miércoles, 7 de julio de 2010

¿EXISTEN LAS CASUALIDADES?



Pues sí, puede que existan. Soy, al igual que José Marcelino, aficionada a dar una vueltecita por el Rastro. Sus curiosidades me fascinan, y sus personajes más. Ni que decir tiene cuán de mi agrado son estos artículos que el escritor le dedica, y que recogen la esencia de ese mercadillo donde todo se vende, todo se compra. Pues bien, hoy me he topado en el diario local con el artículo que -sin permiso, como siempre- he puesto a continuación. Y ahí viene la casualidad de la que hablo: el domingo pasado he comprado en el Rastro las muñecas que ilustran el comentario. Podía José Marcelino hablar de los relojes, de los tornillos, de los horripilantes adornos de plástico...pero no: de muñecas. Justo aquello qué despertó mi atención el domingo. Y no es eso todo, porque hasta compré tres. ¡No me digan que no es casualidad! Los dos observando muñecas. Por cierto a euro me costaron: carecen de valor económico, como casi todo lo que me gusta. Ahora estoy enzarzada en averiguar de qué van vestidas, a qué país pertenecen sus atuendos. Una curiosidad como otra cualquiera.

Muñecas, ositos y peluches
JOSÉ MARCELINO GARCÍA DOMINGOS POR EL RASTRO

En este purgatorio de las cosas que esperan cada domingo ser redimidas de su naufragio abundan las muñecas, los ositos y los peluches, todos ya con alma de Rastro y ojos de cristal tomado. Muchos de los que fueron sus dueños, los que tuvieron con ellos hermosos mundos de fantasía en la niñez, confidencias y consuelo en las horas de oscuridad, a estas alturas de la vida, ya no los recuerdan ni los reconocen. Antiguos amores de niñez el profesado a todas estas muñecas, ositos y peluches, ahora, tambaleantes, trémulos y desgreñados.
¿Qué hacen estos muñecos en este mercado del Rastro, mojados, abrasados de calor, sobados de intemperie, lejos de su reino, llenos de soledad y tristeza, añorando el tiempo que ya pasó? ¿Cuándo fue la última vez que sus dueñas/dueños miraron los redondos ojos verdes de pantera de estas nobilísimas damas de labios colorados, compañeras de sus llantos? ¿Cuándo, por última vez, acariciaron toda la bella forma corporal de esta fauna de perros y osos, de monos y gatitos lavables y acrílicos, tan amigos y compañeros de sus juegos?
El Rastro bullicioso se serena al asomar la tarde. Algún transeúnte todavía busca un brillo, una llave, una pieza antigua de una marca remota, acaso una onza de oro en la quincalla. Y las tristes formas inclinadas de las muñecas de maternales noches, de los muñecos y peluches, van cediendo como una soldadesca borracha, acostada sobre si, un poco más andrajosos, desdeñados y arrasados de silencio.
Les ha ido pasando otro domingo de anhelante espera, de vana esperanza de liberación. Desde su quietud hondísima, todos estos viejos monigotes tiemblan pensando que, con la noche, volverán enseguida a su albergue de cartón ajado, donde la loza vieja, el cristal y el hierro magro les oprimirán el pecho duramente.
Extraños pensamientos estos que a uno le vienen caminando, domingo tras domingo, por este Rastro gijonés, y que aún perduran en la noche de insomnio al contemplar, ahora en un rincón, el osito santo de Begoña, aquel que fue amigo en sus dolores. Y compañero, amorosamente amado, contra su corazón.

1 comentario:

  1. Ya es casualidad¡¡¡yo tambien estuve pero no tuve la suerte de encontraros ,solo la de leeros.

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