domingo, 18 de octubre de 2009

LAS HORAS BAJAS DE MI OTOÑO

Tiene el otoño un no se qué, que siempre me sume en lo que llamo mis horas bajas. Irremediablemente, desde hace bastantes años, al llegar estas fechas sufro un descalabro emocional, como si de una maldición se tratase, que me sumerge en un letargo que merma considerablemente mis ganas de vivir. Posiblemente lo único que sucede es que mi trayectoria vital emula a la naturaleza y toma conciencia de que algo tiene que morir para renacer allá en primavera. Pero falta tanto…Me temo que algún ser querido, ya demasiado mayor, aproveche la ocasión para dejarme. Como lo hizo mi queridísima abuela (artífice de los días más felices de mi infancia) un 9 de noviembre, o mi padre un 16, también de noviembre, por citar algunos. También temo que alguno de mis sueños se rompa, casi siempre es así. De esos sueños que se forjan con el calorcito del verano, que apuntan en todas direcciones y que luego se desvanecen como las hojas de los castaños de la Plazuela de San Miguel; lugar por el Obladi y yo damos un diario paseo. Incluso al atardecer, si el tiempo lo permite, solemos sentarnos en uno de sus bancos y desde allí vemos la vida pasar. Sus jardincitos, que suelen estar muy cuidados, nos van anunciando las estaciones: verdes y floridos no hace nada, en primavera; y secos, mustios y amarillentos ahora. Creo, sé con certeza, que soy parte de esa naturaleza, inútil tratar de florecer en otoño. Como mucho, sobrevivir hasta la primavera, que no es poco.

2 comentarios:

  1. Isabel, ya somos dos. Lo has descrito tal como yo lo siento y comento que no me extraña que en los paises nordicos haya tantos suicidios en esta estación ¡ y pensar que son muchos los que dicen que el otoño tiene un gran encanto !

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  2. lo describes muy bien,como lo sentimos quienes no tenemos el don de la palabra como tu.yo suelo remediar este estado de anomi con bicos y manzanilla(infusion)quizas te sirva la receta.

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