Buenas tardes grandones y grandonas:
Es importante que use este gentilicio, cosa
que luego explicaré.
Buenas tardes a todos.
Bienvenidos también los foriatos.
“Foriatu” es la denominación cariñosa para
los que sois forasteros. Sobre esto alguna cosa de las que voy a decir os la
aclararé en su momento.
A Gloria Muñiz debo agradecerle su cariñosa
presentación, repleta de elogios hacia mi persona que, aunque sean mentira,
presten mucho.
También la entrega de la Llave de Oro de Granda a D.
Genaro Ortea, ese gran artista de la madera del que constantemente muchos
recibimos su sabio consejo, será otro gran motivo de alegría, máxime cuando nos
encontramos en este escenario arbóreo, cuna de vida vegetal y de nobles maderas
a las que él ha dedicado tanto esfuerzo.
Es este el más digno lugar para estos actos y celebraciones, no exento de ese misterio que aparecerá cuando se vaya la luz del día, dentro de unas horas, momento en que se convertirá en algo mágico pero diáfano que no se ve roto, pues aquí lo hacemos, incluso, sin voladores, inédita y a la vez ejemplar decisión que ayuda a no alterar ese descanso. Nuestros vecinos del sur dicen que el árbol del silencio da un fruto que es la paz y eso, como os decía, ocurre aquí, en este lugar, todas las noches del año, convirtiéndolo en un santuario que homenajea no solo a ese silencio; también lo hace a la magnificencia y la grandiosidad.
Es este el más digno lugar para estos actos y celebraciones, no exento de ese misterio que aparecerá cuando se vaya la luz del día, dentro de unas horas, momento en que se convertirá en algo mágico pero diáfano que no se ve roto, pues aquí lo hacemos, incluso, sin voladores, inédita y a la vez ejemplar decisión que ayuda a no alterar ese descanso. Nuestros vecinos del sur dicen que el árbol del silencio da un fruto que es la paz y eso, como os decía, ocurre aquí, en este lugar, todas las noches del año, convirtiéndolo en un santuario que homenajea no solo a ese silencio; también lo hace a la magnificencia y la grandiosidad.
Hoy esta sonora fiesta no lo altera para
nada y tampoco lo contamina, algo que se podrá comprobar cuando estas
celebraciones finalicen y este espacio recupere su natural dignidad. Entonces
será el momento de pedir perdón a los habitantes naturales del lugar, nuestros
vecinos y hermanos los tordos, yerbatos y demás paxarinos, entre ellos la
tórtola turca y el gorrionín molineru, hasta hace muy poco en peligro de
extinción y hoy felices aquí. (A les pegues no, que son páxaros depredadores).
El inefable Félix Gómez López, presidente
de este grupo de amigos que somos los vecinos de esta plácida parroquia de Granda,
con la mesura que le caracteriza, no ha subido a este escenario. Félix y su
grupo de colaboradores, arquetipo todos ellos de generosidad, son quienes nos
lo regalan todo a través de un esfuerzo inconmensurable durante todo un año
repleto de lúdicas actividades que culminan con esta celebración.
Este pregonero,
antes de iniciar su proclama, desea pediros el primer y más grande aplauso de
estas fiestas de Santa Ana para Félix y su extenso grupo de colaboradores,
incluidos quienes les precedieron y ya no están con nosotros.
Un día como hoy del año 1953 mis padres me
trajeron a la romería de Granda, en uno de aquellos autobuses descapotables
que, junto a otros muchos, formaban una larguísima hilera alrededor del gijonés
Parque de Begoña, atravesado por la calle Covadonga en la que vine al mundo.
Han pasado 60 años y, a pesar de ello, recuerdo
perfectamente esta carbayera, que por aquel entonces para mí era muchísimo
mayor, porque a su alrededor prácticamente no había casas. Solo ahí enfrente,
al sur, estaba la de José Muñiz y el lavadero, al este, otras dos. También, a
la derecha de donde estamos, la de Pinón, contrastando todas ellas con la
solemnidad de nuestra iglesia, obra de Mariano Marín, conocido y admirado e
hijo y padre de otros también prestigiosos arquitectos gijoneses. Tras la
iglesia la imponente grandiosidad de la solavieya de García Sol ya llevaba a
sus espaldas mucha historia, visitas reales incluidas. José Antonio García Sol
fue un generoso mecenas hoy olvidado por los gijoneses.
He soñado muchas veces con aquel encuentro con los grandones, que así llamé desde aquel día en mis recuerdos de infancia a quienes habitabais, entonces y hoy, esta parcela de nuestro paraíso natural.
Nuestros antepasados de Granda desde hace
300.000 años básicamente eran cazadores y recolectores que recorrían estas
tierras y con frecuencia se desplazaban hacia el mar a través del río Piles y
de una inmensa marisma, ya desaparecida, que ocupaba El Cañaveral, Las Mestas, Viñao, La Coría y hasta una parte de
Somió. Todos esos lugares ahora repletos de edificios y donde están el parque
de Isabel La Católica ,
El Molinón, la Feria
de
Muestras, el Pabellón de Deportes para, al final, llegar al arenal de San Lorenzo, como Jovellanos llamaba a nuestra playa. Por cierto: si Jovino levantara la cabeza sufriría un gran susto a la vista de lo que queda de aquel maravilloso escenario, hoy convertido en horrendos edificios incrustados justo encima de lo que fue un hermoso arenal.
Muestras, el Pabellón de Deportes para, al final, llegar al arenal de San Lorenzo, como Jovellanos llamaba a nuestra playa. Por cierto: si Jovino levantara la cabeza sufriría un gran susto a la vista de lo que queda de aquel maravilloso escenario, hoy convertido en horrendos edificios incrustados justo encima de lo que fue un hermoso arenal.
En esa aliseda pantanosa, hoy desaparecida,
Pavarotti soltó el único gallu que se le recuerda en su historia en el Palacio
de los Deportes de La Guía ,
y a doña Monserrat Caballé, mientras cantaba muy cerca de allí, en el escenario
aun sin remodelar del Teatro de La
Laboral , le cayó una enorme granizada encima. Ambos
demostraron su profesionalidad: el dijo, elogiando al paisaje y al clima
gijonés, que era una maravilla pero que no le iba nada bien a su garganta; y
ella, tapándose con una gran capa, nos dijo entre grandes carcajadas que el
agua era muy buena para la salud.
No nos engañemos –y esti añu menos que
nunca-: aquí estamos en un alto, pero todo lo que va de la Cuesta de la Piedra hasta el Tostaderu
ye muy húmedo, y que haya sido escenario de estes coses, teniendo como
protagonistas a los dos más grandes del bel canto, ye pa nota.
Cuando los de Granda llegaban a su destino,
al final del río, se reunían con los playos, otra tribu amiga que habitaba en
una península que hoy se llama Cimavilla.
En Gijón, desde siempre, se usa la
denominación “grandón”. El grandón es un ser inocente que cuando percibe que
está alegre lo exterioriza de una forma sana y explosiva. Ese estado de euforia
nada tiene que ver con el grandón de Granda, al que concede ese nombre esta su
parroquia de nacimiento o de adopción, por lo que luego os contaré.
Los grandones y las grandonas de aquí, más
que currículum tenemos ese pedigrí que ya quisieran para sí otros muchos. Es
una especie de certificado de origen, como aquel documento que te daban cuando
comprabes una vaca y que servía pa saber lo que ponía en la oreja. Un pedazo de
plástico color naranja con una letra seguida de un númeru. Nosotros ahora
también tenemos, de momento, un plástico cuadrau o DNI con
un número, que aquí suele empezar por 10 millones. Podíen quedase con él, porque
el control ahora hácentelu desde el satélite.
Como decía, cuando llegábamos los de Granda
a la desembocadura del Piles cargados con caza, leche y verduras, ellos, los
playos, nos decían: “¡Qué grandones sois!”. Y nosotros, los de aquí,
agradecidos, degustábamos los bocartinos que ellos nos ofrecían. Y de eses
excursiones que hablaba al Tostaderu y a esta carbayera, dos paraísos en los
que como sabéis, el vestido de la época era una hoja de parra, y por lo tanto
andaben en pelota.
Decía el de la Enciclopedia , el
Diderot, que el indecente no es el que va desnudo; es el que va a medio vestir.
Creo que toda esa desnudez formaba parte de la fórmula que más adelante
emplearíamos los aldeanos: “El amor y la guadaña quieren fuerza y quieren
maña”.
Al final de esos manjares aparecía la
sidra. Había sana amistad, camaradería y divertimento entre ellos –y ellas-.
Finalizada la ingesta llegaba el momento en el que pasaban directamente de la
orilla del río a los praos de arriba, esos que ahora quieren expropiar. Allí
mismo muchos de ellos exteriorizaron el último suspiro del amor en soltería
que, como sabéis, también ye el último suspiro de la razón.
Ese es el instante en la historia de este
concejo en el que aparece por primera vez la denominación de origen “grandones”.
Además, aquel lugar de reunión calentín,
que hoy se llama El Tostaderu, les sirvió desde entonces para esas reuniones,
que hacíen incluso cuando caía orbayu (o calabobos o sirimiri).
Y llegados a este punto tengo que deciros que
así nació la romería de Granda, que fue la primera de lo que hoy ye el concejo
de Xixón (Gijón), surgida en esas excursiones gastronómicas de folixa y
noviuques.
Quienes sabemos más bien poco de mitología
solemos tener precaución a la hora de hablar de esos personajes que ya no anden
por aquí, y a veces nos conformamos con tener en casa una veleta con bruja,
escoba y gatu a popa. Aunque no lo creáis, esto es tan verdad como que tengo un
vecino que tiene una veleta con un gatu erizau. Algunos dicen que ahora hay
poques brujes porque tienen miedo a volar por los riesgos de la escoba. En eso
tenemos que ser humildes y reconocer que no nos superan a los de Granda en
miedo pa regresar a casa en coche una noche de fin de semana, teniendo que
cruzar la glorietina de Roces por delante de unos paisanos vestidos de verde
que se entremezclan con el paisaje. Esos sí que dan miedo.
Hace unos días me decía aquí mismo, en
Granda, la magnífica memoria del alcalde honoríficu del barrio alto Emilio
Muñiz “El Negro” que aún queden por Cimavilla algunos paisanos vieyos como
Oscar Peñes Pardes, que siendo joven ayudaba a su tío y a su padre, Joaquín y
Romualdo Peñes Pardes, a desmontar la vela de la lancha pa traela la víspera de
la romería de Granda y poníenla estirada entre los árboles, acutando –reservando-
sitiu pal día siguiente.
Queridas amigas y amigos, niñinos todos: lo
que voy a decir ahora no me apetecía contarlo, pero para finalizar debo hacerlo
desde este estrado, que no por la informalidad de la fiesta tiene que ser ajeno
a la verdad.
Doña María Moliner dice en su diccionario
que pregonero es “un difundidor indiscreto de noticias o de pérdidas que
interesa conozcan todos (la
Real Academia dice otra cosa).
Fijaros que no me he dirigido a ningún
político, porque además esos, a diferencia de les pegues, no suelen venir
a les romerías. Ellos el champán tómenlu
en otros sitios.
Esos ciudadanos que nos han regido, y los
que ahora lo siguen haciendo, han mirado para otro lado, ignorantes de lo que
nos cuenta nuestra historia, como por ejemplo la existencia de una villa romana
entre La Coría
y Granda. Posiblemente esa construcción esté hoy enterrada bajo alguno de los
pilares de esa megaobra que es el nudo de comunicaciones que sobrevuela y se
apoya también sobre el río Piles.
Había leído en la prensa que se habían
realizado diversos movimientos de arena con palas excavadoras, en la
desembocadura del río Piles. Hace unos días fui allí y me encontré trabajando a
esas excavadoras. Descubrí que habían arrasado el yacimiento arqueológico
fluvial y costero más importante del concejo de Gijón. Un espacio en la margen
derecha del río Piles repleto de esa historia que he intentado recrear con
vosotros en el pregón y que hoy se conoce como “El Tostaderu”.
En ese lugar, habían venido apareciendo durante
los últimos años las más variadas herramientas que nuestros antepasados
utilizaban cuando allí se reunían desde el paleolítico. Entre ellas varios picos
asturienses.
Las palas llegaron a tanta profundidad que
alcanzaron barros y sedimentos que fueron depositados en la otra margen del
río, la izquierda, y que seguían allí mezclándose y contaminando la escasa
arena cuando sube la marea.
Lo que la erosión marina y fluvial no
habían podido alterar en trescientos mil años lo acababa de hacer en unos
minutos, la pala excavadora.
Espero que alguien tome el relevo de esta denuncia para evitar en el
futuro que la herencia histórica, llegue deteriorada algún día a nuestro hijos, nietos y quienes
les sucedan, para que puedan conocerla de forma ordenada y certera y que el sueño
que hoy juntos hemos vivido en este pregón, se convierta en la realidad que
fue.
Amigos todos, os deseo lo mejor y a la vez
os pido un viva “grandón” para Santa Ana, la madre de la Virgen , que están juntas
allá arriba, pero antes un ruego prudente que ellas, estoy seguro, van a
concedernos ¡Que nos dejen como estamos!
Viva Santa Ana, viva la Virgen.
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