Joaquín Alonso Bonet |
ISABEL MORO.- Tal como andan
las cosas por el consistorio es de suponer que lo que menos importe en este
momento sea el nombramiento de un cronista oficial. Pero se da la circunstancia
que somos una villa preocupada y ocupada en más temas que aquellos que emanan
directamente de los políticos. No me voy a meter con ellos, que no cunda el
pánico no tengo intención de convertirme en una plañidera más. Prefiero llorar
mis penas en casa. Digamos que en estos momentos estoy más inmersa en temas
intrascendentes para la marcha del país, pero trascendentes para nuestro acervo
cultural: el pasado y el presente. Y si me remonto al pasado tendré que hablar de Joaquín Alonso
Bonet, el penúltimo cronista oficial de Gijón, también redactor jefe de El Comercio durante algunos
años. Un hombre de letras, un recopilador de las pequeñas historias de Gijón. “Pequeñas
historias de Gijón” era precisamente el título de un libro que recogía artículos publicado en El Comercio entre 1960
y1966, que él mismo decía era “El sucedido intrascendente, la figura notoria,
las costumbres populares y, en fin, todo eso que no está escrito en ninguna
parte.” Yo añadiría que son cosas de escasa importancia y que, por eso mismo,
pasan durante un tiempo por transmisión oral y si no hay una persona que las
recoja, terminan en el olvido. Pero en ellas está nuestra esencia, aquella que nos diferencia de otros pueblos cercanos. Ya
sé que se me dirá, con toda razón, que un cronista es algo más que un contador
de anécdotas: lo es. Pero las cosas más trascendentales las recogen los medios
de comunicación sin ningún problema, nunca se pierden, para eso están las hemerotecas. Aunque en estos momentos la
de Gijón esté… donde esté, pero volverá.
Alonso Bonet
falleció en 1966 y tuvieron que pasar
unos cuantos años más para que Patricio Adúriz fuese nombrado
oficialmente cronista de la villa. Lo que sucedió en 1982. Haciendo cuentas,
nada menos que 26 años de vacío. Curiosamente Patricio, hombre erudito donde
los hubo, también estuvo vinculado al diario El Comercio, en el que
semanalmente publicaba un artículo, que si no me falla la memoria, se titulaba “Gijón en el recuerdo”. Fallece
Patricio en 1992 y Gijón se queda sin cronista oficial otra vez. Hace 22 años
que estamos sin él.
Patricio Ardúriz |
Llegado este
punto uno se pregunta si será tan dificultoso encontrar a la persona idónea
para ocupar el puesto que, además, es honorífico. Es decir, no lleva sueldo. A
poco que uno se asome al mundillo de la cultura gijonesa encuentra verdaderos
cronistas que, sin serlo, están dejando constancia de lo que acontece en la
villa. Es decir, lo son de facto pero sin nombramiento oficial.
Corresponde el
nombramiento a nuestra corporación, que, ya se sabe, tiene cosas mucho más
importantes que hacer, pero yo desde aquí me atrevo a sugerirles que nombre un
cronista oficial, que podamos presumir de esa figura. Como lo hace Oviedo, por
ejemplo, con su Carmen Ruíz Tilve. ¿Por qué nosotros no?
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