jueves, 14 de abril de 2011

RETRATOS DESCONOCIDOS, artículo de José Marcelino García




DOMINGOS POR EL RASTRO
Por extraños caminos llegó toda esta vida de días antiguos y música lejana a encallar en estas cajas astrosas del Rastro donde entre postales, cartas, botones y medallas de santos se cobija, ahora sin patria y sin presente, llena de tristeza y desorden. Niños de vara y silabario sentados en estudiada pose, serios en su infancia, viejos en su inocencia, poniendo toda su pobreza y su hambre ante la cámara del retratista sobre un fondo de pared sucia de guerra y derrota, con mapa físico, mesa con niño de Praga y bola del mundo pequeñita de marrón gastado. Rostros de cumpleaños de un soñar profundo. Novias vestidas de negro y mantilla, como bernardas Alba o monjas teresianas. Niñas y niños de primera comunión y mirada boba con rosario, misalito y manos a Dios. Calles mayores llenas de colgaduras y del abolengo de los días grandes. Todo esto del pasar y del vivir retratado en un instante de fiesta, de una tarde feliz de verano.
En la mañana fría del Rastro, repaso todo este material rancio y decadente, toda esta cartulina impresa de juventud y vejez; poética retratada de geografías, pueblos y gentes color sepia, pertenecientes a otro mundo, y veo en él la repetición de lo que uno, pronto, ya, llegará a ser en sus retratos.
Y sigo. Hermosas risas de muchachas adolescentes diciendo adiós desde la jardinera de un tranvía. Retratos de indianos con terno, saboneta y bigote. Fotos de soldados con caras de chusco y chopo de milis españolas. Grupos de amigos apiñados alzando sus vasos de juventud y romería. Infantes con palmas y ramos de romero y laurel mostrando su bendición. Veo todos esos perennes ojos mirándome, tan tristes, tan fijos; toda esa estética genial, extraña y sola, donde el ser humano (vivo en aquellas horas, ¡tan rápido pasadas!) lo ocupa todo con su figura, su rostro y su mirada.
Camino por el Rastro situado al lado de un Piles que va también hacia el morir, y contemplo esa decadencia, esa íntima melancolía y derrota, todo ese rápido pasar en estos retratos de gente desconocida, por las que uno va sintiendo una inmensa piedad.

(Publicado en el diario El Comercio, 13/04/2011)

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