viernes, 6 de enero de 2023

MI BENDITO BENEDICTO, artículo de ÁNGEL AZNÁREZ (publicado en Religión Digital el 31 de diciembre de 2022. Una hora antes de su muerte)

   Esperaba volver a asomarme a este balcón, Religión Digital, en tiempo de Reyes, tal como prometí en la parte 2ª de “El nuncio filipino”, dedicando la 3ª al examen del papel del Nuncio del Papa, su carácter representativo, en las ceremonias de Ordenación episcopal de los que llamé “los tres fernandos”. Añado ahora, que también trataré del Sr. Nuncio en cuanto conferenciante, en las sesiones de la Asociación Española de Canonistas, celebradas en Madrid en 2022. La Conferencia del nuncio fue sobre el interesante tema, más de casados que de célibes, de “Los Fundamentos antropológicos del Amor Conyugal”. ¡Qué valentía!

            Por el triste y terminal estado de salud de Benedicto XVI, habiendo escrito tanto y repetidamente sobre él, me fue solicitada una semblanza a quien califiqué, con carácter extraordinario durante su pontificado, de 2005 a 2013, como “Mi bendito Benedicto”. Lo último que escribí sobre él, fue hace horas, en “El Nuncio filipino”, 2ª Parte. En el año 2016 escribí “Parecidos y Diferentes”, con el siguiente atrevimiento: “Benedicto es un esteta de pies a cabeza; Francisco es un padre jesuita”. 

De la gran importancia del Papa Benedicto, me interesa destacar, para mayor impacto, algunos aspectos, que expondré a continuación, teniendo en cuenta: a) que son fruto de mis reflexiones, sin haberme dejado influir por las opiniones de llamados biógrafos, que no son tales, sino hagiógrafos. Ajeno también a la opinión de tanto pecador por causa de idolatría, como son los llamados “papólatras”, y ajeno también a las opiniones de pelotas y demás empleados, de la Jerarquía o de la Casa romana; y b) que el indefinido “algunos” implica una elección, que siempre es subjetiva, individual, relativa, y elección que ha de ser, por todo ello, humilde.  

           I.- Ratzinger en el funeral por don Luigi Giussani: 

            Fue en el funeral por don Luigi Giussani, fundador de Comunión y liberación, el 25 de febrero de 2005, vivo aún Juan Pablo II, presidiendo Ratzinger el funeral. Subido al imponente púlpito gótico de la catedral de Milán, con mitra e Ínfulas al viento, pronunció el Prefecto de la Doctrina de la Fe la homilía en la que, con toda solemnidad, proclamó: “Cristo, la bella bellezza” (Estética de Ratzinger seguidora de Hans Urs von Balthasar). Impactado por esa ceremonia, vista gracias a la retrasmisión de la RAI en tarde gris, deduje -ese fue mi sentimiento- que Ratzinger quería ser el próximo Papa y, además, que lo iba a ser dada la “potencia”, exhibida, del personaje. En el presbiterio, en la Cátedra de San Ambrosio, abajo, estaba sentado el entonces Cardenal Tettamanzi, muy “poca cosa”, bajito, del que decían, con ignorancia, que era papable.  Un funeral por cierto que tuvo en el primer banco de fieles al Primer Ministro italiano, Silvio Berlusconi, el amigo, de monseñor Rino Fisichella, autor de muchos libros y aún no cardenal, con lo que prometía entonces. 

            De mi convicción hicieron prueba y fe mis manifestaciones a un director de un periódico ante de saber quién era el Papa, viendo en su despacho la salida apoteósica de Ratzinger al balcón de la Logia vaticana. 

            A partir de ese funeral, todo fueron facilidades para la carrera papal de Ratzinger, teniendo importancia la exhibición el bastón por el jesuita Cardenal Martini, señal, la del bastón, para que no se le votase por ancianidad y/o enfermedad, y con carambola para el otro jesuita, Bergoglio, para que “no saliera”, pues no era su tiempo; que, por “jesuita”, bastaba con él, con Martini. Y quedaban Sodano y los de Sódano, los llamados curiales auténticos, que detestaban a Ratzinger. ¡Tantos años en la Curia Ratzinger y no ser de la Curia…! 

Me impresionaron las miradas de Ratzinger, Decano del Colegio Cardenalicio, a Sodano, todo poderoso, Secretario de Estado dimisionario, en el traslado en procesión, de la salma del fallecido Juan Pablo II desde el Palacio Apostólico (Sala Clementina) a la Basílica, en el Vaticano. La mirada de Ratzinger a Sodano en la procesión era como de desafío en sociedades de Omertá. 


             Un personaje importante en aquel tiempo y en aquella Corte era el Cardenal Camarlengo, el riojano Martínez Somalo. En verdad, éste estaba al margen de casi todo, sosteniendo, apenas sin fuerzas, la pesada capa pluvial detrás de la salma pontifical, y delante de las filas de los cardenales. Entre sostenerse sin caer por la pesada “capa pluvial que no magna” y llevar las llaves de los apartamentos pontificios, ya cerrados, el Cardenal Martínez Somalo, no daba para más. 

            Jamás creí eso tan oído de que Ratzinger no quiso ser Papa. Es lo de siempre: los clérigos que lo quieren todo, todo el poder, siempre dicen lo contrario: “no queremos nada”, lo cual debe estar en el protocolo de las hipocresías. Hay que examinar la cara de ganas de Ratzinger al aparecer en el balcón de la Basílica vaticana al poco tiempo de ser elegido Papa en la tarde del 19 de abril de 2005; también hay que ver esa cara en la Misa de Inauguración del Pontificado, antes llamada de Coronación, diciendo cosas muy animosas.

El problema es que Ratzinger, como muchos inteligentes, en momentos de euforia, consiguen lo que quieren, y que también como muchos, en otros momentos ya no de euforia, sino agobiados por las dificultades, entristecidos, buscan o quieren abandonar, bajarse incluso en marcha, no son capaces de enfrentarse a las dificultades; se deprimen y escapan como en pesadilla. Esto suele ser muy frecuente en personas sensibles, solitarias, que necesitan tenerlo todo bajo control. Y lo mental explica, incluso científicamente, ciertas cuestiones nada sobrenaturales.  Ordinariamente, estas pulsiones de abandonar, a lo largo y ancho de una vida, se repiten. Hay que estudiar las biografías, y de eso, parece que algún cardenal, de los de Sodano, avisó, aunque sin éxito.  Y un Ratzinger chocante, paseante de colores negros, boina incluida, siendo Cardenal, y descubridor de ostentosos colores siendo Papa, revolviendo el “ropero” pontificio. 


           II.- Escritos de Ratzinger:   

            Las encíclicas, las tres, firmadas por Ratzinger, me entusiasmaron, en especial dos: Deus Caritas Est (2005) y Caritas In Veritate (2009), impactándome lo de Eros Agapé y lo de la gratuidad, su carácter de don. Muchos otros textos también dejaron huella. Me impresionó la tristeza y la angustia de ánimo con la que Ratzinger escribió “Carta a los obispos de la Iglesia Católica sobre la remisión de la Excomunión de los cuatro obispos consagrados por el arzobispo Lefevbre” (de 10 de marzo de 2009). 

Y no puedo omitir dos textos, a mi juicio, fundamentales: a): Discurso en el Collège des Bernardins, en Paris, el 12 de septiembre de 2008, sobre la importancia del Monacato, tan olvidado, y b): Discurso ante el Bundestag, en Berlín, el 22 de noviembre de 2011, lección de naturaleza jurídico-político con cita optimista del jurista austríaco Hans Kelsen. Es normal que en ese sitio alemán no procediese citar al católico y alemán Carl Schmitt. Ratzinger, también atraído por la Teología Política, citaría en otra ocasión homenajearía al teólogo, protestante de origen, llamado Peterson. 

Y si aprendí mucho de Benedicto siendo Papa, también aprendí siendo Cardenal, cuando en una de sus visitas a España, hizo alarde de un fino humor y trató el tema de “Dios y el humor”, pareciendo antagonistas sólo para aquéllos muy inseguros, que se toman la Religión como lo que no es: una exclusiva o una franquicia. ¡Y pensar que todos los asesinatos y el incendio final, ocurridos en “El nombre de la rosa”, la novela de Eco, fueron por esconder el Libro Segundo de la Poética de Aristóteles sobre la comedia y la risa!


III.- La Renuncia

En el artículo publicado el 12 de agosto de este mismo año, constan las palabras del Cardenal Lustiguer, pronunciadas en 2005, sobre el Conclave y Ratzinger, que fueron las siguientes:“Veinticuatro horas asombrosas, explicándose los problemas de la Iglesia, entramos con incertidumbre al Conclave y hubo consenso rápido sobre Ratzinger, personalidad fuerte, inteligencia notable, hombre de corazón y de oración. Sucesión extraordinaria que se verá como acaba…”. Y apostillé entonces: “Y una personalidad “fuerte”la de Ratzinger, que lo aparentó sin serlo, con pulsiones y variados episodios de renuncia en su vida”. Hans Kung, de esto, supo mucho. 

La condición de Papa teólogo permitió a Benedicto XVI piruetas que jamás haría un Papa jurista, que jamás renunciaría. Una renuncia que, reiteradamente, manifesté que no era aconsejable. Muchos dirán, viendo el deterioro físico y psíquico, el actual, de Ratzinger, que la renuncia de 2013 fue adecuada. Mas esos mismos parecen ignorar que un Papa en el ejercicio de su cargo, suele muere antes, caso de la muerte de Juan Pablo I, y casi de la muerte de Juan Pablo II en el atentado de 1983. Un Papa emérito, para los del Poder vaticano, no tiene interés, puede morir cuando quiera o proceda, sin empujón alguno. 

Y lo último que escribí sobre la renuncia está en mi artículo, parte 2ª, de El Nuncio filipino”, de hace días, remitiéndome a ello. 

 

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