"QUÉ DECIR DE VÍCTOR ALPERI",
En el centro, Víctor Alperi y Víctor Guillot, en un homenaje en el 2007 |
Artículo de VÍCTOR GUILLOT publicado en "LA NUEVA ESPAÑA"
"Me cuentan que ha muerto Víctor Alperi y
no sé muy bien a qué palabra aferrarme para dar una definición del viejo
escritor cuyos últimos años le hicieron perder fuerza, hasta dejar de escribir
definitivamente, como un reloj que se ha quedado sin cuerda. el primer recuerdo
que me viene a la memoria es el del día que me dijo que ya no escribiría nunca
más. Lo decía con lágrimas en los ojos, como si viviera una derrota, como
si me hablara un hombre devastado o si todo lo que había hecho hasta entonces
no hubiera servido para nada. No era así, por supuesto, pero el viejo escritor
pastoreaba unas cuantas enfermedades que le habían arrastrado a una extraña
sensación de desvalimiento, de fragilidad absoluta, como si en algún momento
del día temiera romperse como una delicada figura de porcelana invisible a los
ojos de nadie.
Quizá sea necesario escupir un par de disparos
al aire y decir que mereció mayor gloria, después de tantas palabras, después
de tantos artículos, después de tantos libros. Pero quiso el destino que
no fuera nombrado ni hijo adoptivo, ni tuviera calle, ni gozara de la
consideración de la mayoría de los escritores de esta región, bien porque el
tiempo lo fue apartando de la pomada o porque él mismo se fue apartando
lentamente, silenciosamente, hasta
convertirse en un solitario y viejo olivo, atrincherado en un inmerecido
anonimato que el ATENEO JOVELLANOS y yo mismo tratamos de destapar estos
últimos meses, proponiendo al Ayuntamiento de Gijón que fuera nombrado hijo
adoptivo.
Demasiado tarde para nombramientos. Pero esta
mala tarde en la que escribo, sirva para dar fe de sus juergas de juventud, de
aquel otro tiempo diletante de poetas y eternas borracheras que le dieron fama
de bohemio y protagonista de la vida literaria de Madrid, en la que tan
pronto era un proscrito del régimen como un autor consagrado. Porque también
hubo un tiempo en el que Víctor Alperi fue feliz. Había estudiado Derecho,
estudios que trató de continuar con la carrera diplomática; pero la tribu
literaria era mucho más sugerente para un joven con pretensiones de poeta
vanguardista junto al escritor Juan Mollá que todas las dinastías políticas de
una España terriblemente oscura para un hombre que amaba demasiado la vida.
No voy a pararme a comentar las
cualidades de sus libros, porque no es el propósito de este artículo. Hemos
convenido en hablar de Víctor Alperi y no de la Batalla de aquel general,
ni del Rostro del Escándalo. Víctor amaba la literatura por encima de todas las
cosas. Yo diría, incluso, que por encima de las personas. La literatura como
una pasión sin límites sobre la que se construye toda una vida, podría ser uno
de los temas que algún estudiante de literatura podría afrontar iluminándose en
la vida de Víctor, un propósito que la literatura del siglo XXI trataría de
insólito, cuando no de ridículo, pero que en el pasado siglo era toda una
hazaña. Esa literatura y esa pasión nacieron bajo el cariño de sus hermanas y
su madre, presentísimas siempre en las conversaciones que manteníamos.
Ciertamente, al volver la mirada sobre Víctor, había algo proustiano en su
vida, un recuerdo intenso, a veces dulce, otras amargo, de su madre, cuya
presencia se había proyectado en sus novelas, todas ellas de un simpático
perfil femenino y, sobre todo, en las miles de recetas que había escrito y
publicado para el Abc y otras editoriales.
Siempre valoré los conocimientos gastronómicos
de Alperi como una veta nutricia que Víctor había logrado explotar para vivir
de una forma más segura y generosa. Cuando le conocí, vivía muy pendiente de
este tipo de publicaciones, de las que dependía una gran parte de sus ingresos.
Solía invitarme a comer a diferentes restaurantes para que pudiera descubrir
los lugares de Gijón menos visitados donde, sin embargo, se comía muy bien. Lo
mismo sucedía con los cafés. Y así conocí al primer 'flanneur' que tomaba nota
de los usos y costumbres de una burguesía que envejecía tan rápido como él, que
a mí no me pertenecía y que desprendía una amargura nostálgica que, en
ocasiones, me conseguía vislumbrar y conmover.
A pesar de que Víctor Alperi ayudó a muchos
escritores, jóvenes como yo, y no tan jóvenes que vivían ahogados por las
penurias económicas, Víctor no encontró la complicidad y la camaradería entre
ellos, sino entre los pintores (si no contamos a los cocineros y a los críticos
gastronómicos, claro, que también le tenían en un altar). Y eso explica de
alguna forma, aunque no solo esa, por qué artistas como Pelayo Ortega, Rodolfo
Pico o Kiker hayan guardado un gran recuerdo de él. Sospecho que estarán tan
consternados como yo. Este verano, Ortega, Pico y yo comentábamos la necesidad
de celebrar un gran homenaje en el CICA o en cualquier otro sitio a un escritor
que, sentíamos, la ciudad le había abandonado. A Víctor le debemos sus críticas
en la desaparecida "La Voz
de Asturias" de cualquier pintor, consagrado o no, que exponía en
cualesquiera galerías de Gijón, sin importar su estilo o condición. Podemos
afirmar que su generosidad no encontró límites en la pintura. Y en esa familia
sí fue correspondido con el mejor cariño.
Y ahora hablaré de mí. Víctor fue un buen
amigo, una voz, un profesor de energía que estaba ahí para darme consejos, para
animarme en los momentos más difíciles de mi vida, para felicitarme por algún
artículo cuando uno también vivía su ostracismo. Víctor me brindó la
oportunidad de conocer a un escritor en estado puro. Ha sido una constante en
la vida de la calle, en los cafés derrumbados, en mortuorias exposiciones,
entrando siempre entre las sombras como un Papa urgente, dejando rastros de
poesía y amistad entre los mugrientos mentideros, iluminando con sus manos
-manos de cónsul- a las gentes de media tarde, buscando la hora más alta,
poniendo el sol en las agujas de un rejor viejo, intemporal, y dando el pan de
la poesía a los perros como yo que dicen de vez en cuando versos; y qué
decir de este amigo, y qué decir de Víctor Alperi".
"VÍCTOR ALPERI, ESCRITOR"
Víctor Alperi, José Luis Martínez y José Marcelino en el ATENEO JOVELLANOS |
(Artículo de JOSÉ MARCELINO GARCÍA publicado en "EL COMERCIO")
"En esta hora que va hundirse en el
diluvio, como habría dicho el gran Jaime Salinas, y en la que el libro se ha
puesto de actualidad por amenaza de derribo, nos llega la feliz noticia de que la Sociedad Colegiada
de Escritores de España ha solicitado a la Fundación Príncipe
de Asturias el galardón de las letras para el escritor asturiano
(mierense/gijonés) Víctor Alperi. Autor creacionista y ensayista, considerado
como uno de los que más ha trabajado por la renovación de la novela española en
los años sesenta/setenta, su obra ha sido estudiada y analizada por la ilustre
catedrática emérita de la
Universidad de Oviedo, doña María del Carmen Bobes Naves,
para quien Alperi es un narrador rico, original y sugerente, cuya escritura
está llena de recursos literarios que hacen que la obra de este prolífico
escritor (gijonés de adopción) adquiera un valor semiótico. Autor de novelas
tan notables como "El Rostro del escándalo", "La batalla de
aquel general" y "Dentro del río", entre otras muchas relacionas
con viajes, libros de cocina, crítica literaria y ensayos de arte, Víctor
Alperi ha renovado el discurso narrativo adelantándose a la postmodernidad en
unas décadas. De la generación de los cincuenta, Alperi es un niño de la
guerra, pero no un hombre que hiciera la guerra; por eso, introduce ya en el
realismo de sus novelas unos elementos intelectuales, mágicos y audaces que
permiten anunciar una nueva novela y una nueva generación. Escritor de raza a
tiempo completo, hay en la obra de Víctor Alperi como una especie de rebeldía
contra el clasicismo de Galdós o el costumbrismo de Baroja, y una orientación
europeísta que es clara consecuencia del estudio y de la mayor cultura de
muchos de estos escritores. Casi todos de buenas familias. No olvidemos que
Víctor Alperi fue estudiante de Medicina, carrera que interrumpió para
emprender la de Derecho, adquiriendo en ella el grado de doctor. A la petición
hecha por la Sociedad
de Escritores de España se han ido sumado la de diversos organismos culturales
de nuestra región. Ojalá el jurado acierte y entregue el Premio Príncipe de las
Letras a uno de los grandes escritores asturianos, Víctor Alperi, durante
muchos años colaborador de EL COMERCIO, que, al decir del escritor Víctor
Guillot, «su obra ha germinado desde la más amarga y exquisita soledad»"
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