lunes, 13 de julio de 2020

"ESCRITURA Y ATENEO" (5ª PARTE), texto de ÁNGEL AZNÁREZ PUBLICADO EN LA WEB DEL ATENEO JOVELLANOS DE GIJÓN


                       (VOLVIENDO ATRÁS Y REVOLVIENDO)

“En aquella sociedad tan de su gusto, donde
canónigos reían, aristócratas fatuos hacían el pavo
real, muchachuelas coqueteaban, jamonas lucían
carne blanca y fuerte, diputados provinciales
salvaban la comarca”.
CLARIN, La Regenta.

La literatura puede ser un arte en el que también pueden darse acrobacias y peripecias varias, producidas por lo que se llama la casualidad, y que es opuesto a lo que se llama causalidad. La biografía, siempre imprecisa, y la biología, siempre exacta, pueden ser masa o argamasa, como la del pan, harinas, agua, sales y levaduras; de un pan, de un pan literario que fabrica el escritor y panadero.

Mucho de biografía y de biología, del recuerdo de mi infancia y adolescencia, hay en mis lecturas de La Regenta, allá en los años setenta al comprar La Regenta, en edición de Noguer (Colección de “Clásicos hispánicos”). Ese libro grueso (900 páginas) su lectura la comencé, en peripecia curiosa, de novato fiscal –con muchos problemas- y lo terminé siendo notario –reitero en los años setenta del pasado siglo-.

Muchas personas y lugares relacionados con La Regenta me fueron, me siguen siendo, muy próximos. Muy presente permanece el profesor José María Martínez Cachero, muy principal especialista de Clarín y de su obra. Con anterioridad, fue mi profesor de Geografía Universal (2º de Bachillerato) en el Colegio Auseva de la calle Santa Susana de Oviedo. Don José María M. Cachero obtuvo la cátedra de la Universidad teniendo como contrincante destacado al profesor José María Roca Franquesa catedrático del Instituto femenino de Oviedo, que vivía en la calle Quintana y veraneaba en Luanco.

Tanto uno, M. Cachero, como otro, Roca F. eran catedráticos de Instituto; el prestigio entonces de los catedráticos de Instituto era tal que se llegó a decir: “Eran catedráticos de Universidad los que no podían serlo de Instituto –eso gustará leerlo a mucho, pero disgustará si añado que eso era antes, muy antes; ahora... Don José María Roca y Emiliano Diez-Echarri escribieron una monumental “Historia de la Literatura española e Iberoamericana, editada por Aguilar en 1960, que en la página 1111 sobre Leopoldo Enrique García-Alas Ureña, se escribe: “Como en el siglo XVIII el padre Fejoo, Clarín, también a últimos del XIX, desde su apartado recinto ovetense, fue el crítico más discutido y leído; el que más al corriente estuvo de la literatura del momento…”

Don José María Martínez, ya entonces, en mi bachillerato, era de modales “cachazudo” y de pretensiones difíciles, como que el mapa ”mundi” quedara sostenido, por arte de magia o de una chincheta, en el “encerado”. Ya lucía, don José María, en la mejilla derecha una destacable verruga, asombro para niños-alumnos, la cual, a lo largo de su vida, no dejó de crecer. Creo verla aún en la última fotografía del profesor (julio del año 2010), mirando, en entrevista de periódico, desde su domicilio de la calle Toreno de Oviedo al Campo de San Francisco.

 Y es que don José María trabajó mucho. Fue esencial para que cambiaran las “tornas” y la novela de Clarín entrara en el canon literario, del que había sido excluida. Importante fue su contribución en el año 1984, con ocasión del Centenario de la publicación de La Regenta. En la entrevista de periódico del párrafo anterior, dijo: “Abrí brecha a favor de Clarín, que no era nada agradable en el Oviedo de los años cuarenta y cincuenta”.

Me sorprendió que nadie, ni don José María (ciertamente, era profesor de Geografía, no de Literatura), mencionara en las clases de bachillerato la existencia de la literatura de Clarín, que era un completo desconocido. Luego resultó ser Clarín lo que es hoy: un gran mirón, un gustoso del fisgoneo, de gran facilidad con la pluma y un crítico literario muy temido; todos requisitos para ser un excelente escritor, que lo fue.

Y ¿por qué aquel silencio? –siempre me pregunté-.

Pensé primero que la causa era haber sido Clarín un republicano y de izquierdas, que la Dictadura había ordenado su silencio con censura. Eso lo pensé hasta que conseguí en el año 2002, un ejemplar, editado por la Cía. de FF.CC. Económicos de Asturias, del libro Clarín y la Regenta, cuya autoría es de Manuel F. Avello (Manolo Avello). En la página 226 del libro hay un dibujo anunciador de un Concurso-Homenaje a Clarín (año 1952) organizado por el Frente de Juventudes de Asturias (SEU de Oviedo). Cambié de opinión –no por razones políticas-, gracias al libro de Manolo Avello, al que recuerdo, por cierto, con su granulosa cara saliendo del Colegio Auseva, que enseñaba “no se qué”, y al que recuerdo, también, como radiofonista, sentado en una mesa de Radio Asturias, en la calle Asturias, escribiendo unas cuartillas junto a Toño Crovetto (Toño) y a la locutora Horencita.

Más tarde pensé en la censura eclesiástica, la diocesana, como responsable del “silencio” sobre Clarín, dada la condición de levítica de Oviedo y dada la temática novelesca de La Regenta, en la que se cuenta la actuación sacrílega de un Vicario General de la Diócesis, también Provisor, Canónigo y Magistral, don Fermín de Pas, y una adultera esposa de un Regente jubilado de la Audiencia. Tuve en cuenta la requisitoria episcopal contra La Regenta al salir su 1ª edición en el siglo XIX y que el Obispo Fray Ramón Martínez Vigil, el 25 de abril de 1885, había publicado una pastoral condenando la novela “libro saturado de erotismo, de escarnio de prácticas cristianas”. El jesuita Ladrón de Guevara llegó a escribir que La Regenta “rebosa de porquerías, vulgaridades y cinismo”.

También supe de los comentarios negativos y las recomendaciones de no leer el libro de Clarín por los que fueron deán y magistral de la Catedral, don Demetrio Cabo y don Eliseo Gayo, respectivamente, en los años sesenta y parte de los setenta del siglo XX. Contó el profesor Martínez Cachero que el sacerdote Florentino Arroyo le dijo un día, prestándole una primera edición de La Regenta lo siguiente: “Haré una cosa que no debes decir a nadie, porque me excomulgan”.

Al final, concluí que dos habían sido las razones para el silencio. La Regenta, por una parte, interesó muy poco a los lectores y a los editores de entonces, pues no era leída: ocurrió con ella eso de que “no funcionó en ventas”. Además, la figura progresista de un Clarín, de izquierdas, republicano y enemigo del aparato eclesial tan poderoso en Vetusta, resultó detestable para muchos conservadores del llamado hasta hoy el “Oviedín del alma”. Es importante destacar la ola contra Clarín que resultó de la condena a muerte, seguida de la ejecución del hijo de Clarín, el rector Leopoldo Alas, también republicano. Una barbaridad absurda. No se debe olvidar aquí a los que ganaron en Asturias y en Oviedo la Guerra Civil, que mandaron tanto consiguiendo que Asturias fuese su cortijo y ostentando un poder hasta la muerte de Franco.

   FOTOS DEL AUTOR                          (Continuará con más de Clarín y La Regenta).

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