jueves, 17 de septiembre de 2020

ESCRITURA Y ATENEO (11ªparte). "MARGARITA YOUCENAR", artículo de ÁNGEL AZNÁREZ RUBIO publicado en la Webb del ATENEO JOVELLANOS DE GIJÓN (septiembre, 2020)


          MARGARITA YOUCENAR

      (Mujer apasionada)


Pero de todas estas osadías, puede que la más chocante fuere aquella que -según se decía- le hacía rebajar la hermosa profesión de médico, entregándose con preferencia al arte grosero de la cirugía, y ensuciando así sus manos con pus y sangre”. 

Youcenar, Opus nigrum




Margarita Youcenar fue una escritora genial, de genialidad que, como siempre ocurre, nace de una exigente y dura educación en los primeros años de vida -eso ya lo vimos en Freud, de lecturas prodigiosas siendo muy niño-. Lo mismo pasó con Margarita, cuyo peculiar padre (no conoció a su madre) la paseaba muy niña, según ella misma contó, hablando de la filosofía griega o de Shakespeare, y leyéndole textos de Chateaubriand y de Marco Aurelio. Idea de su padre fue no enviarla a la escuela, sino educarla en casa escogiendo sus profesores. Por eso, a los ocho años, ya había leído
Los pájaros de Aristófanes y Phèdra de Racine; por eso, a los diez años sabía latín y a los doce griego. Su padre, amante de las letras, directo, aventurero, increíblemente impulsivo e independiente, falleció teniendo la hija, Youcenar, veinticinco años cuando quedó huérfana. En entrevista a Matthieu Galey, en 1980, reconocerá que su padre “la dio el primer gusto por la exactitud y la verdad”, tan importantes en su obra posterior.  


Muchas veces nos hemos preguntado si la literatura de Youcenar –a ella también preguntaron- se podía considerar específicamente “femenina”. La respuesta ha de ser un no, negándolo ella expresamente, calificando que eso sería una consecuencia de un detestable chauvinismo, pues “la literatura femenina es simplemente literatura” (entrevista de Jacques Chancel, mayo de 1979). Youcenar, feminista en lo justo y sin la agresividad propias de los machos, sobresalió en la descripción de personajes masculinos, Adriano y Zenón, si bien no se puede olvidar a sus personajes femeninos en su obra, así Plotina en Adriano, o Fröso en Opus nigrum, o como Antigona y/o María Magdalena en otros textos. 



La ciencia de la Literatura también se preguntó, a propósito de la obra de Youcenar, acerca de su tipo de novela, que se denomina “novela histórica”. Y eso se plantea, pues Memorias de Adriano, por una parte, es un texto “inventado”, producto de una ficción –Adriano no llegó a escribir sus Memorias, o al menos no se encontraron-; por otra parte, para su redacción, la investigación histórica de la novelista fue determinante: una narradora haciendo de historiadora, hasta tal punto que se dice que historiadores profesionales, para explicar los acontecimientos de los años imperiales de Adriano, consultaron y consultan la obra de Youcenar. 


Para analizar la esencial problemática entre lo cierto y lo narrativo, entre la verdad y la verosimilitud, habremos de remitirnos, en primer lugar, al Discurso que pronunció el novelista Álvaro Pombo con ocasión de su ingreso en la Real Academia Española de la Lengua, y luego, a la contestación de la historiadora Carmen Iglesias. Un Álvaro Pombo, por cierto, enemigo acérrimo de la llamada novela histórica, que lleva en sí, según él, una contradicción: “si es novela, no puede ser historia”. 


Ya escribimos que los lectores españoles de M. Youcenar fueron de su novela Memorias de Adriano, la cual junto a la otra novela Opus nigrum, la preferida por la autora, se destacan en su prosa. Hemos de destacar las semejanzas entre ambas novelas, pasando después a las esenciales diferencias. Ella misma dijo que ambas novelas fueron concebidas en su juventud, varias veces abandonadas y reiniciadas finalmente: “Se han  ido construyendo –dijo- por capas sucesivas”. Así la novela de Adriano la pensó inicialmente en los años veinte, luego la abandonó y reanudó su escritura en 1948, publicándose definitivamente en el año 1951 (Opus nigrum se publicó en 1968). Eso, lo de capas sucesivas, hace que las dos novelas sean de complicada lectura, resultando, finalmente, que la escritora las escribió para sí y no para los lectores. Captar la totalidad de lo novelado por M. Youcenar es prácticamente imposible, y eso que es mucho más accesible Memorias de Adriano que Opus nigrum.


En una y otra novela los personajes centrales son hombres (Adriano y Zenón), excepcionales ambos por sus afanes de saber, sus grandezas y de una impresionante soledad y frialdad ante la muerte (muerte de uno y otro descritas, magistralmente, en el último capítulo de cada libro).  Con sesenta años termina la vida de uno y otro, pero las diferencias entre los personajes son totales: Adriano murió de muerte natural y Zenón se suicidó; uno fue un Emperador del Siglo II después de Cristo, describiéndose en la novela las complejidades de la vida en general y política en particular del mundo romano, y Zenón fue un alquimista, médico y filósofo del siglo XVI, describiéndose la vida del Renacimiento en el Norte de Europa. 



Si Youcenar para escribir Memorias de Adriano se basó en la obra de Dion Cassius y en la Historia de Augusto, para escribir Opus nigrum se basó en las Memorias anónimas sobre los conflictos en los Países Bajos. Las Memorias de Adriano son unas ficticias memorias –en verdad es un soliloquió-, sin diálogos y con poca acción, que Adriano dirige a su “nieto adoptivo”, el que luego sería el Emperador Marco Aurelio; el Opus nigrum, es una novela que cuenta las andanzas del alquimista Zenón, desde principio a final, desde el nacimiento a su juicio inquisitorial, concluyendo con el suicidio en celda de cárcel.


Las ficticias Memorias comienzan con una especie de introducción (Animula Vagula Blandula) en la que el Emperador escribe a Marco Aurelio que, con su amplia carta, “espera instruirle”, explicando minuciosamente su estado físico a edad avanzada con sus limitaciones, concluyendo la introducción con la siguiente confesión: “Veo allí mi naturaleza ya compleja, formada por partes iguales de instinto y de cultura. Aquí allá afloran los granitos de lo inevitable: por doquier, los desmoronamientos del azar”. Sigue un capítulo (Varius Multiplex Multiformis) no siendo aún Emperador, hasta los 40 maños, en el que se cuenta la formación griega del futuro emperador y se escribe: “El verdadero lugar del nacimiento es aquel donde por primera vez nos miramos con una mirada inteligente; mis primeras patrias fueron los libros”. A continuación en tres capítulos trata de su vida y obra siendo ya Adriano emperador, siendo constante su referencia a la Grecia clásica y describiéndose de forma sublime el amor y la muerte de Antinóo. El libro concluye con el importante capítulo titulado Patientia, de reflexión sobre su cuerpo ya envejecido, sobre los sueños,  también recurrentes en toda la obra, y sobre la muerte, la provocada que rechazó (el suicidio), y la natural, inevitable. 


Adriano, según Youcenar, fue un Emperador pacifista frente a su antecesor Trajano que fue belicista, siendo también Memorias de Adriano todo un tratado político de reflexión sobre la mejor manera de gobernar a los hombres. Y concluyo con lo siguiente que ella (M.Y.) dice a Jacques Chancel en la entrevista de mayo de 1979, publicada en 1999, en Ediciones du Rocher: 


“El ejemplo de Hitler me ha hecho reflexionar sobre la importancia enorme del Jefe de Estado; mis primeros trabajos sobre Adriano hubiesen fracasado por tener una visión inicial puramente estética del Emperador. Hitler y antes Mussolini me hicieron mucho meditar sobre lo que representa un príncipe y cual es su poder”.  


                     

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