lunes, 8 de junio de 2009

LAS FUENTES DE GIJÓN Y LOS ÉXITOS DEL SPORTING


Esta semana se me han acumulado los acontecimientos. Y, cuando eso sucede, lejos de ponerme a escribir, que supongo es lo que debo hacer para mantener el blog al día con un mínimo de actualidad, me dejo llevar por una remolona vagancia. Me dispongo a vencerla en este mismo momento, aún dudando del interés que puede tener lo que digo a continuación.
Hace una semana en mi ciudad se celebraba, por todo lo alto, una fiesta con motivo de la permanencia de nuestro equipo de fútbol en primera división. No soy futbolera, lo reconozco, pero en esta ocasión he vivido con una intensidad inusual en mí, los 90 minutos que duró el emocionante partido. Luego, he tenido el humor –porque hay que tener ganas- de coger a Obladi y acercarme hasta las fuentes de la ciudad: Begoña y Pelayo; aprovechando, eso sí, que tocaba el paseo. Y si ya dije que me gustó el partido y que lo viví con emoción, en él debió de quedar todo mi ímpetu futbolero: no sentí la más mínima empatía con quienes gritando cuan posesos entraban y salían una y otra vez de las mencionadas fuentes. Así que constaté, una vez más, que mi afición deja mucho que desear. Lo que no es óbice para que quiera que mi equipo, el Sporting, siga en primera división. El Sporting, como el ciclismo, fueron dos deportes muy presentes en mi casa mientras vivió mi padre. Nunca podré olvidar aquél domingo, de hace ya 31 años, en que regresó del que sería su último partido. Me dijo que sentía frío, que tenía fiebre; pero su obligación era hacer la crónica para publicar el martes –los lunes no había periódico-, se metió en la cama y me pidió su Olivetti y unas cuartillas. Tecleo a toda velocidad, como lo hacía siempre, durante una hora, dobló las cuartillas y me ordenó ir a llevarlas al periódico al día siguiente. La crónica se publicó, como era habitual el martes, apenas pudo releerlas, esa misma noche entró en coma y el miércoles falleció, víctima de una larga enfermedad que no le impidió –pese a lo cruel que fue con él- morir con las botas puestas. Nunca he podido olvidar esa hermosa corona trenzada con los colores del Sporting que quedó al pié de su tumba. Ni al equipo que se digno acompañarnos: José Manuel, Quini, Castro, Echevarría, Florín, Doria, Valdés Lavandera, Ferrero, Eraña… Algunos, desgraciadamente, también se han ido ya. ¡Qué tiempos, señor, qué tiempos! Éramos jóvenes, y puede que hasta felices. Como lo son, supongo, quienes celebran la victoria en las fuentes de la ciudad.

1 comentario:

  1. Es que a esos años no molesta ni el reuma ni la artrosis... pero ya verán, ya.
    Qué disfruten de lo que tienen, a mí ya me basta con mirar.

    ResponderEliminar