miércoles, 8 de abril de 2020

AVANZADILLA DE UN ARTÍCULO DE ÁNGEL AZNÁREZ PARA EL DOMINGO

 "Lo veo rodeado de atriles y escribanias, de batas y pantuflas, todo envuelto en una sigilosa pulcritud doméstica".
                                                                                    J.M.C.B

       
            Si la pasada semana escribí de un sordo, músico, esta semana -ya lo anuncio- escribiré de un ciego, escritor. No se trata de hacer una serie sobre lisiados, artistas, que daría para una infinitud, no obstante la rebaja que, por sí, impone lo auténticamente artístico. El colmo de los colmos, de algún vecino, es su pretensión boba de hacer literatura con lo del virus de la República Popular; basta estos días (h)ojear la prensa escrita -leer es otra cuestión-. No resulta extraño que la gente se aburra ¡Otra oportunidad, tal vez la última, pérdida!


         
En tiempo de lectura del "todo es lo mismo", sobre el virus, desgraciado y único tema, llegado de tierras del "progreso", de la China comunista, acaso sea ocasión de leer sobre personas excelentes que ya fueron, y que hubieron de luchar, para sobrevivir, a los bordes mismos de la extenuación. Tal fue el caso de Beethoven y del escritor sobre el que escribiremos mañana, muerto ya en los años ochenta del pasado siglo.



          Nuestro personaje, que fue ciego, fue también experto en colores:le gustó el amarillo. Y a través de Steiner pensamos en él, en el ciego, cuando aquél (Steiner) contó cómo, habiendo nacido con un brazo más corto que otro y pegado al cuerpo, su madre, cual institutriz germánica, le obligó, para aprender, a atar los cordones de los zapatos con una sola mano ¡Qué dificultad!
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          A eso Steiner llamó "genio de mamá" y por eso no dejó de escandalizarse ante los acolchamientos y sandeces de la cultura terapéutica actual, que priva a multitud de criaturas del disfrutar ante la superación de grandes dificultades, dejándolas hundidas en lo subvencionado y a los márgenes.



           Buen motivo de reflexión y añado. En las páginas centrales de "El País", del domingo 28 de agosto de 2014, figuraba la siguiente pregunta: "¿Estamos tan enfermos cómo indica el cada vez más elevado consumo de psicofarmacos? Los especialistas avisan: nuestra escasa tolerancia a la fustración nos hace poco resistente tes a los problemas y presa fáciles de la industria farmacéutica".



       
Jardín con Cínico (en griego perro es cínico)
  No quiero escuchar esa especie de misa de rito bizantino o copto ¡yo qué sé! que son las explicaciones gubernamentales sobre el virus; por eso apago el televisor, quedando privando de las vistas de esos generales o generalotes, de pechos cubiertos cómo con coladores, con hojas de lata y banderitas de colores y prendedores horteras en las corbatillas.



          Y recuerdo una tarde gris en la Barcelona de los años ochenta del pasado siglo. Se dijo que esa tarde una nube radioactiva, procedente de la reventada Chernobyl, pasaba por los cielos de la gran ciudad, luego, más tarde, un pueblo. Las glándula tiroideas de la población, para evitar cánceres, fueron advertidas. Aquella nube radioactiva también procedía de una república popular, entonces soviética o de la URRS. Y aún los idiotas, hoy, sean amigos o enemigos de curas, ofician rituales del llamado "progreso".



       





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