viernes, 29 de julio de 2011
¡VACACIONES!
lunes, 25 de julio de 2011
LA DECLARACIÓN DE LOS OBISPOS SOBRE EL FINAL DE LA VIDA, artículo del notario ÁNGEL AZNÁREZ (publicado en el diario La Nueva España))
La dificultad para transmitir los valores del cristianismo
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ÁNGEL AZNÁREZ
El último 27 de junio se hizo pública la Declaración de la Comisión Permanente de la Conferencia Episcopal Española sobre el «Proyecto de Ley de los Derechos de la Persona ante el Proceso Final de la Vida». Habiendo leído con reiteración dicha declaración (o documento), siempre en alta voz, su ritmo me recordó al musical del Bolero de Ravel, que empieza con un suave «tempo lento» a base de flautines, sigue en un «crescendo» continuo y acaba en una apoteosis con bombos, platillos y con un tamtan. Delicadamente empieza la declaración episcopal con lo de «contribuir al necesario y pausado debate público» y concluye con un «no» casi total y a todo. Si al documento se añadiera, como epílogo, lo manifestado por el obispo portavoz al presentarlo a los medios de comunicación, entonces el final orquestal sería como si todos los músicos, enloquecidos y en pie, trataran de hacer con su respectivo instrumento el mayor ruido posible. Mucho ruido, mucho.
Surge ya y pronto un asunto trascendente: la dificultad en la comunicación o en la transmisión de lo religioso -de esto, como de casi todo, los que más saben son los judíos-. Este problema, de muchos componentes (sin excluir la soberbia o la falta de humildad), que se está generalizando en la Iglesia universal, se viene desde hace un tiempo manifestando con gravedad en la Iglesia española, con fallos en la transmisión de la fe y del Evangelio, y fallar en esto es fallar en lo esencial. Esto se escribe sabiendo las dificultades de los últimos años, en los que el Gobierno español, de muchos y graves errores, ha montado gigantes rompecabezas, también en lo religioso; pero eso no vale para exculpar, pues la verdadera la excelencia está en las dificultades, no en lo sencillo. Nos encontramos próximos no a un secularismo arrasador, sino a una ruptura cultural, en la que los valores del cristianismo no se transmiten en el proceso de socialización. O sea, en el principio del fin (esto no es desgarro apocalíptico).
Los obispos franceses, a primeros de año, se enfrentaron a una proposición senatorial de legalización de la eutanasia (que no prosperó). El obispo portavoz de la Conferencia francesa, monseñor Podvin, intervino de manera ejemplar, sin griterío ni congestionado, el 27 de enero en el programa «19 heures» de la televisión Public Senat. Esa intervención fue modélica -el vídeo lo pongo a disposición de los lectores que deseen verlo-. Y qué decir del jesuita P. Tommy Scholtès, que fue gran portavoz de la Conferencia Episcopal belga. En Roma siempre se dijo que la finura de los eclesiásticos «fetén» consistía en bostezar sin abrir la boca. Aquí, en las formas y en algún fondo, parece que los de Lefebvre, a gritos, gobiernan en coalición. Ese gran problema de la transmisión de la fe (catequesis en sentido estricto) es responsabilidad en gran medida de los obispos. Lo último escrito sobre esto se puede leer en el libro reciente «¡A causa de Jesús!» (página 367 y siguientes), de Joseph Doré, teólogo y arzobispo emérito de Strasbourg. Incidentalmente señalemos que poco se resolverá con esos cinco paliativos del acicalado arzobispo Rino Fisichella, presidente del Pontificio Consejo para la Nueva Evangelización, tales como abrir tardes y noches las catedrales, rezar vísperas y quemar incienso, mucho incienso.
Es natural que una religión, la cristiana, rechace la eutanasia en cualquiera de sus modalidades, pues la religión, además de lo específicamente religioso, que es estar religado o vinculado a Dios, es portadora de «valores» que constituyen la base o sustrato más profundo de lo humano, necesarios para la integración social -«Vivir es, en el hombre, convivir» (Emilio Lledó)-. Es inconcebible una religión contraria a la vida, que favoreciera el suicidio, que patrocinara el incesto, o el canibalismo, o el odio a los más débiles. Dar a la vida del hombre el estatus de sagrada es una manera muy religiosa de poner muros o barreras contra el homicidio en cualquiera de sus modalidades, sea aborto, eutanasia o asesinato -la cuestión de la religión como causa de guerra (religiosa y/o civil) no la podemos ahora abordar-. Y la religión cristiana en la defensa de aquellos valores es muy radical, desde la defensa de la vida al llamado «mandamiento nuevo», que es una forma extrema e hiperbólica de amor: el amor a los enemigos -«si alguien te golpea en la mejilla derecha, ofrécele también la otra», escribió el evangelista Lucas (6, 27-30).
La argumentación de la declaración de los obispos (contra la eutanasia en cualquiera de sus posibilidades) sobre la dignidad humana y el carácter sagrado de la vida es la tradicional de la antropología y del derecho natural cristianos, y del magisterio pontificio (encíclicas de Juan Pablo II «Redemptor hominis» y «Evangelium vitae»). Apunto a continuación tres cuestiones importantes: a) El constitucionalista italiano Gustavo Zagrebelsky escribe en su libro «Derecho dúctil» (página 67): «Las nociones de dignidad humana y persona humana son nociones que no pertenecen a la tradición del derecho natural racionalista, sino a la del derecho natural cristiano-católico». b) El gran sociólogo de las religiones Émile Durkheim, estudiando el suicidio, descubrió que las tasas de suicidio varían en razón inversa al grado de integración religiosa, y así señaló que los protestantes se suicidan con más frecuencia que los católicos. c) La vinculación de la dignidad humana a la autonomía personal y asegurar que esa dignidad se pierde en casos de extrema dependencia psíquica y física, tal como señalan algunos partidarios de la eutanasia, es dejar indefensas a miles de personas, entre otras, a las que padecen la enfermedad de Alzheimer en su fase más aguda.
Eso es una realidad, y otra es que, a través de la lectura de la Declaración de la Comisión Permanente de los obispos españoles se olvida que lo que el proyecto de ley permite es que el enfermo pueda rechazar intervenciones y tratamientos, con efecto de acortar la vida o ponerla en peligro inminente, sólo si aquel está en situación terminal (enfermedad avanzada, incurable y progresiva, sin posibilidades razonables de respuesta al tratamiento específico, con un pronóstico de vida limitado a semana y meses) o en situación de agonía (fase gradual que precede a la muerte, deterioro físico grave, debilidad extrema, trastornos cognitivos y de consciencia). Y eso está muy cerca de lo que el Catecismo de la Iglesia católica considera legítimo en el número 2278. Catecismo en el que está «el contenido esencial y fundamental de la doctrina católica sobre la fe y la moral» y que con mucha extrañeza los señores obispos españoles ni lo mencionan. Me hubiera gustado leer la exégesis episcopal de ese texto catequético.
Sobre la voluntad del paciente de rechazar intervenciones y tratamientos, la declaración dice que responde a «una concepción de la autonomía de la persona como prácticamente absoluta», y eso no es verdad. Cierto que el «yo» cartesiano y de la Ilustración es de mucho mayor tamaño que el «yo» cristiano-católico, no obstante la creación humana a imagen de Dios y la posterior reencarnación. La radicalidad cristiana se vuelve a manifestar, incluso de forma paradójica: «Quien quiera salvar su vida la perderá, y quien la pierda la conservará». En esa cita evangélica está, según Paul Ricoeur, la desaparición del ego y el desprendimiento de sí (cierto que mucho podríamos debatir sobre esto). No es casualidad que los llamados consejos evangélicos para la vida consagrada -sólo para ella- exijan la pobreza, la castidad (perfecta continencia en el celibato, según el canon 599 del Código de Derecho Canónico) y la obediencia (someter la propia voluntad a la del superior legítimo, según el canon 601). ¡Qué gran tema de teología ese de la «consagración y celibato»! Reconózcase que un «yo o ego» pobre, casto y obediente es un yo pequeñito, empequeñecido, con resultado, a veces, escandaloso. Acaso la verdad del «yo o ego» humano esté en un término medio, entre lo gigante y lo canijo.
Los señores obispos se extrañan que el proyecto de ley «ni siquiera mencione el derecho fundamental de la libertad religiosa». Lo extraño, me parece, sería que la mencionase, pues ese derecho fundamental, tanto en sentido objetivo como subjetivo (derecho), no está lesionado en el proyecto gubernamental. Se comprende la preocupación de los señores obispos por ese derecho, pero hay que aconsejarles que no se obsesionen tanto con él, pues pudiera ser contraproducente. Se les podría recordar que en lo de la libertad religiosa no están para dar muchas lecciones -en España no hay tradición de libertad religiosa precisamente por obispos, por otros obispos en el pasado lejano y reciente- y mencionar los acuerdos internacionales sirve para recordar la dudosa constitucionalidad de los firmados en 1979 entre la Santa Sede y el Estado español -sobre esto escribimos en «Sínodo para el Oriente Medio (II)» el 2 de noviembre de 2010 (Religión Digital.com)-. Mucho podría escribir del artículo 206 de la ley hipotecaria, el de la inscripción de bienes en el Registro de la Propiedad por simple certificación eclesiástica, tan de actualidad.
La frase en cursiva que encabeza este artículo es de José Bergamín, barroco, calderoniano y escritor de «Mangas y capirotes», que está en la página 131 de su Antología (Castalia, 2001) -algún día escribiré de la cena con Bergamín y con Marcial Suárez («Allariz»), el negro de Cela, la noche del 23-F-. El lector/a puede referir la cita a lo que más le apetezca; si lo hiciera pensando en los señores obispos, ha de saber que éstos creen en Dios y que José Bergamín (q.e.p.d.) siempre fue ateo.
(Publicado en La Nueva España 24 de julio de 2011)
sábado, 23 de julio de 2011
LA FOTO QUE YA NO SE REPETIRÁ
viernes, 22 de julio de 2011
PIDO DISCULPAS POR LA CRUELDAD DE ESTAS FOTOS, PERO OS RUEGO LEÁIS TODA LA INFORMACIÓN
Niño malnutrido en un hospital de Mogadiscio, la capital somalí.
Podemos salvar más vidas si actuamos ya. Podemos prevenir que mas niños mueran si ampliamos de forma urgente nuestros esfuerzos en nutrición, acceso a agua potable y salud y llevando estos servicios a la población mas vulnerable de Somalia.Necesitamos llevarles servicios a sus comunidades e intentar impedir que tengan que desplazarse en primer lugar. Esto significa conseguirles servicios de agua, nutrición y salud en sus comunidades antes de que sus únicas opciones sean morir .Esto es más que una crisis alimentaria, es una crisis de supervivencia infantil. Necesitamos asegurarnos de conseguir un paquete básico de salud, agua y saneamiento para los niños sino pueden morir de una combinación de enfermedades y desnutrición.Es la peor crisis de seguridad alimentaria en Áfric
jueves, 21 de julio de 2011
LOS CHIRINGUITOS, artículo de José Marcelino García
A lo largo de la mañana del Rastro, la raza conversacional de hombres y mujeres va y viene, vuelve y va a esta su candela del domingo para tomar cafés largos y silvestres, para darse lumbre unos a otros, para comunicar ventas y tratos, para comprar al niño un churrasco calentito preparado por Dioni, o para estirar, con un chupito de orujo, el instante. Tienen muchas luces estos chiringuitos del Rastro, luces de tómbola y artificio. Y delantales con manchas de churre. Y manos sirviendo cañas y tortilla. Así va la vida del Rastro, estirando el instante, tejiéndose en su pasar, en su ir y venir invernizo, en su huir hacia el verano.
El mediodía es la marea alta de los chiringuitos. La gente, en su entorno, abulta más y, en medio de su humo y su color, se hace una especie de ocio breve de terraza al sol.
La gente va pasando, y uno cree haber encontrado un incunable, otro lleva un marco que dice ser de caoba. Llena de vejez, una mujer arrastra despacio y zigzagueando un carrito cargado de metralla. A casi todo se le ve su falsedad, su cosa deshilachada, a todo su condición de objeto huérfano y desamparado. Fiesta dominical de los objetos, Rastro atestado de nimiedades, de herramientas y cosas de oro falso. Y ahí están los chiringuitos destacando su mayor verdad, su mostrador de ilusión transeúnte, levantados sobre el resplandor pobre de este yacimiento de trapos, alambres, tenedores y cucharas, de libros y pedazos de cosas. Todo extendido a nuestros pies, entre los humos de plancha de los chiringuitos. (Publicado en el diario El Comercio 20/07/2011)
miércoles, 20 de julio de 2011
LA ESQUINA DE MARÍA, artículo del escritor LUIS DÍEZ TEJÓN
María tiene 68 años y seis nietos. Tenía también un piso, con el que avaló en su día la hipoteca de un hijo. El hijo perdió su empleo, no pudo pagar la hipoteca y les quitaron la casa a los dos. Ahora se prostituye para poder vivir. A ocho euros el servicio, que también aquí la competencia es dura y no hay más remedio que hacer rebajas frente a cuerpos más apetecibles y más profesionales. Ella, una mujer de valores tradicionales, dedicada a los suyos y con una vida hasta entonces encuadrada en la bendita normalidad de los pequeños problemas de cada día. Su amor de madre no pudo evitarlo, y su deseo de dar a su hijo una vida al menos como la de ella terminó en la ruina de ambos. Sobre todo, con su vida en ruinas. Una calle céntrica, una esquina cualquiera, soportando todas las miradas que examinan con expresión burlona, acusadora, despectiva o misericordiosa lo único que le queda para vender. Su familia no lo sabe, y quizá esa sea una angustia añadida, la del momento de ver si encuentra comprensión para su humillación. Los ministros europeos salen de otra de sus reuniones hablando de que «la rebaja del 'rating' hace necesaria una reestructuración de la deuda porque la dinámica del mercado va a terminar llevando a un 'default'».
Nadie podía preverlo hace tan sólo unos pocos años, cuando creíamos que una sociedad tan bien fundamentada como la nuestra tiende por su propio impulso a ir hacia adelante. No contábamos con el infinito afán de riqueza de los ricos, la incompetencia de los políticos o la deshumanizada aplicación de las leyes a los débiles. Los culpables no existen; los que sufren sus consecuencias sí, y cada vez en mayor número. El caso de María lo ha publicado la prensa nacional, así que todavía tiene categoría de noticia. Lo triste es pensar que quizá dentro de poco ya deje de serlo.
(Publicado en el diario El Comercio, 20/07/2011)
viernes, 15 de julio de 2011
LOS OLORES DEL CAMPO, artículo de ÁNGEL AZNÁREZ publicado en "LA HORA DE ASTURIAS"
(Artículo de Ángel Aznárez que forma parte de una serie dedicada a la calle Campomanes de Oviedo, donde nació y pasó su infancia este ilustre notario que los gijoneses acogimos con cariño, pese a ser de Oviedo, que no es poco)
Altos y frondosos se erguían dos castaños y un magnolio, que impedían ver la cochera municipal, con entrada por la calle Quintana, en la que destacaba una maquinona, la gran apisonadora, que, como dama lenta y rolliza, la empezaban a calentar a las ocho de la mañana y a las doce, ya caliente, salía majestuosa a apisonar todo lo que se le pusiera por delante. El magnolio, florido en lo más alto de blanco como una madrina de boda, era el arsenal o suministrador de mi flota náutica, que eso eran las hojas (del magnolio) deslizándose en el estanque del Palomar, con mirada atenta de la Virgen de Covadonga, en el Campo de San Francisco. Imaginaba las hojas náuticas como la gran flota del Imperio Británico, que allí competían con la “motora” a pilas de Valentín Cuervas-Mons, primogénito, y con el velero de Pepín, unigénito del dueño de “Casa Veneranda”, junto a San Juan, y de su esposa Azucena. El estanque era inodoro, pues era lugar de muchas metamorfosis, y éstas, introvertidas, no suelen dar olores; lo que un día eran cabezones, al siguiente eran renacuajos; en el Palomar de al lado, entraban unos señores vestidos de normales y salían disfrazados de Robin Hood -eran los guardias del Campo o vallaurones”, así llamados por ocurrencia del concejal Vallaure.
El Bombé olía a plátano de merienda y a onza de chocolate La Cibeles; sólo Pepín merendaba chocolatinas Nestlé suizas y bollos suizos, siendo de igual exquisitez Casa Veneranda que La Suiza, en la calle Jesús, muy adelantadas en delicatessen. La cercana Herradura olía, en fiestas ya con luz y sonido, a sobaco de novio y a sudores de hembra pilinguis (para saber que es eso de pilinguis, puede consultarse el libro de don Pancracio Celdrán); muy cerca estaban los retretes, que empezaron a llamarse “waters”, y muy cerca sigue estando la estatua de San Francisco, cuya capucha recordaba la toca de las monjas Ursulinas de Jesús, antes de colgarlo todo: el cordón morado con borla morada, las ropas exteriores (o hábito) y las otras, las de íntimos contactos. La Rosaleda olía a flores y ambrosías, cortejadas por mariposas, que las niñas en flor asustaban con aspavientos, y que atraían a abejorros muy machos, que hincaban el aguijón en las fragancias genitales de las plantas, que eso eran y siguen siendo las flores.
El belvedere de Neptuno, cerca de Toreno, olía a humanidad de osos, que, muy cerca, allí estaban en pareja -me gusta más lo de humanidad de oso que lo de animalidad de oso, siendo igual de cochinos. Las pesadas y blancas sillas de hierro del paseo de Los Álamos olían, pegajosas, a pinturas y a químicas, todas muy atadas con gruesas cadenas y en hileras, pues, en aquel tiempo, los bandidos robaban sillas y ahora, los bandidos, quieren robar el Campo mismísimo -eso lo escribo porque lo dijo Rivi en La Nueva España; al concejal Rivi, que quiero mucho, creo todo y a pié juntillas por razón de ser y la única, la única, perla roja, muy roja, en el azul oceánico del Oviedin-.
Sentado en una de esas sillas, veía a muchas personas, a muchas. A Sarita Peña, muy niña, bailando el Twist en el portal de su casa en la calle Uría, compartido por los del Centro Asturiano; se veía a un Gendín vendiendo supositorios contra tos ferinas y sarampiones, y sales de frutas Eno; a Navarro, el óptico, que probaba gafas y hacía gratis la graduación de la vista; a López Valdivieso que extendía alfombras en Blanco y Negro con estilo muy de persa o muy de turco. Un Presidente de la Diputación se inclinaba, casi cayendo, por problemas de una pierna larga y de otra corta, al subir los escalones para entrar en el Pasaje. Inés Figaredo, siempre señorita y tiesa, salía de su casa, encima del Cine Aramo, para ir a la misa de siete de la tarde en Las Esclavas, con hábitos de azul cielo y blanco nuboso.
Los clientes del Astoria tenían las caras descompuestas por las compuestas en coctelera, mas tragadas que bebidas (las compuestas y las cocteleras). Dos de los hijos del Gobernador de camisa azul, Marcos Peña y Royo, uno gordo y otro flaco (éste ahora de los del Progreso) paseaban ambos como donceles y entrambos con dos de “la secreta”, en funciones de doncella. Y por allí seguimos en el paseo de Los Alamos oliendo a pinturas paseaba el clero omnipresente; el Arzobispo don Francisco Javier a la cabeza, que ya empezaba a perderla, motorizado en un Mercedes imponente, atrapado en Uría entre los nuevos autobuses Pegaso de la azul empresa Trabanco; el magistral catedralicio, don Eliseo, que era lo que se apellidaba -Gallo, muy gallo-, iba en compañía del cura voceras don Robus (por Robustiano), que tenía licencia de confesión en San Isido-ro El Real, sacramentando en el primer confesionario, a la izquierda entrando en la Igle-sia, cerca de la escalera de caracol de acceso al coro, que apenas se le veías por culpa de la bombilla muy sucia y de la cortina morada que le escondía, muy encogida por lo que oía.
A mí el confesionario que me gustaba y me sigue gustando, por ser muy gótico, era y es el de ”M. Itre. Sr. Penitenciario” (así se anuncia) en la capilla del Santísimo Sacramento en la Catedral. Escribiré ahora, de forma incidental, que en esa Capilla, el pasado sábado 9 de julio de este mismo año, a las once horas y cincuenta minutos, presencié un incidente protagonizado por un guía turístico con pendiente colgando de una oreja, aunque sin peineta. El incidente fue de mucho sigilo, no llegándose a enterar el nuevo Dean (de la Diócesis de León en Oviedo), que allí estaba, junto al altar, poniendo orden en los libros litúrgicos, saliendo y entrando sin parar a la sacristía catedralicia por una puerta como de trampa. Allí, junto al confesionario gótico, recordé a otro deán, a don Rafael Somoano Verdasco, que me puntuó con 10 en el examen de la Reválida de 6º por contestar muy bien, según él, a la pregunta sobre lo “Uno y Trino en el Misterio de la Trinidad Santísima”; igual que don Luis Roca Franquesa me puntuó con otro 10 por comentar muy bien, según él, un soneto de Quevedo. Y don Luis Roca, además de tener una hija, Carmina, muy guapa, que era cortejada en la puerta de su casa en la calle Quintana, sabía mucho de Quevedo, pues hasta llevaba unos lentes quevedos, quevedos como de Quevedo.
Parada prolongada, como de transbordo, hay que hacer en la fuente, que hubo junto al estanque de los patos en el Campo. El olor era de humedades y fríos, deslizándose las aguas por unas rocas más que piedras, que tapizaban unos líquenes verdes y amarillos. Beber en aquella fuente era como de contorsionista: había que agacharse un poco, girar todo lo posible el cuello, y, en esa posición, abrir la boca –cuando ahora veo en los prados a ternerillos mamones chupar de la tetona vacuna, me acuerdo de aquel beber . Más que fuente en realidad era una cueva, que, al contemplarla con ojos infantiles, pensaba: ¡qué error el de la Virgen María, que se apareció en Lourdes y no allí, junto al estanque de los patos! Cuando esto se lo conté al Hermano Hermilo, marista con babero y sin babas, me dio un pellizco, más doloroso que el de monja del Hospicio. Si el Campo de San Francisco fuera hoy como es Lourdes, no hablaríamos de expropiaciones chorizas ni de la proyección internacional de Oviedo, mucho más que la de esa llamada “Fundación Príncipe”, de tanto figurín.
Al atardecer, regresamos por Santa Susana al número 34 de la calle Campomanes. Casi tropezamos con el Marqués de Aledo, que, en un “haiga” azul, venía trasportado desde Madrid para iniciar su temporada de descanso en el mayo ovetense, encontrándose en Bobes, con el que también llegaba en esas fechas, el llamado “Su Excelencia el Jefe del Estado” o Franco. (En la próxima Crónica continuaremos con el Marqués y sus jardines, vistos desde la calle Campomanes.)
P.S.- Telefoneo a mi editor, Vélez, que todo lo ve. Le traslado que don Oscar Cuervo San Román, que es dueño de Casa Lito y Cónsul de Gijón en Oviedo, tal como consta en su tarjeta de visita, nos invita gratis (hay invitaciones carísimas) a comer la especialidad de besugo con fideos, que tanto gusta al Excmo. Sr. Delegado del Gobierno. Aceptada la invitación, me cuenta Vélez que acaba de regresar de una excursión en compañía del común amigo don Ramiro Psicoesteta, y al preguntarle yo si éste corta sus melenas, me dice que no, pues no le cobra por amistad, lo cual le intimida. Tal cosa me parece prodigio de pródigo en una persona, mi editor, tan ahorradora, que es como la Caja de Ahorros de antes. Al preguntarme Vélez si me los corta a mí (los pelos), le digo que pocas veces; pero por otra razón: al ser don Ramiro Psicoesteta, quiere cortarme también la nariz, que, con los años sigue creciendo, a diferencia de otros apéndices que, con los años, siguen encogiéndose.
martes, 12 de julio de 2011
TOMÉ CAFÉ CON...
jueves, 7 de julio de 2011
"GARRAFONES DE CRISTAL", artículo de JOSÉ MARCELINO GARCÍA
Garrafones de aquellos eneros del chicharrón y luna grande, en chigres de muelle con barcos de luz de carburo y mar de ahogados. Garrafones de almacén y sótano, con bombilla pelada y luz como para un crimen. Cuartos de litro rellenados a embudo que abrigaron, con su aspereza de fuego, la pobreza fría de los febreros. Garrafones para un granel de anises y aguardientes con que matar las tristezas inconsolables de marea alta, y las soledades hundidas de las mujeres. Garrafones de tienda/chigre para madrugadas llovedizas llenas de toses y tabaco, con tragos largos servidos hasta el mismo borde de la copa. Garrafones del tiempo de trenes lentos, con rifadores cojos de muleta en el sobaco, en tránsito inestable por el vagón, y de viajeros que se apeaban un instante para tomar, en la cantina, un trago rápido de un aguardiente de caña, en medio de un vapor resollante que salía del vientre negro y caliente de la máquina.
Luego, los garrafones, con lo nuevo que llegó y las gargantas más finas, se fueron haciendo cristalitos de tapia y lámparas para casas de gente progre. Y ahora, en que todo esto parece un llanto, con la que está cayendo, los garrafones se hacen los encontradizos por el Rastro de Gijón como ofreciéndonos una oportunidad para estos tiempos de marcas blancas, de paratas sin ayudas, de crisis y de todo a cien. o así.
lunes, 4 de julio de 2011
ARTÍCULO DE JOSÉ LUIS CAMPAL: "¿HA MUERTO EL COMPROMISO SOCIAL EN LITERATURA?"
1) ¿Ha desaparecido el compromiso social en las letras asturianas del siglo XXI?
2) ¿Tiene lectores la crítica del poder y de sus estragos éticos?
El resultado, exceptuando el escepticismo que atenaza a muchos de los juicios emitidos cuando otean el panorama presente y lo encuentran lleno de quincalla y claudicaciones, mantiene un cierto grado de esperanza, ya que se vindica en dichas opiniones un llamamiento para que las obras literarias no pierdan su entidad como sólido artefacto artístico no perecedero. Los autores nos hablan, sin máscaras, del utilitarismo de lo literario, imbricado en la compleja red social de aciertos, renuncias y necesidades. El orden establecido para dar entrada a sus respuestas se rige por una sola prioridad: la del año de nacimiento.
I. Nel Amaro (1946-2011), escritor y creador conceptual, autor de las novelas en bable: “¡Adiós, Dvorak!” (1990), “L’últimu del pelotón” (1994) o “¡¡¡Falanxista!!!” (1995).
1) Sí, ha desaparecido casi completamente. Ahora esas “cosas” no están bien vistas ni por los mismos escritores, ni tampoco por editores y “críticos”. Queda, como mucho, para el pasado, para la gente aquella del Surdimientu [movimiento de dignificación lingüística surgido en los años finales del franquismo y que reivindicó el cultivo del bable o lengua asturiana para la creación literaria], que no sabía hacer otra cosa que politizarlo todo. Actualmente, el mundo funciona “al dereches” y los escritores están para relatarnos bondades, la belleza de este mundo sin conflictos. Además, en Asturias, sin ir más lejos, no hay problemas “de fondo”, así que todos a trabajar “la forma”.
2) Pienso que esos lectores están repantigados delante de la RTPA (Radio Televisión del Principado de Asturias), la misma que tanto criticaron hace bien poco, disfrutando con las migajas que dejan para la cultura autóctona. Si ya nos dejan jugar en la teletini, ¿para qué queremos más? Hoy, el lector asturiano de la literatura asturiana, apuntado seguramente a varias oenegés, desea un producto bajo en calorías (críticas). Lo que hay, para verlo está. Y diría, además, que es una literatura “clónica”.
II. José Ángel Ordiz Llaneza (1955), narrador en castellano, ha publicado las novelas: “Las muertes de un soñador” (1995), “Buenas noches, Laura” (2006) o “Las luces del puerto” (2010).
1) Desaparecido o no en la literatura asturiana, que en nada se diferencia de otras literaturas, el compromiso social acaba, o tiene su propio origen, donde empiezan los intereses particulares.
2) Pocos que no deseen ese poder siempre parecido. Alcanzarlo, sirviéndose de los estragos éticos, o mantenerlo mediante la refutación de esos desmanes.
III. Fernando Fonseca (1956), novelista, ensayista y dramaturgo, es autor de: “La voz geométrica” (1992), “El mirlo y la boa” (1995), “Pabellón de eternos” (2006) y “Amanece en Praga” (2008).
1) Sospecho que, en cualquier caso, habría que redefinir los contenidos de la entelequia “compromiso social”. A mi entender, la estética es, por sí misma, la ética del arte. He ahí el principal compromiso (a secas). Por otro lado, la literatura actual, asturiana o no, todavía pertenece al siglo XX (y gracias).
2) En todo caso, hablaríamos de lectores con una ambición intelectual más bien adocenada y amnésica, salvo románticas excepciones.
IV. Jesús Aller (1956), narrador y poeta, ha publicado varias entregas, entre ellas las tituladas: “Non serviam” (1987), “Teoría del centro” (1990), “Asia, alma y laberinto” (2002) o “Recuerda” (2004).
1) Me temo que la literatura asturiana no se libra del tsunami posmoderno y consumista que asuela todas las manifestaciones artísticas. Con pocas, aunque valiosas, excepciones, lo predominante ahora es la contemplación maravillada del propio ombligo y un desprecio absoluto por la tragedia del mundo, la realidad de guerra y saqueo que el poder impone en él. Esta ignorancia es lo que se prestigia y aplaude. Alguien que simplemente llame las cosas por su nombre corre el riesgo de no existir en la jungla mercantilizada y cobarde en que han convertido la literatura.
2) Sí que los tiene, aunque no los que serían necesarios para que esa crítica sirviera verdaderamente para algo. Es importante pensar que de la belleza y emoción de lo que escribimos depende que esos lectores sean más cada vez. Quiero decir que la literatura es un arma más para crear esa conciencia necesaria contra la mentira y el sufrimiento evitable de millones de seres inocentes.
V. Xulio Arbesú (1957), escritor en bable, es autor de las novelas: “Potestas” (2003) y “El pisu d’enriba” (2007).
1) Me parece que no. La mayor parte de los escritores asturianos somos gente con mucho sentido del compromiso social. Lo que pasa es que todas las épocas tienen sus manías, sus asignaturas pendientes, su visión de los problemas sociales y de lo que está por solucionar. Puede ser que en lo que llevamos de siglo no aparezca tanto en los textos como en épocas pasadas el asunto de la injusticia social entre ricos y pobres o entre amos y trabajadores; pero hay un tema que está de moda, o, dicho más seriamente, está en el candelero porque es la culminación de un proceso: la igualdad de género. Estoy acordándome ahora de las últimas novelas que leí en asturiano. En una el protagonista era un emigrante fastidiado por esa condición. En otra, había una gente empeñada en ponerle obstáculos a la instalación de un centro comercial en el entorno de una aldea. En mi novela “El pisu d’enriba” quien vea frivolidad por su humor no está atendiendo a los problemas sociales que plantea, uno patente (el ruido de los bares) y otro de fondo (las dificultades de las minorías para hacerse oír). Quiero decir que el compromiso social tiene muchas caras, porque lo social es diverso, complejo, muchas veces contradictorio. Y digo más, que el escritor que escriba con sinceridad, con autenticidad desde sí mismo, ya está cumpliendo su principal cometido social.
2) A mí me da risa algunas veces oír lo malos que son los políticos y el montón de culpas que atesoran, cuando son un calco de la media de la población. Los hay buenos y malos, altos y bajos, como la gente de cualquier calle. Los estragos éticos son como árboles que tienen sus raíces, el tronco, las ramas y las hojas. Los políticos son las hojas, nada más. Hay países africanos donde el estado moderno es poco menos que imposible porque están acostumbrados a la organización tribal y cuando llega un presidente nuevo todos los altos cargos pasan a ser de su tribu o etnia. Nosotros estamos un escalón por encima, no dos. Entonces, ¿qué queremos? La crítica del poder tiene más lectores cuando es demagogia que cuando conlleva autocrítica. Por ejemplo, se habla de la burbuja inmobiliaria española buscando un sistema sencillo de culpas que vayan a parar en colectivos concretos, particularmente el de los políticos. A nadie le interesa reconocer que la inversión por antonomasia del español medio es un piso o un segundo piso o un tercer piso. Y la deuda que tanto distorsiona nuestra economía es en gran medida deuda privada. Con esto no quiero decir que no haya que ser muy serios con la corrupción del poder. Todo lo contrario.
VI. Susana Pérez-Alonso (1958), narradora en castellano, ha publicado, entre otros, los libros: “Mandarina” (2000), “Nada te turbe”, (2002), “La vida es corta, pero ancha” (2005) y “Melania Jacoby” (2010).
1) Sí, ha desaparecido totalmente. Los supuestos intelectuales viven a la sombra del poder y da vergüenza, hay muchos ejemplos de ello.
2) Muchos. La gente cada día busca más críticas y lecturas que partan de opiniones independientes, equivocadamente o no.
VII. Nieves Viesca (1959), poetisa y narradora, es autora de varios libros: “La danza del equilibrio” (1996), “Metamorfosis del sentimiento” (2002) o “Diecinueve o veinte líneas” (2009).
1) Con los instrumentos políticos que en la actualidad se están facilitando hay posibilidades de explorar, a través de la cultura, una búsqueda común hacia inquietudes sociales. La obra de autores como Ángel Guinda o actitudes como la de don Enrique Carballeira (organizador de unas Jornadas en lengua y cultura asturiana en la ciudad de Nueva York) confirman la existencia actual de un compromiso irrenunciable.
2) Para el lector de este nuevo siglo, interactuar con la realidad, tomar conciencia de un espacio que reivindique con objetividad problemáticas del presente y no tanto del futuro, es un pensamiento social en formación. Recuperar la riqueza cultural supone cierta oposición crítica que sólo llega con la lengua que nos define.
VIII. Juanjo Barral (1962), poeta y novelista, es autor de obras como: “Londres” (1992), “Parece mentira” (1999), “Poemas de andar por casa” (2001), “Navajo Bridge” (2007) o “1.028 olas” (2007).
1) Es imposible que desaparezca el compromiso social de la literatura. La persona es anterior al escritor y el compromiso tiene que ver con la responsabilidad, individual y colectiva. Así que mientras haya violencia, injusticia, impunidad... nos seguirá afectando. Y se traslucirá en lo que escribimos.
2) Noam Chomski o Eduardo Galeano tienen millones de lectores, interesados en la capacidad reveladora de la literatura y en el desarrollo de una conciencia crítica.
IX. Neto (1962), escritor gráfico, es autor, entre otras publicaciones, de los libros: “Ente llinies” (2002), “Gladius” (2006) o “Cuentos d’outros sieglos” (2007).
1) No sé si desapareció del todo, pero lo que sí hizo es disminuir. Hay que tener en cuenta que la temática con más compromiso social en la literatura asturiana se dio en el Surdimientu, y ello no era ajeno al momento histórico en que tuvo lugar: los años del tardofranquismo y la transición, un momento en que se estrenaban nuevas libertades y se podían contar cosas antes censuradas. Había entonces más sensibilización. Las temáticas hoy están más abiertas, pero algún rastro de compromiso social creo que sí es posible detectar en algún caso.
2) Bueno, si he de referirme al campo donde desarrollo mi actividad habitual, que es el humor gráfico, y considerando éste un género periodístico y, por tanto, un género literario, tengo que decir que sí, que los humoristas tenemos muchos lectores. Hay que tener en cuenta que el humor gráfico, el dibujo satírico, siempre tiene como punto de mira al poder, la crítica política y la crítica social. El humor, por esencia, va siempre contra el poder. Los humoristas gráficos estamos constantemente criticando a los políticos, a los que gobiernan por tener el poder y a los de la oposición por querer tenerlo. Por otro lado, cuando en la literatura se utiliza el recurso del humor, suele ser para poner en solfa el sistema, la sociedad, el poder... La ironía, los dobles sentidos suelen esconder duros ataques que de otra manera parecerían demasiado directos.
X. Xosé Nel Riesgo (1963), narrador y geógrafo, autor de las novelas en bable: “El cai nunca duerme” (1989), “Parque temáticu” (2005) y “Escrito na ceniza” (2006).
1) Hay una literatura que podríamos llamar “oficial”, afectada por un mal que bien pudiéramos denominar como “síndrome de Arcadia”, y que presenta sus síntomas más evidentes a través de una insistente rotación alrededor de una idealizada falsedad, que nada tiene que ver con la fantasía, proyectando unas imágenes “bajadas” (como archivos de la red) de otras realidades literarias, territoriales y sociales. Ello, socialmente hablando, al menos dentro del espacio residual del asturianismo del siglo XX, tiene unos efectos narcotizantes indiscutibles. Sin embargo, para las cohortes más jóvenes que están arribando a la madurez en este nuevo milenio, conserva una preocupante etiqueta de “fuente” documental para interpretar hasta el pasado de Asturias, lo cual actúa como elemento de distorsión a la hora de entender correctamente, dialécticamente, los orígenes de esto, que acaba por convertirse en una ficción en lugar de una verdad histórica. Con frecuencia podemos escuchar o leer a perfectos indocumentados sobre nuestra Historia referirse “ex ignorantia plena” a épocas pretéritas, desde un supuesto conocimiento empírico que les habrían aportado sus propios escritos, lo que llega muchas veces al delirio. Los autores críticos de verdad son tan pocos, y están tan silenciados por el nanosistema mediático, que no configuran ni movimiento ni grupo. Son individualidades que bastante tienen con llevar a cuestas una suerte de exilio intraprovincial.
2) Yo trasladaría esta cuestión a una encuesta entre lectores, en la que, pongamos por caso, se les planteara nombrar a tres autores críticos con el poder en el siglo XXI, o tres obras, me da igual. Si se la plantea usted, tendrá la respuesta en la mano.
XI. Javier Lasheras (1963), poeta y novelista, ha publicado, entre otros, los siguientes libros: “La paz definitiva de la nada de Martín Huarte” (1999), “El amor inútil” (2004) y “Fundición” (2008).
1) Habría que definir muy bien qué es el compromiso social. Por esto, la respuesta ya está lastrada antes de contestar. Sin embargo, y aun a riesgo de caer en la obviedad, hoy por hoy y en términos generales, el hecho de escribir ya contiene una dosis muy alta de compromiso con la sociedad. Porque pensar, sentarse ante la pantalla o el papel, escribir y luego tratar de que tu trabajo llegue a los lectores ya supone –amén de lo que individualmente suponga para cada escritor– una actitud ante la sociedad y una visión del mundo. Tal vez esto no signifique en sí mismo un compromiso social pleno, pero desde luego es bastante más que no hacerlo.
2) Supongo que sí tiene lectores, como los tiene cualquier otro tema. Lo que no creo que exista en esta crítica del poder (¿qué es el poder? Warren Buffett, George Bush, el barril de petróleo, ZP, los alcaldes de Oviedo y Gijón o los jubilados que juegan al golf en Miami mientras intercambian acciones...) es un debate social inmediato cada vez que aparece un libro –narrativa, poesía o ensayo...–. ¿Por qué? Es muy fácil la respuesta: la literatura no siempre llega a tiempo para responder a los interrogantes que la sociedad y el poder plantean y, cuando lo hace, deja bastante que desear. Para eso podía estar el periodismo, pero ya se sabe que éste ha concluido escandalosa y aburridamente en un cuarto poder, mamporrero del político y del económico. Coda de “El Roto”: Yo creí que era importante tener un estilo hasta que descubrí que lo básico era tener un crítico (“El País”, 14-II-2001).
XII. Jaime Priede (1965), poeta y traductor de Anne Michaels o Raymond Carver; entre su producción figuran los libros: “El coleccionista de tarjetas postales” (2000) y “Dejad que baile el forastero” (2004).
1) En mi opinión, sería necesario revisar ambos conceptos y los conceptos son limitaciones que poco o nada dicen de lo que realmente ocurre. En esta nueva época que tan poco tiene que ver ya con la de la segunda mitad del siglo XX, el compromiso social no creo que pueda responder a las mismas premisas que entonces porque el mundo y nuestra forma de habitarlo es diferente, no sé si mejor o peor. Vivimos en un planeta cyborg que puede resultar más cómodo, más simpático pero también más demoledor. La injusticia social, el abuso de poder y la desigualdad de oportunidades entre los seres humanos (es una abrumadora mayoría la que lo pasa realmente mal) se han convertido en una rutina mediática. Creo que ya no sabemos nada del dolor del otro, precisamente porque se dice y se muestra tanto. El dolor ya no tiene esa agudeza desestabilizante capaz de conmover y agitar las conciencias. Las nuevas formas de relacionarnos entre nosotros lo han situado en otro plano. Esto creo que también es válido para la literatura asturiana, entendiendo por tal concepto la literatura que se escriba desde Asturias.
2) La crítica del poder podría resultar ingenua precisamente por la despersonalización y dispersión del mismo. Tú mismo tienes cierto poder en el momento que tienes la capacidad y oportunidad de plantear públicamente este reportaje. Yo también al contestar lo que me parezca. Nada parecido, desde luego, al poder que sustentan los monopolios y los magnates de la economía. Pero el poder económico, el que mueve hoy el mundo, lo está impregnando todo de una pegajosa capa de salitre que nos ensucia moralmente y nos impide ver la realidad de lo que se va quedando detrás por todos los rincones del mundo. El “estrago ético” de todo esto me parece una de las expresiones más acertadas que he oído en los últimos tiempos. Sí, creo que hay lectores y espectadores para esto último.
XIII. Maxi Rodríguez (1965), dramaturgo, ha estrenado y publicado piezas como: “¡Oé, oé, oé!” (1994), “El color del agua” (1995) o “El lóbulo y las orejas” (1999).
1) No tengo ni conocimientos ni perspectiva para valorar la literatura asturiana en general. Solamente me siento algo cualificado –no demasiado– para opinar sobre nuestra literatura dramática y, en concreto, sobre la práctica escénica del Principado, que es a lo que me vengo dedicando (entre otras cosas) desde hace más de veinte años. Y en este sentido, he de reconocer que la tentación de lo “políticamente correcto” sigue gravitando sobre nosotros quizá por la dependencia económica de la Administración regional y quizá, en gran medida, por lo difícil que nos resulta desprendernos (al menos conscientemente) del rodillo implacable del “pensamiento único”. En cualquier caso, siempre habrá gente –la hay– comprometida con su mirada y ofreciendo, a su manera, un espejo crítico de nuestra sociedad.
2) Creo que sí. A los espectadores (sigo hablando de teatro) les interesan las propuestas críticas con el poder. El espectáculo catártico y transgresor tiene muchos seguidores. Tiene, incluso, lista de espera... Suele agradecerse la actitud de los creadores que pretenden actuar sobre la realidad y humilde, y muchas veces cándidamente, tratan de cambiarla.