Que, por medio de letras, las del alfabeto,
los lectores, aficionados al cine, podrán ver una película que empieza alegre,
muy alegre y que termina triste, muy triste.
Los lectores, aficionados a la música, podrán
oír –también leyendo letras- algo así como el Bolero de Ravel (o de Raquel),
que empieza a ritmo lento, lentísimo, y termina a ritmo loco, con los músicos
locos y despeinados.
Privilegio de los lectores de “Las mil
caras de mi Ciudad” es saber que la parte primera de lo del domingo, fue
escrita mientras el autor escuchaba el long
play de Bryan Ferry, titulado Boys and girls; y que, en la
segunda parte, la música acompañante fue el silencio, un silencio que es la
música del luto.
"El Río Nalón y al fondo Fuso, municipio de Morcín" (Asturias) |
Fue leer lo anterior
y María Loreto -que así se llama ella- agarró el aparato, tocó y sonó el rinrinrin.
--No me gusta –dijo ella- que usted, el autor, facilite tantas pistas
sobre lo del domingo, pues la “cosa” pierde enigma. A veces –siguió ella- es
usted tan claro como la luz.
--Mi querida María Lorena –respondió él- es que yo casi todo, todo, lo
llevo por delante, la verdad incluida y, naturalmente, se me ve casi todo.
--Por cierto que hablando de delanteras –dijo ella- me gusto mucho, me
llegó al alma, eso que acaba usted de explicar en la SIBI : “que los
espermatozoides inician una travesía de epopeya y en cuesta en busca de los
ovulitos, atravesando úteros y cavidades, subiendo hasta llegar a las
trompetillas de Falopio”. Fíjese –añadió María Loreto- que fui preñada y
reincidente, y nada, de eso no supe nada, aunque alguna vez alguna cosquilla.
Otra Gota de Leche, la de Sevilla |
--Es que, María Loreto –volvió a responder él- lo de los
espermatozoides viajeros es sólo comparable con lo que cuenta el Libro del
Éxodo, el de la Biblia.
Pero eso, amiga mía, no es lo mejor –añadió él-; pues lo
mejor es cuando el huevito, que baja, llega al nido o útero, ya abajo, y hace:
“clock, clock”, casi como la bolita de la Lotería que cae del bombo y hace “clock, clock”
avisando así de que ya está ahí, para que la cojan las manitas de los niños de
San Ildefonso.
--Pues yo eso –dijo ella- tampoco lo oí, nunca.
--¿Oiga -preguntó él- estuvo usted escuchándome en la Gota de Leche?
--Sí, sí –aseguró ella-, estuve de pié ¡Ay, ay, había tanta gente…!
--María Loreto, María Loreto –dijo él-: ¿a que la Gota de Leche, antigua
maternidad, es un sitio muy adecuado para conferenciar sobre partos?
--Sin duda, sin duda –respondió ella- que usted parecía un comadrón,
pero sin forceps, y me gusta mucho oírle, habla tan bien…
--Déjese de sentimentalismos –dijo él- que hablé de cosas muy serias,
de vientres, de úteros, de tubas falopianas, de entradas a chapuzo, de
herramientas de parir, de mullidores de barrigas, ¡ufff y de mucho más!
--No me diga más –dijo ella- que después de eso, de oír eso, me voy a “meter”
monja, para que en el silencio del claustro, durante la próxima preñez, lo oiga
todo, primero el “cha cha chá”, luego el “cuchi cuchi” y más tarde el “clock,
clock”.
--Yo, que usted, María Loreto -dijo él- no lo dudaría: ¡Métase, métase,
y déjese meter y tocar, sea con toca o sin ella, pero siempre con toque, con mucho
toque, y a vivir que son dos días….
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