Nos las prometíamos muy felices hace quince días. Había villancicos y luces fantasmagóricas colgadas por las calles contraviniendo las normas dadas por los de arriba sobre contención del gasto. Ya pasó el día de la salud, después de comprobar que la lotería se quedó por otras latitudes. Y el correo nos traía, a diario, tarjetas de felicitación de quienes al menos se recuerdan de nosotros una vez al año. Los trajes y las joyas de la última fiesta del año han vuelto al armario y ahora toca ir a probar suerte en las rebajas. Nos hicimos a nosotros mismos alguna promesa de cambiar, para mejor si es posible, con el nuevo año.
Pero la realidad es que ya pasó todo. Nos abrazaron, nos besaron, nos han deseado mares de felicidad, nos vendieron desde los escaparates lo mejor de cuanto había en las tiendas y nos invitaron a gastar lo que no teníamos porque la tarjeta bancaria puede con todo hasta que la cuesta de enero se ponga al rojo vivo en nuestra cuenta.
No sé si ha sido una impresión muy personal, quizá sí porque los ánimos tampoco estaban para muchos cohetes, pero éstas que acaban ahora mismo han sido unas Navidades en las que, a poco que se observara, se ha notado que el personal se ha movido con cierta tristeza, con mucha precaución en lo económico y con bastante pesimismo derivado de la situación económica presente y sin un horizonte claro de futuro.
Si, ya pasó todo y ahora nos damos cuenta de que somos los mismos, ni más ni menos felices que antes, ni mejores ni peores en nuestras actitudes, hasta llueve durante todo el día de Reyes y cuando dentro de un par de días los electricistas desmonten las telas de araña de la iluminación navideña será cuando de verdad la ciudad quedará ya más triste, pero no más que antes de que un concierto de intereses comerciales llamasen a arrebato invitándonos a consumir y a comprar muchas cosas que no necesitábamos. En todo caso yo me quedo con los pequeños detalles navideños, esa voz amiga que te llama para tomar un café mientras hablamos, esa carta que no esperabas, ese mensaje de alguien querido que te dice “estoy aquí” y sobre todo las sonrisas de los niños en esta mañana de Reyes que, aunque sea bajo la lluvia, configuran un mundo de inocencia tan limpio que nos llega al alma y que a los maduros nos retrotrae al siglo pasado.
te has fijado que ya tienes mas de 18.000 entradas?
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