viernes, 25 de junio de 2010

PALABRAS QUE ENMASCARAN CARIÑO


Alguno de mis blogueros me reta –con un comentario- a que suelte la palabra que digo que un amigo me aplica cuando tengo una salida de tono; que, por otra parte, sucede con cierta frecuencia. Esa concretamente no la repetiré. Es demasiado personal, y fuera de contexto tampoco tendría mucho sentido. Pero reconozco que me divierten esos calificativos vertidos con cariño -no tengo la menor duda de ello- sobre mi persona. No es más que un juego dialéctico de esos que las buenas formas impiden hacer públicamente; pero que siempre tienen un trasfondo significativo. Y entre veras y bromas el interlocutor suelta el vocablo mirándote a la cara intentando por ver si te cambia el semblante, signo inequívoco de un cierto acierto. Aunque a mí, sinceramente, me resbalen y convierta la palabrita en anécdota divertida. Con lo que el interlocutor –siempre es un hombre, una mujer no se atrevería a practicar tales juegos- se queda como estaba. Supongo que lo más que llegará a pensar es que soy tonta. Y ahí, mira por donde, no va tan descaminado. Pues bien, empiezo. Me han llamado envenenadora, he hecho una entrada al blog con tal motivo. Y con ello me he sentido nada menos que Lucrecia de Borgia, no precisamente un personaje ejemplar de la Historia, lo reconozco. Pero mi imaginación ya me situó envenenando a poderosos y cortesanos caballeros. Que ya sé, que de eso no queda, pero la imaginación, es la imaginación. En otras cosas que dicen practicaba la tal Lucrecia, ya no entro. Ahí no me identifico, ni tan siquiera con la susodicha y repetida imaginación soy capaz de emularla. El pudor, señores, el pudor. A renglón seguido se me dijo que era una manipuladora, atribuyéndoseme la capacidad de desestabilizar toda una institución. Pues no me creía yo con tanto poderío, creo que se equivocaban. Como esto último eran ya palabras mayores se trató de suavizar la cosa llamándome escritora, que qué más quisiera yo que serlo, eso era, sin duda, un halago; y en el mismo reglón –era un correo electrónico- se me decía periodista, y mira, eso sí, lo dice un papelín que me dieron en la Facultad y tengo guardado en un rollo en algún cajón –cómo estará-; y terminaba la misiva diciéndome que era como un torbellino; lo que viene a ser algo parecido a un remolino de viento; pero también hay una danza creo que colombiana que se conoce con el mismo nombre. No sé exactamente a qué hacían referencia. Palabras mayores creo que, por lo menos a la cara, no me las han dicho. Me quedan dos, tiernas, entrañables, de esas que se te quedan pegadas en el alma y ni el paso del tiempo puede borrar. Una –que son dos- es Isabelita cariño, así me decía mi hijo con poco más de tres años cuando quería conseguir algo. No decía mamá, decía eso, Isabelita cariño. Y es el día de hoy que algunas personas –ya demasiado mayores- cuando me llaman por teléfono preguntan por Isabelita cariño.Que lo mismo que regresar a un pasado feliz. Nostalgia, pura nostalgia, de la infancia de mi hijo, de tiempos de juventud, de alegrías y risas. Y hay otra palabra, ya la última -¡jesús qué pesada me pongo!- cariñosa donde las hay: enana. ¡Ya! que qué extraña para ser entrañable. Pues lo es, pero tampoco explicaré por qué. ¿Recordáis que la canción de Eurovisión se titulaba Algo chiquitito?…Pues en esa línea.

2 comentarios:

  1. No veo que sea extraña ,la madre del enano ¿que es? pues la enana....aunque por estatura no.

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  2. ¡¡¡¡eres grande enana¡¡¡¡

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