viernes, 18 de junio de 2010

DE VENENOS Y ENVENENADORAS













Hoy voy a referirme a los hombres. Y no me negaréis que no soy valiente al meterme en tal bardal sin el traje adecuado. Entendiendo por tal -por traje- el conocimiento suficiente para opinar sobre esos “contrarios” que, de una manera u otra, siguen gobernando –si no nuestros sentimientos, que también- la vida de las mujeres. Ellos opinan sobre nosotras así, sin más. Y viene esto a cuento porque hoy un amigo –que creo lo es, tampoco estoy muy segura- me llamó envenenadora. Entre risas, quise entender a qué se refería, aunque haya aparentado lo contrario. Vino a decirme solapadamente, algo así como que yo influenciaba sobre algunas personas, inculcándoles una dosis de veneno. La apreciación me hizo gracia, lo reconozco. Ya son muy pocas las cosas que tomo en serio y menos aún las que me enfadan. Y si soy sincera, sí es cierto que me gustaría poder envenenar a algunos caballeros –aunque no se ajuste a lo que de verdad es un caballero: persona que monta a caballo. Estos ni caballo, ni nada: ciudadanos de a pie-, decía que a algún señor -cambio el concepto- sí me gustaría poder inocularle pequeñas dosis de veneno. Para que, de cuando en cuando, le doliese la tripita y se percatase que cada vez que infravalora a una mujer, por su condición de tal, la está envenenando. Muchas veces me pregunto, a sabiendas de que yo ya no lo veré, cuándo llegará el día que por el hecho de ser mujer no haya discriminación. Y no me siento discriminada, creo que he recibido una formación lo suficientemente sólida para que esa diferencia hombre-mujer no sea un obstáculo para cualquier objetivo que me proponga. Pero, desgraciadamente, veo a mi alrededor con demasiada frecuencia esa discriminación, muchas veces oculta detrás de comportamientos que no son lo que parecen, pero que se descubren con bastante facilidad. Sucede, en mi modesto entender, que –para bien o para mal- hombres y mujeres somos muy diferentes. No necesariamente opuestos, pero sí distintos. Los hombres que me rodean –ninguno por razones sentimentales, aclaro para evitar malos entendidos- no son precisamente muy valientes. Son de los que nadan y guardan la ropa, son tan comedidos –tan a la antigua usanza- que siguen tratando a la mujer como una porcelana frágil –las más de las veces- y si la mujer no se comporta como tal, pues entonces la pasan directamente al grupo de las envenenadoras; que en realidad cuando eso te dicen lo que te están llamando es manipuladora. Me consta que a muchos hombres –bueno, no se me molesten, diré sólo a algunos- les incomoda que pienses, que decidas por ti misma, que tengas la valentía de hacer frente a supuestos poderosos varones. Le sorprende que tengas principios y los defiendas. Quedan perplejos cuando te enfrentas sin temores a aquello que consideras justo –la mujer tiene mucho más desarrollado ese básico principio, elemental para la convivencia en todos los terrenos-, no entienden que seas capaz de salir al ruedo sin temor a la cornada. Somos, señores, mucho más valientes que ustedes. Tal vez porque no nos han regalado nada. Sólo los hombres sabios –que también los hay- son capaces de entender ese desgaste diario al que nos sometemos para alcanzar pequeñas metas. Y viene esto a cuento, porque veo estupefacta cómo un grupo de mujeres intenta con toda limpieza, puedo dar fe de ello como si de un notario se tratase, sacar unas elecciones arriba. Que no ganarán, porque los poderosos caballeros no les consideran suficientemente capacitadas para asumir el cargo al que optan. Y no es justo. Y como soy valiente lo digo, y lo escribo, que ahonda más en lo tocante a valiente. Y esos señores –fíjense si los trato bien- dicen que quienes quieren alcanzar el poder –muy pequeño, créanme- son las “feministas”. Palabra que utilizan en plan despectivo para mayor bochorno de la sociedad.
No termino bien, si no añado que ciertas mujeres -algunas incluso me leen y comentan, el mundo es un pañuelo, casi todo trasciende- son colaboradoras indispensables para esa discriminación que sobre la mujer se ejerce, prefieren arrimarse al varón de turno que ostente el poder -aunque las haya discriminado mil veces- , antes de defender y colaborar para que sus compañeras puedan alcanzar la meta. Pero de lo que no tengo la menor duda es de que sus capacidades son tan escasas que no les queda más remedio que tratar de medrar a la sombra de quien simplemente las utiliza.
No estoy a favor de que triunfe ninguna mujer que no lo merezca o no tenga las capacidades suficientes que se requiera para aquello a lo que opte, pero sí defiendo que no se le pongan trabas, por lo menos no más que a cualquier hombre.

2 comentarios:

  1. Caray con tus amigos¡¡¡¡¡antes el de Benidorm,ahora este que te llama envenenadora...¿en donde los buscas?
    Me encanta que retomes tu linea "editorial"creo que tus habiamos perdido un poco de frecura y sobre todo habiamos invadido tu espacio para nuestro uso particular olvidandons un poco de que el blog es tuyo¿nos disculpas?gracias por todo

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  2. El mundo esta lleno de cobardes y lo que hacen falta son valientes.
    Y tambien esta lleno de personajes que aqui dicen una cosa, y alli dicen otra, y no hacen mas que envenenar con los dices y diretes y con sus actos.
    Afortunadamente cada uno es esclavo de sus palabras y sus actos, y el tiempo pone a todo el mundo en su sitio.
    QA mi desde luego hay alguno que no me vuelve a engañar, por mucha palabreria que use.

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