(Levitando y testando)
“Afortunadamente no se le emponzoñó la pluma, para él lengua del
alma: se le llenó de humor, de gracia soleada. Echado del mundo, de la
colectividad, se retiró a un mundo que se hizo para él”.
Ramón
de Garciasol, Cervantes y El Quijote.
Austral 1969.
El escritor, que es el único que hace la
Literatura –el lector lo que hace es
otra cosa muy diferente-, tiene dudas; por ejemplo, no sabe si las
explicaciones a dar, de los textos, han de ser minuciosas, advirtiendo al
lector para que se fije en detalles, o si, por el contrario, ha de utilizar elipsis
o “entendidos”, a libre “rellenar” por el lector. En la 2ª Parte, por ejemplo,
el lector ha de concluir –el escritor nada dice- si hay desmesura o jocosidad entre
una “descalza” Carmelita, hermana lega que así se llamaba entonces, que “calzaba”
madreñas cuando regresaba de la huerta del Convento; calzado, el de madreñas,
que es de mucho calzar. En aquel tiempo, en el Convento de Carmelitas Descalzas,
de la calle Muñoz Degraín de Oviedo, había tres hermanas legas; las restantes
se llamaban madres; hoy todas se llaman hermanas.
En cualquier
caso, no es suficiente: la elevación, mística o no, por acción sobrenatural o
de magia, requiere pasar hambre, mucha hambre, además de tener baja la tensión
y la temperatura corporal. Se ha de estar escuálido/a como un pez escualo o ser
“mini” cual ninfa o sílfide de ballet. Todo muy flaco, para levitar, menos las
ilusiones, la imaginación, alucinaciones, santidades, aquelarres o las echadoras
de cartas, todas las cuales han de ser gordas, muy gordas, monstruosas, de alta
temperatura espiritual, y como si estuvieran fuera de sí.
Zapatillas diseñadas para levitar |
Testamentos viejos |
Una ateneísta,
de muchas mayúsculas, pues dice ser A.P.D. y ser filóloga por Salamanca, luego
escritora de mucha tiza, me hace dos preguntas, en referencia a la escritura
jurídica, la de notarios y jueces, a la que nos hemos referido en parte anterior.
La primera pregunta es si la escritura de notarios y jueces es en prosa o en
verso; la segunda es sobre qué género es el de esa escritura -que no es ni el
género masculino o femenino, los dos verdaderos géneros-, sino si es lírica,
épica o dramática.
El testador ha
de ponerse en situación o trance, casi levitando. Ha de hacer un esfuerzo
gigantesco para creer en eso tan extraño, convencido de que no va con él o con
ella: que es morirse siendo inmortal y que los que se mueren son los demás. Y
es razonable la siguiente pregunta: ¿Si reparto los bienes, cómo los recuperaré
al resucitar? A esto, sin duda, un sabio notario dará respuesta, estando el
problema y la dificultad en encontrarlo, al notario, al notario. En el Capítulo
LXXIIII de la 2ª Parte de Don Quijote de la Mancha se dice que Alonso Quijano
vivió únicamente tres días después de haber hecho su testamento; he ahí otra
prueba más del necesario “¡fute, fute!” a los testamentos, para vivir o sobrevivir.
Para tranquilidad de A.P.D. diré que la
literatura escatológica suele ser en prosa, aunque excepcionalmente en verso, y
suele ser épica, aunque excepcionalmente lírica, muy lírica. Y en un texto,
como este mismo, de tanta Escritura para ateneístas, qué mejor que concluir tal
como empezamos, con un escritor o poeta, ocasionalmente de herencias: “Si el
rico es hijo de su herencia, el pobre es hijo de sus obras”.
(En próxima
parte, escribiremos de una Condesa, que llegó a tal, no por esa institución tan
sexual que es el matrimonio -casarse con un conde-, sino por méritos propios,
apreciados por la eminencia que fue Alfonso XIII, abuelo y bisabuelo de otras
eminencias).
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