El discurso en Atenas y lo del vuelo a Roma
2ª Parte
I.- Introducción:
Los Papas suelen ser cautelosos con la democracia; ni escriben ni hablan mucho de ella por los acasos, siempre prudentes; acaso (a) porque desde el Vaticano, desde la perennidad deseada, pudiera ser de riesgo apostar por temporales, conceptos de ciencia laica; acaso (b) porque insistir en lo democrático animaría a leer la Ley Fundamental del Estado de la Ciudad del Vaticano, promulgada por San Juan Pablo II el 26 de noviembre de 2000, y se recordase que tal Ciudad-Estado está gobernada por un papa autócrata, siendo esa Jefatura del Estado la de un papado monárquico y absolutista. El artículo 1º de esa Ley Fundamental lo dispone sin ambages: “El Sumo Pontífice, Soberano del Estado de la Ciudad del Vaticano, tiene la plenitud de los poderes legislativo, ejecutivo y judicial”.
Eso ya fue denunciado en varias ocasiones, y hace ya un tiempo, en 2010, desde que el cardenal Tarsicio Bertone, Secretario entonces del Estado del Vaticano, en la antigua Silesia alemana, explicara la indivisibilidad del Poder en la Iglesia. Y tratándose de un Papa, evangélico y creíble como es Francisco, es de tener en cuenta que la categoría política de “monarquía absoluta” no se borra con la anécdota del género, que está en la página 69 de su libro Soñemos juntos: “Es algo que me ha preocupado en Roma: cómo integrar mejor la presencia y sensibilidad de las mujeres en los procesos de toma de decisión en el Vaticano”.
Democracia, que además de ser un concepto político, es también social (Democracia social), que ha de formar parte de la llamada “Doctrina Social de la Iglesia”, y que es, como ha escrito Martin Schalag, la dimensión social de la fe cristiana, del Evangelio mismo, que es Palabra de Dios. Y una “Doctrina Social”, que es teológica y filosófica (moral y política), ahora muy zarandeada y/o activada por la procedencia latino-americana, argentina, del Papa reinante, de mucha originalidad, opuesto al tradicional eurocentrismo papal concluso en 2013. Y Bergoglio llegó a Roma cargado con documentos de las asambleas generales del Consejo Episcopal Latinoamericano (CELAM).
II.- Pío XII:
El Papa que se explayó sobre la Democracia fue Pío XII, intransigente anticomunista y germanista, que, en el Radiomensaje de 24 de diciembre de 1944, hizo loas a la Democracia, cuando ya resultaba evidente que el comunismo, por una parte, y las democracias aliadas, por la otra, habían derrotado y sepultado al nazismo germánico. En ese radiomensaje, titulado Benignitas et humanitas, el Papa Pacelli, en la parte V (“Cruzada de Caridad”), dijo: “Ni menos alabanza y agradecimiento Nos place tributar a la generosidad del Jefe del Estado, del Gobierno y del pueblo español…”
Ese Jefe de Estado se llamaba, es notorio, Francisco Franco, y cabría preguntarse si en el año 1944, el Papa sabía lo que estaba ocurriendo en la España ganadora de la Guerra Civil, considerada por la alta clerecía como “Cruzada”, no siendo, precisamente, lo que ocurría por la generosidad del Jefe del Estado español. Otra prueba más de la visión y gestión, al menos muy discutibles, del Papa Pacelli durante la II Guerra Mundial. Y quien esto escribe, el autor del artículo, no es comunista ni filocomunista.
En cualquier caso -me apresuro a añadir- los partidarios de que Pacelli sea santo, no han de desesperar, pues es posible que lo acabe siendo, como beato fue declarado el endiablado Pío IX, en el año 2000. Cuestión diferente será el natural descrédito, otro más, nada recomendable en tiempos muy graves de secularización aguda.
III.- El Concilio Vaticano II:
Es llamativo que en el Concilio Vaticano II, el “pastoral” (y no el “dogmático” como fue el Vaticano I), y del “aggiornamento” para la adaptación de la Iglesia al mundo actual, en la Constitución, Gaudium et spes, de 7 de diciembre de 1965, sobre la Iglesia en el mundo actual, la palabra democracia no haya sido escrita; no está o está desaparecida. Eso es interesante, por revelar una cierta desconfianza hacia la democracia por parte de la Iglesia romana, y es llamativa tal ausencia en un capítulo de la Constitución indicada, el IV, titulado La vida de la Comunidad política, de tanto aperturismo. Tampoco, por cierto, se nombró ni condenó expresamente al comunismo (¡Qué cosas tan de diplomáticos no cristianos!). Sí, por el contrario, quedó claro en el documento conciliar lo siguiente: “La Iglesia no se confunde, de ninguna manera, con la comunidad política y no está ligada a ningún sistema político”.
IV.- San Juan Pablo II:
Años después, en 1991, se publicó la Carta Encíclica de Juan Pablo II, Centesimus annus, sobre la caída del comunismo y la democracia, conmemorando el centenario de la Rerum Novarum,iniciándose el apartado 46 de solemne manera, fijando con precisión lo que es una democracia política: “La Iglesia aprecia la democracia, en la medida en que asegura la participación de los ciudadanos en las opciones políticas y garantiza a los gobernados la posibilidad de elegir y controlar a sus gobernantes, o bien la de sustituirlos oportunamente de modo pacífico”.Recordó el papa, para la existencia de una verdadera democracia, la necesaria existencia de valores, con sólidos fundamentos, con derechos principales, tales como el derecho a la vida, entre otros. Juan Pablo II denunció escándalos en regímenes democráticos, como el aborto y la pérdida del sentido del bien común. Y de la democracia política se pasó a la social.
V.- La Democracia, según Francisco:
A.- En Atenas: En el Palacio de la Presidencia de la República (Atenas), el 4 de diciembre de 2021 -ya lo escribimos en la 1ª parte- el Papa Francisco, en un brillante discurso, recordó que allí mismo, en torno a la “polis”, nació la democracia, que es de naturaleza compleja, frente a las simplezas del autoritarismo. Denunció que esté retrocediendo, habiendo sobre ella un escepticismo generalizado. Y Francisco recomendó la participación y la política, que es “cosa buena”, antes de calificar de “tesoro” a la democracia, uno de los elementos de su humanismo renovado, como escribimos en El llamado humanismo renovado.
B.- En el vuelo de regreso a Roma (6 de diciembre): Francisco repitió lo de tesoro, “tesoro de la democracia y de la civilidad”, señalando con farragosidad, los dos grandes peligros antidemocráticos: el que llamó populismo, diferente del popularismo, y el de los gobiernos supranacionales. Populistas que, según el Papa, fueron los nazis, no los de Yolanda Díaz, y para exponer lo del otro peligro, recordó a la novela de un tal Benson (1903).
No fue tan brillante el Papa, improvisando, en el vuelo de regreso. De lo a mi juicio, poco conveniente ni entendible, explicado por el Papa en el vuelo, sobre la dimisión del Arzobispo de Paris, nada debo aquí señalar, pues el propio Arzobispo de París, nada respondió sobre su asunto al despedirse de su Archidiócesis el 10 de diciembre último.
Se refirió Francisco, en el vuelo, naturalmente, a la sinodalidad, que es muy democrática, pues syn-odos, es “caminar juntos”. Y concluyó con una evidencia de mucha sensatez: “No soy político de ciencia, hablo según mi parecer”, pareceres que pueden ser muy importantes y trascendentales viniendo de un Papa, Vicarius Christi
C.- En el libro Soñemos juntos y en sus encíclicas sociales, Laudato si y Fratelli Tutti.
En sus escritos, el Papa Francisco no menciona expresamente a la democracia política ni a la social, pero han de entenderse implícitas en su concepto de Doctrina Social por ser exigencias evangélicas. Exigencias evangélicas que han de ser la de la conciencia ecológica de los cristianos, la solidaridad, el destino universal de los bienes y la función social de la propiedad, las exigencias de fraternidad y de participación en lo común. Y exigencia evangélica es la crítica radical al laissez-faire, al neoliberalismo y al mercado, denunciando, con razón, el error consistente en estimar que lo que es bueno para el mercado, lo es para la sociedad entera. Tierra, Techo y Trabajo encabezan el cierre el libro Soñar juntos y que se reiteran en las llamada por él “encíclicas sociales”.
Un texto, el de ese libro, cuya posibilidad –no hay nada más individual y personalísimo que el “soñar”, jamás compartible-, sólo es metafórica, pero que no impide una llamada a la radicalidad, más propia del Continente Sudamericano que de Europa, experta en un concepto frío y procedimental de Democracia. Efectivamente es muy actual, con la mejor teoría de la ciencia política, la distinción entre una democracia instrumental o procedimental y otra sustantiva o material, que haga disminuir las desigualdades económicas y sociales.
Habrá de reconocerse: 1.- Una querencia por parte de la Iglesia, que preside el papa Francisco, hacia las élites, más hacia los ricos que a los pobres, y respecto a los que se aprovechan del medio ambiente para acabar con él. 2.- Son indudables los beneficios de la personalidad internacional para la Santa Sede, que datan de 1929, pero eso mismo debiera obligar a realizar adaptaciones en la llamada “Constitución política”, tal como ya ocurriera con los cambios financieros impuestos por la comunidad internacional en la pasada década. Se trataría de que ciudadanos europeos, del Estado de la Ciudad del Vaticano, no queden desprotegidos.
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