lunes, 14 de junio de 2010

BAJO LA CARPA DEL CIRCO


Dicen que la mayor parte de las cosas que escribo son poco serias, que no tienen el nivel intelectual que se espera de mí. Y la verdad, no digo que no tengan razón. Otra cosa muy distinta, es que yo quisiera hacer alarde de una intelectualidad que ni tengo, ni pretendo. Si algo diferente a entretener persiguiese, mejor dedicarme a otra cosa. Creo que la vida es lo más parecido a un circo: me asigno voluntariamente el papel del payaso. De ese payaso que hace reír a niños y grandes, que tropieza una y mil veces y se levanta entre despistado y risueño, que no se ofende por la bofetada que le propina el de al lado, que canta y baila en lugar de llorar, aunque “el listo” -que siempre hay un payaso listillo- se mofe de sus ocurrencias. Son -los payasos- ciertamente la alegría del circo. No conozco a nadie que no se divierta con ellos, no conozco a nadie que no sienta cierta ternura hacia ese desvencijado personaje que surge de una esquina de la carpa como si pasase por allí de casualidad, sin importarle casi nada de lo que le rodea. Aunque nada le sea ajeno, porque lo que verdaderamente pretende es meterte en su bolsillo para hacerte feliz. Cae, se levanta, tropieza de nuevo…, no le preocupa hacer el ridículo, se ríe con toda naturalidad de sí mismo... Y esa debo de ser yo en este terrible circo que es el mundo. Donde abundan domadores que a fuerza de látigo doblegan fieras, perritos, caballos, papagayos y un sinfín de animalillos que por un premio –tal vez porque no les han dado aún su ración de comida- hacen ridículos ejercicios para divertir a la concurrencia. También están los trapecistas, que arriesgan su vida por poco más que el aplauso. Los magos que cortan espectadores en dos, o sacan monedas de su nariz, o palomas de una chistera. ¿No me digáis que los personajes de un circo no son semejantes a los de la vida misma? : dictadores sin escrúpulos, ególatras, magos sin chistera…Me quedo con el payaso.

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