Ambos se conocieron en la entidad y ocupan ahora una vivienda de titularidad municipal mientras esperan tramitar ayudas sociales Una pareja de usuarios del alojamiento gijonés tuvo a su hijo en Nochebuena
No estaban en un portalín de piedra. No se llaman María y José. Pero, como los protagonistas de la Navidad, Irene y Juanjo viven sin más tesoro que su afán por salir adelante y, como la virgen y el carpintero, tuvieron a su hijo en plena Nochebuena. Como si de un guión de Hollywood se tratara, el Albergue Covadonga ha vivido unas fiestas para no olvidar, ya que no sólo se supone que serán las últimas en el actual edificio -si las obras del edificio que el Ayuntamiento levanta en El Natahoyo no se demoran- sino que han visto cómo dos de sus usuarios tenían un hijo en la madrugada del día 25.
«Estamos como locos con el bebé». Asun, una de las Hermanas Terciarias Capuchinas, la orden que gestiona el Albergue Covadonga, era ayer una mujer feliz. Porque, como explica la encargada del comedor y los voluntarios, «hemos seguido día a día su gestación y es muy ilusionante ver como una pareja lucha por su futuro».
Habla Asun de la pareja formada por Juanjo Irene, dos jóvenes «del Sur», pero que se conocieron «aquí», donde han vivido «en diferentes ocasiones, ya que intentaron buscar trabajo en su lugar de procedencia, pero no lo encontraron». Difícil que Juanjo, pese a su juventud, lo haga, ya que tiene una rara enfermedad en el hombro «que ahora le ha pasado al otro», que se traduce en una constante dislocación de sus huesos.
Con esas premisas, lograr la incapacidad permanente ha sido su meta en los últimos meses, algo complicado porque «ni los propios médicos saben por qué le pasa», con lo que ni podía ganarse la vida trabajando, «ni tenía ninguna ayuda».
Jóvenes y con formación
Irene, topógrafa de profesión, pero convertida en enfermera de su pareja, también vio cómo la falta de red familiar y de trabajo les llevaba a los dos «al albergue. Son unos chicos majísimos, que merecen más suerte». Desde la entidad tramitan para ellos el salario social y se alegran de que el bebé «haya nacido ahora, antes de que quiten el cheque-bebé, porque esos 2.500 euros les van a venir muy bien».
Sobre todo, porque el parto fue complicado. Irene llevaba ya una semana ingresada y, al final, una cesárea adelantó la llegada de un niño cuyo nombre «aún no lo han decidido. Tenían varias opciones, pero al nacer en Nochebuena podría llamarse Jesús», apunta Asun.
Ahora Irene se recupera de la intervención, mientras Juanjo no se separa de su lado. Cuando en el Hospital de Cabueñes le den el alta, la nueva familia volverá «a la vivienda social que les ha cedido el Ayuntamiento de Gijón, pero en la que están en precario».
Ambos son un ejemplo claro del nuevo perfil que tanto el Albergue Covadonga como la Cocina Económica están encontrando a su puerta en lo que va de año: «Personas que, antes de que llegara esta crisis tan fuerte, jamás hubieran pensando en venir aquí».
«Es duro verles llorar»
Asun ha visto muchas veces «cómo llegan hombres que se echan a llorar porque nos dicen que jamás pensaron que acabarían necesitando dormir en el albergue. Que jamás pensaron que acabarían en la calle. Es muy duro verles llorar y más ver que el panorama no es bueno».
Ayer, en la tradicional comida de Navidad, la menestra y los turrones que ofrece el Albergue Covadonga fueron repartidos entre más de medio centenar de personas, «muchos jóvenes, con ganas de trabajar, pero que van a buscar empleo y vuelven con las manos vacías. Es desolador. Sobre todo, cuando tenemos que decirles que aquí no hay sitio. Se van a la calle».
Mientras los cuatro voluntarios que ayer dedicaron su comida de Navidad a servir en el comedor y María López -la cocinera- y la directora del centro, la también hermana Angelita Díez, preparaban los postres, Asun confesaba sus dudas sobre si, tal y como está previsto, «ésta sea nuestra última Navidad aquí», porque hay que acabar las obras y acondicionar el local, «pero sí será una de las más ilusionantes, porque ves una pareja que avanza en su vida». Desde Nochebuena, la pareja ya es cosa de tres.
No estaban en un portalín de piedra. No se llaman María y José. Pero, como los protagonistas de la Navidad, Irene y Juanjo viven sin más tesoro que su afán por salir adelante y, como la virgen y el carpintero, tuvieron a su hijo en plena Nochebuena. Como si de un guión de Hollywood se tratara, el Albergue Covadonga ha vivido unas fiestas para no olvidar, ya que no sólo se supone que serán las últimas en el actual edificio -si las obras del edificio que el Ayuntamiento levanta en El Natahoyo no se demoran- sino que han visto cómo dos de sus usuarios tenían un hijo en la madrugada del día 25.
«Estamos como locos con el bebé». Asun, una de las Hermanas Terciarias Capuchinas, la orden que gestiona el Albergue Covadonga, era ayer una mujer feliz. Porque, como explica la encargada del comedor y los voluntarios, «hemos seguido día a día su gestación y es muy ilusionante ver como una pareja lucha por su futuro».
Habla Asun de la pareja formada por Juanjo Irene, dos jóvenes «del Sur», pero que se conocieron «aquí», donde han vivido «en diferentes ocasiones, ya que intentaron buscar trabajo en su lugar de procedencia, pero no lo encontraron». Difícil que Juanjo, pese a su juventud, lo haga, ya que tiene una rara enfermedad en el hombro «que ahora le ha pasado al otro», que se traduce en una constante dislocación de sus huesos.
Con esas premisas, lograr la incapacidad permanente ha sido su meta en los últimos meses, algo complicado porque «ni los propios médicos saben por qué le pasa», con lo que ni podía ganarse la vida trabajando, «ni tenía ninguna ayuda».
Jóvenes y con formación
Irene, topógrafa de profesión, pero convertida en enfermera de su pareja, también vio cómo la falta de red familiar y de trabajo les llevaba a los dos «al albergue. Son unos chicos majísimos, que merecen más suerte». Desde la entidad tramitan para ellos el salario social y se alegran de que el bebé «haya nacido ahora, antes de que quiten el cheque-bebé, porque esos 2.500 euros les van a venir muy bien».
Sobre todo, porque el parto fue complicado. Irene llevaba ya una semana ingresada y, al final, una cesárea adelantó la llegada de un niño cuyo nombre «aún no lo han decidido. Tenían varias opciones, pero al nacer en Nochebuena podría llamarse Jesús», apunta Asun.
Ahora Irene se recupera de la intervención, mientras Juanjo no se separa de su lado. Cuando en el Hospital de Cabueñes le den el alta, la nueva familia volverá «a la vivienda social que les ha cedido el Ayuntamiento de Gijón, pero en la que están en precario».
Ambos son un ejemplo claro del nuevo perfil que tanto el Albergue Covadonga como la Cocina Económica están encontrando a su puerta en lo que va de año: «Personas que, antes de que llegara esta crisis tan fuerte, jamás hubieran pensando en venir aquí».
«Es duro verles llorar»
Asun ha visto muchas veces «cómo llegan hombres que se echan a llorar porque nos dicen que jamás pensaron que acabarían necesitando dormir en el albergue. Que jamás pensaron que acabarían en la calle. Es muy duro verles llorar y más ver que el panorama no es bueno».
Ayer, en la tradicional comida de Navidad, la menestra y los turrones que ofrece el Albergue Covadonga fueron repartidos entre más de medio centenar de personas, «muchos jóvenes, con ganas de trabajar, pero que van a buscar empleo y vuelven con las manos vacías. Es desolador. Sobre todo, cuando tenemos que decirles que aquí no hay sitio. Se van a la calle».
Mientras los cuatro voluntarios que ayer dedicaron su comida de Navidad a servir en el comedor y María López -la cocinera- y la directora del centro, la también hermana Angelita Díez, preparaban los postres, Asun confesaba sus dudas sobre si, tal y como está previsto, «ésta sea nuestra última Navidad aquí», porque hay que acabar las obras y acondicionar el local, «pero sí será una de las más ilusionantes, porque ves una pareja que avanza en su vida». Desde Nochebuena, la pareja ya es cosa de tres.
No hay comentarios:
Publicar un comentario