lunes, 19 de marzo de 2012

"35 AÑOS SIN JOSÉ AVELINO MORO", ARTÍCULO DE JOSÉ L. CAMPAL Y AURORA SÁNCHEZ


(Artículo exclusivo para el blog Las mil caras de mi ciudad)

El año en el que España celebraba, tras la larga noche de la dictadura, sus primeras elecciones democráticas a Cortes y el mismo año en el que el diario decano de Asturias, El Comercio, cumplía su siglo de vida, desaparecía uno de los más importantes representantes del asturianismo cabal, de ese amor a las raíces que huye del empingorotamiento y se hunde hasta las cachas en el lenguaje franco y lógico del pueblo soberano. El martes 15 de noviembre de 1977 moría a los 49 años de edad el periodista y escritor JOSÉ AVELINO MORO FERNÁNDEZ, nacido en Infiesto en 1928 pero gijonés de cabeza a pies desde su infancia, dejando una estela de profesionalidad, afecto y cortesía que haría decir a La Nueva España que era «hombre cordial, servicial y con inquietudes artísticas que supo ganarse las simpatías de muchos sectores gijoneses».
José Avelino Moro fue una persona activa y comprometida con su época y con el desarrollo sociocultural de su entorno. Al conocerse la noticia de su fallecimiento, le presentaron sus respetos numerosas instituciones de la ciudad: Museo del Pueblo de Asturias, Coro Asturiano de La Calzada, Club Hípico Astur, Real Sporting de Gijón (el miércoles 16 se guardó en El Molinón un minuto de silencio en su memoria en el partido de Copa del Rey que enfrentó al Sporting con el Tudelano y que se saldó con un 5-1 a favor del equipo local), Unión Ciclista Gijonesa, Cooperativa de Aguas de San Martín de Huerces, Cooperativa de Viviendas de Nuestra Señora de Loreto, Centro Gallego de Gijón (Moro había prestado su concurso para que pudiera adquirir nuevo local), Delegación Provincial de Unicef, Antiguos Alumnos de don Joaquín Martínez Blanco, etc. Y, por supuesto, sus compañeros de la redacción de El Comercio y sus amigos del bar Casa Paulino. Al multitudinario funeral que se celebró el día 16, a la una de la tarde, en la iglesia de San Lorenzo, y previo al entierro en el cementerio de Porceyo, donde reposan sus restos, asistió una nutrida comitiva del mundo político, judicial, deportivo, artístico y periodístico asturiano.
"MORO A LA VUELTA"
Escritor englobado en la segunda promoción de posguerra, firmó en su periódico secciones leidísimas como “Carta a Pepín el concejal” (1966-1972), “Del coleccionismo gijonés” (1971-1972), las andanzas de sus personajes de ficción Tadeo y Balba, o las relacionadas con la información deportiva (ciclismo y fútbol coparon, prioritariamente, sus predilecciones); fruto de tal devoción sería su Historia sucinta del Real Sporting de Gijón (Imp. La Industria, 1972, 158 páginas), que antes que en formato de libro salió por entregas en la prensa. Además, Moro donó material impreso a la Hemeroteca que Luis Adaro formó en la Cámara de Comercio gijonesa; fue el responsable, según ha relatado J. Fuertes, de bautizar al protagonista de la tira cómica de Olmo como Pepín de Celes. A esto habría que añadir su implicación pionera en la puesta en marcha de la gran institución recuperadora de la rica cultura regional, ya que, como escribió en 1976 Carmen Díaz Castañón, «estamos ante un hombre muy preocupado por todo lo astur, promotor del museo etnográfico del Pueblo de Asturias, defensor de los hórreos, ferviente conservador de todas las tradiciones». Propietario, como nos indica la Gran Enciclopedia Asturiana, de una «exhaustiva colección documental sobre el hórreo», sus afanes proteccionistas e indagadores en el pasado y las tradiciones vernáculas fueron recompensados con su elección como miembro correspondiente del Instituto de Estudios Asturianos en 1971. Tres años antes, el investigador asturianista Luis Argüelles escribió que Moro era «gran asturianista, dominador con gran donaire del dialecto bable», al que se debe la creación de «un neologismo, carísimo para todo el nacido en esta región, el verbo asturianear, que encierra en su concepto un sinfín de actividades nobles en pro de Asturias».
Portada de QUINCE HISTORIES DE BALBA (Biblioteca de Asturias)
Moro nos ha legado una ingente cantidad de crónicas y reportajes periodísticos, pero ello no debe hacer olvidar sus principales aportaciones, como digno y aplicado discípulo de Adeflor: dos libritos de 37 páginas cada uno que editó El Comercio e imprimió La Industria en 1969 y 1970 y que tituló Quince histories de Tadeo y Quince histories de Balba, respectivamente. En los mismos, recrea vivaces estampas del discurrir cotidiano, animadas humoradas costumbristas que sacan punta a las situaciones más festivas y debajo de cuya socarrona ironía asoma una irrefrenable voluntad de examinar y condenar tenuemente la corrupción de ciertas conductas. Moro hace patria de su asturianía, la cual no choca jamás con su españolidad, incluso en el colofón del libro, pues en Quince histories de Balba se lee que terminó de hacerse «siendo la Era Astúrica MMVIII y años del nacimiento de Cristo MCMLXX en el día de Santiago Apóstol, patrón de España».
Portada de QUINCE HISTORIES DE TADEO (Biblioteca de Asturias)
Las Quince histories de Tadeo vivieron primero en las columnas de El Comercio, donde se insertaron entre el 12 de junio y el 4 de julio de 1968. Son sus títulos los siguientes: “La ciudá de Miranda”, “La toma de contactu”, “Non diga mentires, don Pablo”, “Usté ye de los míos”, “Los güevos y la gallina”, “A taconazu llimpiu”, “Del munchu tapar a...”, “En sin pegar güeyu”, “Qué pena, doña Consuelo”, “La caleya sin salida”, “Vaya un remediu, fía”, “Vieni a vete, Balba”, “Un buen remediu”, “Mañana vo celebralo” y “Tá la tormenta enriba”. Por su lado, las Quince histories de Balba las recogió el mismo diario entre los días 3 y 26 del mes de junio de 1969 y fueron éstas: “Que non s’entere la Virxina”, “P’el mediu y p’el delanteru”, “La xente del pueblu”, “P’antigua, abasto yo”, “Visita a les buates”, “Co la rodiella al pescuezu”, “Agárrame, o tírome al mar”, “Y... tou a media lluz”, “Eso paezme un mazcaritu”, “En mío pueblu llámense arrugues”, “Una mazcá a tiempu”, “Tate quietu, magüetu”, “Un quexíu a tiempu”, “El paisano de la bona paga” y “Lo del raposu yera mentira”.
Las historias de Tadeo y Balba dispusieron de dos presentadores de campanillas. El prólogo de Quince histories de Tadeo lo rubrica Luis Argüelles, primer director del Museo del Pueblo de Asturias, el cual recuerda que es obra «corta pero larga en gracia y picaresca», en la que «a los no avisados les parecerá historia inverosímil, pero ha de advertirse que a través del montaje literario hay mucho de verdad; hasta me atrevería a decir que todo es verdad». El anfitrión que se buscó Quince histories de Balba no tenía menos quilates: Emilio Palacios, el dramaturgo exiliado de Lenguateres y Bartuelu va pa l’Habana. Palacios se extiende así sobre las andanzas de Balba: «No comprendería a Balba sin el bable; porque el bable –¡ay, falar melgueru!– lo dice todo. Y hasta juraría que Balba y Tadeo son tal para cual, algo así como prototipos que el ingenio zumbón de José Avelino Moro quiso –porque sí o porque le vino en real gana– plantarnos ante las narices para que nos enteremos de que las tradiciones no mueren y que siempre alientan en las gentes sencillas que vieron la luz primera en una quintana a la que arrulla el rumor de los maizales. Estas quince historias son como quince estampas del trasfondo astur. Floridas de inocencia. En áspero batallar contra usos y costumbres que no son nuestros por ser de todos».
A modo de epílogo se incluyen dos composiciones poéticas, una de Luis Aurelio en Quince histories de Balba y otra de quien fuera el último cronista oficial de Gijón, Patricio Adúriz, en Quince histories de Tadeo, que le brinda un soneto que reza así:

Como hermanos que emprenden la andadura
por la Asturias del roble y el castaño,
tal parecen brotar de un mismo caño
pincel, inspiración y travesura.

Es el bable feliz apoyatura
que trasiega al presente ecos de antaño
con murmurios de esquilas en rebaño
y decires de rústica textura.

Mar y cumbre. Quintanas. Maizales.
Por el cielo saetas de pardales
que burilan lo azul con su aleteo.

Y en el surco, sudando su destino,
encallece la mano un campesino
a quien Moro historió como Tadeo.

Acerca de estas dos entregas bablistas de José Avelino Moro nos habla Begoña Díaz González en la Historia de la lliteratura asturiana (pp. 394-395) que dio a luz la Academia de la Llingua Asturiana en 2002. Sobre Quince histories de Tadeo apunta: «Tadeo ye un personaxe tratáu con tenrura pol autor. A pesar de les situaciones gracioses nes que se mueve, ye intelixente y présta-y pola vida conocer xente, ye una persona abierta. Hai un ciertu conteníu social, porque fala de los aviones del añu 36, del abusu de poder de los conceyales de Xixón, de l’autoridá del guardia que toma por desobediencia cualquier enquívocu. Apaecen igualmente referencies a lo distinto de les costumes ente la vida llabradora y la urbana». En lo que concierne a Quince histories de Balba, escribe esto otro sobre las peripecias de la protagonista, esposa de Tadeo: «Ye una muyer intelixente ya independiente y, cola sida de los díes que pasa en Xixón, lo que se fai ye una crítica de la perda de les costumes asturianes, del afán de la xente por ser igual que tol mundu, que ye causa de que s’escaezan los rasgos d’identidá».
Primera de las historias de Balba (imagen, Biblioteca  de Asturias)

Ambos cuadernos, además, resultan perfectos y primorosos álbumes del estado actual, a finales de los 60, de la actividad ilustradora, ya que cada historia va acompañada de una pieza gráfica debida a firmas de distinta categoría. La portada de Quince histories de Tadeo es nada menos que de Nicanor Piñole y la de Quince histories de Balba de Marola. En Quince histories de Tadeo colaboran con dibujos alusivos a los minicuentos de Moro, artistas como: Lara, Marola, Niembro, Magín Berenguer, Nani Magdaleno, Emilio Vera, R. Crespo Joglar, F. Wes, Antonio Mendibil, Elías Díaz, Adolfo Gustavo Pérez, Luis Argüelles, Juanjo, Agustín Coletes y Alfonso, quien suministra dos trabajos. En Quince histories de Balba intervienen con sus instantáneas en tinta china: Florentino Soria, Fernando, J. L. Iglesias, Manés F. Moliner, José Luis Suárez Torga, Jesús Ángel García, Manuel Luis Martínez, M. Rea, Prida, J. Magdalena, José Manuel Fueyo, M. Merás, Carlos Roces y Enguix.
Moro afrontó largo tiempo la enfermedad que padecía, como subrayó al día siguiente de su muerte quien fuera su director, Francisco Carantoña: «Le vi luchar durante años y años manteniendo, con un esfuerzo que obligadamente tenía que ser heroico, una impresionante apariencia de normalidad cuando el mal que ahora le ha llevado a la tumba comenzó a minar su cuerpo sin doblegar su espíritu. Todavía hace una semana trabajaba con normalidad, como si la dolencia implacable que sufría no tuviese ya ganada la batalla. Más allá de su diligencia, de su brillantez o de su inquietud, José Avelino Moro nos deja a todos los que trabajamos con él una impresionante lección de entereza».
El año de su muerte José Avelino Moro publicó varios artículos en su periódico (uno de ellos puede verse en una de las imágenes que ilustran este artículo).
Una de las últimas colaboraciones de J.A. Moro en "EL COMERCIO", el mismo mes de su muerte

 Queremos rescatar ahora el que al principio de enero dedicó al pintor Nicanor Piñole en su nonagésimo noveno cumpleaños:

Moro, Alfonso Iglesias, Piñole y Marola (foto Encinas)
Ayer cumplió noventa y nueve años don Nicanor Piñole. La importante efemérides fue celebrada en casa del ilustre pintor, donde el matrimonio Piñole recibió el afecto de un grupo de amigos íntimos que una vez más estuvieron al lado del maestro para testimoniarle su admiración.
En los prolegómenos del ágape que fue servido se entregaron a don Nicanor varios presentes. Una hermosa pipa de cerámica holandesa hizo a don Nicanor pasar unos momentos llenos de satisfacción. En cuanto la pipa estuvo en sus manos dijo que quería probarla para saber cómo tiraba. Enriqueta, que atiende a su marido en todos estos pequeños detalles que tanto pueden contribuir a hacerle feliz, buscó tabaco y a los cinco minutos ya estaba el maestro fumando tan campante.
Un monumental pavo, criado en la finca que el matrimonio Piñole tiene en Cabueñes, exprofeso para este día, presidía, junto con una tarta de dos pisos con noventa y nueve velas, la mesa en torno a la que se fueron sentando la veintena de personas que asistieron al acto.
Entre los asistentes se encontrada don Francisco Serrano Castilla, delegado provincial del Ministerio de Información y Turismo. Estaba también el reverendo padre Pablo, sacerdote oficiante en la ceremonia de boda de don Nicanor Piñole con doña Enriqueta Ceñal, así como varios amigos que sin duda eran una digna representación de esa extensa élite que sienten afecto por el gran maestro que entra en la antesala de cumplir cien años, conservando una más que aceptable vitalidad, hecho que quedó reflejado ayer a lo largo de esta fiesta íntima.
Don Nicanor sigue con buen apetito. Precisamente cuando le estábamos preguntando por su estado nos mostró un chorizo a la sidra que estaba comiendo.
–Esto indica que, por lo menos, de estómago estoy bien, nos respondió don Nicanor.
Así fue, a grandes rasgos, cómo el ilustre y laureado pintor gijonés celebró su noventa y nueve cumpleaños. Al dar cuenta de tan importante efemérides aprovechamos la ocasión para enviar la más efusiva felicitación a don Nicanor Piñole, felicitación que hacemos extensiva a su esposa.

Fernando Adaro descubriendo la placa en la Casa de los Valdés
José Avelino Moro sería homenajeado el 11 de diciembre de 1977 en el Museo del Pueblo de Asturias, donde tras una misa cantada por el cuarteto del maestro Guridi, se descubrió una placa con su nombre en la sala de cerámica de la Casa de los Valdés. Después, silencio.
Así llegamos al final de este grano de arena particular en la reivindicación de un hombre que pervivirá en sus escritos, como les sucede siempre a los autores de valía. Y el día de su onomástica, no podemos por menos de lamentar que, durante las tres décadas largas que hace ya que falta José Avelino Moro Fernández, la sociedad astur, poco civilizada a la hora de reconocer deudas y otorgar laureles, se haya mostrado más madrastra que madre con la labor del artífice de Balba y Tadeo. ¿Cuánto más continuaremos sangrando por esta llaga imperdonable?

Belén Encinas ha rescatado del archivo de su padre esta foto que me regaló. Mejor ocasión que ésta para publicarla no la habrá. 
En ella: Moro (primero por la izquierda), Lucía (primera periodista de "El Comercio"), y ya sin orden, porque algunas caras no las reconozco: Carantoña, Mauro Muñiz, Arturo Arias, Tomás Montero Entrialgo, Vegafer...
Se trataba de un almuerzo de hermandad de los empleados de "El Comercio". ¿El año? No lo puedo precisar, pero mil novecientos sesenta y muy poco.


8 comentarios:

  1. Hoy he constatado, de nuevo, lo importantes que son los amigos de verdad. Aurora y José Luis me han sorprendido con este homenaje a mi padre, que es lo que han hecho. Homenaje al padre y regalo a la hija. Únicamente puedo darles las gracias, no se me ocurre otra palabra. Me consta que no lo conocieron -por simple cuestión de edad-por lo que sé que han trabajado mucho para documentarse, dificultad aumentada porque casi nadie habla nunca de mi padre. Eso no lo hacen más que los amigos de ley. Ellos lo son. Gracias, gracias, gracias.

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  2. Solo felicitarte por ese padre que has tenido. Algunos ya lo sabíamos, otros tal vez ahora lo empiecen a conocer. Un fuerte abrazo. MNieves.

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  3. Hoy al entrar en tu blog me llevé la sorpresa del año, ¡ que Moro fuese el padre de Isabel ¡ yo te diré para entiendas un poco que fuí de las primeras socias del Hipico Astur ,que mi padre como gallego era socio del club gallego , y que la foto última del articulo conoci a la mayoría, pues sin ser ni periodista ni nada que se le parezca ( era de ciencias ) tuve muchos conocidos en ese campo , pero lo más sorprendente es que despues de mi viaje de novios mi primer funeral fué el de Moro, en el cual se vió qué persona habia sido, pues si algo recuerdo de aquel dia fué el tipo de personas (llamemolas variopintas ) que había hablando de él como persona y como profesional. Me explico muchas cosas de ti en este momento ¡ fuiste hija de Moro¡ con todos mis respeto para tu madre. Te envio un abrazo. Marisa C.

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  4. Te felicito Isabel por tu padre, por su prosa poética y porque fue mas que un auténtico asturiano, un asturiano auténtico. Siempre he sentido admiración por quienes siente su terruño. No sabía su afición al deporte. Habiendo competido en diversos deportes, me hubiera encantado conversar sobre este tema con el. A propósito, en la sala de mi casa, ha estado colgado desde que tu padre me lo regaló en su tienda de Gijón en julio de 1974, el cuadro de un pintor mexicano de apellido Lizama. Es un cuadro que ilustra el horreo, la panera y la casa de Sara. Le tengo mucho cariño.
    Besos,
    Germán

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  5. He recibido en mi correo electrónico lo que sigue que me envía Gonzalo Mieres. Quiero compartirlo.

    Moro, un hombre bueno.
    Ya ves Isabel que algunos queríamos y recordamos a tu padre. Te reenvio lo que ahora mismo recibo de Joaquín Fuertes. Un abrazo. Gonzalo

    Hola Gonzalo. De todas las cosas que dice Campal sobre Moro falta una de importancia capital, y es que él fue quien a través de Adúriz, e insistiendo sobre periodistas y políticos, puso en circulación la figura de Alfonso Camín, refugiado en Porceyo, con las facultades perdidas y casi ciego. Moro convenció a quien se le ponía por delante sobre la importancia del poeta de Roces, y no era fácil en aquella corporación de imbéciles, donde un concejal pedía un reconocimiento gijonés para Leopoldo, "alias" Clarín.
    Cualquier iluminado de estos, dirá que a Camín se le reconocería igualmente sin la aportación de Moro, que era quien sabía más que nadie sobre el escritor regresado, por motivos de familia y vecindad en Porceyo, pero no te creas. Tenemos ejemplos como Alejandro Núñez Alonso, nacido en Gijón y premio nacional de literatura, sin que absolutamente nadie lo conozca hoy día.
    Isabel tiene motivos suficientes para sentirse orgullosa de Moro. Te pongo un ejemplo: El día que nació mi hija Patricia se lo comenté, y él me dijo que también tenía dos hijas, y cuando pasara un tiempo daría gracias de que fueran mujeres y no varones. Yo a Moro siempre lo aprecié mucho, porque era el que más protegía a los allegados al periódico. Era entrañable hasta cuando se enfadaba, que también tenía su temperamento. En cierta ocasión llamó por teléfono un babayu, de los que sólo se ocupan unicamente del fútbol. La conversación fue más o menos así entre el subsodicho y Moro.

    -Oiga ¿cómo quedó el Unión Popular de Langreo?
    -No lo sé, todavía no tenemos el resultado.
    -¿No lo tienen, o ye que non quier decímelo?
    -Es que todavía no lo sabemos.
    -¿Entós, eso qué ye, un periódico o un chigre?
    -No, no, esto de momento es un periódico; ahora bien, si usted viene por aquí, puede que se convierta en una casa de maricones.

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  6. Isabel:Te imagino la emoción que sentiste al encontrarte con tan bello e interesante reportaje sobre tu padre.Unido al tiempo transcurrido, y que se "fue" muy joven.¡Emocionante! Se entiende el buen recuerdo que de EL tienes.
    Un cariñoso abrazo.

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  7. Lamentablemente conocí poco y tarde a José Avelino Moro. Nos tratamos en la última etapa de su vida que coincidía con mi llegada a Gijón donde, inmediatamente me incorporé a la actividad periodística y radiofónica. Pese a todo, los contactos que mantuvimos fueron siempre sinceros, corteses y agradables, quizá por eso no los he olvidado, y me mostraron a un hombre con una gran y definida personalidad, atípico en su entorno en aquella época, con enormes capacidades, entusiasta en sus proyectos, vitalista, educado y, algo que me llamó la atención en aquel tiempo, absolutamente respetado por el entorno profesional local, dividido entre los seguidores de "El Comercio" y "Voluntad".
    Pese a nuestra breve relación lamenté entonces sinceramente su temprana desaparición y he lamentado posteriormente en más de una ocasión, el aparente olvido del que ha sido objeto durante muchos años, destino en el que se ha visto lamentablemente acompañado por otros personales cuyo eco se perdió..
    Lo cierto es que, sinceramente, yo no lo he olvidado, ni como periodista, ni como promotor y defensor de la cultura y concretamente del arte en el entorno de Gijón. Quizá esto se debe también a la estrecha relación que, afortunadamente para mi, me une con su hija y con su viuda, "Isabeles" las dos, desde hace años.
    El caso es que ahora, al ver y leer este flamante trabajo recordatorio y recopilatorio de José L. Campal y Aurora Sánchez en el blog de Isabel, del que soy asiduo seguidor desde hace tiempo, algo se ha removido en mis recuerdos y no he podido evitar que fluyeran estas breves líneas como testimonio, no solo de respeto y reconocimiento hacia José Avelino Moro, sino, además, de adhesión a la reivindicación de su figura.
    Es verdad que nadie muere mientras alguien siga manteniendo vivo el recuerdo de su existencia.
    Evidentemente la memoria de Moro sigue en plena vigencia.

    J. I. Y. CH.

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  8. Precioso articulo Isa, que gran orgullo para ti y para todos los gijoneses. Un abrazo. Luisa Pelaez

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