miércoles, 28 de septiembre de 2011

"COSAS DE LA IGLESIA", artículo de JOSÉ MARCELINO GARCÍA



martes, 27 de septiembre de 2011

Jueves 29 de septiembre



20:00 h.


Recital del poeta


Francisco Álvarez Velasco




Obra: Tiempo de maldición, Madrid, Taranto, 1979; «En el nombre del árbol» (en el colectivo Libro del bosque), Gijón, 1984 (librodelbosque0.htm); «Tierra» (en el colectivo TetrAgonía), Gijón, Ateneo Obrero, Col. Deva, 1986; Del viejísimo jugo de la tierra, Ateneo Obrero, Col. Deva, 1988; La hiedra del silencio, Madrid, Cuadernos de Cántiga, 1993; Noche, Madrid, 2005, Editorial Hiperión (IX Premio Internacional de Poesía "Antonio Machado en Baeza" y Premio de la Crítica de Asturias en 2006); Las aguas silenciosas, Gijón, Ediciones Trea, 2007; La Luna tiene una liebre / La Lluna tien una llebre, Oviedo, Pintar-Pintar, 2009 (versiones en castellano y en asturiano); Memoria de la sombra, Cáceres, "El Brocense", Colección AbeZetario, 2010.


Poemas suyos han sido traducidos al portugués, italiano, francés. Fa Claes ha hecho una versión al holandés de La hiedra del silencio (De klimop van de stilte, 2005) y de Las aguas silenciosas (Het stille water, 2009).


Traducciones poéticas: Andityas Soares de Moura, Lentus in umbra, Gijón, Ediciones Trea, 2002.


En el año 2007 consiguió el Premio de la Crítica de Asturias en la sección de columnismo literario.


http://lasinsulasextranas.blogspot.com/ -Un blog creado por María García Esperón

lunes, 26 de septiembre de 2011

SÉ FELIZ HOY, MAÑANA...

Mi hijo, cuando apenas levantaba dos palmos del suelo, solía con frecuencia hacerme consulta sobre asuntos que por lo general se referían a decisiones que el consideraba de cierta trascendencia y que no sabía muy bien tomar. Nada nos hacía más gracia que verlo discutir con sus amigos –tan canijos como él, por supuesto- sobre si debían hacer tal o cual cosa y zanjar el asunto con un “vamos a preguntarle a mi madre que es medio bruja y acierta siempre”. Y creo fue entonces cuando puse en funcionamiento esa especie de olfato que hace que huelas el fuego antes de ver la llama. Cualidad –si es que así se le puede llamar- que me trajo muchos dolores de cabeza, probablemente tantos como aciertos. Por la sencilla razón de que si nadie escarmienta en cabeza ajena, que se dice vulgarmente, mucho menos hay quien esté dispuesto a ver algo distinto a lo que tiene delante de sus narices por mucho que tu olfato vaticine que sopla viento del Sur y que habrá tormenta. Y así uno –una- va pasando por la vida con un cierto pesar por no haber sabido trasmitir cosas tan sencillas como, sé feliz ahora que puedes, no pospongas para mañana las decisiones importantes, aprovecha el momento... Con demasiada frecuencia he ido encontrando personas que se anclaban en su infelicidad día sí, día también. Con un, mañana ya veremos, o un simple, es que yo soy así. Sin tener en cuenta que cuando menos lo esperamos la vida nos engulle, nos traga, ahoga cualquier bonanza que no aprovechamos cuando la teníamos a la mano. Y así le ha sucedido a una persona próxima, indecisa, siempre con miedo, siempre dudando. Ahora, por desgracia para ella, ya no hay lugar para la duda, ya no hay lugar para casi nada, ya no será necesario tomar ninguna decisión, la vida la ha tomado por ella. La enfermedad, lo más temible en la existencia, se ha anclado en su hogar. Ahora toca tirar por el carro, hacer de tripas corazón, ya no hay lugar para otra cosa. Pese a la gravedad de la circunstancia, tengo una opinión al respecto, probablemente equivocadamente, no lo sé. Pero se me ocurre cavilar si esa persona no se habrá visto aliviada, si no tendrá ahora una razón de peso ya no para decidir, sino para no tener que tomar ninguna decisión. ¡Qué complicados podemos llegar a ser! Estoy harta de repetir que nuestro futuro es hoy, pero creo que nadie me entiende.

sábado, 24 de septiembre de 2011

Artículo de JOSÉ DE ARANGO publicado en La Nueva España


AQUELLOS MAESTROS

Daban clase en los pueblos por la noche a cambio de un litro de leche o un kilo de patatas
José de Arango

Se acaba de organizar la de vámonos Juana, a nivel estatal como se dice ahora, porque a los maestros les piden que trabajen dos horas más a la semana. Y sucede justo después de que los educadores hayan estado de vacaciones desde las fiestas de San Pedro. Y estamos ya a punto de recoger los “figos” y las nueces de San Miguel. Unas vacaciones cuando menos dobles de las que tiene cualquier funcionario, notario, médico, barrendero, tendero asalariado o trabajador del campo por cuenta ajena si es que queda alguno. Claro que pelear el resto del año con los niños, aunque haya vacaciones también en Semana Santa, en Navidades y demás puentes de guardar, es ciertamente agotador por lo que todos esos descansos parecen, en teoría, más que justificados.
Sin entrar en disquisiciones laborales, derechos adquiridos y otros condicionantes que para eso ya están los liberados sindicales, no vendría mal el tener un muy respetuoso recuerdo para aquellos maestros en los que durante los años de la “fame” estaban destinados en los pueblos y ejercían su apostolado –sí, si, apostolado con más paciencia que Santo Job que dicen era catedrático en esa disciplina- sin tener para nada en cuenta el número de alumnos que acogían en sus escuelas por la sencilla razón de que no se rechazaba a nadie en su cátedra rural.
Si un niño tenía que faltar a clase porque su padre lo necesitaba una tarde para “andar delante” -ir con la guiada dirigiendo la yunta para arar una finca- el maestro, al día siguiente, le ayudaba a recuperar la lección perdida. Durante todo el invierno el maestro de pueblo daba clases por la noche, antes de la cena, a cuantos vecinos, pequeños y grandes, querían reciclarse. Y sin más sueldo que el que tenía por sus horas lectivas de mañana y tarde. En los pueblos se les recompensaba con una jarra de leche o con un cesto de patatas. Y muy poco más porque el hórreo estaba vacío medio año.
Aquellos maestros eran, además, vigilantes de sus alumnos en toda su trayectoria fuera también de la escuela. Y había educación. Y se escuchaba el usted. Y, por supuesto, a nadie se le hubiese ocurrido montarse un botellón en la fiesta del pueblo. El alumno aprendía a saludar con respeto al propio maestro, a los padres, a los vecinos y al pobre de pedir que picaba a la puerta de la casería. Aquellos maestros vivían por y para su vocación que era la enseñanza de niños y mozos desde el “Rayas” hasta la enciclopedia de Alvarez y algo de preparación en vísperas de ir a la mili. ¿Horas de trabajo?: todas. Y con salarios de miseria que solo eran aliviados por la solidaridad de los vecinos dándoles leche de sus vacas, patatas de sus huertas y una “pancha” de boroña caliente el día que se “arroxaba”. Y todo esto se puede tildar como una leyenda del abuelo pero sucedía casi ayer por la tarde. Aquella situación era injusta. Pero, salvando las distancias y desde el estado del bienestar, conviene recordarlo. Sobre todo porque a lo mejor todos estamos “refalfiando” un pelín. Incluido el abuelo.
(Publicado en La Nueva España, 24/09/2011)

viernes, 23 de septiembre de 2011

LA "POBREZA RELATIVA" DE UNO DE CADA CINCO NIÑOS ESPAÑOLES


Uno de cada cinco niños en España vive por debajo del umbral de la pobreza, así como suena. Lo han dicho en las noticias, detrás de otra que decía que el fuego amigo había causado un número de muertos que ni tan siquiera recuerdo. Qué cosa, “el fuego amigo” que mata. El eufemismo supongo procederá de la jerga de los militares que, al final, son los únicos que tienen licencia para matar. Eso sí, con causa justificada. Tan justificada como puede ser aniquilar a hombres, mujeres o niños que pueden ser un peligro para la patria, el bien de la humanidad o Dios sabe qué. Aunque tampoco es necesario que fueran un peligro real, algunas veces simplemente pasaban por allí. También un error, un error ¿de cálculo, de percepción, de…? , no importa, también justificaría algunas muertes. Cosas de la guerra que son, ¿normales, tal vez? Se me ve el plumero: soy pacifista. Esa especie tan odiada por las gentes de bien que aman el orden y gobiernan el mundo. Afortunadamente mi pensamiento no les pertenece.



Pero no es de eso de lo que yo quería escribir en este momento, quería hacerlo de los niños. De los niños que viven en pobreza. El dato con el que comienzo me dejó helada, nunca pensé que uno de cada cuatro niños en mi país pudiera estar viviendo en lo que mi hijo –experto en esos temas- me matizó se conoce como “pobreza relativa”. ¿Por qué la matización?, simple, porque no les pasa como a los de Somalia que se mueren de hambre. Pueden estar desnutridos, sin escolarizar, recogiendo chatarra, sin atención sanitaria… sin todas esas cosas que son normales en un país desarrollado, pero no se morirán de hambre. Es un respiro. Viven hacinados en los cinturones de las ciudades, viven con sus madres que separadas ni tienen trabajo ni reciben ayuda de sus maridos –cuando los tienen-, otras son solteras y un largo etcétera de circunstancias que afectan a los más vulnerables: los niños/as. Y eso pasa prácticamente a la puerta de nuestra casa. Soy consciente que como ciudadano individual nada o poco podemos hacer que no sea muy puntual. Pero sí se me ocurre algunas cosas que se podrían tener en cuenta; como puede ser la educación de nuestros hijos, para que tomen conciencia de la sociedad en la que viven desde su más tierna infancia. Decía la gran pedagoga italiana María Montessori que el carácter de un niño se forma en los cuatro primeros años de vida. Decía también, que “el niño es el padre del hombre” y que hay que darle la posibilidad de despertar su espíritu, dotarlo desde muy temprano de carácter, de fuerza moral, de personalidad, y fomentar sus capacidades de observación, análisis y síntesis.



Es posible que si formamos a nuestros hijos, ellos un día –cuando ya no estemos- logren que las cosas cambien para mejor, y sepan trasmitir esos valores que hoy escasean tanto y que nosotros no fuimos capaces a llevar a esta extraña sociedad de consumo en que vivimos, a la que no le importa –no nos importa- que en cualquier parte un pequeño –como nuestro hijo, como nuestro nieto- camine descalzo, viva hacinado y no reciba educación. Y sí nos preocupamos mucho para que los nuestros lleven playeros de Adidas, anorak de Bus-Stop o zapatitos de Mari Pili. Porque, claro, su amiguita, o la amiguita de su madre, lleva tal o cual modelito. Y, por desgracia, observando un poco, es con lo que uno ve todos los días. No es culpa del niño, puede que ni tan siquiera de la madre: es la sociedad la que aniquila todo aquello que no sea consumo puro y duro. Pero en algún momento habrá que enfrentarse a ella, en algún momento habrá que decir basta. Ya no por nosotros, por ellos: por los niños. No sólo la economía está en crisis: el hombre, el hombre está en crisis. Por supuesto, y la mujer. No vayan a pensar que soy sexista.

martes, 20 de septiembre de 2011

Artículo del notario ÁNGEL AZNÁREZ publicado en LA HORA DE ASTURIAS

EN UN PRINCIPIO FUE LA CALLE CAMPOMANES (XXIV)

MIRANDO DESDE LA GALERÍA

Crónica de excentricidades


Por Ángel Aznárez



La casa en que nací y viví, la número 34 de la calle Campomanes, lindante con la plazuela de San Miguel, tenía en la trasera la galería que, por su largura y altura, permitía correr, brincar, jugar a los bolos y saltar a la comba –en la parte delantera estaba el balconaje, mirador a Campomanes-. La galería empezaba junto a la máquina de coser de pedal y manivela, con dos cajoncitos repletos de carretes con hilos enmarañados, y terminaba a lo lejos, muy lejos, donde el retrete, retirado y discreto, salvo cuando se tiraba de la cadena, que causaba un ruido como de terremoto, con estremecimiento de tuberías y cañerías.



Entre retrete y máquina, primero la Singer, luego la Alfa, en suelo de madera crujiente, que olía a cera de lata (se untaba el suelo, se cepillaba y se cubría con papel de periódico) estaban, a un lado, la pared blanca de la que colgaban espejitos de colores, un fraile con capucha y puntero pronosticando el tiempo, el calendario grande de la Imprenta Grossi (la de Santa Susana junto a La Boalesa), el escapulario de la Virgen del Carmen para salir del Purgatorio “lo antes posible”, la estampa del Niño Jesús de Praga, divino y milagroso y la bolsa de tela con las pinzas del tendal. Enfrente de la pared estaban los ventanales, que daban a la galería o y corredor el aspecto de una loggia de palacio apostólico o de obispazo.



Las ventanas, muy pesadas, eran como patíbulos de guillotina, que se abrían subiéndolas y se cerraban bajándolas; las agarraderas eran de hierro muy macizo; alzarlas era como subir pesas de gimnasio o hacer ejercicios de halterofilia, tensándose los bíceps de los brazos y formando bolas ¡qué bolas! de mucho alarde. Contemplar con orgullo esa musculatura coincidió en el tiempo con otras contemplaciones más furtivas e íntimas, de mucho gusto corporal por tiesuras propias de kikirikí de gallo o gluglú de pavo, de pecado mortal al tocamiento –menstruaciones varoniles diría un atolondrado o confuso de género-. Ya alzada la ventana, había que darse prisa para correr, con habilidad y rapidez, las manillas de los pestillos o sujetadores, que sostenían las moles en evitación de muerte súbita por guillotinazo.



Suspendida en el vacío, ya en el exterior y pegada a los ventanales, estaba la balaustrada de muchos balaustres. Uno sujetaba macetas con inodoros geranios; otro sostenía latas en rectángulo y “furruñosas”, también con geranios y algún perejil. Allí apoyada estaba la fresquera, de madera oscura y de tela metálica, para enfriar los huevos de la huevera, la pota de leche ya hervida y la tartera con albóndigas (no albondigones ni albondiguillas). Y de lado a lado, tensas estaban las cuerdas del tendedero con muchas pinzas, de las que colgaban calzones, calcetines grises, sábanas blancas y colchas amarillas, que, azotadas y volteadas por el viento, figuraban fantasmas despatarrados.



Amarrada por cuerda, allí estaba la jaula o grillera de plástico, de un amarillo canario, con un grillo negro enrejado y comprada por dos pesetas en la ferretería Lacazette, la de la calle Rosal esquina al Fontán. En la jaula, el grillo estéril ni cantaba. Fue “cazado” con mucho arte, en la pradera de Los Catalanes, en Muñoz Degraín, bajando hacia San Lázaro. Grandes cazadores de grillos fueron Tino Morán, el hijo de Morán, el de la Caja, y Cesar, el hijo del tapicero, también ciclista, Cesar, con taller de tapizados de mucho muelle y cojín en sótano vecino a la bombardeada iglesia de las enclaustradas Madres Carmelitas. Tino y Cesar subían escalando los altos tapiales que cerraban el prado con facilidad de lagartijas, no escuchando los gritos amenazadores del ama del cura, de don Gonzalo, capellán de Adoratrices -en verdad, era eso, ama y hermana, que no mancebita de curato al uso o usufructo-. Luego, Tino y Cesar encontraban con rapidez en prado o sebes los agujeros a penetrar introduciendo en el furaco, hasta el fondo, la larga y delgada paja, que hacían vibrar por frotación entre las yemas de los dedos (el gordo y el índice) de la mano. Esperaban con suspense ¡misterio ante los agujeros, siempre misteriosos! lo que podría salir, bien un grillo, grande como una cucaracha grande, mal una babosa gorda, tripuda y pegajosa, o lo peor, una bicha rastrera con amenazas de lenguatera.



Desde uno de los ventanales de la galería se veía un Oviedo, que seguía parecido a la Vetusta de ese novelón antiguo de pareja de neuróticos, el Magistral, que espiaba con catalejo, y la Regente, que bailaba rigodones. También se veía una Vetusta diferente, pues dormía menos la siesta, ya no hacía la digestión de la olla podrida (si del cocido), no se oía el zumbido de la campana de coro de la Santa Basílica, y seguía negruzca, pero menos. Mirando de costado y a la derecha, se veía la torre de la iglesia de San Isidoro El Real -torre que es UNA debiendo ser dos- e Iglesia en la que mucho entré y salí. Inicié en ella el cursus sacramentorum por inmersión en la pila bautismal y escuché en ella (en la iglesia, no en la pila) los mejores tantum ergo sacramentum cantados por un sacristán, siempre al atardecer, después del Santo Rosario. También allí rompí la crisma, con descalabros, al bajar corriendo, por juego de apuesta, desde el coro por la espiral o caracolada escalera. El cura don Robus (Robustiano), que desde el confesionario lo vio todo, daba gritos levantando las manos como el Moisés de Los Diez mandamientos, y el cura don Luís (Legazpi), que desde el púlpito lo oyó todo, descendió precipitado con bonete negro y el roquete blanco interrumpiendo las prédicas. Y es que en esa Iglesia recibí dos “hostias” memorables: la primera, por exceso de curiosidad y escapándome del banco, antes de recibir la de la “Primera Comunión”, y la segunda, que acabamos de contar.



Desde la galería se veía la muy gallarda torre de la Santa Basílica -torre que también es UNA debiendo ser dos-. Contemplada la iglesia de San Isidoro desde la plaza del Ayuntamiento y la Catedral desde su plaza o del Colegio de Notarios, hoy más aprobados que notables, siempre pensé que son dos templos mancos, pues tienen ambos la falta de una extremidad, no sabiendo si la extremidad que falta es de brazo o pierna. Esa duda nunca la tuve mirando a otro tullido célebre: el limpiabotas del Escorialín, al que le faltaba una pierna, lo cual era de mucha comodidad para su oficio de sentado en taburetito bajito, que hasta le sobraba la que tenía. ¡Oviedo, la ciudad de las iglesias mancas! podría ser eslogan a unir a eso, tan discutible, redundante y belicoso de ser Oviedo u Oviéu “Muy Noble, Muy Leal, Benemérita, Invicta, Heroica y Buena”.



Las dos iglesias, además de mancas, eran mudas, pues los badajeos de sus campanas, esquilones y timbales, hacía tiempo que no golpeaban haciendo músicas. En la calle Campomanes sólo se oían los tin-tin tin-tin y tin-tin del convento de las monjitas, Hermanitas de los Pobres en la calle González Besada, las muy maximalistas de lo mínimo, convocando a la misa de siete (de la tarde). Jamás oí la campanada, el tolón-tolón o el wam-wam, de la Wamba catedralicia, joya campanuda y medieval, de la que supimos por Clarín “que era la gran campana que llamaba a coro a los muy venerables canónigos, cabildo catedral de preeminentes calidades” (¡Cómo hoy, cómo hoy, y sin dudarlo!). En tiempos venideros que ya se anuncian, de mucho mirar atrás, de rezos de vísperas, de humaredas de incienso de místicos olores, de más y más procesiones, habrá que reivindicar sin retintín tin-tin las músicas de campanas, campanadas, campanazos, campaneos y campaniles.



Más a la izquierda, estaba lo más alto de esa mole alta que el humor ovetense llamó La Jirafa, edificio que nunca tuvo alma, que fue y es como una torre de Babel propia de mudos y con algún pícaro o “Buscón” como el de Quevedo comprando y vendiendo. Por culpa de La Jirafa, el Palacio de las Medias, de enfrente, dejó de ser palacio y sólo “tiendina”; los que salían de La Perla, cueva y tugurio, inflados de vino por muchas pintas, al mirar al rascacielos, se ponían tuertos más que bizcos. Los que entraban en el Teatro Campoamor en tarde de Temporada, para ver y ser vistos y alguno escuchar, al mirar el altísimo edificio, estilizaban sus papos, papadas, papadillas o papitos, y escondían por estiramiento los bocios como bolas. Y los de Correos, siempre a lo suyo, que era lo de siempre.



Desde la galería del caserón de Campomanes y ya a la izquierda, se veía el palacio o palacete del Marqués de Aledo, al que los vecinos, acaso por envidia, siempre llamaban el chalet, rodeado de un jardín tan pulcro como pulcro era su jardinero, de pelo blanco con onda marcada y muy de aupa como galán de convento, del barrio de San Lázaro, cerca de la Malatería, lúgubre por ser de asilo. El señor Marqués lo era por consorte, apellidaba Herrero de primero y Collantes de segundo; era hijo de Policarpo -¡Que nombre, qué palabra esa de policarpo! ¡Qué bonito sería llamarse hoy Policarpo! El Marqués –que era el IV, padre del V y abuelo del actual VI (ninguno de estos últimos hizo historia)- salía de su recinto por la calle de Santa Susana, muy de negro, bajito, gordito (más peonza que espárrago) y calvito, siempre cubierto con sombrero de pluma. Subía y bajaba los peldaños de la escalinata palaciega muy en sí metidito, con corte y recorte de perito relojero o afinador (no afilador) de pianos.



El chofer –tenía dos- con casquete de gorra azul, abría la pesada puerta del enrejado forjado o cercado del chalete, sentando a Herrero en el cochazo, que era grande como un haiga –tenía dos-, ambos guardados en un bajo de la casa con jardín encima en la que vivía Alcibiades, tan guerrero como el del Peloponeso, y que hoy es, en la calle Quintana, la Cámara del comercio grande de don Severino de Vigón (el recuerdo a este Severino viene emparejado con el del otro Severino, éste del comercio pequeño y muy de aquí, no de Zaragoza; ambos rubios como trigales y amigos muy severinos). El Marqués y su cochero desaparecían y aparecían junto al Banco de la calle Fruela, enfrente de Ceñal y Zaloña y cerca de La Panoya.



Cerca del portón principal del “chalet”, en la calle Santa Susana, visto desde la galería de la calle Campomanes, había una garita, geométrica y coqueta, que la imaginación desatada la rodeaba de guardias y centinelas lindos haciendo honores al ricachón, adornados con plumeros de penachos o con penachos de plumeros, y con uniformes de colores de exóticos papagayos, igual que esos suizos que en Roma guardan a los papas. Más no; la realidad era otra: en aquella garita se almacenaban rústicos aperos de jardín o paraíso, rastrillos, guadañas, tridentes, hoces, fesorias y la cortadora de césped a empujones.



Y aquí, por hoy, hacemos punto envainándola, la pluma, la pluma.


QUE LA MUERTE ME SORPRENDA JOVEN




No me gustaría vivir muchos años. Preferiría morir con todas mis facultades activas –ya sé que eso no se puede elegir- pero como se dice que hay que tener mucho cuidado con lo que se piensa porque la plasticidad de nuestra mente se adapta con frecuencia a nuestros pensamientos. O lo que es lo mismo, el cerebro no está tan predeterminado como pensamos y de nuestra actitud dependen algunas de sus funciones, pues trato de convencer a mis neuronas de que permanezcan activas hasta el final, que cuando intente abrirse paso el tan temido alzheimer se dispongan a descansar eternamente. Me aterran las cifras que hoy, en el Día Mundial del Alzheimer, publican los medios de comunicación. La primera, digamos que el titular de la noticia: en el 2010 se duplicará el número de enfermos. Y va el resto de la información: es una enfermedad neuro-degenerativa de las células cerebrales (neuronas). Tiene un carácter progresivo e irreversible con un origen multifactorial y frente a la que no existe aún ningún tratamiento capaz de curarla, pero sí de retrasar su evolución. Más de 800.000 personas están afectadas en España, con más de 100.000 nuevos enfermos al año. Afecta al 5-7% de las personas de más de sesenta y cinco años, al 25% de los mayores de 80 años y a 1 de cada 2 por encima de los 90 años. Se prevé que se dupliquen en 2020. Queda claro que con la edad aumenta el riesgo: por eso quiero morir joven. Ya me aproximo al primer corte, ¡uf! No obstante, en honor a la verdad, he de decir que conozco muchas personas que pasan de los ochenta y tienen sus facultades a pleno rendimiento, incluso están en un buen momento creativo. Pero no estoy muy segura que vaya a ser mi caso, aunque trato de utilizar esa ya mencionada plasticidad cerebral de la que hablan los investigadores. Espero que mi mente, que procuro tener siempre abierta y en positivo, impida que mis neuronas se mueran de aburrimiento, caldo de cultivo para el alzheimer. Entre otras cosas más serias, claro.

lunes, 19 de septiembre de 2011

EL VALOR QUE TIENE UN AMIGO


El valor que tiene un amigo, que dice Alberto Cortéz en una entrañable canción. Ese es el que yo quiero resaltar aquí, aunque con mis escasos recursos dudo mucho que sea capaz a decir con palabras lo que de verdad quiero transmitir. Voy al grano. El domingo, tras una siesta arrebujada en el sofá, acunada por una película de una de mis actrices favoritas –Julia Robers-, que, pese a la protagonista, no consiguió mantener mi atención, y tras vacilar si quedarme en casa o salir, me enfundé en mis cascos, bolso al hombro y en un santiamén me planté en el paseo de la playa, uno de mis lugares favoritos cuando la nostalgia, la añoranza, o no se sabe qué acecha mi frágil alma. El mar ejerce sobre mi espíritu un poder tranquilizador y hasta me infunde cierto optimismo cuando el estado de ánimo no anda muy allá, como sucedía el domingo. ¡Menudo rollo! Y no he dicho aún nada, periodísticamente en la Facultad me suspenderían. Retomo. Providencialmente me encontré con un entrañable amigo –omito el nombre, conociéndolo sé que lo que voy a decir no le va a gustar- que hacía tiempo no veía. Pero, por expresarlo de alguna manera, la alegría de vernos de nuevo –creo que mutua- fue proporcional al tiempo que hace que no nos veíamos.. Y, así, a la vera de un café, nos dieron las tantas, hablando… un poco de todo. No viene a cuento la conversación, entre otras cosas porque casi me limité a escuchar, y no estoy muy segura de que aquello que yo aporté tuviese más valor que la benevolencia y el cariño que él ponía en agradarme. Adoro a mi amigo, aunque nos veamos de pascuas a ramos siempre está en mi pensamiento y creo que yo estoy en el suyo. Media entre ambos una diferencia cultural que me achica, pero que me atrae como un imán: él me ha enseñado, sin pretenderlo, muchas cosas. Y, además, siempre me siento identificada con su manera de ver la vida. Su sencillez, la forma de expresar las cosas importantes, de utilizar la palabra justa, de dejar caer sus conocimientos con la delicadeza precisa que oculte mi desconocimiento… entrañable. Me sentí, lo reconozco –y ya es raro en mí- en algunos momentos sobrepasada, sin saber muy bien si lo estaba entreteniendo y era su cortesía la que hacía continuar la conversación. Por ello, dos o tres veces le sugerí que nos marchásemos. Curiosamente, siempre obtuve la misma respuesta: ¿Tienes prisa? Lógicamente ninguna, ni tan siquiera me esperaba ya Obladi, mi mascota, que también fue tema de conversación. Así que continuamos hasta que se hizo noche. Regresamos por la playa, viendo el mar, que a los dos nos fascina. Hoy recibí un correo en el que me dice: El tiempo que estuvimos juntos me sentí apapachado. ¿ Que qué es un apapacho? Un abrazo del alma, que dicen los mejicanos, ni más ni menos. Gracias, Antonio.

domingo, 18 de septiembre de 2011

CUANDO LOS TRIUNFOS Y LOS FRACASOS SON COSA DE DOS















Efectivamente, cuando digo de dos estoy haciendo referencia a aquellas personas que viven en matrimonio. El dicho popular dice algo así como que detrás de un hombre que triunfa hay siempre una mujer inteligente. Y yo me pregunto si podrá dársele la vuelta. Es decir, ¿qué hay detrás de un hombre que fracasa? ¿Una mujer torpe, tal vez? Me imagino que no es así de sencillo. Y ya puestos a elucubrar cabría preguntarse, qué sucede cuando la que triunfa o fracasa es la mujer, ¿quién está detrás? La sociedad sigue siendo machista –qué poco me gusta la palabrita por la negatividad que encierra-, y son demasiadas las personas –hombres y mujeres- que siguen asignando roles sexistas y no de valía. Hay madres que continúan preparando a sus hijas para casarse y padres que apoyan esas decisiones. ¡Qué lastima! Porque convertirán a sus hijas en víctimas- padres y madres que no son capaces de asomar la cabeza al mundo y ver por dónde van las cosas-. Una mujer sin formación, una mujer sin trabajo -aún bien casada- dependerá toda la vida de su marido que puede –es deseable- ser un hombre de gran inteligencia, y tratarla muy bien, pero si esa mujer queda descolgada de la sociedad, de la actualidad, de la formación permanente ya imprescindible para todo, terminará alejándose de los intereses de su marido y eso a la larga pasa factura. Algunas veces tremenda cuenta. Saltan a los medios de comunicación los malos tratos físicos –y sólo algunos-, pero son muchas las mujeres –y también algunos hombres- que padecen a diario el mal trato de la descalificación, de los gritos, del chantaje emocional de…, que se resignan a vivir una vida triste, alejada del amor, asentada en una infelicidad que les parece hasta normal. Son hombres y mujeres fracasados, que han convertido su vida privada en un infierno. Y eso no me parece lo más grave -con serlo- porque si deciden perseverar en esa infelicidad, que con su pan se lo coman. Lo malo, lo verdaderamente grave, es que esa mentalidad, ese modo de vida , sirve de modelo para sus hijos, que repetirán –como algo normal- aquello que han visto en sus padres. Terrible, tremendo vivir así. He conocido, por desgracia, más casos de los que hubiese querido con esas circunstancias y de distintos estamentos sociales, no es sólo cosa de familias desestructuradas, ni mucho menos. Precisamente quienes más aguantan, quienes más tiran por situaciones insostenibles son ciudadanos con cierta relevancia social. Aquellos que construyen su vida de cara al exterior, incapaces de tener vida propia, siempre pendientes de lo que puedan pensar o decir de ellos. Son esas personas que se erigen en valedores de unos valores que exigen a otros y que ellos no tienen. Nada me molesta más que ver cómo quienes se creen por encima del resto critican sin cesar lo que ellos consideran defectos de los demás, aún a costa de vivir un infierno particular. Su infierno, por supuesto, no me importa, pero sí me importa la sociedad que con su actuación –y a través de la educación de sus hijos- construyen. Es triste y lamentable que las consultas de psicólogos y psiquiatras estén llenas de – niegan asistir a ellas- familias que de tal sólo tienen la apariencia, porque por dentro están rotas y algunas veces podridas. Pues sí, yo soy de las que pienso que detrás de un hombre que triunfa hay una mujer inteligente y viceversa. Es muy difícil compartir un proyecto vital con alguien que no está a la altura. Pero sé que rectificar es difícil, es una cuestión de valentía, que pienso los hijos merecen se practique. Aguantar por los hijos, que se decía antes, es precisamente lo que no recomiendan los especialistas. No hace mucho en una tertulia sobre este tema, los psicólogos recomendaban lo contrario: separarse por los hijos. Para que no beban de una fuente contaminada, por mucho que se llame familia, si no hay armonía, si los esposos no miran en la misma dirección, se les está haciendo mucho daño.

DEL HOMENAJE A DANIEL GARCÍA DE LA CUESTA (El Comercio, 18/09/2011)


Daniel García de la Cuesta tiene como «hobby» su trabajo como ordenanza en el Instituto Jovellanos, porque su trabajo, el de verdad, su verdadera pasión, es la recuperación de la tradición asturiana, una labor que ayer vio reconocida con el 'Pegoyu asturianu', que recibió de manos del concejal de Cultura del Ayuntamiento de Gijón, Carlos Rubiera, en el CMI Ateneo de La Calzada, y ante 300 personas que quisieron participar del homenaje de 'Luces de la Ciudad'.
La iniciativa de EL COMERCIO y Canal 10 con la que se rinde tributo a los referentes de la cultura popular pilló por sorpresa al etnógrafo y folclorista gijonés, a quien el reconocimiento le ha hecho volver la vista atrás. A aquellos 17 años -hoy tiene 49- en los que comenzó a interesarse por el patrimonio cultural asturiano.
Por eso, García de la Cuesta -cuya trayectoria fue glosada por el poeta Antonio Merayo y por Gonzalo y Melisa Mieres-, que también es un hombre sobre dos ruedas, recurría a este símil poco antes de recibir también el 'Asturartesanu', la reproducción de un asturiano realizada por la artesana Paloma Goicoechea: «Tardé en entender que me pasase esto, pero luego entendí que es como cuando, en la bici, vas sufriendo, y, de repente, llegas a una curva, miras atrás y te sorprendes con la belleza del paisaje».
Ese paisaje son tres décadas dedicado en cuerpo y alma a lo asturiano, en lo que nada le es ajeno. Y tan pronto se le ha podido ver al frente de una investigación sobre el románico como dando clases de alguno de los instrumentos que domina -del violín a la gaita ravil pasando por el harpa-, formándose con virtuosos de varios países o al frente de las dos bandas de las que forma parte: 'Zapica', especializada en cantares de chigre, y 'De Mandilín', que explora el ámbito céltico.
Ayer, la música volvió a ser protagonista y, junto a las dos formaciones, Mari Luz Cristobal y Horacio Huerta, dos viejos amigos, pusieron la tonada, y el grupo folclórico de Blimea, los bailes tradicionales.
Decenas de amigos no quisieron faltar al reconocimiento a un hombre que, después de todo lo vivido, es optimista: «Al parar y hacer memoria, ves que se hizo mucho. Que hay mucha gente moza dedicada a la música tradicional. En otros sitios, ves que no hay relevo. Aquí sí. Esto no se pierde». Y el concejal Rubiera acabó arrancándose con una habanera de su creación a los sones de 'Zapica'.

viernes, 16 de septiembre de 2011

¿ALGUIEN SE ANIMA A COLABORAR? TODOS HACEMOS FALTA

Han confirmado su colaboración;

-Alberto Estrada ( Cerámica La Guía)

-Paloma Goicoechea (Bricoartesanias)

- Mar Buelga, ilustradora

-Leduína Blanco, pintora

- Jose Antonio Segador, pintor

-Eduardo Goicoechea, pintor

-Rosa Oria, pintora

-Jacoba Landeira, pintora

-Carlota Álvarez, pintora

-Cristina Entrialgo, pintora

- Pilar Fernández-Peña , pintora

-Maria Gloría Garcia, pintora

- Pura Fresno, pintora

- César García Santiago, Editorial La Cruz de Grado

- Toya Cuello Álvarez, pintora

-Marisa Suárez Castañón, pintora

-Nieves Ceñal Suárez, pintora

-Rosa Maria Sánchez Villa, pintora

-Isabel Fernández Rivas, pintora

-Tomás González, pintor

-Beatriz Heres Rodriguez, pintora

Ingreso de donativos Asoc. Gijonesa de Caridad ; nºcta. Bansander 0049-0868-162610616365

Jose Manuel Ostos, Isabel Moro, Miguel Ángel Pérez y Pura Fresno, colaboran en la organización

(está abierta la posibilidad de colaborar con esta iniciativa solidaria; Unidos somos mas fuertes )

información; email- EL COMERCIO gonzalofmieres@gmail.com

"EL CABALLO DE MADERA" CUENTO DE MI AMIGO RAFAEL PARA SU NIETA LUCÍA

Tengo un amigo, de nombre Rafael, que tiene un preciosa nieta -Lucía- a la que le cuenta, eso, cuentos. Un día comprobé que también los escribía -simplemente para guardarlos para la niña, me dijo cuando lo descubrí-, pero la curiosidad puso en funcionamiento todos mis recursos persuasivos -no son muchos, pero de vez en cuando funcionan-, y así conseguí que me enviara uno, el que ahora -sin su permiso- aporto a mi blog. Espero que no se enfade. En el fondo me puede considerar la "editora" particular. Sólo de sus cuentos, por supuesto, porque también escribe otras cosas de más enjundia y altos vuelos. Sé que no lo esperaba y, repito, confío en que no se enfade, entre otras cosas porque preservo su anonimato, aunque -con su autorización- le pondría nombre y apellidos, pero con permiso: de momento no lo tengo.

Nota: El cuento necesita alguna ilustración. Y yo tengo una hermana -que no lo es ni de padre ni de madre, pero como si lo fuera- que es una gran ilustradora. A ver si recoge el guante.

El caballo de madera

Los niños son niños en todas partes, o sea niños, y nuestro protagonista era un niño mas de una época en que no había de casi nada en una España de postguerra y en una Europa en guerra que no permitía por esta y otras razones albergar esperanza alguna de ayuda exterior, y como todos ellos en todas partes, y quizás en todas las épocas, era feliz con una caja de cartón con una cuerda o jugando a la pelota con otros niños del barrio con una portería hecha con dos piedras que entonces eran fáciles de encontrar en la calle, lugar en donde entonces se jugaba sin mayores problemas salvo que viniera el guardia de la porra de turno que entonces había que correr, y usando de instrumento un balón de trapos mas difíciles de encontrar que las piedras porque no estaban los tiempos para tirar nada y de esto sabia mucho nuestro protagonista porque usaba los pantalones mas que remendados de su hermano tres años mayor que su madre había cosido pacientemente quemándose la vista hasta las tantas de la madrugada que a otras horas su jornada laboral con cuatro hijos era intensa y parecía no acabar nunca y era imposible coser y lo hacia, como queda dicho, cuando la prole ya descansaba bien dormidita.

Aquellas mujeres de raza creo que encontraban el descanso en el silencio aunque fuera zurciendo porque no se si he dicho que nuestro amigo además de llamarse Chafi no callaba ni debajo del agua, del agua del Cantábrico que bañaba su Santander natal y nada lejos de la calle en la que vivía llamada del Progreso lo cual auguraba para el un futuro que no se si llegó a cumplirse pero que aun estaba muy lejos a sus cinco años y que tan poco parecía nada descabellado que fuera mejor que su presente salvo porque este niño alegre, listo y travieso, muy travieso, era feliz intuitivamente por el sencillo procedimiento de no pedir mas de lo que la vida le podía dar y no digamos a su familia que si de algo le llenó fue de amor.

Y así pasaban los días para Chafi, nada tristes, entre trastada y trastada, subiendo y bajando las escaleras de los tres pisos con cualquier pretexto para salir a jugar en cuanto veía algún compinche en la calle, a hacer los recados a los que se prestaba voluntario o a acercarse a la taberna en donde los parroquianos le invitaban a aceitunas y el aprendía palabrotas que luego soltaba en casa y debía de tener verdaderas ansias de aprender de todo porque esto le costaba siempre algún azote, nada doloroso por cierto, y sin embargo cada taco nuevo lo repetía con su lengua de trapo sin importarle que su madre entre cazuelas le soltara la mano quizás porque sabia que no podía calentarle mas de lo justo porque lo que no podía soltar era la sartén. Todavía no conocía el propósito de enmienda.

Otra muy interesante ocupación suya era la de entrar a robar manzanas a la huerta del convento vecino, deporte de riesgo que consistía en escalar una verja metálica con agudas agujas en su parte superior, correr mas que los curas, coger las manzanas y escapar sin que le vieran la cara para que no se lo chivatearan a sus padres y contra mas convencido estaba de que no le habían reconocido mas azotes recibía en casa y no tardó en descubrir que la causa era que siempre llevaba la misma ropa.

La última vez que lo hizo, mejor lo intentó, los azotes se redoblaron porque quedó trabado de la culera del pantalón en la verja puntiaguda y hubo que bajarle y zurcir una vez más el único pantalón que afortunadamente hizo de armadura poco resistente que sin embargo evitó una grave herida. Seguro que lo que más le dolió fue el pitorreo que se corrieron sus amiguetes y la pérdida de la jefatura de la pandilla que tardaría bastante en recuperar.

Un día, llevado de su innata curiosidad e inventando no se que causa, salió a investigar al puerto cercano y tuvo mala suerte. Se cayó al agua, lo rescataron unos pescadores de caña y para colmo le atropelló una bicicleta, o al revés, y llegó a casa tarde, calado de agua sucia y lleno de grasa y rasponazos. Los padres preocupados por su extraña ausencia, ropa de repuesto no había y las heridas eran casi lo de menos porque le dolía mas no encontrar una excusa convincente, de hecho no encontraba excusa, y para colmo la madre ya no sujetaba la sartén lo que habitualmente la mantenía las manos ocupadas y estaba cabreada lo cual era un peligro real y mas duro que la caída al agua y ni que decir tiene que la cara de preocupación de sus hermanos no auguraba nada bueno y ayudaba mas bien poco, bueno menos la de la menor de la casa que tenia ojos de bruja como todas las hermanas pequeñas y seguro que pensaba “...te han pillado esta vez y vas a pagar por todas…”.

Quizás papá echara una mano porque en el fondo tenia la misma mirada de pícaro que el chaval y siempre dudaba entre poner freno a las andanzas de su segundo hijo o reírse a carcajadas por poco conveniente que fuera así que se solía quitar de en medio y dejaba estas cosas menudas a la madre alegando lo que los padres de la época alegaban siempre, que eran cosas domesticas y que el ya tenia bastante con su trabajo, pero esta vez también hizo lo de siempre a pesar de las miradas de auxilio Chafi le mandaba.

Para que contar lo que pasó, castigado sin salir más, ir a la escuela acompañado de su hermano, el postre…bueno el postre no se lo quitaron porque en aquella casa nunca hubo. Lo peor quizá fuera que nunca le quitaron desde entonces el ojo de encima y si alguna vez lo hacían solía recibir dos sopapos porque seguro que algo había hecho o lo iba a hacer.

La gota que colmó muchos vasos fue un día que su hermano cometió una trastada, hecho insólito en semejante niño, y nadie creyó que hubiera sido el por lo que Rafael recibió su dosis correspondiente pero aquel día decidió quejarse, no era justo todo aquello así que lloró, mas bien fingió llorar, que no era niño de llorar pero pensó que esta era la única forma de protesta que le quedaba y aun con poca convicción lo hizo ante la rechifla de su hermano algo jesuiton y que ni por lo mas remoto pensó que la respuesta del pequeño seria darle otro par de bofetones bien merecidos. Su hermano, mas bien acusica, lloró desesperadamente para llamar la atención de mamá y con la esperanza de que nuestro protagonista recibiera otra ración de calor pero claro para cuando llegó la madre ya había salido corriendo escaleras abajo a esperar a su padre que algo haría para poner paz. Chafi nunca seria un chivato pero no estaba dispuesto a aguantar más que lo suyo que ya era bastante.

La familia tenia un amigo carpintero de nombre Paco que tenia su taller una calle mas abajo con el que sin duda comentaron las andanzas de este hijo que les volvía locos y un buen día Chafi recibió una propuesta irrechazable: Paco le haría un caballo de madera si en un periodo de tiempo razonable no volvía a decir tacos, ni a liar ninguna ni a sacar de quicio a la maestra que aunque reconocía que era el mejor alumno ya no sabia que hacer para que estuviera quieto y no alborotara la clase.

Nuestro amigo se propuso no perder aquel caballo de ninguna de las maneras y pensó muy seriamente en como ser muy bueno aunque no sabia cómo porque en realidad el ya lo era simplemente no le entendían porque el no veía nada malo en lo que hacia, pero teniendo en cuenta que los mayores son muy raros, y su hermano también, se dijo que haría lo que le dijeran aunque no supiera por qué aquello era mejor que lo que a él se le ocurría que además solía ser genial.

No pasaron muchos días y ya andaba preguntándose cuanto se tardaría en hacer un caballo así que ni corto ni perezoso se fue al taller de Paco a averiguar este extremo que ya tenia ciertas urgencias porque lo de ser bueno era muy aburrido y al menos el caballo le compensaría y tuvo una respuesta convincente: el caballo ya estaba hecho pero el problema era que tenia que crecerle la cola y eso era mas lento así que se fue para casa dispuesto a seguir siendo bueno aunque aburrido no sin antes pasar por un almacén de carreteros que había detrás de su casa y en donde algunos caballos también eran buenos porque parecían aburrirse comiendo algarrobas de un saquito que les colgaba del cuello y en el que sin ningún miedo metió la mano dispuesto a hacer acopio de este manjar caballar por si los de madera también comían de aquello que tener un caballo fuera de madera no era cualquier cosa y había que estar preparado.

Algo no le encajaba porque en su visita a la carpintería no vio ni por asomo nada parecido a un equino salvo algún gato que solo tenia en común con lo que buscaba lo de las cuatro patas así que empezó a maquinar cómo adentrarse en el local sin ser visto y fisgar a placer hasta dar con su apetecible regalo aunque fuera sin cola y la solución estaba clara: entrar por la pequeña gatera después de que Paco se fuera a casa a eso de media tarde, media tarde que no estaba claro cuanto de media tenia porque en su casa sólo papá tenia reloj, un reloj traído de África cuando hizo la “mili” que, por cierto, no sabia lo que era.

Dicho y hecho. Solo había que espiar al carpintero y esperar sin ser visto a que se fuera.

Entrar fue fácil, explorar aquello debió ser como cuando los héroes de los tebeos iban a tierras lejanas porque tras mucho buscar no apareció ni rastro del caballo, se hizo noche y desalentado se dispuso a salir pero sólo se dispuso porque nadie sabe como entró pero lo de salir… Quedó trabado de cintura para abajo, pataleó, tiró para hacia adentro, hacia afuera y… nada. Los nervios se apoderaron de él. Se hizo noche oscura. Comenzó a gritar asustado y al cabo de no se sabe cuanto tiempo pasó un vecino que consiguió sacarle, eso sí, hecho unos zorros.

El hecho no seria necesario publicarlo en la hoja parroquial porque la entrada en su portal con todos los vecinos movilizados para encontrarle y los gritos de la madre al verle no lo harían necesario.

Lleno de arañazos, los pantalones rotos otra vez, que ya no quedaba ni tela por donde zurcir, polvo, virutas y serrín por todo el cuerpo… y lo peor de todo que no había caballo, ni cola, ni nada. Ya no le dolían los azotes, le dolía la primera decepción de su vida.

Chafi, era un niño como son todos los niños en todas partes y en todas las épocas y si no fueran así poca esperanza le quedaría a la Humanidad.

DANIEL GARCÍA DE LA CUESTA


He recibido esta invitación que comparto con todos vosotros, a ver si nos vemos allí, Daniel se merece nuestra compañía.

MAÑANA, SÁBADO, 17 DE SEPTIEMBRE, A LAS 19 HORAS

EN EL

ATENEO DE LA CALZADA

GALA DE ENTREGA

A

Daniel García de la Cuesta

de los premios

"Pegoyu asturiano" y "Asturartesano"

Intervienen:

ZAPICA

folk

De MANDILÍN

folk

MARI LUZ CRISTÓBAL CAUNEDO

Canción asturiana

HORACIO HUERTA

Canción asturiana

GRUPO FOLCLÓRICO "BLIMEA"

(representación)

Director:

SERGIO RODRIGO CATALÁN

Testimonio sobre el homenajeado:

Antonio Merayo

Presentan:

Susana y Melisa Mieres

Dirección:

Gonzalo Mieres

(entrada libre)

miércoles, 14 de septiembre de 2011

ARTÍCULO DE JOSÉ MARCELINO GARCÍA



DOMINGOS POR EL RASTRO
Acariciado ya por el último sol del verano, saboreando un aire tostado, voy hacia el Rastro en esta mañana de domingo. Se ve, deslumbrante, la playa canela de San Lorenzo, con su decoración de casetas de baño, que son como una parada procesional de nazarenos de colores. Y voy entrando en esta romería dominical por uno de los viales de sombra, hecha con copas de tilos, arces y robles de jardín. A este patio redondo, amplio como una pradera, van llegando también los coches y furgonetas destartaladas de los chamarileros, verdaderos cacharros estrellados, una y otra vez, en las cunetas o en los barrancos de la vida. Los puestos se arman bajo doseles de tela blanca o plásticos extensos, y van sacando, al sol, sus prenderías y cachivaches. De un baúl grande, viejo, lleno de arabescos de latón, sale un catalejo de cobre antiguo, largo y hermoso, parecido al de Fermo de Pas, magistral de la catedral de Oviedo, con el que miraba desde la torre a la Regenta. O quizá fuera como el de aquel viejo marino, moreno como una castaña, que llegó un día con su cofre a la posada del Almirante Benbow para hospedarse, y que recorría la bahía y los acantilados de la costa armado de un catalejo. Y un barómetro, ese médico que toma el pulso a la mar, que sabe de ráfagas y brisas, examinador del clima y conocedor de las patologías de las estaciones. Y plegadas sobre sí, un manojo de banderolas, flámulas y gallardetes, todos estrechos y puntiagudos, pintados con los colores de las banderas de Francia, Rusia, España y Portugal. Y un libro con el peaje de los faros y sus tarifas por tonelada al pasar los barcos delante de ellos, con descripción de las tres regiones de brumas que hay en el océano. Y más abajo, en una esquina del fondo, un catavientos, ahora aletargado, pero que con seguridad alertó muchas veces de la llegada de los equinoccios, de los vientos y tempestades del golfo, de las siete cuerdas de la lira de los aires del océano. Me lo compré todo, después del regateo, del tira y afloja, de marchar y volver. Y llevé a casa aquel cofre de altamar, seguramente de un circunnavegante. Como mi padre
(Publicado en el diario El Comercio, 14/o9/2011)

¡MENOS MAL!


Menos mal que he podido pasar unos días en tierras alicantinas. Concretamente en El Albir ( a cuatro kilómetros de Altea). En esa hermosa playa he podido disfrutar de los baños de mar que tanto me gustan. Lo del sol, ya es otro asunto: uno porque dicen que no es bueno exponerse, y otro porque nada me parece más tonto que pasar horas espanzurriada frente al astro.Eso sí, debajo de la sombrilla y con musica o libro es otra cosa muy diferente. De ello disfruté. Fueron pocos días, el puente como quien dice, pero cargué pilas. Este verano tan nefasto que hemos tenido en Gijón me tenía muy cabizbaja. Me quité la espinita.
Pero eso no fue lo mejor. Lo mejor fue la compañía: Pablo. Hemos repetido lo que hacíamos hace treinta años, pero a la inversa. Entonces él, un niño rubio, alegre, charlatán..., hoy un mozarrón de casi dos metros, igual de charlatán -o mejor digo comunicativo- que tenía muy asumido que "llevaba" a su madre. Es decir, en la década de los ochenta yo le cuidaba a él y en el siglo veintiuno es él quien me cuida a mí. Fue entrañable. Hicimos casi las mismas cosas: playa, golf, yo lo llevaba a los mini golf infantiles y él me llevó al mejor campo de golf de la zona; Aqualandia, el parque del agua en el que me traía de cabeza porque no había tobogán o trampolín desde el que no se quisiese tirar,ahora él con gran cariño me decía Ven que aquí no cubre (entrañable); también fuimos a Mundomar, faltaría más con lo que nos gustan los animalitos, la actuación de los delfines, la hora de la comida de los pingüinos... Y tantas y tantas cosas de las que disfruté con mi enano, hoy ya gigante. La vida ha dado la vuelta. Así que ya no me quejo del verano del 2011, al final tuve premio.

domingo, 11 de septiembre de 2011

El martes, día 13 de septiembre, CECILIA QUÍLEZ presentó su libro " Vísteme de largo"


Presentación del libro Vísteme de largo, de Cecilia Quílez

Intervino la propia autora y el también escritor y poeta Julio Obeso
 
Fue el martes, 13 de septiembre de 2011
 
Centro de Cultura Antiguo Instituto
 
GIJÓN

Cecilia Quílez Lucas, Algeciras (Cádiz). Tiene publicados cuatro libros de poemas: La posada del dragón (Ed. Huerga & Fierro) Un mal ácido (Ed. Torremozas), El cuarto día (Ed. Calambur) y Vísteme de largo (Ed. Calambur). Estos títulos han obtenido críticas elogiosas en El Cultural, ABC de las Letras, Diarios de Ávila, Navarra, Granada, Cádiz, Málaga y León, Revista Leer, Mercurio y República de Letras, entre otros.

Ha colaborado en programas de radio y coordinado y dirigido exposiciones de pintura y escultura para instituciones de arte y en los catálogos de éstas.

Tiene relatos y artículos publicados en diversas revistas y publicaciones (Álbum de las Letras, La Cultura de Madrid, Microfisuras, Punto de las Artes, Diario el Mundo, Ágora, Revista de Museología, El invisible anillo, The Children‘s Book of American Birds, O‘Escritor, etc.) e igualmente en webs literarias. También ha participado como ponente en diferentes jornadas sobre literatura y realizado recitales y conferencias nacionales e internacionales, programas de televisión y radio. Ha sido incluida en recopilaciones junto a otros poetas: Entre el clavel y la rosa (Ed. Espasa Calpe), Madrid Capital (Ed. Sial), Madrid: una ciudad muchas voces (Ed.Arteidea), Fuga de la Nada (Bohodón Ediciones), El río de los amigos (Ed. Calambur), Poetas a orillas de Machado (Abada Editores, 2.010) y Mujeres en su tinta (Ed. Atemporia & UNAM).

Algunos de sus poemas han sido traducidos al inglés, italiano, portugués, árabe y holandés.

Vísteme de largo es la apuesta por romper los tópicos, morder el hueso, hilvanar las lágrimas, seducir y crecer, amar y crecer, fracasar y crecer… la vida que transcurre. Si miras a través de las páginas, encontrarás un paisaje en femenino, una visión en la que reconocerte para asumir el propio paso, el torpe tropiezo, la ambición por beberse el ahora y apurar las ganas. Poesía al límite de un latido, justo antes de quedarse sin aliento.

martes, 6 de septiembre de 2011

¡Uf... QUÉ FOTO MÁS ENTRAÑABLE!

Mi hermana, Belén Encinas, que lo es porque desde nuestra infancia estamos juntas y las dos tuvimos fundamentalmente dos padres y dos madres -aunque ahora no nos queden ya más que las madres-, ha colgado en Facebook esta entrañable foto, en la que además de nuestros progenitores están sus amigos que, en cierta manera, por estar muy presentes en nuestra infancia también fueron nuestra familia: Sergio Domingo, Marola, Emilio Palacios, Luis Argüelles, Patricio Adúriz, Luis Aurelio y, por supuesto: Moro y Encinas

lunes, 5 de septiembre de 2011

"LUCIANO CASTAÑÓN: UNA DEUDA", articulo del escritor JOSÉ ANTONIO MASES publicado en el diario El Comercio

Me admiraba yo en cierta ocasión de la parsimonia con que Chano Castañón iba conduciendo su coche, camino de Avilés y con Nieves a su lado, alerta a las eventuales veleidades de los vehículos que venían o iban. Y me resultó llamativo que un hombre habitualmente apresurado en el transitar a pie por las calles de Gijón se dejara llevar, aferrado al volante de su utilitario, de aquella rara imperturbabilidad, ajena a cuanto lance -adelantamientos temerarios, bocinazos estridentes, velocidades desbocadas- sobrevenía en la carretera. Le mostré mi curiosidad, y me respondió: «Voy despacio, porque quiero llegar».
Así, desde el día de 1953 en que regresó al barrio de La Arena -donde nació y murió-, y una vez que hubo relegado profesionalmente el ciclo deportivo que le había vinculado a varios clubes de fútbol, entre ellos, el Sporting y el Cádiz, Castañón, con la tenacidad y el ponderado talante que sabía poner en sus esporádicos desplazamientos por carretera, se propuso aprovechar hasta el último resquicio del tiempo libre que le permitía su cargo de funcionario y, puertas adentro, sin prisa y sin pausa -desde la nutridísima biblioteca de su casa del Muro, asomada al mar que él tanto quería- llevó a cabo una de las más notables tareas bibliográficas que se hayan dado en el Principado del siglo XX. Ha de considerarse, además, que Chano fue capaz de distribuir horas y afinidades en sus rastreos, atisbos y pesquisas por las esquinas de su ciudad -desde la calle Corrida a un pobretón bar de pescadores en Cimadevilla-, fuente de tipos, sesgos y ambientes que fueron proporcionando asunto y color a sus novelas gijonesas, aunque esta circunstancia de ambientación textual se eluda a veces por el autor, partidario de desvanecer deliberadamente toda referencia textual a Gijón, si bien la atmósfera social de la ciudad, su paisaje urbano y entorno campestre, su tipología humana y ciertas particularidades del lenguaje local, e incluso algunas circunstancias históricas un tanto desdibujadas, estén presentes en la obra del novelista y erudito gijonés, quien también supo abrir la mirada a la totalidad del ámbito asturiano, desde un recodo marinero de Lastres o de Ortigueira a la presencia de un hórreo en Sobrefoz o en el paisaje abierto de una majada en Ponga, acaso en compañía de un pastor de cayado y zurrón o de su amigo Nicanor Piñole. En tales ocasiones, y cuaderno de notas a mano, salía Castañón al encuentro de gentes de la mar, a las que iba arrancando nombres de aparejos y prácticas de pesca; de campesinos diestros en las señales de lluvias, lunas y soles, cuyos hábitos les revelaban los secretos de la sazón en simientes, días y laboreo del surco; de pastores experimentados en manejar sus rebaños y sus soledades, y siempre al fondo de tales acercamientos el provechoso testimonio de aquellas gentes del camino entre las que Chano Castañón atisbaba, infatigable, hasta volver a casa con los bolsillos repletos de refranes, cantares, dichos agudos o sentenciosos y curiosidades populares que no tardaban en enriquecer una de aquellos millares de fichas que colmaban los estantes de su biblioteca, adonde también iban a parar, siempre que estuviera justificado su valor de asturianía, desde la hoja volandera que el escritor rescataba de los papeles sobrantes de una imprenta a las noticias, literarias o no, que solían llegarle desde cualquier parte del mundo en la carta de un asturiano exiliado.
El acopio de tan abrumadora información y el manejo que Castañón supo darle, generó una obra tan vasta y tan bien enraizada que no dejó en blanco ni un ápice de todo cuanto pueda interesar al conocimiento de la historia y el alma de Asturias. Galardonado en diversos certámenes regionales y nacionales, abordó con igual solidez los más dispares géneros literarios: narrativa, poesía, teatro, investigación y periodismo. Fue colaborador habitual de diversas publicaciones asturianas y nacionales y, a lo largo de dos décadas, mantuvo en el diario EL COMERCIO la sección 'Arte y Literatura' en la que fue recogiendo rigurosamente el acontecer cultural no sólo de carácter asturiano, sino de ámbito nacional e internacional. Cuando compartí con él, y con Silverio Cañada, la tarea de poner en pie la 'Gran Enciclopedia Asturiana', mi asombro y mi admiración ante su estatura intelectual fueron creciendo día a día al verlo llegar a la redacción trayendo siempre consigo una certera sugerencia y el inexcusable 'papelín' que extraía del bolsillo y donde había anotado unas cuantas palabras nuevas con destino al vocabulario general de la obra que teníamos en marcha.
Sin menoscabo de la devoción y la amplitud de miras con que Castañón trató cualquier elemento, por intrascendente que pudiera parecer, que se relacionara con Asturias y lo asturiano, resulta evidente que su inveterada querencia por Gijón le predispuso a una entrega total y abnegada a su ciudad natal. El gijonesismo de Chano estaba fuera de toda duda. ¿Qué oscuros ardides concurrieron, sin embargo, para que a Castañón se le denegara en su día el merecido título de Cronista de la Villa? Y la muerte le sorprendió herido por aquel desaire. Es hora, pues, de reivindicar su trayectoria, y para ello sólo se precisa reunir los numerosos trabajos que ha dejado dispersos en distintas publicaciones periódicas, a los que deberá sumarse el resto de su obra editada en volumen y la que permanece inédita. La materialización del proyecto repararía, aunque fuera a destiempo, la deuda de honor que con el gran autor mantienen tanto Gijón como el Principado.

JOSÉ ANTONIO MASES, escritor

(Publicado en el diario El Comercio, 5/09/2011)

domingo, 4 de septiembre de 2011

"SOBRE IMBÉCILES Y MALVADOS", artículo de ARTURO PÉREZ-REVERTE publicado en el Magazine Semanal del 29 de agosto de 2011

No quiero, señor presidente, que se quite de en medio sin dedicarle un recuerdo con marca de la casa. En esta España desmemoriada e infeliz estamos acostumbrados a que la gente se vaya de rositas después del estropicio. No es su caso, pues llevan tiempo diciéndole de todo menos guapo. Hasta sus más conspicuos sicarios a sueldo o por la cara, esos golfos oportunistas -gentuza vomitada por la política que ejerce ahora de tertuliana o periodista sin haberse duchado- que babeaban haciéndole succiones entusiastas, dicen si te he visto no me acuerdo mientras acuden, como suelen, en auxilio del vencedor, sea quien sea. Esto de hoy también toca esa tecla, aunque ningún lector habitual lo tomará por lanzada a moro muerto. Si me permite cierta chulería retrospectiva, señor presidente, lo mío es de mucho antes. Ya le llamé imbécil en esta misma página el 23 de diciembre de 2007, en un artículo que terminaba: «Más miedo me da un imbécil que un malvado». Pero tampoco hacía falta ser profeta, oiga. Bastaba con observarle la sonrisa, sabiendo que, con dedicación y ejercicio, un imbécil puede convertirse en el peor de los malvados. Precisamente por imbécil. Agradezco muchos de sus esfuerzos. Casi todas las intenciones y algunos logros me hicieron creer que algo sacaríamos en limpio. Pienso en la ampliación de los derechos sociales, el freno a la mafia conservadora y trincona en materia de educación escolar, los esfuerzos por dignificar el papel social de la mujer y su defensa frente a la violencia machista, la reivindicación de los derechos de los homosexuales o el reconocimiento de la memoria debida a las víctimas de la Guerra Civil. Incluso su campaña para acabar con el terrorismo vasco, señor presidente, merece más elogios de los que dejan oír las protestas de la derecha radical. El problema es que buena parte del trabajo a realizar, que por lo delicado habría correspondido a personas de talla intelectual y solvencia política, lo puso usted, con la ligereza formal que caracterizó sus siete años de gobierno, en manos de una pandilla de irresponsables de ambos sexos: demagogos cantamañanas y frívolas tontas del culo que, como usted mismo, no leyeron un libro jamás. Eso, cuando no en sinvergüenzas que, pese a que su competencia los hacía conscientes de lo real y lo justo, secundaron, sumisos, auténticos disparates. Y así, rodeado de esa corte de esbirros, cobardes y analfabetos, vivió usted su Disneylandia durante dos legislaturas en las que corrompió muchas causas nobles, hizo imposibles otras, y con la soberbia del rey desnudo llegó a creer que la mayor parte de los españoles -y españolas, que añadirían sus Bibianas y sus Leires- somos tan gilipollas como usted. Lo que no le recrimino del todo; pues en las últimas elecciones, con toda España sabiendo lo que ocurría y lo que iba a ocurrir, usted fue reelegido presidente. Por la mitad, supongo, de cada diez de los que hoy hacen cola en las oficinas del paro. Pero no sólo eso, señor presidente. El paso de imbécil a malvado lo dio usted en otros aspectos que en su partido conocen de sobra, aunque hasta hace poco silbaran mirando a otro lado. Sin el menor respeto por la verdad ni la lealtad, usted mintió y traicionó a todos. Empecinado en sus errores, terco en ignorar la realidad, trituró a los críticos y a los sensatos, destrozando un partido imprescindible para España. Y ahora, cuando se va usted a hacer puñetas, deja un Estado desmantelado, indigente, y tal vez en manos de la derecha conservadora para un par de legislaturas. Con monseñor Rouco y la España negra de mantilla, peineta y agua bendita, que tanto nos había costado meter a empujones en el convento, retirando las bolitas de naftalina, radiante, mientras se frota las manos. Ojalá la peña se lo recuerde durante el resto de su vida, si tiene los santos huevos de entrar en un bar a tomar ese café que, estoy seguro, sigue sin tener ni puta idea de lo que vale. Usted, señor presidente, ha convertido la mentira en deber patriótico, comprado a los sindicatos, sobornado con claudicaciones infames al nacionalismo más desvergonzado, envilecido la Justicia, penalizado como delito el uso correcto de la lengua española, envenenado la convivencia al utilizar, a falta de ideología propia, viejos rencores históricos como factor de coherencia interna y propaganda pública. Ha sido un gobernante patético, de asombrosa indigencia cultural, incompetente, traidor y embustero hasta el último minuto; pues hasta en lo de irse o no irse mintió también, como en todo. Ha sido el payaso de Europa y la vergüenza del telediario, haciéndonos sonrojar cada vez que aparecía junto a Sarkozy, Merkel y hasta Berlusconi, que ya es el colmo. Con intérprete de por medio, naturalmente. Ni inglés ha sido capaz de aprender, maldita sea su estampa, en estos siete años.


Arturo Pérez-Reverte (Cartagena, España, noviembre de 1951) se dedica en exclusiva a la literatura, tras vivir 21 años (1973-1994) como reportero de prensa, radio y televisión, cubriendo informativamente los conflictos internacionales en ese periodo. Trabajó doce años como reportero en el diario Pueblo, y nueve en los servicios informativos de Televisión Española (TVE), como especialista en conflictos armados. Como reportero, Arturo Pérez-Reverte ha cubierto, entre otros conflictos, la guerra de Chipre, diversas fases de la guerra del Líbano, la guerra de Eritrea, la campaña de 1975 en el Sahara, la guerra del Sahara, la guerra de las Malvinas, la guerra de El Salvador, la guerra de Nicaragua, la guerra del Chad, la crisis de Libia, las guerrillas del Sudán, la guerra de Mozambique, la guerra de Angola, el golpe de estado de Túnez, etc. Los últimos conflictos que ha vivido son: la revolución de Rumania (1989-90), la guerra de Mozambique (1990), la crisis y guerra del Golfo (1990-91), la guerra de Croacia (1991) y la guerra de Bosnia (1992-93-94). Desde 1991 y, de forma continua, escribe una página de opinión en XLSemanal, suplemento del grupo Correo que se distribuye simultáneamente en 25 diarios españoles, y que se ha convertido en una de las secciones más leídas de la prensa española, superando los 4.500.000 de lectores.
El húsar (1986), El maestro de esgrima (1988), La tabla de Flandes (1990), El club Dumas(1993), La sombra del águila (1993), Territorio comanche (1994), Un asunto de honor (Cachito) (1995), Obra Breve (1995), La piel del tambor (1995), Patente de corso (1998), La carta esférica (2000), Con ánimo de ofender (2001), La Reina del Sur (2002), Cabo Trafalgar (2004), No me cogeréis vivo (2005), El pintor de batallas (2006), Un día de cólera (2007), Ojos azules (2009), Cuando éramos honrados mercenarios (2009) y El Asedio (2010) son títulos que siguen presentes en los estantes de éxitos de las librerías, y consolidan una espectacular carrera literaria más allá de nuestras fronteras, donde ha recibido importantes galardones literarios y se ha traducido a 34 idiomas. Arturo Pérez-Reverte tiene uno de los catálogos vivos más destacados de la literatura actual.
A finales de 1996 aparece la colección Las aventuras del capitán Alatriste, que desde su lanzamiento se convierte en una de las series literarias de mayor éxito. Por ahora consta de los siguientes títulos, que han alcanzado cifras de ventas sin parangón en la edición española: El capitán Alatriste (1996), Limpieza de sangre (1997), El sol de Breda (1998), El oro del rey (2000), El caballero del jubón amarillo (2003) y Corsarios de Levante (2006). Hacía mucho tiempo que en el panorama novelístico no aparecía un personaje, como Diego Alatriste, que los lectores hicieran suyo y cuya continuidad reclaman. Un personaje como Sherlock Holmes, Marlowe, o como Hércules Poirot.
Alatriste encarna a un capitán español de los tercios de Flandes -de hecho no es capitán, pero qué más da-. Una figura humana, con sus grandes virtudes y sus grandes defectos, perfectamente trazada, minuciosamente situada en su tiempo -siglo XVII- y su geografía, rodeada de amigos que han hecho historia, partícipe de las más principales hazañas de su época. Un personaje para siempre.
Arturo Pérez-Reverte ingresó en la Real Academia Española el 12 de junio de 2003, leyendo un discurso titulado El habla de un bravo del siglo XVII.