lunes, 17 de enero de 2011
MI NUEVO BARRIO
Pues ya estoy definitivamente asentada en mi nuevo barrio. No dista mucho del anterior, pero no es lo mismo. La casualidad hizo que se concatenasen varios acontecimientos, todos negativos, que a punto estuvieron de generar en mí una aversión hacia la que ella estoy segura será mi última casa. Por edad, ya no me veo yo haciendo otra mudanza. Será, en todo caso, hacia el cielo, que es donde espero ir, el infierno ya lo he padecido –como todo el mundo- en esta tierra. Los primeros días los pasé en la cama rodeada de toda mi vida anterior empaquetada en cajas, bolsas, maletas…, padeciendo tremenda gripe. Ahora dicen que la A, yo creo que pasé por todo el abecedario, no recuerdo haber estado tan…fastidiada -quiero decir- en años. Así que se me metió en la cabeza que entraba con mal pié y hasta llegué a pensar que era la casa la que estaba enferma. Tremenda tontería, ya sé, pero con cerca de 40 de fiebre uno piensa lo peor: delira, más bien. Hoy ya casi recuperada, no me atrevo a afirmar que del todo porque no es cierto, estoy tomándole el pulso a lo dicho: a mi nuevo barrio. He pasado de convivir con gente mayor a hacerlo con parejas jóvenes. Y eso le da a todo un aire muy diferente, es como si todo discurriese mucho más deprisa. Me gustaría convertirme en una desenfadada chica de barrio. ¿Qué es poco serio lo que escribo? Yo soy poco seria. ¡Qué más quisiera que poder transformarme en una chica de barrio! Señal inequívoca de juventud, y de que no habría descubierto aún la cara amarga y dura de la vida. Como eso ya no es posible, trataré de ser una persona más del, repito, barrio. Y en ello estoy. Me gustaría patearlo en todas direcciones, como hacía en el que estaba antes, pero ya no podré de igual manera. La casa no le gustó nada a mi fiel compañero, Obladi, y a los pocos días, decidió mudarse al cielo de las mascotas. Sin él ya no habrá largos paseos, y dudo mucho que me pierda por todas sus esquinas. En todo caso tendré que hacerlo sola, aunque me cueste: que me cuesta salir de casa sin ningún motivo especial. No obstante, ya he hecho mis primeras incursiones por calles que ni tan siquiera conocía, aunque reconozco que me resulta difícil caminar en dirección contraria al lugar en el que siempre viví. Los primeros días acudía a comprar el pan a mi tienda de siempre, pasando por delante de –como mínimo- un par de panaderías, mis pasteles de los domingos tenían que ser de la confitería de toda la vida, y el café ídem. Sin embargo, hace dos o tres días que veo las cosas de diferente forma. Me aventuré a comprar el pan justo enfrente de casa y… ¡sorpresa!, me gustó la familiaridad con la que me trataron; también decidí tomar el café en la cafetería más próxima: me gustó el ambientillo. Y ya me he parado un par de veces con el vendedor de cupón que encuentro al pasar por Begoña en dirección al trabajo. Descubrí que me reconocía por la voz, el próximo día le pregunto cómo se llama, me recuerda a Avelino, el de la Plaza de El Parchís, el amigo que se fue en otoño. Siempre me llamaron poderosamente la atención esas personas que se sitúan en una esquina y –sin ver- son testigos del pulso de la ciudad. Siempre están ahí, en su puesto, se diría que esperándote. Me siento muy próxima a ellas, tal vez porque ven la vida –qué paradoja hablar de ver- de manera distinta. Pues eso, que estoy descubriendo en barrio y, aunque como dice mi amigo, puede que ahí no acudan los bomberos a salvar el loro de la vecina, tiene vida propia. Intentaré descubrirla y, si me es posible, contarla.
Suscribirse a:
Enviar comentarios (Atom)
Te veo un poco más animada, me alegro, es que se te juntó todo y la gripe te atacó fuerte. Me hizo gracia lo de " creo que pasé por todo el abecedario". Ahora estoy yo con "ella" lo peor es la tos, de lo más rebelde.
ResponderEliminarTu adaptación al nuevo barrio tiene un tiempo.Y para ti será fácil
Un abrazo