A pesar de la invernada que está
cayendo, los pezones de los manzanos han estallado en un motín de flores, y los
alrededores de la campiña gijonesa se han ido llenado de una nube densa, de una
fiesta de pétalos granates, sonrosados, blancos virando al amarillo. Como
patriarcas corpulentos, estos árboles tan nuestros quieren despertar la
primavera con sus ramas extendidas sobre lo verde, hacer de sus copas una boda
blanca bajo un cielo que desciende, día tras día, cargado de agua, de nieve y
de granizo. Flor del manzano, espesa, rizada o como pequeñas obleas, que huele
a pasado y a frescor, una de las pocas cosas que aún nos quedan del
romanticismo asturiano. ¡Cómo se trenza y extiende entre las ramas! ¡Cómo trae,
al gris corazón, el recuerdo de la sonrisa blanca de una boca! Esta primavera,
que parece un enero de mármol, tiene desconcertadas a las golondrinas volando
entre dos aguas, sin que puedan, con sus vuelos, dar serenidad al cielo, ese
celeste que desahoga el alma, que anuncia la llegada de un nuevo tiempo de
esperanza y nos calma el temor de un oscuro porvenir. Flor del manzano, salud
de la continuidad, signo bonancible que nos empuja a caminar hacia delante, a
dar un salto más allá, a pasar otro capítulo. Aunque son víctimas de este mal
tiempo de lluvias frías, con vientos que destrozan sus pliegues, ¡qué
diferencia ver las pomaradas de invierno, todas en un enredo de ramas, sin
hojas, sin adornos, y el aire lleno ahora de un reventón de flores perfumadas! Cuando
todo esto tiene caligrafía de ir muriendo, cuando hay hombres y mujeres que se
ahorcan al ser desahuciados de sus
casas, cuando los líderes políticos y empresariales no generan más que toxicidad
y en Europa no funciona apenas nada compartido, los únicos que parecen tener
razón son los animales y las plantas. Árboles de azahar asturiano, dais la
ilusión de la riqueza que hay en un poco de espacio y en un poco de espacio y
en un poco de tiempo, mientras cae la lluvia y la borrasca sobre vosotros y
también sobre el asco, la indiferencia y la indignación de las nuevas
generaciones de este país granujiento, en el que se barrunta una galerna, que
me parece no se podrá ahuyentar tocando la gaita.
Es que también son ellos los que tocan la gaita...
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