El día 16 del mes próximo hará 36 años que mi padre falleció. Fue un miércoles aciago que nunca olvidaré. Uno nunca está preparado para que se vayan los seres queridos, pero cuando nos dejan en lo mejor de la vida, 49 años, y también cuando uno -en este caso una- aún no sabe lo que es la vida, duele mucho más. Creo que fue el primer mazazo que recibí. Después hubo alguno más, pero nunca tan graves como aquél. El tiempo, que es le mejor bálsamo que existe, fue mitigando el dolor y el miedo que produce esa orfandad prematura. Ahora, cuando ya me duele menos la ausencia, porque tiene más fuerza el recuerdo, un grupo de amigos, encabezado por Gonzalo Mieres, organiza un homenaje que, como reza en el cartel, tendrá lugar el próximo domingo.
Ni que decir tiene el agradecimiento que tengo hacia quienes organizan el evento y hacia todos los que participan en el espectáculo. Rezuma Asturias por los cuatro costados y es popular hasta la médula. Lo que, sin duda, sería del agrado de mi padre. Gracias, amigos.
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