El verdadero problema no está en
la idea de que las mujeres hacen los niños; el problema está en que ellas hacen
los hijos de los hombres. Sería mucho mejor si los hombres, solos, pudieran
hacer ellos mismos a sus hijos. Eso es lo que dicen muchos mitos.
Françoise Héritier
(Antropóloga)
Fue
inmediatamente después de la conferencia que pronuncié en la Sociedad Internacional
de Bioética sobre El principio y final de
vida (Discursos jurídicos sobre embarazos y muertes). Se produjeron cuatro
hechos relacionados con la disertación: dos de índole personal y dos políticos.
El primero fue con ocasión de tratar
de entender bien, muy bien, el extraño embarazo de Sara, esposa de Abraham:
“Abraham –se lee en el Libro del Génesis- cayó rostro en tierra y se echó a reír, diciendo en su interior: ¿A un
hombre de cien años va a nacerle un hijo? ¿ y Sara, a sus noventa años va a dar
a luz?” Más adelante, la que se ríe
es Sara: “Ahora que estoy pasada, ¿sentiré el placer, y además con mi marido
viejo?” Y Dios obró el milagro: Sara preñó. Hay otros episodios de embarazos
clamorosos en la Biblia
como los de las esposas de Jacob, y el de la ballena por Jonás, profeta y
díscolo.
Del mismo modo
que para saber Teología cristiana, sea protestante o católica, hay que leer a
los alemanes, para saber de la
Biblia , hay que acudir a los hebreos, sean o no rabinos, y
dejarse de pamplinas. Me puse a rastrear en los textos de Hans Jonás, alemán y “teólogo judío” (el entrecomillado es mío, teniendo
en cuenta que la Teología
es de cristianos más que de judíos), y encontré lo que no buscaba: Los derechos, el Derecho y la Ética ¿Cómo
responden a la oferta de las nuevas técnicas de reproducción asistida, escrita
en el lejano año 1986. En ese texto --ya entonces, Jonás advertía del peligro del
individualismo y del libre mercado (en la actualidad proyectos ultraliberales
sobre la biomedicina)-- la cuestión central es el derecho muy específico de tener descendencia, ello en
referencia a los límites en el empleo de las técnicas de la reproducción
asistida para tener descendencia. Y allí leí: “Es necesario que nuestra responsabilidad sea tan grande como
nuestro poder y que abarque como éste todo el futuro de la
humanidad en la Tierra ”.
El segundo hecho fue la lectura de la
novela Nacimiento (Naissance) del francés y judío Yann
Moix, una novela muy larga (1143 páginas), en la que el autor reniega de su
nacimiento no consentido, describiendo el mismo o parto de su madre así (página
57): “ Mi madre tuvo terribles convulsiones. Jadeante, me expulso unos
centímetros, permaneciendo un grueso trozo de mi carne dentro de ella. Ella
sufría como una maldita, gesticulaba como una poseída. Eso no era ya un parto, sino un exorcismo”. Una novela “hebrea”,
talmúdica, dura; en ella al nacido, su nacimiento biológico, le resulta
insoportable, y detesta, por ello, tanto al padre como a la madre; también por
no haberle permitido escapar al nacimiento. Es muy interesante, incluso bajo la
forma de novela, ese punto de vista, el de los nacidos, que no quieren nacer.
Y ¡atención!
que la cuestión dramática la podemos tener más cerca de lo que pudiéramos
pensar. Me refiero a hijos que, en los mejores años de sus vidas, ahora están
condenados a la nada, sin poder trabajar, sin posibilidad de hacer; sólo,
impotentes, “ver” pasar los días. Hijos que pueden preguntar a sus padres por
el terrible “para qué” nacieron. Y no vale la respuesta de que la culpa la
tienen el sistema económico y los ladrones que de él se aprovechan; viejos y nuevos
ricos, con pretensiones aristocráticas a base de baratillos. (Y en cuanto padre, creo calibrar la dureza
de este párrafo).
El tercer hecho, ya político, ocurrió
en la tercera semana de este mismo mes: una sentencia del Tribunal Supremo
español que declara el no reconocimiento en España de decisiones extranjeras sobre
el caso llamado de “madres de alquiler” (úteros alquilados), que es legal en
unos países (Estado de California en USA, India o Tailandia) y prohibido en
otros (caso España). El asunto trae cola, pues deriva de una Resolución de la Dirección General
de los Registros y del Notariado de 18 de febrero de 2009 que admitió la inscripción
en el Registro Civil consular de Los Ángeles de dos gemelos, nacidos a través
de ese procedimiento en California -dicha Resolución, fue dictada en tiempos en
que el Ministerio de Justicia, lo dirigía un ministro del Partido Socialista-;
luego fue impugnada judicialmente, y ahora el T.S. da definitivamente la
respuesta negativa.
El problema de
fondo es muy grave, pues si el Derecho español prohíbe ese tipo de gestación
–razones para esa prohibición no faltan-, no puede admitir que por la vía del
“turismo de gestación” se consiga lo aquí es imposible. Pero la gravedad viene
por la “otra parte”, que son los niños, unos niños nacidos con material
biológico de españoles, aunque en útero de una tercera mujer. ¿Qué hacemos? ¿Hemos de quedar tranquilos
dejando a los niños en un limbo jurídico, rechazando su inscripción en un
Registro Civil español? Lo de “alquilar úteros para gestar” anuncia un
futuro de gestación por máquina (útero mecánico), de gestación por animal e
incluso en el cuerpo del hombre. --¡Qué rica en consecuencias sería esta última
posibilidad!--. De ello trata Las
batallas del cuerpo de la antropóloga francesa Françoise Héritier. Las
enjundias jurídicas de eso exigirían libros y libros.
El cuarto hecho, también político, tuvo
lugar el 20 de diciembre, con la aprobación por el Consejo de Ministros del
Proyecto de Ley de protección de la vida
del concebido y de los derechos de la mujer embarazada, que trata de
reformar la Ley
de 2010 de salud sexual y reproductiva y
de la interrupción voluntaria del embarazo (en esas denominaciones “floridas”
están reunidas todas las funciones del lenguaje). Y aquí surge una distinción
muy importante a hacer: La procreación humana
por medio de un acto sexual y la procreación sin acto sexual (también
conocida por técnicas de reproducción asistida).
La
reproducción por acto sexual requiere la heterogeneidad, una hembra y un macho,
que se apareen, atraídos por el “apetitoso goce sexual”. Tener ese apetito es
esencial, y, precisamente por no tenerlo, los “ositos Panda” andan tan escasos.
Por el apareamiento con gusto salen los espermatozoides, que escapando de los
mortales ácidos vaginales (esto es muy interesante, pues el “horror” a la
vagina es patología muy masculina) inician el “éxodo” subiendo y subiendo en el
cuerpo de la mujer al encuentro del gameto femenino, produciendo primero el ¡zas! allá arriba, donde Falopio, que
es la fecundación y luego el ¡clock! abajo, ya en el útero, que es
la “nidación”. Un bebé ya nacido que
es persona y un bebé aún en el útero de la mujer que no lo es –ello según el
Derecho-. Hay dos éxodos fascinantes: el
de los espermatozoides y el de la
Biblia , el del Libro del Éxodo (el segundo del Pentateuco).
Es en la
reproducción por acto sexual, unas veces con amor, otras con violación y otras con
delirios alcohólicos, donde se plantea el problema del llamado derecho de la mujer a interrumpir el embarazo,
en colisión con el derecho del “otro” a vivir a partir de la fecundación. En la
otra forma de procreación, a base de técnicas “in vitro” -no por acto sexual- el problema que se plantea es justamente el
contrario: ¿qué límites hay que imponer a la técnica, pues el llamado
“derecho a tener hijos” no puede ser absoluto, la técnica no debe hacer todo lo
que pueda para conseguir tener hijos. En un caso el problema está, pues, en el
pretendido derecho de la mujer a no tener hijos, interrumpiendo la gestación, y
en el otro el problema está en el pretendido derecho a tenerlos a costa de lo
que sea.
El lío que tenemos, entre manos y entre
piernas, es total, y no puede ser de otra manera, al afectar a lo más profundo
de nuestro sentimiento moral, de nuestras convicciones y creencias (todo se
mezcla: Dios, Ciencia, Derecho, Moral y Ética). Se ha situado el cuerpo y la
vida en el centro de la
Política –La
Biopolítica-. Si la Política es por
naturaleza polémica y belicosa, cómo no ha de serlo la “Política sobre la
vida”. No es pensable lo contrario, que sería, disparatadamente, dejar la procreación
humana en manos de técnicos y/o “gurús”, fuera de la Política. El debate
público y democrático es esencial, sabiendo de antemano que los consensos son
imposibles. En la Biopolítica es aún
más esencial la concepción deliberativa
de la Política ((Habermas).
Reparen los
estimados lectores –lo reitero- en lo muy complejo que es todo esto. Ni el Papa
Benedicto XVI dió una solución, cuando el 22 de septiembre de 2011, en el
Reichstag (Berlín), afirmó: “En las cuestiones fundamentales del derecho, en la
que está en juego la dignidad del hombre y de la humanidad, el principio de
mayoría no basta”. “¡Decir eso, mi
Santidad, bendito Benedicto, es fácil, muy fácil, solucionarlo más
complicado!”.
No hay
alternativa a la mayoría, pues la unanimidad es disparatada, además de
imposible. El patriotismo es el que
puede obligar a tener que aceptar lo que ya, anteriormente, otra mayoría
parlamentaria aprobó: única manera de evitar continuos retornos, con mareos de
carrusel de feria. Todo dependerá de la inteligencia
política, tan buena y necesaria, y tan escasa. A esa escasez remiten los
hechos.
FOTOS FACILITADAS POR EL AUTOR
De Angel Aznárez:
ResponderEliminarEl lunes, día 30 de diciembre, a las 22,30 (hora española), la BBC emitió una importante entrevista --el programa de T.V. se denomina "Hard Talk", de treinta minutos de duración-- a la Dr. NAYNA PATEL, Medical Director, Akausksha Infertility Clinic (India), que trató de explicar lo inexplicable.
La importancia de ese testimonio obliga a este autor a continuar su reflexión y escribirla sobre el importante asunto de "la maternidad subrogada" o "madres de úteros alquilados".