miércoles, 23 de octubre de 2013

ARTÍCULOS DEDICADOS A VÍCTOR ALPERI

"QUÉ DECIR DE VÍCTOR ALPERI", 

En el centro, Víctor Alperi y Víctor Guillot, en un homenaje en  el 2007

Artículo de VÍCTOR GUILLOT publicado en "LA NUEVA ESPAÑA"

"Me cuentan que ha muerto Víctor Alperi y no sé muy bien a qué palabra aferrarme para dar una definición del viejo escritor cuyos últimos años le hicieron perder fuerza, hasta dejar de escribir definitivamente, como un reloj que se ha quedado sin cuerda. el primer recuerdo que me viene a la memoria es el del día que me dijo que ya no escribiría nunca más.  Lo decía con lágrimas en los ojos, como si viviera una derrota, como si me hablara un hombre devastado o si todo lo que había hecho hasta entonces no hubiera servido para nada. No era así, por supuesto, pero el viejo escritor pastoreaba unas cuantas enfermedades que le habían arrastrado a una extraña sensación de desvalimiento, de fragilidad absoluta, como si en algún momento del día temiera romperse como una delicada figura de porcelana invisible a los ojos de nadie.
Quizá sea necesario escupir un par de disparos al aire y decir que mereció mayor gloria, después de tantas palabras, después de tantos artículos, después de tantos libros. Pero quiso el destino que no fuera nombrado ni hijo adoptivo, ni tuviera calle, ni gozara de la consideración de la mayoría de los escritores de esta región, bien porque el tiempo lo fue apartando de la pomada o porque él mismo se fue apartando lentamente, silenciosamente, hasta convertirse en un solitario y viejo olivo, atrincherado en un inmerecido anonimato que el ATENEO JOVELLANOS y yo mismo tratamos de destapar estos últimos meses, proponiendo al Ayuntamiento de Gijón que fuera nombrado hijo adoptivo.
Demasiado tarde para nombramientos. Pero esta mala tarde en la que escribo, sirva para dar fe de sus juergas de juventud, de aquel otro tiempo diletante de poetas y eternas borracheras que le dieron fama de bohemio y protagonista de la vida literaria de Madrid, en la que tan pronto era un proscrito del régimen como un autor consagrado. Porque también hubo un tiempo en el que Víctor Alperi fue feliz. Había estudiado Derecho, estudios que trató de continuar con la carrera diplomática; pero la tribu literaria era mucho más sugerente para un joven con pretensiones de poeta vanguardista junto al escritor Juan Mollá que todas las dinastías políticas de una España terriblemente oscura para un hombre que amaba demasiado la vida.
 No voy a pararme a comentar las cualidades de sus libros, porque no es el propósito de este artículo. Hemos convenido en hablar de Víctor Alperi y no de la Batalla de aquel general, ni del Rostro del Escándalo. Víctor amaba la literatura por encima de todas las cosas. Yo diría, incluso, que por encima de las personas. La literatura como una pasión sin límites sobre la que se construye toda una vida, podría ser uno de los temas que algún estudiante de literatura podría afrontar iluminándose en la vida de Víctor, un propósito que la literatura del siglo XXI trataría de insólito, cuando no de ridículo, pero que en el pasado siglo era toda una hazaña. Esa literatura y esa pasión nacieron bajo el cariño de sus hermanas y su madre, presentísimas siempre en las conversaciones que manteníamos. Ciertamente, al volver la mirada sobre Víctor, había algo proustiano en su vida, un recuerdo intenso, a veces dulce, otras amargo, de su madre, cuya presencia se había proyectado en sus novelas, todas ellas de un simpático perfil femenino y, sobre todo, en las miles de recetas que había escrito y publicado para el Abc y otras editoriales.
Siempre valoré los conocimientos gastronómicos de Alperi como una veta nutricia que Víctor había logrado explotar para vivir de una forma más segura y generosa. Cuando le conocí, vivía muy pendiente de este tipo de publicaciones, de las que dependía una gran parte de sus ingresos. Solía invitarme a comer a diferentes restaurantes para que pudiera descubrir los lugares de Gijón menos visitados donde, sin embargo, se comía muy bien. Lo mismo sucedía con los cafés. Y así conocí al primer 'flanneur' que tomaba nota de los usos y costumbres de una burguesía que envejecía tan rápido como él, que a mí no me pertenecía y que desprendía una amargura nostálgica que, en ocasiones, me conseguía vislumbrar y conmover.
A pesar de que Víctor Alperi ayudó a muchos escritores, jóvenes como yo, y no tan jóvenes que vivían ahogados por las penurias económicas, Víctor no encontró la complicidad y la camaradería entre ellos, sino entre los pintores (si no contamos a los cocineros y a los críticos gastronómicos, claro, que también le tenían en un altar). Y eso explica de alguna forma, aunque no solo esa, por qué artistas como Pelayo Ortega, Rodolfo Pico o Kiker hayan guardado un gran recuerdo de él. Sospecho que estarán tan consternados como yo. Este verano, Ortega, Pico y yo comentábamos la necesidad de celebrar un gran homenaje en el CICA o en cualquier otro sitio a un escritor que, sentíamos, la ciudad le había abandonado. A Víctor le debemos sus críticas en la desaparecida "La Voz de Asturias" de cualquier pintor, consagrado o no, que exponía en cualesquiera galerías de Gijón, sin importar su estilo o condición. Podemos afirmar que su generosidad no encontró límites en la pintura. Y en esa familia sí fue correspondido con el mejor cariño.
Y ahora hablaré de mí. Víctor fue un buen amigo, una voz, un profesor de energía que estaba ahí para darme consejos, para animarme en los momentos más difíciles de mi vida, para felicitarme por algún artículo cuando uno también vivía su ostracismo. Víctor me brindó la oportunidad de conocer a un escritor en estado puro. Ha sido una constante en la vida de la calle, en los cafés derrumbados, en mortuorias exposiciones, entrando siempre entre las sombras como un Papa urgente, dejando rastros de poesía y amistad entre los mugrientos mentideros, iluminando con sus manos -manos de cónsul- a las gentes de media tarde, buscando la hora más alta, poniendo el sol en las agujas de un rejor viejo, intemporal, y dando el pan de la poesía a los perros como yo que dicen de vez en cuando versos; y qué decir de este amigo, y qué decir de Víctor Alperi".


                                     
"VÍCTOR ALPERI, ESCRITOR"


Víctor Alperi, José Luis Martínez y José Marcelino en el ATENEO JOVELLANOS

 (Artículo de JOSÉ MARCELINO GARCÍA publicado en "EL COMERCIO")

"En esta hora que va hundirse en el diluvio, como habría dicho el gran Jaime Salinas, y en la que el libro se ha puesto de actualidad por amenaza de derribo, nos llega la feliz noticia de que la Sociedad Colegiada de Escritores de España ha solicitado a la Fundación Príncipe de Asturias el galardón de las letras para el escritor asturiano (mierense/gijonés) Víctor Alperi. Autor creacionista y ensayista, considerado como uno de los que más ha trabajado por la renovación de la novela española en los años sesenta/setenta, su obra ha sido estudiada y analizada por la ilustre catedrática emérita de la Universidad de Oviedo, doña María del Carmen Bobes Naves, para quien Alperi es un narrador rico, original y sugerente, cuya escritura está llena de recursos literarios que hacen que la obra de este prolífico escritor (gijonés de adopción) adquiera un valor semiótico. Autor de novelas tan notables como "El Rostro del escándalo", "La batalla de aquel general" y "Dentro del río", entre otras muchas relacionas con viajes, libros de cocina, crítica literaria y ensayos de arte, Víctor Alperi ha renovado el discurso narrativo adelantándose a la postmodernidad en unas décadas. De la generación de los cincuenta, Alperi es un niño de la guerra, pero no un hombre que hiciera la guerra; por eso, introduce ya en el realismo de sus novelas unos elementos intelectuales, mágicos y audaces que permiten anunciar una nueva novela y una nueva generación. Escritor de raza a tiempo completo, hay en la obra de Víctor Alperi como una especie de rebeldía contra el clasicismo de Galdós o el costumbrismo de Baroja, y una orientación europeísta que es clara consecuencia del estudio y de la mayor cultura de muchos de estos escritores. Casi todos de buenas familias. No olvidemos que Víctor Alperi fue estudiante de Medicina, carrera que interrumpió para emprender la de Derecho, adquiriendo en ella el grado de doctor. A la petición hecha por la Sociedad de Escritores de España se han ido sumado la de diversos organismos culturales de nuestra región. Ojalá el jurado acierte y entregue el Premio Príncipe de las Letras a uno de los grandes escritores asturianos, Víctor Alperi, durante muchos años colaborador de EL COMERCIO, que, al decir del escritor Víctor Guillot, «su obra ha germinado desde la más amarga y exquisita soledad»"


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