En principio fue la calle Campomanes de Oviedo (XXVI)
NERVIOSAS Y MENTALES
(Crónica de excentricidades)
Foto: La cara del Angelito
No sé el porqué los periódicos, incluso los extranjeros, gustan tanto llamarse lo que no son. Éste, que ahora el lector tiene en sus manos (o entre sus piernas), se llama “
Por culpa de lo del mes, este cronista tuvo que interrumpir su Crónica de la calle Campomanes e intercalar la crónica de actualidad “El otro debate que yo vi”, sobre el debate-camelo entre Rajoy y Rubalcaba; crónica que del papel subió a los cielos, donde no la dejan en paz, al ser juzgada peligrosa, más propia de estancia en Purgatorio que en Paraíso. Y al regresar, ahora, a la calle Campomanes de Oviedo, este cronista duda, como desentrenado, sin saber qué coger: la carrerilla o la carretilla. La carrerilla, pues tiene prisa por mucho que contar en poco tiempo, o la carretilla, pues lo a contar es tan ancho que ni los brazos lo abrazan. Será el juicio final, el de los lectores, el que diga qué se ha utilizado: carrerilla o carretilla, pies o la cabeza; y siempre con la esperanza de que esta crónica, como las anteriores, “salga” a la buena de Dios.
Terminábamos
Del que más aprendí sobre el Marqués, fue de un catedrático de Lengua y Literatura en
El palacio, en la mano de los impares, entre reclutas (los de
La paz de aquel lugar, que era como la de los cementerios, se alteraba cuando pasaba el tranvía, que al girar a Martínez Marina casi en ángulo recto, sus ruedas chirriaban como cerdos en matanza, no descarrilando por milagro del Divino. La paz de lugar también se alteraba cuando una pobre loca, enferma de los nervios, gritaba y gritaba desde la ventana de su casa, que era la primera a la izquierda de Martínez Marina, esquina a Campomanes, no dejando a la pobre tranquila trayéndola y llevándola a
La cola de la loca tuvo una importante repercusión biográfica; para explicarla, tengo que dejar la calle Campomanes, aunque sea de manera momentánea. Fue en uno de los primeros “veraneos”, en Gijón, más al Norte; no recuerdo si fue al salir del establecimiento de cretonas y pijamas “Almacenes Murais”, a la izquierda entrando en el gijonés Mercado de San Agustín, con registradora que se abría hasta los topes dándole a la palanca, o si fue caminando tras el helado mantecado “Los Valencianos “ en la calle Cabrales, cuando, de repente, junto a un portal, vi una placa en negro con letras de plata que anunciaba: “Nerviosas y Mentales”. Después de explicarme que era especialidad de un médico o psiquiatra (el “o” es más disyuntivo que copulativo), me acordé de la pobre nerviosa de la calle Campomanes-Martínez Marina. Aquella placa y lo que anunciaba me hizo mucho cavilar.
“Nerviosas y Mentales”: primero pensé que eso era una enfermedad propia de mujeres, como propio de las mujeres son aparatos que tienen y que de vez en cuando se estropean (los aparatos de los hombres, casi a la misma altura, son más táctiles y a propulsión). La loca aquella, desde luego, lo era; locos, locos parecía que había menos -locura como enfermedad de género, en un tiempo en el que también se decía:” El hombre es fuego y la mujer estopa” ¡Qué equivocación o autoengaño! Más tarde pensé que la “cosa” podría ser bisexual: ellas las nerviosas y ellos los mentales; pero al pedir explicaciones sobre la diferencia entre lo de ellos y lo de ellas, cada explicación resultaba de mayor confusión. Años después, en una clase de Gramática, al explicar el marista Hermano Antonino las “figuras literarias”, habló de la elipsis u omisión de palabras (en “Nerviosas y mentales” –pensé- se omitió la palabra “enfermedades”). Ante ese descubrimiento, grité en clase: ¡“Nerviosas y Mentales”! y el Antonino hermano, al darse por aludido –creyó que le estaba llamando “loca”- me dio en pleno rostro una hostia de Muy Señor Mío (fue la primera, pues la segunda la recibí del Hermano Pedro, el “fantasmón”, que calzaba de manos un número muy alto.
Y antes de regresar rápidamente a la calle Campomanes, siguiendo en Gijón, diré que si en “Los Italianos”, en
Y me explico sin dengues o merengues: lo que más puede querer un padre son, ciertamente, sus hijos; en el caso de este cronista, sus hijos son de padre ovetense y de madre gijonesa, o sea, que son mixtos o mulatos. Después de este humilde reconocimiento, declaro con solemnidad, cual Don Quijote armándose caballero, mi amor bifocal o tuerto de los dos ojos, a Oviedo y a Gijón. ¡Qué le voy hacer, mi sino y destino siempre fue así! Los de aquí (Oviedo) dicen que soy de allí (Gijón) y los de allí dicen que soy de aquí; los de derechas dicen que soy de izquierdas y los de izquierdas dicen que soy de derechas; los clérigos cerbatanas o con trabuco dicen que soy volteriano y los volterianos dicen que soy papista de Benedicto y que rezo a Sor María de Agreda (lo cual es verdad, pues esa Sor María es la única monja incorrupta en su mayor parte –
El otro palacio de la calle Campomanes era el del Marqués de Aledo, más arriba, en la acera de los pares. La finca del Marqués, consorte e hijo de Policarpo, era inmensa, pues bordeaba media plazuela de San Miguel, ocupaba parte de la calle Santa Susana y bajaba por la de Quintana hasta las cocheras municipales. A la calle Campomanes sólo daba una puerta de hierro del jardín, siempre cerrada y de dos metros de ancho; poco, pero suficiente a este cronista. La ama de llaves del palacio se llamaba Margarita; tuvo una hija que vendía perfumes en Martínez Marina, casada con un funcionario de Hidroeléctrica del Cantábrico, y digo bien, funcionario, pues los empleados de
(En la siguiente Crónica visitaremos una estancia retirada e importante del palacio del Marqués de Aledo, en la primera planta, con vistas a
(Publicado en LA HORA DE ASTURIAS, 12/12/2011)
Nota de la bloguera: Pues que así sea. Vaya par de... setas que da la naturaleza, por supuesto.
Me gustó el socarrón artículo, lo que ya no me gustó tanto es que no tenga claro si de Gijón o de Oviedo. Non ye lo mismo,o de un lau o del otru. Probes neños los suyos, no poder decir que son gijoneses, ye una pena que tengan que decir en la escuela que su padre ye de Ovieu, claro que igual salieron mas a la madre.
ResponderEliminarUn gijonés de pura cepa.