¡Grandes
secretos son, Señor, los que vos hacéis y las gentes ignoran!
Lazarillo
Escribí en Secularizaciones y patrimonios eclesiásticos
lo siguiente: “Dos
Instituciones esenciales, la Monarquía y la Iglesia, con privilegios derivados
de la misma persona de Franco, por su voluntad, carecieron de la sabiduría
necesaria para administrarlos con prudencia y con cautela. Lo que hubiese
supuesto una prueba de excelencia, ha resultado catastrófico, pues fueron a por
todas, con resultado ya dramático por el Alea
jacta est (muy interesante lo de la mañana de ayer, 25 de julio de 2020, en
la iglesia de San Martiño Pinario en Santiago de Compostela”. Aclaro que en esa Iglesia, estando en
obras la Catedral compostelana, tuvo lugar el acto tan curioso y simbólico, que
es la Ofrenda al Apóstol Santiago
realizada por el Rey y la contestación por el Arzobispo de la localidad.
Releído lo entrecomillado, resultan
aspectos negativos ciertamente, como la carencia de sabiduría, prudencia, cautela,
y con resultado de catástrofe por ambas Instituciones; mas no hay señales emitidas
al lector que revelen el estado de ánimo o emociones del autor frente a las
patologías institucionales, que pueden ser aquéllas de contento, como frotándose
las manos, por ser antimonárquico o anticatólico, o que pueden ser de lamento, como
pataleando al suelo, por ser monárquico o católico. Y el autor, que no quiere
esconderse ante lo tan grave destacado, desea explicarse acudiendo a la biografía, tan cercana de la biología.
En los años cincuenta del último siglo, me
escondía jugando entre piedras enormes que eran las ruinas de una iglesia imponente,
como una catedral, adjunta al Convento de las Carmelitas Descalzas, sito en la
calle Muñoz Degraín de Oviedo. Aquellas monjas eran enigmáticas, por ellas
mismas, al ser de clausura y/o estar encerradas, y por las piedras que las
rodeaban, que fueron iglesia destruida por la aviación republicana. Aún me
sorprendo del silencio: ni los niños
preguntábamos por la Guerra, jugando entre sus piedras, ni los mayores la
explicaban. Luego vendría una educación en colegio religioso, muy del nacional/catolicismo
y también con muchos silencios. Siguió la “Carrera” y se sucedieron las
diferentes “oposiciones” jurídicas a los diferentes cuerpos (jurídicos), con
desarrollo excelente de esa “potencia del alma” que es la memoria, compañera necesaria
del entendimiento. Todo parecía típico de derechas, pero…
Soy lo que siempre fui, católico/romano y libre; y me resulta difícil explicar tal persistencia de fe, visto lo visto. Si, por el contrario, me explico el no ser monárquico ni de Juan Carlos. La cosa empezó por no haber entendido que una función pública, la de reinar, fuere de herencia, o sea, de genitales y cromosomas, dándome igual lo que sea la reina, plebeya o lo otro. Por eso, en mis escritos y desde siempre, fui muy crítico con la Corona y, precisamente, en Oviedo, lugar muy burgués y de casi todos burgueses. Siempre recordé que los burgueses revolucionarios pretendieron y a veces consiguieron, por envidia (son muy envidiosos), cortar la cabeza a reyes y reinas.
I.-
De la Monarquía: A la luz
de lo expuesto, ya podrá deducir el lector /la lectora mis diferentes emociones,
tan contrapuestas, respecto a lo de la Monarquía y a lo de la Iglesia Católica
en mi artículo anterior. Y hurguemos en los fondos. Miguel Herrero y Rodríguez de Miñón, católico practicante según
confesión a La Vanguardia el 20 de
marzo de 2003, y uno de los siete “padres” o redactores de la Constitución de
1978, escribió un libro El principio
monárquico, que fue editado en 1972 por Cuadernos para el Diálogo. Ese
libro lo tuve que estudiar en un temario de Derecho Público. Comienza el autor
analizando el llamado principio
monárquico, como categoría formal del Derecho Público, en cuanto “decantación
por los juristas universitarios alemanes, que renunciando a su anterior tradición
liberal, militan desde 1872 hasta el final del II Reich y aún después en la escuela apologética monárquica inaugurada
por Fr. Stahl”. El monarca (Mon-Arca) –añade Herrero- es un
órgano del Estado, el órgano de su soberanía, el órgano que sirve de médula a
la red de fuerzas y competencias que constituyen el Estado; un principio
monárquico que es el que está en la Ley Orgánica del Estado de 1967. Y concluye
de manera formidable: “Tal vez a la hora
de recrear en España un Estado nacional como apremiante alternativa a una
regresión sin límites, la mejor esperanza del nacionalismo español –ilustrado,
liberal y democrático- que ya alborea, sea la Corona: representante de la
nación por encima del caos de particularismos y con poderes suficientes para
ponerla en movimiento”.
Eso,
lo del Rey y las Leyes Fundamentales del Régimen, fue voluntad de Franco,
siendo muy interesantes los libros de López Rodó y de Sainz Rodríguez acerca de
cómo llegó don Juan Carlos al Trono, debiendo citarse, para recordar, la Ley de
Franco, la número 62/69 de 22 de julio, en cuyo artículo primero se dispuso: “Al producirse la vacante en la Jefatura
del Estado, se instaurará la Corona en la persona del Príncipe Don Juan Carlos
de Borbón”. Después de eso vendría la
Constitución de 1978 y todo lo demás, repitiéndose hasta la saciedad lo de la
unión por primera vez en la historia entre Monarquía y Democracia en Juan Carlos
1º, y ello desde 1978, repetido con ocasión con del
No es fácil la
comparación entre diferentes tiempos históricos, pero alguna semejanza importante
resulta de la comparación entre la Restauración borbónica de Alfonso XII (1876)
y el período que se inicia en 1978. Guerra Civil como fantasma de ambos
períodos, con una estabilidad política en que la corrupción, a todos los
niveles, fue la protagonista en ambos períodos. Es como si la alternativa en la
Historia de España fuese, o Guerra o corrupción. Pero el cómo llegó al Poder
Alfonso XII nada tiene que ver cómo llegó al Poder Juan Carlos, siendo las
exigencias diferentes.
II.- De la Iglesia: Sorprenden los
privilegios a la Iglesia católica según la legislación hipotecaria española de
los años 1944-1946 que analizamos con detenimiento en anteriores artículos (La desamortización y las inmatriculaciones
(1 y 2), Hechos diferentes sobre un mismo
objeto y Secularizaciones y patrimonios eclesiasticos), y vigentes hasta “ayer”
mismo, año 2013. De ahí el siguiente recordatorio:
a).- Declaración del Jefe del Estado español
en 1946: «El Estado perfecto para nosotros es el Estado católico. No nos
basta que un pueblo sea cristiano para que se cumplan los preceptos de una
moral de este orden: son necesarias las leyes que mantengan el proceso y
corrijan el abuso». Para que fuera así un decreto de la Jefatura del Estado de
1942 nombró procuradores en Cortes a los arzobispos de Sevilla, Toledo,
Granada, Santiago y Burgos, y a los obispos de León y Barcelona.
b).- Texto del Concordato de 1953: “Artículo
II. El Estado español reconoce a la
Iglesia Católica el carácter de sociedad perfecta y le garantiza el libre y
pleno ejercicio de su poder espiritual y de su jurisdicción, así como el libre
y público ejercicio del culto”. Unos meses después de la firma del
Concordato, Pío XII otorgó a Franco la Orden de Cristo. Artículo muy
interesante de Teología Política.
Trascendentes los Concordatos de 1851 y 1953.
c).- Ley de
Principios del Movimiento Nacional (de 17 de mayo de 1958): “La Nación española
considera como timbre de honor el acatamiento a la Ley de Dios, según la
doctrina de la Santa Iglesia Católica, Apostólica y Romana, única verdadera y
fe inseparable de la conciencia nacional, que inspirará su legislación”. Artículo
igualmente muy interesante de Teología Política. En ese mismo año de 1958, el
cardenal de Sevilla, Bueno Monreal, denominó a Franco «la suprema encarnación
de mi Patria, por designio de Dios».
Pues bien, ese es el contexto del que resultaron los
textos hipotecarios de 1944-46, y resulta escandaloso que con esos textos y
contextos se inmatriculasen miles propiedades “hasta ayer mismo” a favor de las
iglesias diocesanas. De ahí el recuerdo…y también de ahí la pena de tantos
católicos, caso de este autor.
Ángel
Aznárez