martes, 12 de febrero de 2013

¡ADIÓS, A MI BENDITO BENEDICTO!, artículo del notario ÁNGEL AZNÁREZ publicado en "LA NUEVA ESPAÑA"


El Papa es, por un lado, un hombre totalmente impotente. Por otro lado, tiene una gran responsabilidad.
Benedicto XVI a Peter Seewald.


 "Foto realizada por el autor en Audiencia General (septiembre de 2011) y "cabecita" de Paoletto Gabriele"

 Renunciar a la continuidad en el ejercicio de cargos u oficios, sean principales o accesorios, es un derecho subjetivo o del sujeto-persona. A nadie se le puede obligar a permanecer “in office”, incluso a los que tanto “pelearon” por el “office” o “in officium”. Por ello, en los códigos, con repetición, aparecen las renuncias, y en un código tan civilizado como es el Código de Derecho canónico (que no civil), hay muchas referencias a ellas, y prevista la del Papa (canon 332).

 La renuncia de un Papa tal vez sea la más importante de las renuncias posibles, casi inimaginable, que apenas la recuerdan los siglos. Es enorme y grandiosa, de la misma enormidad o grandiosidad que el mismo “officium” de Papa, que es el Primero entre los Apóstoles como Pedro, la cabeza del Colegio de Obispos y el Obispo de la Iglesia Romana, el Vicario de Cristo y el Pastor de la Iglesia universal en la tierra. A ello ha de unirse la potestad suprema, plena, inmediata y universal en la Iglesia. El Papa, en sí, un icono.

Que el Derecho, comprensivo y humano, admita las renuncias (de lo que sea), no significa que en ellas no vea un cierto fracaso o una impotencia, lo cual le gusta menos, y ante lo cual adopta determinadas prevenciones. El mismo Código de Derecho canónico, para que la renuncia del Romano Pontífice sea válida, exige que sea libre, o sea, que no haya coacción, y que se manifieste formalmente, o sea, que la libre voluntad (interior) quede nítida y patente a todos (se exteriorice adecuadamente), que eso es la función de lo formal. Incidentalmente, me lamentaré, una vez más, de que los ignorantes piensan que las formas son cosas o escrúpulos de los de manguitos y puñetas, de mucho rigor –son los mismos que a sus falsedades documentales y delictivas llaman “errores formales”-.

Lo reitero: toda renuncia es un fracaso, también la de un Papa; es una ruptura en lo que se configuró como de más duración; es un algo que se corta e interrumpe. Y da lo mismo que sea por causas naturales o por causas artificiales o humanas; bien porque el cuerpo (incluido el cerebro) ya no pueda más, bien porque no se puede conseguir lo que se pretende, no le dejan o surgen miedos infernales por amenazas. Las razones para renunciar pueden ser varias, aunque siempre se procura que sean cara al exterior o al patio teatral de butacas “políticamente correctas”; es decir, que lo que hay que esconder siga escondido, y la culpa la tengan las llamadas “razones personales” o el colesterol alto. Un renunciante siempre quiere “liberarse” y mal se liberará si señala a los delincuentes con el dedo –eso lo sabe muy bien-. Y mucho cuidado, que la renuncia puede ser un acto de poder, de mucho poder, acaso el más vengativo, como el suicidio mismo (permítaseme la arriesgada comparación).

El deterioro por ancianidad de mi bendito Benedicto se manifestó de manera alarmante, en lo que se refiere a su aparato motor que es el afectado, a partir del viaje al Reino Unido en septiembre de 2010 (eso lo destacamos en el artículo “El viaje al Reino Unido de la Gran Bretaña” (La Nueva España 3 de octubre de 2010), y desde entonces la “cosa” ha ido a más y peor, con la única prisa de la vejez: el fin. Y surge la gran pregunta: ¿La salud es la determinante de la enorme y grandiosa renuncia? Pudiera serlo y pudiera no serlo. El anuncio del Papa: “por falta de fuerzas” es muy razonable y comprensible, acaso exacto también, pero ¿qué tipo de fuerzas faltan, las físicas o las otras o todas? Surgen dudas dentro de la verdad. Traigo a la memoria otra artículo:”El Papa, soberano absoluto y mártir” publicado el 24 de junio de 2012.

A mí es que Benedicto XVI, incluso en aquellos tiempos que se le denominaba “el rottweiller de Dios”, me dio siempre mucha pena, tanta como Juan Pablo I, tan efímero. Una personalidad, la de Benedicto XVI, fascinante por su sentido del humor -tan escaso en profesionales de lo simbólico, sean clérigos, toreros o militares-, y fascinante por su atrevimiento, a veces sorprendente, que llegué a denominarlo “trapecista” y no equilibrista en el artículo publicado el 5 de agosto de 2012 “Trapecistas (o teólogos) y equilibristas(o canonistas): ”que da unos saltos (Benedicto) o hace en lo más alto unas piruetas de asustar”, escribí. Su renuncia también es eso, propio de trapecista, una gran pirueta. Acaso sea el Papa más trapecista de la Edad Contemporánea (los otros fueron equilibristas).

Hace horas, más que días, escribí “Lo financiero y lo cristiano” (3 de febrero de 2013), y en referencia al desgraciado Banco o Banco de las desgracias, el IOR, el llamado “Banco de Dios”, que recibe a sus clientes con la amabilidad del “Carus expectatus venisti”, dejé dicho: “es de mucho peligro, incluso para la física y el físico de los papas. Tener las finanzas escandalosas tan cerca, al Papa, a su magisterio pontificio, quita “autoridad” a borbotones”. A eso, se me respondió, inmediatamente, por terceros interpuestos: “Es prioritario para el Papa y está buscando a…”. No me extraña que Benedicto no haya podido soportar la presión. Se dijo (Paolo Romeo, cardenal de Palermo) que moriría en noviembre; pues no, aguantó unos meses más, aunque pocos. Ahora empezaremos a oír pamplinas, mentiras, comentarios por tertulianos “todólogos” o expertos que creen saberlo todo y que nada saben. De lo importante y verdadero se hablará poco, muy poco.

La misma persona que escribió la frase que encabeza este artículo, Benedicto XVI en “Luz del Mundo” (editorial Herder 2010, página 19), es la que, en cuanto Sumo Pontífice, según el artículo 1º de la Constitución, “es el soberano del Estado de la Ciudad del Vaticano, con plenitud de poderes, el legislativo, ejecutivo y judicial”. ¿Es posible coordinar los dos textos tan contradictorios? ¿Se puede ser totalmente importante y tener gran responsabilidad? Benedicto XVI no aguantó más sobrevivir en la contradicción absoluta, que es más que un desorden, para él insoportable. Pudiera ser que la contradicción sea “salvada” por la renuncia misma, también –se reitera- acto de poder. La importancia de lo renunciado da medida y explicación del “poder” que supone.  

 Leyendo la Historia del Derecho Público del Bajo Imperio romano, se puede saber, con facilidad, las múltiples funciones de las curias, y para qué sirven. La actual Curia vaticana es el relicario completo de aquellas curias que, en su función de vigilancia imperial, estuvieron dispuestas a todo (siempre razones de “Estado” que son siempre razones de “establo”). Es sólo cuestión de leer, ver y comparar. Y la Curia también acabó con Benedicto, y no sólo la Curia. Y a partir de ahora veremos abrazados a Tarsicio Bertone, camarlengo, y a Angelo Sodano, decano del Sacro Colegio Cardenalicio, con abrazos de Paz, preparándose para la Guerra. Y Amén. 

2 comentarios:

  1. Otra guerra, una más de las diarias y las extraordinarias. Menos mal que llevan esos capisayos que todo lo tapan y al común de los mortales-ignorantes nos engañan y les regalamos nuestras bobaliconas sonrisas.
    Tranquilos, que pronto habrá fumata blanca aunque sea un pestazo.

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