martes, 20 de abril de 2021

EL PLACER DE RESPIRAR, artículo de ÁNGEL AZNÁREZ ( publicado en "Religión digital", 11/04/2021)

 


“Un virus ha ido demoliendo los cimientos de nuestra forma de vivir, que parecía de acero y era de paja”.

Víctor Herrero, Sermón de las Siete Palabras.

                          (Valladolid, 2021)


(Primera parte)



Pandemia como la actual del Covid-19, que, por la cercanía entre las personas puede causar enfermedades y muerte, afecta a todo y a todas las dimensiones de la vida, también a las religiosas, que se hacen más manifiestas en religiones como la cristiana,  de mucha corporeidad. Cristianismo que, como es sabido, predica que Dios, primero, se hizo hombre (Encarnación) y que el mismo Dios, después, resucitó (Resurrección). Reitero que los dos pilares básicos del Cristianismo, que no se puede ser cristiano sin creer en ambos, son la Encarnación y la Resurrección. 



De aquella corporeidad o carácter corpóreo del Cristianismo se deriva: 


1.- Que haya multitud de esculturas o imágenes de cuerpos de hombres y mujeres en los templos cristianos. Aún sigo impresionado por haber visto un cuerpo escultural de “Cristo” imponente, resucitado, medio desnudo, colocado al lado del Altar Mayor de la Catedral de Valladolid en la mañana del Domingo de Resurrección. Escultura situada en lugar próximo al ocupado por el capuchino, amigo mío, Víctor Herrero, al pronunciar el anterior viernes, Viernes Santo, el maravilloso Sermón de las Siete Palabras; también escultura en lugar próximo al ocupado por el obispo auxiliar de Valladolid, sentado en butacón y con pies en alfombra, el “querido Sr. Obispo y amigo Luis”, según el Cardenal. Mucho antes de ver todo eso, prodigioso, había leído la siguiente frase del Concilio Vaticano II: “Del costado de Cristo, dormido en la cruz, nació el sacramento admirable de toda la Iglesia”; imponente por su corporeidad a base de costado, dormido y nacimiento. 


2.- Que la Liturgia tenga un carácter de participación conjunta, de esencia comunitaria y/o eclesial; que sea acto plural o de comunicación, de orar y adorar en común. La participación en comunidad es palabra muy repetida en los documentos eclesiales sobre la Liturgia. Obispos en la pasada Semana Santa predicaron de la vida comunitaria y de la Eucaristía. Precisamente, “hacer la Liturgia más cercana al pueblo” fue, según escribe el Arzobispo emérito Díaz-Merchán en el libro Evangelizar en un mundo nuevo (PPC.2017), una  pretensión fundamental del Concilio Vaticano II.


3.- Que la muerte, existiendo naturalmente, acabe siendo vencida por la vida, no tan naturalmente. Qué bien predicó el Arzobispo de Valladolid, Monseñor Blázquez el 4 de abril de 2021 al decir: “En el umbral de la muerte es posible la esperanza, pues existe la resurrección que es la fuente de la esperanza” (Homilía del Domingo de Resurrección). Ese concepto de muerte (muerte y resurrección), se opone al concepto de muerte en el pensamiento griego;  por eso, según se cuenta en Hechos de los Apóstoles, número 17, cuando en el Areópago, Pablo explica la “resurrección cristiana de entre los muertos” a los griegos, unos, entre éstos empezaron a reír y otros dijeron: “Ya te oímos otra vez esto”. La muerte para los griegos existe y no verdaderamente para los cristianos, pues creen en la resurrección, no sólo del alma, sino de los cuerpos (léase el “Credo”). 


Aquí hago un corte a modo de inciso o paréntesis: No sé si con las ideas de muerte y resurrección cristianas tendrá que ver lo que me asombra: que las catedrales estén llenas de sepulturas, con lápidas que cierran hoyos con cadáveres enterrados, generalmente de obispos, y que se pisen con absoluta indiferencia, incluso tratándose de obispos conocidos por los que pisan y fallecidos recientemente, caso de los dos últimos fallecidos obispos de Astorga (Don Juan Antonio y Don Camilo). Acaso, para no pisar irrespetuosamente las sepulturas de obispos en las catedrales, éstos deberían ser enterrados, como manda la Ley civil, en cementerios, denominados “camposantos”.  


Sobre la pandemia parece muy acertado lo que está escrito en el Calendario Litúrgico-pastoral, 2020-2021, de la Comisión Episcopal de Liturgia de la Conferencia Episcopal española: “No se interrumpió el Culto Divino, habrá de hacerse de forma extraordinaria sin la participación de fieles o muy pocos”.  Es justa y adecuada la amplia nota episcopal española en la que se señala la preferencia de los actos presenciales de los fieles en los templos y el carácter subordinado, no presencial, a través de los medios de comunicación, en los casos de enfermedad, por razón de edad y de prudencia sanitaria, que impidan la presencia en los templos. 


La preferencia manifestada por los obispos, acerca de la presencia de los fieles en los templos, participando en los ritos litúrgicos, es la norma general en todas las religiones, cristianismo incluido, allí donde se  separa lo sagrado o sacrum

(templo) de lo profano.  Recuérdese que en griego la raíz TEM significa cortar, por lo que templo es el espacio sagrado delimitado (la palabra tiempo, por cierto, posee la misma raíz). Templo, gran universo simbólico, es, pues, el lugar acotado para lo sagrado, y que si bien el Dios cristiano puede estar en otras partes, en todas, incluso en los pucheros según Santa Teresa (tanto de garbanzos como de quijotescos duelos y quebrantos), la presencia de lo divino en el templo es primordial. 


El templo es lugar de Liturgia, que es forma, llamándose Forma al Cuerpo de Cristo, lugar aquél de todas las estéticas, las arquitecturas, los colores y hasta los olores, teniendo lugar la plena operatividad de las categorías semióticas, tan de lo religioso, como son los símbolos y los signos litúrgicos, que no son sinónimos sino diferentes, y fenómenos de la fenomenología de la Religión (José Gómez Caffarena, El enigma y el Misterio y Eugenio Trías, La edad del espíritu). Un universo simbólico que es tal porf ser el hombre un animal simbólico (Ernst Cassirer). Y un Cristo en cuanto signo de la revelación de Dios y una Iglesia en cuanto sacramento o signo de la unión de Dios y los hombres. 


Como se escribe en la Constitución Sacrosanctum Concilium “los signos visibles que la sagrada liturgia utiliza para significar las realidades divinas invisibles han sido elegidos por Cristo o por la Iglesia”; subordinación de lo humano a lo divino, visible e invisible. Liturgia en cuanto culmen et fons de toda la vida de la Iglesia, siendo un derecho del pueblo cristiano a participar activamente en las acciones litúrgicas. 

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Tuve la suerte de asistir presencialmente, como mandan los obispos, en un templo parroquial a los rituales de la Semana Santa, no en una Catedral, a la que se refiere la Constitución Sacrosanctum Concilium. En esa importante Constitución, causante, en su aplicación, de muchos quebraderos de cabeza a Pablo VI, que la proclamó el 4 de diciembre de 1963, a los pocos meses de ser elegido Papa, se dice: “Es necesario que todos concedan gran importancia a la vida litúrgica de la diócesis en torno al obispo, sobre todo en la iglesia catedral persuadidos de que la principal manifestación de la Iglesia tiene lugar en la participación plena y activa de todo el pueblo santo de Dios en las mismas celebraciones litúrgicas”


Mas gracias a los canales de You Tube pude ver y escuchar, a otros efectos de los estrictamente espirituales, todos los actos litúrgicos de la Semana Santa, correspondientes a cinco diócesis, para mí muy importantes como explicaré en la segunda parte, no habiéndome podido desplazar por las imperativas medidas anti-pandemia. Esas diócesis son: Astorga, León, Zamora, Salamanca y la Archidiócesis de Valladolid. Los vídeos de You tuve, seis por cada diócesis (de Domingo de Ramos al de Resurrección), en un ordenador, no son templo ni Liturgia, pero hay visión y visiones interesantes, a las que me referiré y describiré en la segunda parte.


Y concluyo esta parte recordando las palabras de Víctor Herrero de Miguel, tenido muy presente en mi artículo anterior sobre el publicado libro de Monseñor Blázquez (Al atardecer de la vida), asombrándome, aunque no extrañándome que las Cofradías de Valladolid eligieran al capuchino Víctor para pronunciar el Sermón de las Siete Palabras. Recomiendo ahora a los lectores que lo vean y oigan en You Tube. Entre las palabras pronunciadas por el franciscano, están las siguientes, parecidas al título de este escrito: “Ante el placer de respirar, me postro”.


Continuará en una segunda parte.


Dirección en Twitter: @AngelAAznarezR







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