lunes, 25 de agosto de 2014





                       EL PALOMAR DE LOS APALOMINADOS” Artículo de Ángel Aznárez


                       (Sigue la andaza y corrida del célebre autor don Lazario del Tomillo)

                                                                      
Los cocineros y cocineras pasaban de cincuenta, y todos limpios… En el dilatado vientre del novillo estaban doce tiernos y pequeños lechones que, cosidos por encima, servían de darle sabor y enternecerle. Apeaos  dijo un cocinero a Sancho- y mirad si hay por ahí un cucharón, y espumad una gallina o dos.
(DON QUIJOTE)

 


Recibo a don Lucio, que viene de Boñar, pues casó con una de La Vecilla, y me trae “nicanores” para el desayuno. Don Lucio, que se apellida Tajada y es de Las Tajuñas, abajo de Madrid, es todo bonhomía, sabiduría y caballerosidad, y que duda en presentarse al Premio del Foro Jovellanos (q.e.p.d), a lo que le animo vivamente. Don Lucio porta chaleco, su reloj es de cadenita y es peludo en bigotes y paletillas; acaso el único “pero” a ponerle sea el que vive de rentas, de rentas no aristócratas, como serían las de las alfalfas y centenos, sino de rentas de locales comerciales. Que vivir de rentas heredadas, de lo que sea, no es ninguna inmoralidad ni amoralidad ¡Qué caramba!

Después de lo de los “nicanores”, atravesamos primero el Monte de La Mata (Zamora), luego el de Roales (Valladolid), saludando a Elpidio en su caserío, y a los herederos de Benito en el suyo. Llegamos por fín -Ponciano estaba en Valdescorriel- a la Villa leonesa que, según don Cesidio Blanco, tuvo Reina, la llamada doña Apolonia Urraca y López, hija de doña Aldonza.

A esa Villa, don Cesidio, cantó:

Erguida (Valderas) sobre el Cea te levantas,
Etérea de verdor sobre la altura,
Ungida con la llama pulcra y pura,
De heroicas hazañas que son santas”.

Y siguió:

Sosegada en el tiempo y la cordura,
Dulce y serena paz de pulcra historia,
Perfuma como rosa tu hermosura”.

           Saludamos a “Luisina”, que sigue haciendo, sin parar, encajes de puntillas y bolillos delante de su Mercería. Nos vende “Petrita, pan y prensa” los periódicos dominicales del 17 de agosto de 2014. Don Lucio compró un periódico nacional y yo compré un periódico miliciano.; luego, nos sentamos en el céntrico “Bar La Periferia, Tapas y Variados”, a beber vinos picudos de Gordoncilllo y tapear ancas de ranas del Esla.
          
           Él, que es muy monárquico desde los tiempos de Recaredo, se asusta, se desabrida y enoja por lo que le leo, que es lo que “trae” mi periódico. Resulta que en el “papel”, una tal Laurentina, que la llaman Laurence, dice que “El Rey Juan Carlos es un chivo (expiatorio)”; más adelante, añade Laurentina, que el mismo Rey “sigue siendo un animal (político). Ahora se comprenderá el porqué del “milicianismo” de mi periódico.

           Puesto a calmar a don Lucio, tratando de explicar lo inexplicable, le digo que lo de chivo es asunto profundo –de antropología profunda-, muy estudiado por un tal Giorgio Agamben, que, como romano que es, no cree en nada, en nada absolutamente. Y lo de animal, reitero que es cosa de Aristóteles y de Santo Tomás, que, por vivir éste en un convento, sabía mucho de Política. En verdad, es comprensible el alboroto de don Lucio, pues no obstante apellidarse Tajada, dice ser pariente –de ahí el mamado monárquico- del Conde de Puñonrostro, Mayordomo Real, que intervino en los telares matrimoniales de Isabel II, la gorda, y de su esposo, Francisco de Asís, el flaco. También intervino en el talar  y sin acierto, el Conde de Novaliches, así como Sor Patrocinio, la monja de Isabel II, tan querida por Valle Inclán.

           Reconozcamos que en esto de parentelas y titulaciones fantasmagóricas, faroleras o de figurones, está el mundo a rebosar, a rebosar como la leche hervida en puchero. ¡Ya quisieran muchos tener la sensatez necrológica más que genealógica de don Tajada! Y en estas estábamos cuando se acerca, para los saludos, la nuera de don Ponciano que, como es asturiana, se lamentaba así por sus dos hijas adolescentes que la acompañaban: “¡Estoy de vosotras hasta los “tétanos” y “parar quietas” de una vez!”.




           Primero, don Lucio, quedó con la boca abierta al oír los barbarismos de la asturiana, pero inmediatamente la cerró, a cal y canto, cuando le propuse almorzar un conejo guisado en el célebre “Gatito”. “Doy fe –le dije para su tranquilidad- que lo que se come es conejo, conejo; que lo de “gatito, gatito” es sólo el rótulo del establecimiento”. Dado que la oferta gastronómica, en la Villa de don Cesidio, es amplia, también le ofrecí la alternativa de comer bacalao en casa de los Farto, bacalao bien a lo grande o gordo, bien a lo pequeño y por partes: alitas, cogotes, orejas, kokotxas, carrilleras u hojas, todo de bacalao -las kokotxas, advertí para que no las pidiera, están muy caras, a 15, 20 euros, y las orejas también de bacalao, advertí para que las pidiera, están baratas, a 5,90 euros-.

           La comida resultó espléndida, casi como la de las bodas de Camacho, y también con los cocineros limpios. Únicamente debo añadir, no revelando intimidades, que el postre fue a base de mus,mus,mis,mis,miau,miau de limón, no saliendo de la casa de comidas, precisamente, mojigatos o gatosmojís. Luego, don Lucio y yo, nos sentamos en la terraza de “El Canario amarillo” y hablamos mucho de Felipe IV y Felipe V, un Austria y un Borbón. Empezamos con el primero, el IV, recordando yo el consejo que le dio el prisionero de la Torre de Juan Abad y que, naturalmente no le hizo caso: “A los reyes más los acaba la adulación de la cura y el halago de los remedios que el rigor de la enfermedad”. 

           Y la jornada continuó con historias y verdades…

           Fdo. Lazario de Tomillo.


          









            





                                                                     


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