domingo, 6 de octubre de 2013

JOSÉ AVELINO MORO UN PERIODISTA POLIVALENTE, artículo de JUAN JOSÉ DÍAZ ARGÜELLES publicado en el diario “EL COMERCIO” (06/10/13)


Hace algún tiempo, en el diario EL COMERCIO, leí una crónica del homenaje  que se le va a tributar a José Avelino Moro hoy, y aunque un poquito tarde, este acto me llena de satisfacción debido a mi entrañable amistad con este extraordinario ser que lo daba todo sin pedir nada a cambio.
Yo conocí a Moro precisamente en EL COMERCIO, donde los dos trabajábamos (el menos que yo pues por desgracia se ha ido de entre nosotros muy joven), pero lo suficiente para que conociera a una persona inteligente, culta, sociable, cariñosa y sumamente generosa en todos sus aspectos.
La verdad es que en este diario se glosó la figura de Moro como comentaristas de ciclismo, profundamente comprometido con el Pueblo de Asturias, donde desarrolló una labor encomiable junto a Luis Argüelles. Pero tiene otras dos importantes facetas este polivalente periodista, que yo, modestamente, por mi amistad y conocimiento de su trayectoria en este periódico, me apetece relatar porque es justicia comentarlo.
Portada de Nicanor Piñole
Una de las características más pronunciadas de este genuino periodista era la de escritor costumbrista. El costumbrismo es como se solía hablar en los alrededores de Gijón. Precisamente, y con esta sencilla forma de expresarse, por aquél entonces se le editó por parte de EL COMERCIO un librito con “15 histories de Tadeo” que cundió profundamente entre los lectores por su amenidad y gracejo astur, colaborando con un dibujo la mayor parte de los artistas plásticos de aquella época, entre ellos Mendivil, Moré, Magdalena, Magín Berenguer, Crespo Juglar, entre otros, y en su portada la siempre valorada muestra de nuestro emblemático pintor Nicanor Piñole. Aún conservo esta pequeña obra con una cariñosa dedicatoria hacia mí.
Y la segunda faceta era la de comentarista de arte plástico. Y precisamente el arte ha sido uno de los pilares que propició nuestra amistad. Posiblemente Moro haya sido uno de los mejores conocedores del arte plástico astur, y una prueba de ello ha sido su afán de acomodar a Marola en el lugar que le correspondía, por la manera de interpretar en sus lienzos el claroscuro de sus figuras y paisajes.
Con el acuarelista Alfonso, Piñole y Marola
Moro, como familiarmente se le conocía, junto a su respetable esposa, debido a su amor y conocimientos del arte, había montado una modesta galería de pintura y enmarcación en la calle de Martínez Marina, una callecita por detrás de la antigua Cámara de comercio donde hoy está ubicada una tienda de productos ecológicos asturianos, donde expusieron en aquella época un sinfín de artistas plásticos que sería prolijo enumerarlos.
Y para terminar y no cansarles, como una buena muestra del cariño y la ternura de este personaje llamado Moro, basta decirles que fomentó la amistad no solamente conmigo, sino con numerosas personas. Como Luis Argüelles, al que por lo menos apadrinó para su entrada como director del Museo del Pueblo de Asturias. También es de destacar su amistad con otro colaborador de este diario, en este caso en materia de pesca, Agustín Coletes. Y tantos y tantos amigos que procuraban mantener a su lado por la inmensa calidad humana que emanaba.
Y como colofón a esta humilde dedicatoria a Moro, debo decirle al permisivo lector que, aunque es ley de vida, es una verdadera lástima que personas como él desaparecieran para siempre, máxime cuando todavía le quedaba tanto por hacer en el ensalzamiento y la idiosincrasia de lo astur.


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