Los temas de la Iglesia no han sido nunca
objeto de mi interés, y nunca llegué más allá de los básicos conocimientos que
quienes hemos sido educados en ella tenemos. Ahora bien, desde que mi amigo el
notario Ángel Aznárez me permite publicar sus artículos en mi blog, he ido
-coloquialmente hablando- metiéndome en harina. Reconozco que a medida que fui
asimilando los artículos se ha despertado en mí una cierta inclinación por los
temas eclesiásticos. Sus dos últimos artículos –que se pueden leer en el blog completos-
me han dejado perpleja. En el publicado el día 3 de febrero, “Lo financiero
y lo cristiano”, prácticamente se anunciaba –sin decirlo expresamente- la
enorme crisis que había en el Vaticano y se apuntaba hacia posibles resultados.
Luego, el día 11 Benedicto XVI
dimite y el mismo día, a las ocho de
la tarde se publica en Religión Digital
el titulado “¡Adiós a mi bendito Benedicto!”, con argumentos para esa
renuncia demoledores. Curiosamente, ese mismo día –el 11 de febrero- me dediqué a escuchar diferentes tertulias en
las que se daban todo tipo de argumentos, pero ninguno coincidente con los
esgrimidos en el artículo. Incluso, estuve viendo en la TPA al notario, que en esa
ocasión fue el contertulio discordante.
He de decir que ninguna de las explicaciones me convencieron, se hablaba de
generosidad, de humildad, de salud, del Espíritu Santo… Nada que fuese convincente. Pero…
dos días después cambiaron las tornas. Como si de pronto a todo el mundo se
le hubiesen abierto los ojos y por aquí y por allá salieron voces para hablar
de la crisis de la curia, de los problemas financieros, de los acólitos
inapropiados del Benedicto… Es decir, lo que mi amigo, el notario, una vez más había dado fe, aunque fuera en esta ocasión sin oficialidad, pero fe al fin. Por eso copio a
continuación el “antes” y el “después”, creo que merece la pena reflexionar
sobre ello. Pues, o bien mi amigo es un visionario, o todos estamos ciegos y
dispuestos a decir amén sin plantearnos ninguna cuestión que requiera un
análisis inteligente.
PREMONICIÓN
Como una premonición se publicó el 3 de febrero el artículo titulado "LO FINANCIERO Y LO CRISTIANO", que no reproduzco entero, sino aquellos párrafos que me parecen más reveladores (en otra parte del blog se puede leer completo).
"Benedicto XVI tuvo que aprender de finanzas, pues cerca, demasiado cerca, tiene las finanzas del Banco vaticano o IOR (Instituto para las Obras Religiosas). ¿Qué control ejerce hoy el Estado vaticano sobre su Banco? Repárese en que, según la Ley Fundamental del Estado de la Ciudad del Vaticano (2000), el Sumo Pontífice es su Soberano, con plenitud de poderes, el legislativo, ejecutivo y judicial. Ese desgraciado Banco es de mucho peligro, incluso para la física o el físico de los Papas, -eso que me dicen, recordando a un antecesor pontífice, yo, desde luego, no lo sé-. Si sé que es juego de niños, comparado con lo del Banco, el “morderse y devorarse” al que el Papa se refirió, como gritando, en su Carta a los obispos sobre la remisión de la excomunión a cuatro obispos de Lefevbre, Carta de marzo de 2009. Tener las finanzas escandalosas tan cerca, al Papa, a su Magisterio pontificio, quita “autoridad” a borbotones."
Y DESPUÉS...
El 11 de febrero Benedicto renuncia al pontificado. Y ese mismo día, a las ocho de la tarde se publica en "Religión Digital" (y un día después en el blog) "¡ADIÓS, A MI BENDITO BENEDICTO!
(los párrafos han sido intercalados y no son correlativos, para leer el artículo completo se debe de ir al apartado correspondiente del blog)
"Lo reitero: toda renuncia es un fracaso, también la de un Papa; es una ruptura en lo que se configuró como de más duración; es un algo que se corta e interrumpe. Y da lo mismo que sea por causas naturales o por causas artificiales o humanas; bien porque el cuerpo (incluido el cerebro) ya no pueda más, bien porque no se puede conseguir lo que se pretende, no le dejan o surgen miedos infernales por amenazas. Las razones para renunciar pueden ser varias, aunque siempre se procura que sean cara al exterior o al patio teatral de butacas “políticamente correctas”; es decir, que lo que hay que esconder siga escondido, y la culpa la tengan las llamadas “razones personales” o el colesterol alto. Un renunciante siempre quiere “liberarse” y mal se liberará si señala a los delincuentes con el dedo –eso lo sabe muy bien-. Y mucho cuidado, que la renuncia puede ser un acto de poder, de mucho poder, acaso el más vengativo, como el suicidio mismo (permítaseme la arriesgada comparación)."
"Hace horas, más que días, escribí “Lo financiero y lo cristiano” (3 de febrero de 2013), y en referencia al desgraciado Banco o Banco de las desgracias, el IOR, el llamado “Banco de Dios”, que recibe a sus clientes con la amabilidad del “Carus expectatus venisti”, dejé dicho: “es de mucho peligro, incluso para la física y el físico de los papas. Tener las finanzas escandalosas tan cerca, al Papa, a su magisterio pontificio, quita “autoridad” a borbotones”. A eso, se me respondió, inmediatamente, por terceros interpuestos: “Es prioritario para el Papa y está buscando a…”. No me extraña que Benedicto no haya podido soportar la presión. Se dijo (Paolo Romeo, cardenal de Palermo) que moriría en noviembre; pues no, aguantó unos meses más, aunque pocos. Ahora empezaremos a oír pamplinas, mentiras, comentarios por tertulianos “todólogos” o expertos que creen saberlo todo y que nada saben. De lo importante y verdadero se hablará poco, muy poco."
"La misma persona que escribió la frase que encabeza este artículo, Benedicto XVI en “Luz del Mundo” (editorial Herder 2010, página 19), es la que, en cuanto Sumo Pontífice, según el artículo 1º de la Constitución , “es el soberano del Estado de la Ciudad del Vaticano, con plenitud de poderes, el legislativo, ejecutivo y judicial”. ¿Es posible coordinar los dos textos tan contradictorios? ¿Se puede ser totalmente "impotente" y tener gran responsabilidad? Benedicto XVI no aguantó más sobrevivir en la contradicción absoluta, que es más que un desorden, para él insoportable. Pudiera ser que la contradicción sea “salvada” por la renuncia misma, también –se reitera- acto de poder. La importancia de lo renunciado da medida y explicación del “poder” que supone. "
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