lunes, 23 de agosto de 2010

LA PLAYA ES UN BUEN MUESTRARIO


La playa es un muestrario: un muestrario de cuerpos. En ningún otro sitio encontraremos tanta variedad por metro cuadrado. Y si, además, muestreamos en agosto, no creo que se nos escape ningún modelo. No hay lugar como ese para ver nuestra evolución. O lo que es lo mismo: a cada edad le corresponde un cuerpo. Podemos estar estupendas/os, pero el bikini o el traje de baño, que tanto más da, delatan nuestra edad. Los largos paseos por este Mediterráneo que tanto atrae a los amantes del sol y del baño, me han servido para constatar lo que digo. Tengo un buen amigo que dice que siempre estoy sacándole punta a las cosas. Y afirmo que sí: que soy muy observadora, que casi nada me pasa desapercibido, ni me es indiferente. Lo analizo todo, con más o menos acierto, pero lo poco que sé me nace casi siempre de lo mucho observado. La playa está llena de niños: de meses, de un año, de dos…y de más. Delgaditos, gorditos, espigados o chaparritos. Detrás sus padres: idénticos a sus hijos, o viceversa: padres gorditos, niños ídem. Supongo que será una cuestión de genética, no quiero pensar que progenitores y vástagos les den en igual medida a las chucherías. Pero todo pudiera ser. No obstante, niño gordo, niño flaco, alto o bajo tiene siempre una piel tersa, lozana… Luego están las/los jóvenes. También pueden andar sobrados en carnes, sobre todo los chicos. Pero los más, en su punto: cuerpos diez. Y a partir de ahí empiezan los problemas. Barrigas cerveceras, cuerpos de mujer más o menos deformados por embarazos, algunos tal vez por dejadez. El abanico es tan grande que sería imposible –y menos con mi escasez de recursos lingüísticos- describirlos. El abdomen es el primero en acusar edad y hábitos. Tripitas dilatadas que sobresalen de unos bikinis hermosísimos o de unos trajes de baño masculinos que hay que colocar por debajo de la protuberancia mencionada. Y a medida que vamos subiendo en edad, a la barriguita se le añaden las varices de las piernas, las arrugas de los brazos, las de la cara…Afortunadamente las del alma cuando uno va a la playa se quedan en casa, porque casi todo el mundo está de buen humor. Como en casa queda también la vergüenza –que no deberíamos de tener si aceptamos nuestro cuerpo- porque curiosamente en invierno, cuando lo tapamos casi todo, nos afanamos por disimular la barriga, tapamos nuestras piernas y procuramos que no se note –o que se note lo menos posible- que ya tenemos una edad, no estamos dispuestos/as a admitir que no se puede estar igual de estupenda/o a los 40 que a los 50; y de ahí para arriba ya ni comento, no me vaya a tocar de refilón.
Ahora os preguntaréis que para qué escribo esto, que carece de interés. Lo reconozco, lo admito, pero me habéis seguido hasta el final. Ahora yo me pregunto, ¿qué esperabais? La vida cotidiana es así de simple, así de sencilla, no suele tener cosas extraordinarias y mucho menos yo sabría contarlas. Por eso, de vez en cuando echo mano de lo que otros escriben con más enjundia que yo lo hago y lo traigo a Las mil caras de mi ciudad.
Supongo que las gordas de Botero, no os molestarán.Tenía preparada una foto de una servidora en plan payero, pero...doy lástima. Así que mejor estas lozanas señoritas que el gran maestro tan bien ha pintado. ¡Ya!, que mejor mi foto...A ver, que yo me entere, ¿quién ha dicho eso? ¿O no lo ha dicho y lo ha pensado? Debe de ser el calor, el calor sofocante que hace estos días me hace desvariar. Porque en el fondo yo soy una chica formal. ¿O, no?

2 comentarios:

  1. como se llama la obra que aparece arriba?

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  2. Sólo sé que es de Botero. Lo.siento , no conozco el título.

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