sábado, 31 de marzo de 2012

BAUTIZO FUTBOLERO

Aunque parezca increíble he ido por primera vez al Molinón. Lo pasé muy bien, probablemente por la compañía: un joven treinta años más joven que yo. Desgraciadamente perdimos, y probablemente -según  mi acompañante- he visto el último de los partidos del Sporting en primera. ¡Qué se le va a hacer! Nunca pensé verme en el Molinón: no soy futbolera. Pero mira por donde puede que me aficione. Desconocía que algo tan sencillo como un balón pudiera aglutinar tanta gente: lleno total. Más de treinta mil ciudadanos de todas las edades entregados a su equipo. De "crisis", ni rastro. Por cierto,  los chicos unos "mataos", que decimos en Asturias. No dieron ni una y  era previsible por  cómo jugaron, perder. El ambiente de fiesta inicial fue virando hacia el cabreo. Sí, he dicho cabreo. Los comentarios, no los repito. Más vale, por aquello del respeto. Haré una excepción con el  reiterativo de mi vecino del asiento de atrás, que era, por otra parte la generalidad: "Cab..., que soy unos cab..., sacái a los guajes de la cantera que seguro lo faen mejor que vosotros. Ca... mecago en... que ellos parecen 20 y vosotros paecéis dos( eso se lo decía a  su propio equipo, tela cuando los destinatarios eran los contrarios). Árbrito, hijo de... que esi hijo de... pegói un emburrión a...". Con disimulo miré hacia atrás por ver la pinta del individuo: un tío normal. Pero bueno, supongo que no hay que darle demasiada importancia, al menos nadie se la daba, así que no voy a ser yo quien censure. Eso sí, si vuelvo, procuraré que sea a la tribuna de autoridades, más que nada por ver cómo se comportan. 



jueves, 29 de marzo de 2012





Doy fe que no cambié la contraseña, pero los "blogs que sigo"... se han esfumado. Dice Pablo que algo habré hecho.   De eso no tengo la menor duda, pero no soy capaz de recuperarlos. Continúo  intentándolo. No obstante, hoy la tecnología no me es favorable: mi ipod ha muerto esta mañana. Eso sí que es grave, sin música estoy perdida. Y ahí   no he tocado nada. Sin duda destilo energía negativa.

lunes, 26 de marzo de 2012

SIN ORDEN Y EN DESCONCIERTO

Hemos perdido las elecciones. ¿Que no? De acuerdo, empiezo de nuevo: hemos ganado las elecciones. ¡Ya!, que tampoco. Pues a ver, que alguien ponga un poco de orden a este mi desconcierto. En Andalucía gana el PP y no podrá gobernar. En Asturias al PSOE le sucede lo mismo: gana y tampoco podrá gobernar. Y ahora opino yo: una vez más todos hemos perdido. Enhorabuena señores del PSOE, señores del PP, se han lucido. Los españoles estamos desconcertados, han aniquilado todos nuestros idearios políticos: el que más y el que menos apuntaba  a izquierda, a derecha, o al centro, que lo mismo da. Ahora alguien que fue de izquierdas de toda la vida vota a la derecha, y viceversa. Pena dan las tertulias que proliferan en los medios de comunicación –muchas de ellas tratando de adoctrinarnos- en las que se reparten a un lado de la mesa la derecha y al otro la izquierda, esgrimiendo argumentos para tontos. Y mucha más pena dan –me dan- quienes salen a la calle abanderados por unos sindicatos que dicen defender los derechos de los trabajadores y que el próximo día 29 nos llevarán a la huelga. No dejo de preguntarme, ¿para qué? Por qué razón los obreros que la secunden van a dejar de cobrar un día de su menguado salario para hacerles la corte a unos individuos que hace menos de un año entraban en el Palacio de la  Moncloa como Pedro por su casa a negociar. ¿A negociar, qué? No lo hicieron entonces y no lo harán ahora. No nos engañemos, suficiente es que nos tomen el pelo y no podamos hacer nada para evitarlo. Como dice el título, estoy escribiendo en desconcierto, así que nadie espere que diga nada de provecho, ni tan siquiera que lo exprese con la corrección literaria que sería exigible a cualquier texto que se publique. Pero no puedo guardarme la rabia de sentirme manipulada por unos individuos que no han hecho nada diferente a chuparnos la sangre, que vivieron y viven precisamente de quienes el día 29 irán –obligados muchos- a la huelga: obreros en paro, padres y madres de familia con hijos sin trabajo, deudores de hipotecas a punto de verse en la calle, jóvenes que no encuentran ninguna salida laboral, y un largo etcétera de afectados por la puñetera crisis. Pero, ¿alguien piensa que después de la huelga mejorará su situación? No, seguro que no. Los medios de comunicación darán cifras, porcentajes de participación, cuatro exaltados armarán alguna y, al día siguiente, a trabajar de nuevo quien tenga la suerte de hacerlo. El resto, como  la película de Fernando León,  los lunes al sol. 




Entre los sueños rotos -que nada tienen que ver  con las elecciones de las que hablo, por supuesto- que voy acumulando en el alma, las lamentaciones de amigos que están en crisis, lo olvidada que me tienen algunas personas, otras a las que quiero olvidar y no lo consigo, el trabajo que me cae cada mañana como una losa -por razones que no diré aquí-, y algunas cosillas más de salud, pues no sé muy bien qué hacer con mi vida. Pero como soy persona que siempre busca soluciones, aunque algunas no se tengan de pié, como la que sigue, esta mañana he decidido tomar una medida paliativa: CULTIVAR LA AFECTIVIDAD. 
Y aquí estoy, sembrando en el más humilde de los espacios. Espero que la semilla germine. Germinará, lo sé, porque vosotros, mis amigos virtuales, estáis ahí. Es lo que  me queda. Ya os contaré si nacen margaritas o lágrimas. Lágrimas de la Virgen, que decía mi abuela, allium triquetrum para un botánico. 

Por cierto, echarle un vistazo a ESTUDIO DE ARTE YUSTE, que acabo de incluir entre los blogs que sigo. Merece la pena.

lunes, 19 de marzo de 2012

"35 AÑOS SIN JOSÉ AVELINO MORO", ARTÍCULO DE JOSÉ L. CAMPAL Y AURORA SÁNCHEZ


(Artículo exclusivo para el blog Las mil caras de mi ciudad)

El año en el que España celebraba, tras la larga noche de la dictadura, sus primeras elecciones democráticas a Cortes y el mismo año en el que el diario decano de Asturias, El Comercio, cumplía su siglo de vida, desaparecía uno de los más importantes representantes del asturianismo cabal, de ese amor a las raíces que huye del empingorotamiento y se hunde hasta las cachas en el lenguaje franco y lógico del pueblo soberano. El martes 15 de noviembre de 1977 moría a los 49 años de edad el periodista y escritor JOSÉ AVELINO MORO FERNÁNDEZ, nacido en Infiesto en 1928 pero gijonés de cabeza a pies desde su infancia, dejando una estela de profesionalidad, afecto y cortesía que haría decir a La Nueva España que era «hombre cordial, servicial y con inquietudes artísticas que supo ganarse las simpatías de muchos sectores gijoneses».
José Avelino Moro fue una persona activa y comprometida con su época y con el desarrollo sociocultural de su entorno. Al conocerse la noticia de su fallecimiento, le presentaron sus respetos numerosas instituciones de la ciudad: Museo del Pueblo de Asturias, Coro Asturiano de La Calzada, Club Hípico Astur, Real Sporting de Gijón (el miércoles 16 se guardó en El Molinón un minuto de silencio en su memoria en el partido de Copa del Rey que enfrentó al Sporting con el Tudelano y que se saldó con un 5-1 a favor del equipo local), Unión Ciclista Gijonesa, Cooperativa de Aguas de San Martín de Huerces, Cooperativa de Viviendas de Nuestra Señora de Loreto, Centro Gallego de Gijón (Moro había prestado su concurso para que pudiera adquirir nuevo local), Delegación Provincial de Unicef, Antiguos Alumnos de don Joaquín Martínez Blanco, etc. Y, por supuesto, sus compañeros de la redacción de El Comercio y sus amigos del bar Casa Paulino. Al multitudinario funeral que se celebró el día 16, a la una de la tarde, en la iglesia de San Lorenzo, y previo al entierro en el cementerio de Porceyo, donde reposan sus restos, asistió una nutrida comitiva del mundo político, judicial, deportivo, artístico y periodístico asturiano.
"MORO A LA VUELTA"
Escritor englobado en la segunda promoción de posguerra, firmó en su periódico secciones leidísimas como “Carta a Pepín el concejal” (1966-1972), “Del coleccionismo gijonés” (1971-1972), las andanzas de sus personajes de ficción Tadeo y Balba, o las relacionadas con la información deportiva (ciclismo y fútbol coparon, prioritariamente, sus predilecciones); fruto de tal devoción sería su Historia sucinta del Real Sporting de Gijón (Imp. La Industria, 1972, 158 páginas), que antes que en formato de libro salió por entregas en la prensa. Además, Moro donó material impreso a la Hemeroteca que Luis Adaro formó en la Cámara de Comercio gijonesa; fue el responsable, según ha relatado J. Fuertes, de bautizar al protagonista de la tira cómica de Olmo como Pepín de Celes. A esto habría que añadir su implicación pionera en la puesta en marcha de la gran institución recuperadora de la rica cultura regional, ya que, como escribió en 1976 Carmen Díaz Castañón, «estamos ante un hombre muy preocupado por todo lo astur, promotor del museo etnográfico del Pueblo de Asturias, defensor de los hórreos, ferviente conservador de todas las tradiciones». Propietario, como nos indica la Gran Enciclopedia Asturiana, de una «exhaustiva colección documental sobre el hórreo», sus afanes proteccionistas e indagadores en el pasado y las tradiciones vernáculas fueron recompensados con su elección como miembro correspondiente del Instituto de Estudios Asturianos en 1971. Tres años antes, el investigador asturianista Luis Argüelles escribió que Moro era «gran asturianista, dominador con gran donaire del dialecto bable», al que se debe la creación de «un neologismo, carísimo para todo el nacido en esta región, el verbo asturianear, que encierra en su concepto un sinfín de actividades nobles en pro de Asturias».
Portada de QUINCE HISTORIES DE BALBA (Biblioteca de Asturias)
Moro nos ha legado una ingente cantidad de crónicas y reportajes periodísticos, pero ello no debe hacer olvidar sus principales aportaciones, como digno y aplicado discípulo de Adeflor: dos libritos de 37 páginas cada uno que editó El Comercio e imprimió La Industria en 1969 y 1970 y que tituló Quince histories de Tadeo y Quince histories de Balba, respectivamente. En los mismos, recrea vivaces estampas del discurrir cotidiano, animadas humoradas costumbristas que sacan punta a las situaciones más festivas y debajo de cuya socarrona ironía asoma una irrefrenable voluntad de examinar y condenar tenuemente la corrupción de ciertas conductas. Moro hace patria de su asturianía, la cual no choca jamás con su españolidad, incluso en el colofón del libro, pues en Quince histories de Balba se lee que terminó de hacerse «siendo la Era Astúrica MMVIII y años del nacimiento de Cristo MCMLXX en el día de Santiago Apóstol, patrón de España».
Portada de QUINCE HISTORIES DE TADEO (Biblioteca de Asturias)
Las Quince histories de Tadeo vivieron primero en las columnas de El Comercio, donde se insertaron entre el 12 de junio y el 4 de julio de 1968. Son sus títulos los siguientes: “La ciudá de Miranda”, “La toma de contactu”, “Non diga mentires, don Pablo”, “Usté ye de los míos”, “Los güevos y la gallina”, “A taconazu llimpiu”, “Del munchu tapar a...”, “En sin pegar güeyu”, “Qué pena, doña Consuelo”, “La caleya sin salida”, “Vaya un remediu, fía”, “Vieni a vete, Balba”, “Un buen remediu”, “Mañana vo celebralo” y “Tá la tormenta enriba”. Por su lado, las Quince histories de Balba las recogió el mismo diario entre los días 3 y 26 del mes de junio de 1969 y fueron éstas: “Que non s’entere la Virxina”, “P’el mediu y p’el delanteru”, “La xente del pueblu”, “P’antigua, abasto yo”, “Visita a les buates”, “Co la rodiella al pescuezu”, “Agárrame, o tírome al mar”, “Y... tou a media lluz”, “Eso paezme un mazcaritu”, “En mío pueblu llámense arrugues”, “Una mazcá a tiempu”, “Tate quietu, magüetu”, “Un quexíu a tiempu”, “El paisano de la bona paga” y “Lo del raposu yera mentira”.
Las historias de Tadeo y Balba dispusieron de dos presentadores de campanillas. El prólogo de Quince histories de Tadeo lo rubrica Luis Argüelles, primer director del Museo del Pueblo de Asturias, el cual recuerda que es obra «corta pero larga en gracia y picaresca», en la que «a los no avisados les parecerá historia inverosímil, pero ha de advertirse que a través del montaje literario hay mucho de verdad; hasta me atrevería a decir que todo es verdad». El anfitrión que se buscó Quince histories de Balba no tenía menos quilates: Emilio Palacios, el dramaturgo exiliado de Lenguateres y Bartuelu va pa l’Habana. Palacios se extiende así sobre las andanzas de Balba: «No comprendería a Balba sin el bable; porque el bable –¡ay, falar melgueru!– lo dice todo. Y hasta juraría que Balba y Tadeo son tal para cual, algo así como prototipos que el ingenio zumbón de José Avelino Moro quiso –porque sí o porque le vino en real gana– plantarnos ante las narices para que nos enteremos de que las tradiciones no mueren y que siempre alientan en las gentes sencillas que vieron la luz primera en una quintana a la que arrulla el rumor de los maizales. Estas quince historias son como quince estampas del trasfondo astur. Floridas de inocencia. En áspero batallar contra usos y costumbres que no son nuestros por ser de todos».
A modo de epílogo se incluyen dos composiciones poéticas, una de Luis Aurelio en Quince histories de Balba y otra de quien fuera el último cronista oficial de Gijón, Patricio Adúriz, en Quince histories de Tadeo, que le brinda un soneto que reza así:

Como hermanos que emprenden la andadura
por la Asturias del roble y el castaño,
tal parecen brotar de un mismo caño
pincel, inspiración y travesura.

Es el bable feliz apoyatura
que trasiega al presente ecos de antaño
con murmurios de esquilas en rebaño
y decires de rústica textura.

Mar y cumbre. Quintanas. Maizales.
Por el cielo saetas de pardales
que burilan lo azul con su aleteo.

Y en el surco, sudando su destino,
encallece la mano un campesino
a quien Moro historió como Tadeo.

Acerca de estas dos entregas bablistas de José Avelino Moro nos habla Begoña Díaz González en la Historia de la lliteratura asturiana (pp. 394-395) que dio a luz la Academia de la Llingua Asturiana en 2002. Sobre Quince histories de Tadeo apunta: «Tadeo ye un personaxe tratáu con tenrura pol autor. A pesar de les situaciones gracioses nes que se mueve, ye intelixente y présta-y pola vida conocer xente, ye una persona abierta. Hai un ciertu conteníu social, porque fala de los aviones del añu 36, del abusu de poder de los conceyales de Xixón, de l’autoridá del guardia que toma por desobediencia cualquier enquívocu. Apaecen igualmente referencies a lo distinto de les costumes ente la vida llabradora y la urbana». En lo que concierne a Quince histories de Balba, escribe esto otro sobre las peripecias de la protagonista, esposa de Tadeo: «Ye una muyer intelixente ya independiente y, cola sida de los díes que pasa en Xixón, lo que se fai ye una crítica de la perda de les costumes asturianes, del afán de la xente por ser igual que tol mundu, que ye causa de que s’escaezan los rasgos d’identidá».
Primera de las historias de Balba (imagen, Biblioteca  de Asturias)

Ambos cuadernos, además, resultan perfectos y primorosos álbumes del estado actual, a finales de los 60, de la actividad ilustradora, ya que cada historia va acompañada de una pieza gráfica debida a firmas de distinta categoría. La portada de Quince histories de Tadeo es nada menos que de Nicanor Piñole y la de Quince histories de Balba de Marola. En Quince histories de Tadeo colaboran con dibujos alusivos a los minicuentos de Moro, artistas como: Lara, Marola, Niembro, Magín Berenguer, Nani Magdaleno, Emilio Vera, R. Crespo Joglar, F. Wes, Antonio Mendibil, Elías Díaz, Adolfo Gustavo Pérez, Luis Argüelles, Juanjo, Agustín Coletes y Alfonso, quien suministra dos trabajos. En Quince histories de Balba intervienen con sus instantáneas en tinta china: Florentino Soria, Fernando, J. L. Iglesias, Manés F. Moliner, José Luis Suárez Torga, Jesús Ángel García, Manuel Luis Martínez, M. Rea, Prida, J. Magdalena, José Manuel Fueyo, M. Merás, Carlos Roces y Enguix.
Moro afrontó largo tiempo la enfermedad que padecía, como subrayó al día siguiente de su muerte quien fuera su director, Francisco Carantoña: «Le vi luchar durante años y años manteniendo, con un esfuerzo que obligadamente tenía que ser heroico, una impresionante apariencia de normalidad cuando el mal que ahora le ha llevado a la tumba comenzó a minar su cuerpo sin doblegar su espíritu. Todavía hace una semana trabajaba con normalidad, como si la dolencia implacable que sufría no tuviese ya ganada la batalla. Más allá de su diligencia, de su brillantez o de su inquietud, José Avelino Moro nos deja a todos los que trabajamos con él una impresionante lección de entereza».
El año de su muerte José Avelino Moro publicó varios artículos en su periódico (uno de ellos puede verse en una de las imágenes que ilustran este artículo).
Una de las últimas colaboraciones de J.A. Moro en "EL COMERCIO", el mismo mes de su muerte

 Queremos rescatar ahora el que al principio de enero dedicó al pintor Nicanor Piñole en su nonagésimo noveno cumpleaños:

Moro, Alfonso Iglesias, Piñole y Marola (foto Encinas)
Ayer cumplió noventa y nueve años don Nicanor Piñole. La importante efemérides fue celebrada en casa del ilustre pintor, donde el matrimonio Piñole recibió el afecto de un grupo de amigos íntimos que una vez más estuvieron al lado del maestro para testimoniarle su admiración.
En los prolegómenos del ágape que fue servido se entregaron a don Nicanor varios presentes. Una hermosa pipa de cerámica holandesa hizo a don Nicanor pasar unos momentos llenos de satisfacción. En cuanto la pipa estuvo en sus manos dijo que quería probarla para saber cómo tiraba. Enriqueta, que atiende a su marido en todos estos pequeños detalles que tanto pueden contribuir a hacerle feliz, buscó tabaco y a los cinco minutos ya estaba el maestro fumando tan campante.
Un monumental pavo, criado en la finca que el matrimonio Piñole tiene en Cabueñes, exprofeso para este día, presidía, junto con una tarta de dos pisos con noventa y nueve velas, la mesa en torno a la que se fueron sentando la veintena de personas que asistieron al acto.
Entre los asistentes se encontrada don Francisco Serrano Castilla, delegado provincial del Ministerio de Información y Turismo. Estaba también el reverendo padre Pablo, sacerdote oficiante en la ceremonia de boda de don Nicanor Piñole con doña Enriqueta Ceñal, así como varios amigos que sin duda eran una digna representación de esa extensa élite que sienten afecto por el gran maestro que entra en la antesala de cumplir cien años, conservando una más que aceptable vitalidad, hecho que quedó reflejado ayer a lo largo de esta fiesta íntima.
Don Nicanor sigue con buen apetito. Precisamente cuando le estábamos preguntando por su estado nos mostró un chorizo a la sidra que estaba comiendo.
–Esto indica que, por lo menos, de estómago estoy bien, nos respondió don Nicanor.
Así fue, a grandes rasgos, cómo el ilustre y laureado pintor gijonés celebró su noventa y nueve cumpleaños. Al dar cuenta de tan importante efemérides aprovechamos la ocasión para enviar la más efusiva felicitación a don Nicanor Piñole, felicitación que hacemos extensiva a su esposa.

Fernando Adaro descubriendo la placa en la Casa de los Valdés
José Avelino Moro sería homenajeado el 11 de diciembre de 1977 en el Museo del Pueblo de Asturias, donde tras una misa cantada por el cuarteto del maestro Guridi, se descubrió una placa con su nombre en la sala de cerámica de la Casa de los Valdés. Después, silencio.
Así llegamos al final de este grano de arena particular en la reivindicación de un hombre que pervivirá en sus escritos, como les sucede siempre a los autores de valía. Y el día de su onomástica, no podemos por menos de lamentar que, durante las tres décadas largas que hace ya que falta José Avelino Moro Fernández, la sociedad astur, poco civilizada a la hora de reconocer deudas y otorgar laureles, se haya mostrado más madrastra que madre con la labor del artífice de Balba y Tadeo. ¿Cuánto más continuaremos sangrando por esta llaga imperdonable?

Belén Encinas ha rescatado del archivo de su padre esta foto que me regaló. Mejor ocasión que ésta para publicarla no la habrá. 
En ella: Moro (primero por la izquierda), Lucía (primera periodista de "El Comercio"), y ya sin orden, porque algunas caras no las reconozco: Carantoña, Mauro Muñiz, Arturo Arias, Tomás Montero Entrialgo, Vegafer...
Se trataba de un almuerzo de hermandad de los empleados de "El Comercio". ¿El año? No lo puedo precisar, pero mil novecientos sesenta y muy poco.


miércoles, 14 de marzo de 2012

EL SUICIDIO DE AMINA

¿Alguien mencionó la palabra miedo, tal vez terror...?
El pasado sábado, Amina, una joven marroquí de 16 años se suicidó en Larache -al norte de Marruecos- ingiriendo un bote de matarratas. La noticia nos la facilitó hoy la televisión  entre otras muchas de distinto interés informativo: los políticos, la economía, el fútbol... Para empezar, la "noticia", ya está desfasada -ha sucedido hace  cinco días- y para terminar, el interés es muy dudoso. Estamos muy curtidos en tragedias servidas a la carta como para detenernos en esta. Yo lo he hecho. Para decir la verdad es lo único que me quedó de todo lo que parlotearon. Si Amina no fuese marroquí, si lo que a ella le sucedió hubiese pasado en nuestro país estarían corriendo ríos de tinta. ¿Qué fue? Lo explico: A Amina la violaron, la violó un tal Mustafá -nombre corriente- y su padres la obligaron,  sí así como escribo: la obligaron a casarse con su violador para salvaguardar la honra de la familia. ¿? Para quedar a cuadros, que dicen en el  mercado de mi humilde barrio. El código penal marroquí exime al violador siempre que acepte casarse con su víctima. Y Mustafá, antes que ir a la cárcel -yo no lo mandaría a tal, directamente le cortaría los huevos (eso también lo dicen en mi barrio, que nadie se asuste, jerga popular), pues se casó con  Amina. Y la niña, que en realidad eso era aún, presa del pánico, Dios sabe con qué miedos en el cuerpo y en el alma, no encontró nada mejor para salir de su infierno que echar mano del único medio a su alcance:  matarratas. Supongo que habrá muerto con terribles dolores físicos, pero no comparables a los que tenía en su alma. Y ahí termina la historia de Amina, noticia de un telediario, ¡quién se lo iba a decir! Y nosotros tan tranquilos, para qué inmutarnos para qué movernos. Lo más doloroso de todo es que cuando aparecen en la televisión unos "pringaos" manifestándose por los Derechos Humanos nos echamos encima de ellos llamándolos vagos, revolucionarios, antisistema... Da que pensar, que nadie haga nada, da que pensar.

viernes, 9 de marzo de 2012

"AIRES NUEVOS PARA EL ESTUDIO DEL HÓRREO", ARTÍCULO DE JOSÉ LUIS CAMPAL




«Supra terram granaria» fue la denominación empleada, allá por el siglo I antes de Cristo, por el polígrafo romano Marco Terencio Varrón para identificar los hórreos y cabazos, los graneros aéreos que proliferaban por los valles y montañas septentrionales y que tanto llamaron en su día la atención de las legiones invasoras. Y, en homenaje a ese célebre erudito al que debemos algunos de los más antiguos tratados agrarios, es también como Javier Fernández-Catuxo García ha bautizado su libro sobre las peculiares construcciones que, desde tiempo inmemorial, ornan nuestro territorio: Supra Terram Granaria. Hórreos, cabazos y otros graneros en el límite de Asturias y Galicia, recientemente editado por la Red de Museos Etnográficos de Asturias y el Museo del Pueblo de Asturias dentro de su colección «Serie mayor», en la que hace el n.º 3.
Hórreo de Illano (Fotografía de J. F.-Catuxo)
Javier Fernández-Catuxo García es doctor en Ciencias Geológicas por la Universidad de Oviedo y ha orientado profesionalmente su labor hacia la minería del oro, primero, y al campo de la maquinaria ferroviaria, en la actualidad. En su haber constan, además del libro que ahora sale a la luz, dos publicaciones previas. El investigador se define como «un amante del Occidente», un hombre «medio tapiego y medio figuerense, porque mi padre era de Tapia y mi madre de Figueras», por lo que «soy incapaz de declararme de un único lugar». Asegura el autor que su «interés por los hórreos viene de mi infancia en una casa de labranza, de mi pasión por todos los aspectos relativos a la vida tradicional en el campo».
La magna tarea puesta en práctica por Fernández-Catuxo a lo largo de una década de indesmayable perseverancia ha sido valorada por los prologuistas del libro, dos veteranos etnógrafos como Juaco López y Armando Graña, como «la labor minuciosa de un científico que, a partir de unas hipótesis y un método de trabajo muy meditado, se lanza al campo a estudiar cientos de construcciones, pertrechado de cuaderno, cámara fotográfica, cinta métrica, brújula, etc.».
Construcción de Vilarín de Piorno, San Martín de Oscos (Fotografía de J. F.-Catuxo) 
La novedad del enfoque que ahora sale al encuentro del gran público reside en que el experto no se centra en las áreas desarrolladas por los trabajos clásicos del tema (descripción de las partes del hórreo, historia y motivos decorativos) sino, como él mismo explica, en otras menos conocidas como sus «relaciones con el medio natural». En el funcionamiento de hórreos y cabazos influyen, según Fernández-Catuxo, tanto su arquitectura (materiales, estructura) y geometría (tamaño y forma) como la ubicación, orientación y distribución geográfica. Por vez primera se adentra este especialista en la funcionalidad de los graneros, mediante la medición de algunas magnitudes que intervienen en el proceso de secado, cuales son, por ejemplo, la temperatura, presión y grado de humedad.
A través de las 264 páginas de gran formato y exquisita presentación de este Supra Terram Granaria (2011), el autor organiza los contenidos en cuatro grandes bloques y un nutrido número de apartados y subdivisiones que aligeran sobremanera la lectura, facilitando un seguimiento ordenado de las líneas de estudio; los capitulillos vienen precedidos, generalmente, de unas citas literarias de neto sabor popular sobre las materias que alberga el hórreo, tales como romances, aforismos, habaneras, adivinanzas y coplas picardiosas («Val más panoyín panoyete / que panoyón y vete», «¡Qué bien parez el maíz / esbilladín y enristráu, / como l’oru amarillín / de les paneres colgáu!», «Mas quisiera, morena, / dormir contigo / que tener la panera / llena de trigo»), además de fragmentos de tratadistas españoles (fray Toribio de Santo Tomás, Rodríguez Marín) y foráneos (G. Schulz, E. Hawke Locker) en prosa y verso («Daquil perdido Edén soio me queda, / na néboa da memoria, un hórreo», escribe el gran Celso Emilio Ferreiro). Asimismo, Fernández-Catuxo hace gala de una prosa científica pero inteligible reforzada por la inestimable y abundante apoyatura visual de fotografías, gráficos, tablas, mapas, diagramas y planos que concretizan de forma palmaria las explicaciones textuales; no falta tampoco obra plástica (óleos, dibujos y acuarelas) de asunto horrístico.
Se ocupa el autor de tres tipos de graneros (de secado, de uso mixto y de almacenaje), abarcando tanto los construidos en piedra o madera como los que comparten ambos materiales y que, afirma Fernández-Catuxo, en su mayoría se confunden con grandes cabazos «aunque realmente poseen características específicas diferentes», y se han visto perjudicados porque «su relativa menor antigüedad los hace menos atractivos para estudiar su evolución histórica o etnográfica». A esta tipología suma otras clases asociadas: «Habitáculos de secado añadidos a las viviendas o integrados en ella», «cabazos con estructuras singulares», «graneros de almacenaje sobre cepas», «hórreos especiales con doble viga», asociaciones de hórreo y cabazo o panera y cabazo, «panera y hórreo con cubierta de paja» y «cabazo de piedra y cabazo de piedra y madera».
Cabazo de Lourido, Taramundi (Fotografía de J. F.-Catuxo) 
Uno de los objetivos del proyecto de Fernández-Catuxo fue la realización de un censo de edificios existentes en la zona fronteriza entre Asturias y Galicia, y a este respecto los resultados son inmejorables, ya que documenta que hay 2.169 graneros de almacenaje (hórreos y paneras de tipo asturiano), 400 graneros de uso mixto y unos dos millares de graneros de secado (cabazos de tipo gallego). En total, entre existentes y desaparecidos (ha registrado los que ya no están en pie pero permanecen en la memoria viva de la colectividad), al investigador le salen más de 5.000 construcciones diseminadas entre el occidente astur y el oriente lucense. Ello ha sido posible porque ha elaborado un método de estudio y lo ha seguido de manera sistemática, rastreando la zona seleccionada al completo y no ciñéndose exclusivamente a la observación de los ejemplares de más fácil acceso. Fernández-Catuxo ha logrado definir los límites, hacia el Este, de los hórreos de tipo gallego en sus diferentes variedades, así como certificar la existencia de hórreos de tipo asturiano en la zona occidental de Asturias (Castropol, Vegadeo). Y por si fuera poco, lleva a cabo uno de los primeros y pormenorizados análisis de los cabazos, describiendo sus modalidades, disposición interna y detalles constructivos.
Esta obra de Javier Fernández-Catuxo, que confiamos en que no sea una pieza aislada en sus afanes indagatorios, habrá de marcar un punto y aparte, una inflexión necesaria en la manera de abordar la cuestión etnográfica, al incidir en aspectos sobre los que hasta la fecha no se había reparado. Como señalan los prologuistas del libro, el responsable de esta monografía demuestra con ella «los profundos conocimientos del medio natural que tenían sus constructores y la racionalidad de estas construcciones, así como la belleza de sus proporciones y la inteligencia para buscar soluciones a situaciones complejas».
El hórreo y su resonante caja de misterios nunca dejarán de sorprendernos y obligarnos a un remozamiento de nuestras más arraigadas convicciones y convenciones.
(Artículo en exclusiva para el blog Las mil caras de mi ciudad)

lunes, 5 de marzo de 2012

"LOS NIÑOS DEL AIRE", artículo de JOSÉ ANTONIO MASES publicado en el diario "EL COMERCIO"


                                 
    LOS NIÑOS DEL AIRE
Cada día se nos muere un árbol, un pez, una flor, un manantial... Y, ahora, los gorriones, un motivo más para que los siete mil millones de individuos que poblamos el planeta nos quedemos un poco más solos 
Los gorriones son los niños del aire, la chiquillería de los arrabales, plazas y plazuelas del espacio. Son el pueblo pobre, la masa trabajadora que ha de resolver a diario de un modo heroico el problema de la existencia. Su lucha por existir en la luz, por llenar de píos y revuelos el silencio torvo del mundo, es una lucha alegre, decidida, irrenunciable. Ellos llegan, por conquistar la migaja de pan necesaria, a lugares donde ningún otro pájaro llega. Se les ve en los rincones más apartados. Se les oye en todas partes. Corren todos los riesgos y peligros con la gracia y la seguridad que su infancia perpetua les ha dado».
Así dijo un día Miguel Hernández, el poeta que llevaba en el corazón la belleza y el amor -así como el dolor- de todas las cosas vivas, y esas palabras me vienen a la memoria después de haberme enterado de que la de los gorriones comunes es otra especie más que se suma a la lista de los animales en peligro de extinción. Hasta ayer mismo estaba yo en la creencia de que la voz de alarma clamaba por especies de más relevancia, como el oso pardo, el urogallo o el lince ibérico. Pero nunca llegué a sospechar que el dramático aviso fuera a concernir a los gorriones, las aves menos favorecidas de estampa, las más humildes en comportamiento y las menos afortunadas en facultad canora. Todos conocemos de cerca la figura del gorrión: plumaje de color gris sucio, casi inadvertido entre el color de la tierra, el tronco del árbol o el achocolatado de la teja bajo la que esconde su nido, hecho de crines, hierbas y musgo. Es pájaro que hemos visto muchas veces en el espacio abierto de la campiña, sobrevolando los árboles de un parque urbano o abalanzándose en tropel sobre un sembradío. Y todos nosotros hemos asistido más de una vez a los inusitados despliegues de una bandada de gorriones, pues es sabido que estas aves son valedoras de un señalado espíritu gregario a la hora de zafarse de una amenaza o de avecinarse a un lugar que brinde alimento. Desde la ventanilla de un tren o en ocasión de nuestra presencia real en el campo, todos nosotros hemos sigo testigos de la disciplina y el empeño con que se maneja en el aire la multitud de gorriones que busca lugar más provechoso, y a todos nos ha llamado la atención, si pusimos en la mirada ese rasgo de ternura de que son capaces los poetas, la silueta de ese gorrión solitario que camina a saltitos, picoteando en el suelo, la nerviosa mirada en constante acecho, acaso todo ello en un esfuerzo, a veces inútil, por llevarse al buche deseoso el botín de un insecto minúsculo, una araña aturdida o un pellizco de fruta.
Y ahora se nos pone sobre aviso: los gorriones se van a la eternidad. Aducen los expertos en la materia que, entre otros motivos, al ave le han surgido varios enemigos implacables: el despoblamiento del ámbito rural, con el consiguiente abandono de los sembrados; el emponzoñamiento del aire, la limpieza de las zonas urbanas, que conlleva escasez de desperdicios, y el incremento de zonas de alta concentración de ondas electromagnéticas.
Vamos quedando solos. Y no cesa el maltrato a la tierra en que vivimos. Tan vergonzantemente solitarios nos estamos haciendo, que hasta el humilde gorrión -enamorador de los poetas, aunque ninguno alabe su deslucido porte y sus escasas dotes de cantor- está en vísperas de ausencia definitiva, después de tantos siglos de vida y de haber hecho buenas amistades entre los cultivadores de la literatura. Aparte de las palabras que les dedicara el poeta pastor de Orihuela, los hermanos gorriones, que diría San Francisco, son aves cantadas en la 'Rosa hiperbólica' de Valle Inclán, en el popular soneto de Claudio Rodríguez, en el 'Libro de los gorriones' de Bécquer o en el 'Platero' de Juan Ramón, que así habla de ellos: «Viajan sin dinero y sin maletas; mudan de casa cuando se les antoja; presumen un arroyo, presienten una fronda, y sólo tienen que abrir sus alas para conseguir la felicidad; no saben de lunes ni de sábados; se bañan en todas partes, a cada momento, aman el amor sin nombre, la amada universal». Pero, entre tanto requiebro, poco importa ya la singular apreciación de Plinio el Viejo. Sostenía el sabio latino que los gorriones machos muestran una vehemente inclinación a la lascivia, y que la voluptuosa propensión les acarrea una muerte prematura, mientras las hembras, tan bien cortejadas, son las que viven más.
Quedamos más solos que nunca. Cada día se nos muere un árbol, un pez, una flor, un manantial... Y, ahora, los gorriones, un motivo más para que los siete mil millones de individuos que poblamos el planeta nos quedemos un poco más solos. Eso lo sabe muy bien el científico estadounidense James Hansen, incansable guerrero en el siniestro campo de batalla del cambio climático.
La suerte está echada; pero, aun desesperanzado, quiero ver, en los gorriones que sobreviven, aquellos niños del aire que imaginaba Miguel Hernández. Y, cuando uno de ellos se decida a tomar tierra y rondar la mesa de la terraza donde me sirven la merienda, burlaré la mirada reprensora del camarero y, como en una ceremonia de despedida, dejaré caer unas migajas de bizcocho ante el pico del ave. 
(EL COMERCIO, 5/03/2012)

CERCA DE DIOS



Hay quien para acercarse a Dios pasa  la vida rezando, otros se limitan a ser buena gente


 Casi todas las personas en algún momento de su vida, principalmente en los de grandes dificultades, tienden a acercarse a Dios. Excluyo, por supuestos aquellas que se declaran ateas, apóstatas. A esas no tengo nada que decirles. Yo no soy quien para juzgar sus razones que, sin duda, las tendrán. Una de ellas, de esas que dicen estar seguras de que no existe, me comentaba en una ocasión que Dios era una invención del hombre, que era una necesidad para  autoconvencerse de que no todo termina aquí: respuesta  a la desesperanza. Pues vale,  lo doy por válido, no me molesta y prefiero no analizarlo, no me conviene hacerlo. Es más, me parece una razón de peso para fomentar la  fe Yo me quedo con aquello de que no entiendo casi nada -más bien nada- que sé, además, que existen infinidad de cosas que mi ojo no capta, y menos mi entendimiento, así que para qué ir más lejos. Me gustan las iglesias, por lo que tienen de recogimiento, por esos techos altos que se se prolongan  hacia... ¿Dios, tal vez? -como los  altos cipreses de los cementerios-, por sus imágenes: santos regorditos, con papos colorados y labios de rojo carmín, otros de caras alargadas, tristes, circunspectos, luego está el  Cristo sufriendo, colgado,  muestra de la barbarie humana en todo tiempo, y la Virgen que llora desconsolada luciendo esa larga  melena de pelo natural donada por alguna beata, y también llaman mi atención los mantos bordados con hilo de oro por las mismas piadosas beatas, o  por sencillas monjitas. Todo me parece entrañable, y de otro mundo. Pero probablemente lo que más me emociona es saber que ese es el último lugar que nos acogerá tras la muerte. He asistido a funerales solemnes -de pomposas honras fúnebres- y a funerales de pobres: un desgraciado, acompañado de tres amigos agarrados a un cartón de vino, una monja y yo misma. Distintas despedidas, pero siempre en torno a una caja de pino con un cadáver en su interior, y en ese momento no importa si el nombre va precedido de un don, o de un "don nadie". Así es la muerte: nos iguala a todos, nos mide por el mismo rasero. ¿Será cosa de Dios que sea así? Es lo más probable.
Lo anterior es filosofía de la barata, que no piense quien me pueda estar leyendo que lo ignoro. Que no piense que  no me doy cuenta de que es el argumento más pobre que podría esgrimir, pero es el mío, el de alguien que no se plantea grandes ni profundas cuestiones religiosas, porque estoy  en la vida sencilla, en la de la gente de la calle, y que sabe muy bien cómo la muerte lo desmorona todo, cómo se lleva todos los oropeles del difunto de golpe. Creo que para estar cerca de Dios no son necesarias grandes convicciones, no es necesario desayunar con agua bendita, con ser buena gente es suficiente. 

viernes, 2 de marzo de 2012

"JRJ, SELLO DE POESÍA EXCELSA", artículo de JOSÉ LUIS CAMPAL

JUAN RAMÓN JIMÉNEZ, EN 1912


En estos tiempos en los que impera el batiburrillo lírico, el órdago falsificador, el pasmarote figurativo y la anemia sensitiva, no estaría de más recurrir a las marcas imperecederas que se remozan cada día que pasa. Una de ellas es JRJ.
El escritor moguereño y Nobel de Literatura Juan Ramón Jiménez publicó en 1912 un poemario redactado en los dos años anteriores y titulado Melancolía (Madrid, Tipografía de la Revista de Archivos, 240 páginas). Dentro de una de sus seis series, la rotulada “La voz velada”, incluye, como pieza número V, una composición en cuartetos que talmente parece trazada en nuestros días, pues, aparte de una construcción impecable, constituye un modelo ético admirable, una guía vital asumible por quienes busquen la paz interior frente a los oropeles vacuos y pudribles. Paladeémosla:

No me tienta la gloria. Sólo una vida en paz,
rica de los tesoros del amor y la lira,
en una estancia dulce, solitaria, serena,
llena de libros bellos, con flores, encendida!


Estancia adonde, a veces, la amistad se llegara,
a llamar a la puerta con mano noble y limpia,
retiro adonde, a veces, se asomara el amor
con la mirada extraviada y conmovida...


Que el lujo y el rumor se queden para otros...
a mí me basta con mi fe en las armonías,
en una estancia plácida, alejada, callada,
llena de libros bellos, con flores, encendida!


(Artículo exclusivo para el blog Las mil caras de mi ciudad)

jueves, 1 de marzo de 2012

"ESTÉTICA Y ÉTICA DE PRINCIPIO A FIN", por el notario ÁNGEL AZNÁREZ


            LAUDATIO de Pérez Las Clotas

Los tertulianos de los viernes del Hoteal Asturias en Gijón. Agachados: Canellada, Angel Aznárez, Garrucho, Bardales. De pié : Jose Luís Martínez, Perez Las Clotas, Antuña, Cabezudo y Gómez Cuesta

Vi por primera vez a Juan Ramón hace décadas, ya bastantes, empujando con elegante manera y decisión la puerta giratoria de entrada al Café Cervantes de Oviedo, en la calle Argüelles, sentándose luego, junto a otros, en tertulia de alboroto, a la derecha, mirando a la Escandalera. Todos aquellos señores me parecían muy mayores, él también, aunque no lo eran, equivocación natural pues, el que los miraba, estaba estrenando el llamado “uso de razón”. La largura de espárrago de Juan Ramón, su ceñido vestido a lo inglés (seguramente de Almacenes Botas), su preeminencia en el ruidoso guirigay, le daban un nosequé de misterio, como de ángel o de fantasma. A los pocos años, volví a verlo, esta vez bajando la estrecha escalera interior, que comunicaba un altillo con los talleres de La Nueva España en los bajos de la llamada Casa España en la calle Asturias (Oviedo). Allí yo estaba pasmado ante la maravilla de la magia de la impresión del periódico, invitado por Paco Arias de Velasco, que era mi vecino de enfrente en la calle Campomanes; por allí andaba trabajando, entre linotipias, Carlos, con mono azul, cuyo unigénito casó con una dama, una entre varias, que tenían una tienda de corchos en un sotanillo cercano al Teatro Filarmónica. Volví a ver en aquellos talleres el nosequé de misterio de Juan Ramón.

Fue en los años ochenta, leyendo a Umbral, cuando caí en la cuenta: Juan Ramón Pérez Las Clotas, aquel personaje, que me intrigó desde mis principios y que permanecía grabado en mi mente, era un caballero dandi, un completo dandy y señorito, muy singular en aquellos tiempos tan singulares. Era todo un artista, que hizo también del periodismo un arte, con estrictas reglas morales y de las otras en su ser y estar, como corresponde a los de su categoría, tan infrecuente. En los años noventa, ya conociéndole (antes sólo lo había visto), al atribuirle el mérito del dandismo, nunca me lo negó o rechazó, respondiendo con inteligencia, con humor y risas de dandi, o sea, de forma estentórea y ostentosa. Por eso, le dije, que había muy bien entendido el consejo del también periodista Cesar González Ruano: “Ahora procure usted que le difamen ¡No hay tiempo que perder!

Desde que conocí a Juan Ramón (años noventa), no dejé de admirarle con cariño, “cosa” realmente deseada y desgraciadamente difícil; era buen escritor con mucho olfato, pues sabía ver y escuchar, escuchaba mucho; quiso, con calidez demostrada, a los que le rodeaban. Por haber hecho de su profesión un arte amó a su periódico La Nueva España como un padre a un hijo, fiel entre fieles y hasta los últimos momentos, habiendo tenido la gran suerte de sentirse querido por periodistas de ese medio (esto, desgraciadamente, no es frecuente); periodistas, que durante el dramático proceso de continuas pérdidas en los últimos años -que eso es la ancianidad- fueron tapando los agujeros que abría la vida que escapaba. Jamás la polémica Política se interfirió enfriando o distanciando amistades; a todos sus amigos quiso con independencia de sus juicios o prejuicios políticos, no poniendo o quitando etiquetas; de ahí el respeto y la admiración.

La condición de Juan Ramón, de maestro y de amigo de bastantes, creó dependencias, a mí también. Escuchar el relato de vivencias suyas, que fueron muchas, resultaba aleccionador. Sus juicios, por ejemplo, sobre la Revolución de Los Claveles (la vivió en Portugal), tan importante para entender la Transición española, aclararon algunos intríngulis. Me interesaron, en particular, sus amplios conocimientos e informaciones sobre personajes importantes, como Pedro Sainz Rodríguez, Cela y otros escritores de aquella España. Su análisis sobre mis escritos era, para mí, el más esperado y definitivo, que analizaba con precisión de relojero, detector de “maldades”, y que criticaba con rigor, no exento de cariño. Por haber aprendido tanto, me siento hoy uno más de sus muchos aprendices. Y eso se acabó. Queda la memoria, siempre viuda.

Si Juan Ramón (JuanRA) empezó con la tertulia del Cervantes en Oviedo, su última tertulia fue la del Hotel Asturias, los viernes, aquí en Gijón; tertulia esta de integrantes variopintos, por ser muy varios y pintos distintos, desde ordenados, incluso “in sacris” a “profani” también ordenados. Este viernes, al final de la reunión, sonarán, con especial emoción, las dos palabras con las que Juan Ramón siempre ponía el fin optimista y alegre: plurimam salutem.
(Ángel Áznárez, 1/03/2012)