sábado, 30 de mayo de 2009

Leer entre líneas

(A propósito de un comentario al texto “Un loco anda suelto por la calle Corrida”)

Leer entre líneas es una práctica cada vez más en desuso. No veo yo, tal vez por mi ignorancia, demasiada ciencia en interpretar cada palabra literalmente. Por eso, cuando escribo procuro –no es que lo consiga- jugar un poco con el lector, obligándole a darle un sentido al texto, que algunas veces quiere decir lo contrario de lo que aparenta a primera vista. Y esa fue mi pretensión al redactar “Un loco anda suelto por la calle Corrida”. Lamento mucho, que algún lector “anónimo” se haya sentido molesto por el trato que le doy a la persona –nunca me atrevería a llamarle mendigo- a la que me refiero. Intencionadamente he rozado límites muy próximos a la crueldad, con el propósito de suscitar determinados sentimientos en el lector. Nunca para menospreciar a Miguel, que así se llama, sino apuntando más bien hacia mi misma, hacia quienes pasamos a su lado para seguir de largo sin inmutarnos, aunque “generosamente” dejemos en su caja unas monedas y con ello nos quedemos muy tranquilos. Finalmente, me permito adelantarle al opinante anónimo que mi deseo no es la de tintar de rosa lo que de suyo es negro, ni erigirme en defensa de la falsa moral que tan bien se nos da practicar a todos; sólo intento –otra cosa es que lo logre- mostrar esas realidades de la ciudad que nos resultan molestas. No va a encontrar el lector demasiadas cosas agradables en el blog. Aunque algunas serán hermosas, como lo es el cuento de Aurora que sigue. Que también tiene mucho de mensaje.

1 comentario:

  1. Qué lástima tener que perder el tiempo en dar explicaciones a quién no quiere entender. Recuerdo un pasaje de "El Principito", decía algo así: "Las personas mayores necesitan siempre explicaciones" Sí, creo que nos hemos vuelto demasiado mayores, demasiado correosos; nuestra piel no absorbe lo esencial, porque, citando también a Saint-Exupéry,"Lo esencial es invisible a los ojos".
    Pero tu relato, igual que el libro del autor francés, requiere algo más que un vistazo apresurado. ¡Ay, las prisas! Acabarán destruyendo hasta nuestra capacidad para reflexionar.
    Gracias por el relato, me parece magnífico.

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