(Lo literario y lo político)
No sé si fue
por simple o complicada casualidad. En cualquier caso fue por casualidad. Bien
merece explicarlo con detalle por pedagogía: con ocasión del pasado
confinamiento por el Cov-19, navegando como Ulises por el piélago de Internet, encontré una “web” de
excepción, que pertenecía a la conocida “Fundación
Juan March”. Dicha “web” contenía un archivo con miles de conferencias,
discursos y debates, excepcionales la mayor parte y de fácil acceso, que se
pronunciaron en aquella docta y filantrópica “casa”, desde el año 1975 hasta
marzo de 2020. Una “casa” de muchos
cuartos, que, por ser tantos, tienen siempre un origen muy discutible. Eso
siempre pasa cuando se tienen tantos cuartos.
¿Es Rajoy o Sánchez?: ¿ |
Me
interesaron, en general, todas las grabaciones sobre Literatura española y, en
particular, las correspondientes al ciclo sobre “Novela española
contemporánea”, celebrado en el mes de junio del ya lejano año de 1975. En una
de las sesiones del ciclo, moderado por el que fue mi profesor de Geografía en
los Maristas, don José María Martínez Cachero, debatieron Juan Benet, adusto
ingeniero-escritor, y Darío Villanueva, barbudo –sin una cana, no como ahora- y
crítico literario, más tarde Director de la Academia de la Lengua, aún barbudo o barbado, cargo académico
ejercido después del rubio Víctor, de Villaviciosa y del Toisón.
Un
brillante Darío Villanueva que destacó, en la obra literaria de Benet, dos
temas importantes: la ruina y el devenir del tiempo que, escuchados en 2020 y
después de los faraónicos proyectos de ingeniería de Benet en los años sesenta
y setenta, entre otros, la construcción del embalse o pantano del Porma, en la provincia de León, se
comprobó que pasaron de la obra literaria a la de ingeniería de Benet. No hay
mayor ruina y “des-tiempo” que hacer desaparecer por el agua a pueblos enteros,
incluido Vegamián, en el que nació
el “catedralicio” (por haber escrito tanto y tan grueso sobre catedrales) Julio
Llamazares, que jamás lo perdonó al hacedor Benet. Llamazares, como cualquier
escritor, siempre escribe de lo mismo. Así acaece en el último libro Memoria de la Nieve, aunque reconoce el
autor que ya se publicó en 1982; lo novedoso y muy logrado ahora es que el
libro sobre nieves esté editado por una editorial llamada Nórdica (com-penetración perfecta).
¿Es Rajoy o Sánchez?: ¿ |
Lo
que hizo Benet al sumergir pueblos, no lo superaría el portentoso
norteamericano, apellidado Faulkner, maestro y copia del ingeniero. Es
indudable que Benet fue un ingeniero y que, como tal, siempre escribió: su
literatura es ingenieril. Que eso no lo sepan u oculten especialistas y fatuos
diversos, hasta académicos engolados, que siguen hablando como de un paraíso
persa, masticando chicles, de la residencia de Benet en Madrid, en Pisuerga 7,
es de artificio.
A final de una
de sus intervenciones, de manera un tanto precipitada y confusa –aún vivía el
temido Dictador- afirmó Juan Benet, de manera pesimista, que con la literatura
o la filosofía y las ciencias en general, el hombre trataba de impedir la acción ciega del azar, con la máscara
del conocimiento, y buscando un más
confortable acomodo frente a todos los poderes que circundan su esfera. Y
concluyó:” El único tratamiento que
conoce el hombre, y para satisfacerse asimismo, es la ironía y el burlarse del
poder”. Estoy muy de acuerdo con ese contenido final y que está al
principio, en medio y al final de la novelística de Benet, de sintaxis de
ingeniero.
Benet no se
refería exclusivamente al genuino Poder, al Político, sino a todos, a los
naturales y a los sobrenaturales. Ahora en 2020, estos últimos (sobrenaturales)
están en decadencia; solamente se habla de “Poder eclesiástico” cuando se hace referencia a esa cuestión
hipotecaria que son las inmatriculaciones o aficiones a lo del prójimo, con
amparo en Registros que quieren ser de lo propio, no de lo ajeno. Y es que
ahora, a los jóvenes y a los viejos casi, ya no interesan ni las promesas
celestiales ni las infernales. En tiempos de tanta rapidez como los actuales,
¿qué interés –pregunto- puede tener lo eterno, la vida eterna? Por ahí empezó
el desmoronamiento de esa Torre de Babel que es Dios.
Los otros sí
que son poderes: el político y el
económico, que se ponen tiesos como víboras picadoras cuando se les
sorprende haciendo de las “suyas” en sebes o malezas. Pocas cosas hay cosas tan
brutales y salvajes como los poderes tratando de defenderse. Y ese reírse de
ellos, como reírse de los “nuevos ricos”, les resulta insoportable y cabrea
mucho. Ese continuo hacer de las “suyas”, es lo único que hacen porque es lo
único que saben hacer. ¡A burlarse del
Poder, YA!
Esa burla fue
lo primero que hicieron griegos y romanos; acaso antes, los de las cavernas. La
burla y la ironía sobre el Poder es la historia misma de la literatura, y hemos
de lamentar que no se haya aún escrito una historia de La Transición española en clave de risa y burla sobre el Monarca
emérito y sobre los Presidentes de Gobierno que han sido. ¡Tiempo habrá! Así y
empezando por lo último no se ha escrito lo que ocurrió en el Congreso de
Diputados la tarde en que Rajoy, “ahogando
sus penas en Whisky” como se escribió, perdió la “censura” y el bolso
(junio de 2018), que apareció en su escaño el muy femenino él, como si fuera de
Isabel II, siendo Rajoy un caballero, seguramente de cabeza a pies.
La culpa de
casi todo la tuvieron, de una parte, los vascos del PNV, algunos tan alopécicos
--por ejemplo, el presidente del Euskadi
no sé qué más-- como los demás
españoles, inferiores de “raza”. Por otra parte, también tuvo culpa del
desalojo de La Moncloa o descalabro una Sentencia de la Audiencia Nacional
–caso Gürtel- de la cual no podemos aún reírnos en caso de ser nula por ser
nula –un magistrado notoriamente se durmió durante sesiones del juicio--, al pender aún, aún, la definitiva
y muy pensada del Supremo: ¡Qué ya han pasado dos años desde la inicial
sentencia, faltando la definitiva y que seguimos esperando!
Llegó don
Pedro Sánchez que tanto me recuerda al bachiller quijotesco don Sansón
Carrasco, y al viajero Ulises, al que Homero llamó “el mañero”. Siempre me
interesó ese “opúsculo” u obrita que Maquiavelo llamaba a su “El Príncipe”, que
tomé muy en serio, lo mismo que a Claude Lefort, su mejor especialista, pues el
abandono, a principios del siglo XVI, de teologías medievales y de asuntos de
sacristías para fundamentar el Poder político me pareció genial.
Con Pedro
Sánchez valoré “El Príncipe” como pieza maestra del humor político,
especialmente su capítulo XVIII que, encabezándose acerca de la “Fidelidad del
Príncipe a la palabra dada”, está lleno de maldades que parecen las
especialidades del político Sánchez: bien la necesidad de ser bestia y también
de ser hombre, bien tener los modelos de la raposa o la zorra y del león, bien
saber a quienes se engaña y quienes son engañados, bien hablar mucho de paz y
libertad y luego hacer lo contrario. El hecho de que Pedro Sánchez no emplee
la “virtud de religión” en cuanto
táctica política es consecuencia lógica de lo que más arriba escribimos sobre
el no poder religioso.
Hasta los
lectores de El País –los rubidos del ABC por supuesto (desde lo del llamado “plagio del doctorando”
están en alerta continua) saben que Sánchez, el muy mañero, hace sin parar de
zorra y de león. Eso, acaso, no sepan los de Ciudadanos, que tienen una Presidenta muy “arrimada” y que algunos
son sólo abogados del Establo. ¡Cuántos dineros van a recibir de los bancos los
de Ciudadanos para hacer lo que hizo
últimamente su Presidenta, la intrínsecamente arrimada!
La Botina
banquera ya lo prometió.
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