Quién me iba a decir que en pleno siglo XXI echaría de menos el despertador. Ese viejo reloj verde, esa esfera redonda que se sostenía sobre dos patitas y se adornaba graciosamente con dos moños arriba que, en realidad, eran las campanillas encargadas de despertarme. Me vienen a la mente mis años de estudiante, aquellos en los que madrugar era un suplicio y el reloj el inquisidor de mi sueño. Con el tiempo me fui modernizando y dejé paso al silencioso reloj de pilas, el tic-tac acompasado que marcaba los segundos ya era historia, y ahora –como a la mayor parte de los ciudadanos- la encargada de despertarme en la radio. Un locutor o locutora me da cada mañana los buenos días –por decir algo, porque, a juzgar por lo que cuentan…, siempre son pésimos-. Me ha costado trabajo elegir emisora, poco a poco fui descartando unas y otras con criterios puede que no muy ortodoxos. Primeramente decidí que no eran buenas aquellas que tenían una marcada tendencia política, cualquiera que fuera su signo, siempre tuve la impresión de que lo que intentaban era catequizarme para su causa y como me gusta –demasiado- analizarlo todo y sacar mis propias conclusiones, pronto comprendí que ese no era el dial adecuado. Unos puntitos más a “la derecha”, me encontré con la emisora que pone cada mañana de mal humor a mi madre. Hasta entonces no había entendido por qué mi progenitora –nada dada hasta entonces a los temas políticos- se había convertido en una acérrima crítica del Gobierno y, además, padecía un pesimismo que antes no tenía y nada apropiado a su carácter. Creo que la emisora -que no mencionaré- inoculaba en sus venas a primera hora del día buena dosis de veneno que, sin matarla, la hacía pasar por la consulta de su psiquiatra con demasiada frecuencia. Tampoco me convenía arriesgarme a correr su misma suerte. Finalmente, tampoco estaba dispuesta a tragarme un montón de anuncios, no me apetecía que con el ojo aún pegado me incitasen a comprar esto o aquello. Se trataba, pues, de encontrar emisora libre de anuncios. Sólo una: Radio Nacional de España, eso sí, en varias versiones: normal, todo música, noticias, música clásica…me quedé con la de siempre, en el 99,2. Y cada mañana a eso de las siete Juan Ramón Lucas me sirve en bandeja un desayuno de noticias de difícil digestión: crisis, crisis y más crisis; subidas de precios: que si el Euribor, que si la luz, que si…. Política: Rajoy dijo y Zapatero le respondió que mentía, que si Riopedre pasó su primera noche en la cárcel tranquilo… Y luego vienen los sucesos: otra mujer víctima de malos tratos, y otra y otra… Las guerras, cientos de guerras, aunque no sean más que dos o tres en mi cabeza se multiplican los muertos. La cifra de parados, que no entiendo por qué hay que darla todos los días sube hoy y mañana, y al día siguiente: millones de individuos sin trabajo. Un cargo de conciencia para quienes nos levantamos precisamente para ir al curro. Total: mañana destrozada desde primera hora. Por eso hoy, mientras el locutor hacía el recuento –eso sí resumido- de las noticias que nos había servido, yo pensaba en el pasado, en la época en la que no estábamos tan informados y un humilde despertador de cuerda le daba la bienvenida a tu día. Y digo mí día, porque entonces estaba en mis manos –o eso pensaba- encararlo con optimismo, hoy ya me resulta imposible.
En Estados Unidos hubo en los años ochenta un periodico que se llamaba "Good News" ("Buenas noticias")y duró menos de un mes....no le interesaba a nadie...y en Rumania hay una ley que obliga a los periodicos a publicar al menos un 40% de noticias buenas....¿en que mundo de locos vivimos? y lo malo es pensar que a lo mejor lo estamos haciendo entre todos¡¡¡¡¡
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