domingo, 8 de agosto de 2010
¡HAY QUE JODERSE!
Sí, has leído bien el título. No lo he puesto por casualidad. Sencillamente fue la expresión que me vino a la mente cuando supe lo que voy a contar. Supongo que como lo he escrito yo -que no soy nadie en este arte de escribir- puede pareceros irreverente. Puede que hasta lo sea. En todo caso, depende siempre de la pluma que lo exprese. Yo no soy Lucía Exebarría, ni mucho menos Cela o Pérez Reverte. Dicho por ellos contaría con todas las bendiciones del bien escribir. Pero es algo que también decía mi abuelo, personaje algo menos culto, pero que en eso de las expresiones gráficas era un auténtico artista. Pues queda: ¡hay que joderse! Si irreverente es la expresión, mucho más lo es lo que he constatado esta mañana. Lo explico:
Por razones de trabajo he tenido pasar por la Feria de Muestras y, como nací prácticamente con ella, conozco a muchas de las personas que han puesto, de una u otra forma, su granito de arena. No explicaré la defenestración que sufrieron al llegar la nueva directiva Tere Cortina, Carmen, Miguel, Macarena…Eso ya lo he dicho en su momento. Hoy me referiré a la más humilde de las empleadas de la Feria. Se llama Antonia y la conozco hace más de treinta años. Entonces me parecía una señora mayor, es fácil imaginar cómo será ahora. Antonia se ocupaba de atender lo servicios –por aquél entonces concentrados en un solo lugar- y se sentía muy orgullosa de la limpieza con la que los mantenía. Ella se encargaba –no había año que no me lo contase- de comprar cuantos artilugios eran necesarios para su impecable limpieza, que pagaba de su bolsillo. La ayudaba su marido. Ambos permanecían en torno a una mesa camilla situada a la entrada, con una cajita en el medio en la que cada uno depositaba la voluntad. Y recuerdo que decía: Los empleados que no dejen nada (todo un detalle). Pero el caso es que ni Antonia ni su marido cobraban nada de la Feria, eran trabajadores autónomos a los que se les encargaba tener los mingitorios en su punto siempre. El sueldo eran las, por llamarlas de alguna manera, propinas que los agradecidos usuarios les dejaban. Y año tras año Antonia y su marido, que sólo recuerdo lo llamábamos por el apellido, Remis, realizaban la misma función. Supongo que ganaban unas pesetillas que les vendrían muy bien para una economía posiblemente humilde, tanto como el trabajo que desarrollaban. Una vez realizadas las gestiones que se me habían encomendado en el recinto ferial, tuve necesidad de ir a ver a Antonia. Me recibió, como siempre, con gran alegría. Pero no era la misma, se apoyaba en un bastón con dificultad, creo que ahora sí ha envejecido. Pero allí seguía, desempeñando su trabajo, voceando que no dejasen los grifos abiertos, que fuesen cuidadosos, que…Parecía una madre recriminando a sus polluelos. Siempre me pregunté cómo podía realizar un trabajo tan ingrato con tanta profesionalidad, con tanto mimo y cariño, como si de un palacio se tratase. Me contó lo de su pierna enferma, lo que le afectaba el frío, etcétera, etcétera. Vamos, lo de todos los años. Y permanecí un rato sin hacer una pregunta que era obligada: ¿Antonia, dónde está su marido? Tuve miedo de que hubiera fallecido. Pero no, Remis está bien. Simplemente los nuevos gerentes de la Feria consideran que Remis no podía estar allí haciéndole compañía –y ayudándome un poco me apostilló ella, que bien que me valía para poder salir a comer- le dijeron que la trabajadora era ella (trabajadora autónoma y sin sueldo, añado yo: por las propinas) y que los dos no podían permanecer a pie de los urinarios. Así que Antonia está sola. Dice que lo que quieren es echarla, pero que lleva 30 años y necesita ese dinero. Ya gané dos juicios, en los dos últimos años, pero el juez dijo que o me daben 6.000 euros o tenían que teneme aquí. Y aquí estoy aguantando. Y ya vés, guapina, vénguense quitando y de venir a ayudame al mi hombre. ¿A alguien le extraña ahora el, ¡hay que joderse!? Se puede entender que a un para de viejos que hace treinta años se ocupan de la parte más humilde e ingrata: limpiar la mierda de todos; se les impida seguir trabajando. Me pregunto que ley pretenderán aplicarles, que seguro que la hay, eso no lo dudo. Pero, en todo caso, si de aplicarla se trata, legalícenlos, que se lo merecen por años de servicios prestados. ¡Qué país, Dios, qué país! ¡Qué fácil resulta meterse con los más humildes! A limpiar retretes pondría yo a unos cuantos.
Supongo que escribir esto será una pérdida de tiempo, porque puede parecer algo sin importancia. Pero son las cosas cotidianas que nos rodean, son la vida en su estado puro. No es un tema bonito, pero casi nada de lo que nos rodea lo es.
Por supuesto, la de la foto no es Antonia. Por edad, podría ser su nieta.
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¡¡¡hay que joderse ¡¡¡¡me extraña que solo hayas dicho eso¡¡¡¡¡ podias haber dicho mucho mas aunqeu no se si mas claro.
ResponderEliminarHe ido muchas veces durante años a la feria y siempre la encontre "alli" dispuesta a ayudar pero no sabia ni su situacion ni la actual
¡¡¡hay que joderse¡¡¡
De nuevo en casa, y tras un breve periodo vacacional en Madrid, vuelvo a entrar al blog, para encontrarme, sorprendentemente, este articulo. Y me dio por decir lo mismo "HAY QUE JODERSE". Pero el caso, es que a mi no me trae de sorpresa, porque injusticias como esta, las hay en todas las casas, empresas, asociaciones, fundaciones, etc.
ResponderEliminarAl final siempre es lo mismo: "quitate tu para ponerme yo".
Seguro que en el caso de la feria, algun listillo querra contratar una empresa de limpieza, que casualmente pertenece al amigo de un amigo....ya sabemos todos como funciona esto, y nuestro mundo.
Desde luego, mi admiracion para todas las señoras Antonias que existen.
J.
Desde luego que es un caso atípico, ya que si no hay relación contractual, yo ahí veo a una persona desarrollando una labor sin constancia oficial de ello, y por lo tanto, y por muy duro que suene, sería asimilable a lo que cualquier visitante de la Feria podría también hacer. Es decir, y por poner un ejemplo, yo entro en la Feria con una escoba y un recogedor, y me pongo a limpiar las calles del recinto, o bien, delante de algún bar en concreto. Si es que lo permiten, en cualquier caso, no estaría en condiciones de exigir nada. Como ya he dicho, es un caso muy singular el que relatas. Y desde luego que la Dirección de la Feria no está actuando correctamente.
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