(7ª Parte y final)
Fue mi propósito escribir seis artículos breves, una media docena como si de huevos en huevera de alambres se tratase, con un propósito infantil o casi bobo, que es lo que ahora mismo se entiende por profesionalidad periodística o por afanes de escritor. No obstante, no ser ni de la una ni lo otro –lo cual deseo dejar muy claro para evitar confusiones- pretendí llevar la contraria al periodista o escritor que escribió en su día, a propósito de Cela, lo siguiente, que creo haberlo ya contado: “Una regla no escrita advierte de que todo escritor, por muy célebre que sea, sufre un eclipse pasado un tiempo desde su muerte”.
Y es que hay reglas para todo, como saben las damas jóvenes, que son impepinables, muy regulares y periódicas. Pues no, la excelencia literaria de Camilo, a mi juicio, no debe permitir tanto luto y que pase el tiempo, que todo, lo físico y hasta lo psíquico, hace estéril.
Tan tranquilo estaba con la ya media docena de breves “articulitos”, “celianos” que no celíacos, que, de repente, tuve un problema, y para resolverlo acudí a Petrarca. Aclaro que mis problemas, casi todos, los suelo resolver siempre de la misma manera: acudiendo a las soluciones florentinas, de los tres florentinos por mucha coincidencia: Dante, Maquiavelo y Petrarca. Y unas veces, directamente, acudo a ellos, en su primitiva lengua toscana, y otras, indirectamente, a través de especialistas.
Y a mi juicio el mejor especialista de Petrarca es el filólogo e historiador, don Francisco Rico, gran aficionado a casi todo, que, además de ser Rico de apellido, también lo es en verdad, pues su culta esposa, catalana, cobra del Consejo de Estado por ser filósofa. Rico es catedrático emérito de Literaturas Hispánicas Medievales y pronunció, hace ya décadas, una excepcional contestación al discurso de ingreso, en la Real Academia de la Lengua, del escritor ya fallecido, Javier Marías (esa contestación magnífica, en la Real Academiza de la Lengua española, aún se puede ver y escuchar en YouTube).
Desde que comprobé el trabajo de Rico, en cuanto director de la Edición del Instituto Cervantes del Don Quijote de la Mancha, soy uno de sus forofos. Y resuelto mi problema con el libro de Petrarca, de él, de Rico, encontré en mi Biblioteca otro libro suyo, titulado Los discursos del gusto, muy bien editado por Ediciones Destino, Colección Imago Mundi, 2003, conteniendo hasta Ilustraciones del gran dibujante, pintor de fama, Eduardo Arroyo, que en paz descanse.
En ese libro, el de Los Discursos, que son “notas sobre clásicos y contemporáneos”, del filólogo e historiador castellano afincado en Cataluña, Rico, muy heterogéneas aquéllas, hay una anotación, al estilo de los romanos epigramas, como los de Marcial, no en prosa, sino en verso. Se dedica a Camilo José Cela, que, por su importancia, el epigrama, se copia íntegro a continuación, y que figura en la página 244, titulado Epitafio “Ex abrupto” para C.J.C´., que merece meditación:
De mal genio vaporoso,
Con pronto genital,
Fuiste, sin falta, genial
Y, mil veces, generoso.
Puedes marcharte orgulloso,
De haber ahormado a tu hechura
La literatura pura
Con las mugres de posguerra,
Leve te sea la tierra,
Piadosa la sepultura.
Y que sean las lectoras y los lectores, tan ingeniosos, los que lo expliquen, que yo callo por momentos, pues diseccionar un epigrama es como diseccionar una rana: se mata al animalito en el proceso de la disección.
A lo anterior contado de Petrarca y de Rico, para justificar este añadido, la 7ª parte, se ha de completar con la lectura, la semana última, del libro Ensayo sobre el humor literario, editado por Pretextos, siendo su autor quien se llama y apellida de manera un tanto ambigua, pues puede ser muy humorística o escasa: Pedro Charro. Se escribe mucho en el libro de Wenceslao Fernández Flórez, al que aquí, en esta Voz de Ortigueira,dedicamos varios artículos. Acaso, si don Wenceslao, tan lapidario y desde su tumba, en el Cementerio coruñés de San Amaro, nos autorizase, repetiríamos artículos.
Adherido al texto, en el libro, al humor se atribuyen maravillas como las siguientes: “Capacidad de hacernos ver lo oculto, desnudar lo solemne y señalar lo falso”. Por eso, revolví, una vez más, en Madera de boj de Camilo J. Cela, y recordé, gracias a ello, las dichosas tijeras a las que ya mencioné en anterior parte, escribiendo: “Poniendo una tijera abierta y un plato de sal gorda sobre un cadáver se evita que se le hinche el vientre”.
Y como las tristezas no han de ser totales, Camilo J. Cela nos cuenta las siguientes maravillas de Florinda, no Florentina que es nombre de sastra: “Escabechaba perdices con mucha maestría, codornices, sardinas, atún, también tenía buena mano para la empanada de xoubas y el hojaldre relleno de cabello de ángel”.
C.J.C., para más humor, en Memorias, entendimientos y voluntades, de 1993, obra de muchas verdades y de muchas mentiras, al escribir de don Tomás, que fue director general de Propaganda del Régimen, cuenta que era tan bajito que los periodistas, en vez de llamarle don Tomás, le llamaban don Tomenos.
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