y atormentado -también fuerza de la naturaleza-. Llegó el músico de Bonn, muerto en Viena a los 57 años, a recitar: "Hacer todo el bien que se pueda. Amar la libertad ante todo".


          No nos interesa ahora el músico, afrancesado revolucionario o bonapartista; no nos interesa el romántico que pasó página a músicas anteriores, incluso a las de Haydn y Mozart; no nos interesa el músico que dio estatus de independientes, dejando de ser empleados domésticos, a los músicos que trabajaban en casas de príncipes o archiduques; tampoco sus amores tan confusos, verdaderos o no, nos interesan ahora.


LA NATURALEZA, PESE AL CONFINAMIENTO HUMANO, SIGUE SU CAMINO

 Por el contrario, sí buscamos al Beethoven sufriente y que, para más sufrir, padeció una sordera total. 
En la edición española de 1966, de Aguilar, figuran las Cartas de Beethoven al Pastor Amena y al Doctor Franz Gérard Wegeler, quejándose de su siniestra y desgraciada sordera. En la "Vida de Beethoven se escribe: "Beethoven quiso dirigir el ensayo general de Fidelio" (1822). A partir del dúo del primer acto, se hizo evidente que no oía nada de lo que pasaba en el escenario. Retrasaba considerablemente la acción y, mientras que la orquesta seguía su batuta, los cantantes iban cada vez más deprisa. La consecuencia fue una confusión general".

Más adelante añade el biógrafo: "El 7 de mayo de 1824, dirigiendo la "Sinfonía con coros no oía el estrépito de las aclamaciones ni se dio cuenta de ellas hasta que una de las cantantes, cogiéndole de la mano, le hizo volverse al público y, de repente, vio a los concurrentes en pie agitando los sombreros y aplaudiendo".


       
UN CAFÉ VIENÉS
 Desde un fondo abismal, de tristeza, de silencios, por sordera, Beethoven, dominante e irritable, 
también cantor de las excelencias de la Alegría, se propuso y consiguió la exaltación de la Alegría -coro final de la Novena Sinfonía sobre la Oda a la Alegría-. Y así esperó a su triste muerte, en Viena, capital musical de Alemania, sólo y abandonado, no de la tuberculosis, que mató a parte importante de su familia, sino, como su padre, de una cirrosis hepática, y siempre acompañado de lo que llamó "enfermedades del vientre", problemas intestinales.

          Como saben bien los creadores y artistas, lo que falta -la manquedad-, sea la vista al ciego (Borges o Tirésias, hijo de ninfa), el sonido al sordo (Beethoven) o el brazo al manco  (Cervantes), es lo principal o determinante. Borges lo escribió:" Ya que he perdido el amado mundo de las apariencias, debo crear otra cosa, el futuro, lo que sucederá al mundo visible que perdí". Beethoven escribió: "Me veo obligado a ponerme, por esta extraña sordera, junto a la orquesta para oír a los actores. Si me pongo un poco distante no oigo los sonidos altos de los instrumentos y de las voces".


          Y Steiner, que fue casi manco, como Cervantes, escribió: "He sido capaz de pintar cuadros y dibujos con la mano mala. Se trataba de una metafísica del esfuerzo". Consiguió, según él, nada menos atar los cordones de los zapatos con una sola mano; lo cual es muy difícil, como se puede se puede comprobar al intentarlo.

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