Dedicar tardes a pasear y aprovechar para visitar librerías, muy recomendado antes de que desaparezcan y tomando notas de las últimas novedades, huérfanas del negocio mercantil que rigen los suplementos culturales de los periódicos de papel, puede ser de gusto u ocio como privilegio de otro tiempo. Y de satisfacción tanto si lo visitado son librerías laicas, de saberes infinitos, como las llamadas “diocesanas”, de muchas estampas y calendarios litúrgicos, y de saberes más infinitos y omnipotentes. En una diocesana, en una esquina del palacio episcopal, miré un libro de la BAC, titulado Al atardecer de la vida, y al ver que estaba escrito por Monseñor Ricardo Blázquez, interesándome el índice y pudiendo pagar el libro (27 euros), lo compré.
No sé bien lo que es una corazonada; acaso sea como un pálpito muscular y no visceral, normal siendo cardíaco; mas no estoy muy convencido, pues la cabeza, la que piensa, piensa a base de pensamientos serenos y de corazonadas arbitrarias muchas veces. El caso es que, sin conocer personalmente a don Ricardo, desde que fue nombrado Obispo de Bilbao me interesó mucho y, en consecuencia, lo observé y analicé como con lupa para mejor ver. Le consideré, por la corazonada dicha, de ser persona frágil, dubitativa, gobernado por la duda, de tendencias melancólicas, con horror al debate y polémicas, hombre de patientia y doctrina, de dar varias vueltas y revueltas a las cuestiones antes de decidir, lo cual me parece más interesante que los clérigos guerreros, peleones, carlistones, cerbatanas o trabucaires.
Cuando camina don Ricardo revela su mentalidad, pues pisa con delicadeza el suelo, como de huevos apretados, y pretende no ensuciar la suela de los zapatos con yemas o claras. La última vez que le vi caminar así fue en el último mes de julio, con ocasión de la toma de posesión de Monseñor Jesús Fernández, obispo de Astorga, bajando don Ricardo, solo y a pie, desde la plaza del Seminario (Inmaculada Concepción) a la catedral de la capital maragata. Meses más tarde, en el año pasado, me crucé con él en Zamora y en León.
El 19 de diciembre de 2020, don Luis Angel de Lasheras, en su homilía de inicio del Ministerio episcopal, en León, dio la clave sobre Monseñor Blázquez, al decir literalmente: “Don Ricardo Blázquez dice que a veces tiene la sensación, cuando está de pié, que se le puede caer la mitra, por eso, no la lleva cuando está hablando de pie”. Y es que esa idea de que se le puede caer la mitra a don Ricardo se corresponde exactamente con la corazonada antes dicha, y es expresión de un carácter o forma de ser. Por otra parte, es verdad que hay repetidas referencias en el libro Atardecer de la vida a los “atardeceres evangélicos” en el Nuevo Testamento, como se señala en la página 14 de la Presentación, pero también que el “atardecer de la vida”, de esa “mirada al pasado o hacia atrás”, tiene mucho de melancólica despedida, de lamento y pena por estar en la cercanía de los ochenta años y flaco, bajo rigurosa dieta.
¡Qué mejor oportunidad vital, enorme, en los atardeceres de Valladolid, durante la Semana Santa, que comer torrijas de albaricoque en la Confitería Cubero, cerca de la Catedral! Ya es mérito que los años a unos flaqueen, como a don Ricardo, y que por atiborrase a torrijas nada ha de pasar ni siquiera dormirse, como en 2015 en la querida “Ponti” (Salamanca), para asombro del canonista y catarroso obispo don Carlos López.
Al Atardecer de la vida es interesante y recomendable, compuesto de una Presentación, 21 capítulos y un apéndice final sobre Vida y ministerio pastoral de Mons. Blázquez, pero más lo sería si del libro salieran chispas como para un incendio, lo cual es muy gustoso a los numerosos lectores pirómanos; pero no, todo muy medido por don Ricardo, para no hacer daño: ni a Cristo, ni a la Virgen María, ni a la Iglesia, ni a los difuntos, ni a los peregrinos jacobeos, ni a la teología pastoral ni académica, ni al cardenal Rouco Valera, compañero de Facultad pontificia, Obispado de Santiago y contrincante perdedor en la Conferencia episcopal.
De entrada, me interesaron el capítulo 6 Recordando tiempos de Salamanca y el capítulo 21 Ministerio episcopal en cuatro diócesis, luego también a mí, ambos, me supieron a poco.
1).- Profesor en Salamanca:
Quien fue Profesor, Decano y Gran Canciller de la Universidad Pontificia de Salamanca mucho debería de haber explicado sobre lo que en esa Universidad ocurrió en los años sesenta y siguientes del pasado siglo XX, durante el Concilio y después del Concilio. Es cierto que a Salamanca llegó Don Ricardo en el post Concilio, en el año 1974, pero en ese año y los posteriores quedaban aún las importantes sacudidas, que fueron de tal magnitud que el entonces Obispo de Salamanca, don Mauro Rubio Repullés admirado amigo y obispo de Salamanca en el año 1964, jubilado en 1995 y fallecido en el año 2000), tuvo que renunciar a seguir siendo Gran Canciller, pasando a serlo el Arzobispo de Madrid, el cardenal Tarancón. Se rompió la norma tradicional de que el máximo cargo en una Universidad de la Iglesia fuere el Obispo diocesano, y ello para satisfacción, también, de algunos Predicadores (dominicos) de San Esteban, que a don Mauro “traían a mal traer”.
Y sigue, sigue y sigue, sin escribirse y conocerse la importante Historia, para España y para la Iglesia española, que tuvo la Universidad Pontifica de Salamanca; para lo bueno -la excelencia canonista y teológica- y también para lo malo, con enormes disputas. Y ello en un tiempo en el que en el diario francés Le monde, tan de moda entonces, se publicaban páginas enteras sobre Conversión ou Revolution y La crise de l´Eglise romaine.
Confieso que me han parecido de poco interés las referencias a la Universidad Pontificia y escasas las referencias al canonista don Mariano Sanz González, canonista segoviano. El que fue Rector de la Iglesia Española de Monserrat y Santiago en Roma hasta 2010, el asturiano P. González Novalín, ya fallecido, contó más cosas y de mayor interés.
Y es como si supiera a poco.
2).- Obispo de Bilbao, el número cinco:
Son muy interesantes y de lectura muy recomendada los discursos de Monseñor Blázquez de toma de posesión y de despedida del Obispado (auxiliar) de Santiago de Compostela, de los obispados de Palencia y Bilbao y del Arzobispado de Valladolid. Me han interesado las reflexiones de don Ricardo sobre el Obispado de Bilbao durante quince años (de 1995 a 2010), pero vuelvo a experimentar una decepción. Quien tuvo que aguantar que allá en el año en 1995, un jerarca del PNV, hoy convertido en polvo y sepultado, hablara de “un tal Blázquez”, nada cuenta sobre aquellos tiempos de plomo, de ETA y de connivencia con el clero católico y nacionalista, siendo él el Obispo, y hoy de actualidad por el Vaticano.
En la página 360 y siguientes figura el texto de la Homilía de despedida de la Diócesis de Bilbao, en la que dijo: “La reflexión teológico pastoral me ha ocupado mucho tiempo; no me ha sido fácil discernir algunas cuestiones pastorales, por ejemplo, la llamada veritas sacramenti, la presidencia por parte del obispo de la eucaristía en todos los funerales de víctimas del terrorismo…”. ¿Basta el silencio?
Y durante cinco años tuvo Monseñor Blázquez a José María Setién como compañero, siendo obispo de San Sebastián el último, que tuvo que renunciar en el año 2000 por imposición del sector más tradicionalista del clero y de la política española, influyente en el Pontificado de San Juan Pablo II, aunque al parecer, según Bárcenas, cobraban sobres en negro también los del “humanismo cristiano”. Oficialmente la causa de la renuncia de Setién fue una enfermedad cardíaca, de la que pronto se debió recuperar, pues falleció, emérito naturalmente, en el año 2018. Tampoco de eso, nada cuenta Monseñor Blázquez.
Y es como si supiera a poco.
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