martes, 9 de diciembre de 2014



Pedimos que este mensaje de la SIBI aparezca permanentemente en todos
los e-mail y páginas web, y en todos los idiomas.             Marcelo Palacios

viernes, 5 de diciembre de 2014

17.000 NIÑOS


El titular no es noticia. Estos pequeños -menores de cinco años- no son corruptos, no generan actualidad, no van  de una  televisión a otra a contar sus miserias -o las de otros-, no tienen interés en esta  nuestra avanzada sociedad. Ellos sólo se mueren cada día, las más de las veces de hambre. Y todos tan tranquilos.
Hoy, me he encontrado en el diario local   con  un hermoso faldón solidario. En realidad es un anuncio en colaboración con UNICEF, esa organización que vela por los derechos de quienes no los tienen, para pedir una pequeña ayuda. Yo añadiría que, además de esa petición, intentan concienciarnos de la situación. Pero, ¿Cuántos lectores habrán reparado en él? No habrá estadísticas, que parece ser son las  que dan las respuestas   válidas a todas  nuestras intenciones.  Probablemente muy pocos se habrán detenido a leerlo completo. Pero ahí está, casi que para nuestra vergüenza. En realidad para la de los gobiernos –si es que alguna les queda- que son los que debieran de tomar conciencia de la penosa situación. Se publican las listas  Forbes con los más ricos del mundo,  y  hasta despiertan admiración. Y en alguna parte he leído que algunos millonarios gastando un millón de dólares diario su fortuna les duraría  220 años. De momento, que se sepa, nadie vive tanto. Y me reitero en el titular aún sabiendo que no es noticia: 17.000 niños podrían vivir con menos de dos euros diarios.
              


                                                                         

miércoles, 12 de noviembre de 2014

IMPRESIONES DEL VIAJE DE DELIA SÁNCHEZ A NUEVA YORK

Hace cuatro años que fui por vez primera a NuevaYork con la ilusión de años esperando que el sueño se hiciese realidad. La satisfacción del viaje prueba que, al anunciar el Ateneo este viaje, no dudé un momento en decidirme a ir. Y aún  con mayor satisfacción al saber que nos acompañaban Isabel y Chechu.

Desde el helicóptero
Desde el helicóptero
MIÉCOLES DIA 8: Llegada a N. York a media tarde. Lo primero nada más llegar al hotel fue dejar las maletas y dirigirnos al Empire State. La espectacular imagen de Manhattan  con luces multicolores es fascinante. La vi con mucha más iluminación que la vez anterior, quizá porque la atmosfera estuviese más limpia o que la imagen es tan bella que te embelesas. El cuanto al color rosa fucsia de la torre, al llegar a Oviedo me informan de que en esas fechas los edificios más emblemáticos de muchas ciudades estaban iluminadas con ese color en el “Día mundial del cáncer de mama”. En Oviedo estaba la fuente de La Escandalera.
Mariví y Delia en el Empire State
Trini, Delia, Isabel y Ana María en el Empire State
JUEVES DIA 9: Alto y Bajo Manhattan. Recorrido en autobús por la Octava Avenida, la Avenida Central Park West; en  el edifico Dakota nos bajamos y nos adentramos en Central Park, donde nos hicimos la foto obligada ante el memorial a John Lennon, un mosaico con el nombre “Imagine” y un corto paseo (muy cortito por tratarse de tan hermoso lugar) por el espléndido parque. Seguimos por la Avenida Central Park West, Harlem, bajamos por la Quinta Avenida. Hicimos un alto en el parque BatteryPark desde donde  sepueden contemplar bellas panorámicas, una de ellas es la Estatua de La Libertad. Seguimos hasta la Zona Cero.  Hermosa La Torre de La Libertad, que se divisa desde muchos puntos de  la ciudad; su diseño quizá influya en ello.Desde el piso 20 hacia arriba, los bordes cuadrados de la base cúbica de la torre están biselados hacia dentro transformando la forma del edificio en ocho triángulos isósceles, o en una forma alargada antiprisma.
La so dos Alicias e Isabel frente al estadio de los Yankees
El almuerzo, cerquita del hotel. Tarde libre. La atención de Isabel y Chechu en acompañarnos fue muy importante. Nos acompañaron  a la Estación Gran Central Terminal, el Rockefeller Center y la iglesia de S. Patricio. Majestuosa la Estación Gran Central Terminal; en el exterior hay unas esculturas de Mercurio, Hércules y Minerva que dan un aire de grandeza a la entrada. En el interior el monumental vestíbulo, pudimos apreciar decorados espacios con suelos y paredes de mármoles.
Al complejo Rockefeller Center entramos por un hermoso paseo ajardinado, theChannelGardens,  hasta llegar a Lover Plaza presidida por  la escultura de Promoteo, conocida por su pista de patinaje sobre hielo y el gran árbol de Navidad en muchas películas. Lo más llamativo  de esta plaza es que está flanqueada por banderas de todos los estados que pertenecen a las Naciones Unidas.
VIERNES DÍA 10: Día libre. La mayoría de las personas del grupo se desplazaron a Washington. Al haberla visitado la vez anterior opté por disfrutar el día en Manhattan. Y  tuve la suerte de  acompañar a Trini a visitar el museo THE FRICH. Digo suerte porque visitar un museo al lado de una profesora, licenciada en Historia del Arte, y de profesora para mi solita, que con delicadeza y gran paciencia iba explicándome la técnica en el arte de la pintura, ¿no es para pavonearse? Gracias Trini. De nuevo regresamos por la Quinta Avenida. Parada para el almuerzo frente al museo Moma con la intención de visitarlo más tarde. Nuestro gozo en un pozo: la cola era tan larga que desistimos pues sería inútil la espera. Nos acercamos al hotel para un corto descanso. Al final de la tarde, Trini, Alicia madre, Alicia hija, y un buen cicerone, Chechu, paseamos hasta la zona Chelsea y degustamos la cena en un restaurante italiano. El regreso, de nuevo paseando hasta el hotel. Por la noche me dije: Delia, hoy te has pasado, las piernas te pasaran factura.
SABADO DÍA 11: Ruta de Contrastes. En autobús pasamos por el túnel Lincoln  de más de dos Km de longitud y 48 m de profundidad bajo las aguas del río Hudson para llegar a Nueva Jersey. Desde aquí con el río Hudson en medio, la imagen  de la isla de Manhattan  con sus 21 Km de largo ¡es una estampa preciosa! Así es cómo lo contemplé la vez anterior. Pero en esta ocasión el día estaba lluvioso, y la bruma impedía verlo en todo su esplendor. Las fotos las hicimos con paraguas, pero aun así mereció la pena. Igual nos sucedió en el Bronx, pero la foto ante el Stadio de los Yanquis no podía faltar en el viaje.
En Queens  visitamos el Queens Museo, donde está la maqueta a escala de Nueva  York. Es muy interesante, se ve claramente la isla de Manhattan y el resto de los  condados de Nueva  York: Brooklyn, el Bronx, Queens y StatenIsland. Fin de la ruta con el almuerzo en un restaurante en el edificio Empire State.
Es  mucho lo que se quiere ver  en Nueva York,e imposible ver todo lo que se desea. Algo que no logré la vez anterior, y que en esta ocasión conseguí, fue asistir a un musical en Broadway. En el teatro Majestic  vimos “El Fantasma de la Opera”. Nuestro hotel, hotel Millennium  Broadway, está en la zona y desde  el hotel fue un corto paseo.
DOMINGO DÍA 12: En autobús nos dirigimos hacia Harlem. Hicimos un alto ante la famosa universidad de Columbia. Subimos unos pasos de escaleras, las mismas por las que han subido grandes hombres en todos sus años de historia. Seguido asistimos a una misa Gospel, culto religioso de la comunidad afroamericana. La vez anterior salí con gran satisfacción, tanto que ahora volví con gran ilusión, pero ¡qué decepción! No tiene comparación la una con la otra. Quizá dependa del coro, de la coordinación…Un fallo de la agencia: este lugar no hace honor a lo que son las misas Gospel.
Las dos Alicias, Delia e Isabel en la escalinata de la universidad de Columbia
TARDE LIBRE. Sin la compañía de Isabel y Chechu, no sería posible ver todo lo que con ellos hemos visto. En el metro fuimos hasta la zona sur, luego un paseo por Wall Street, Mercado Financiero, La Reserva Federal con oro de  73 países del mundo en bodegas bajo el suelo a prueba de bombas y de incendios. En el Nº 50 está la Bolsa de Valores de Nueva York. Seguimos hacia el puente más famoso y fotografiado del mundo, el puente Brooklyn. Siento que empiezo a decaer, exagerando un poco, cómo cuando los ciclistas sufren “la pájara”. Chechuse da cuenta y me ofrece su brazo y así poder llegar al puente tantas veces inmortalizado en cine y series de televisión. De aquí hasta el muelle y en el ferry hicimos un pequeño crucero a StatenIsland.
LUNES DÍA 13: EXCURSIÓN OPCIONAL A FILADELFIA. Varias personas del grupo nos desplazamos a Filadelfia, cuna de la cultura de Estados Unidos. La primera visita a la Casa de Betsy Ross, diseñadora de la bandera de E. Unidos en 1776 con 13 estrellas blancas que eran los estados que había en ese momento. Visitamos luego La Campana de La Libertad y El Campus de la Biblioteca Municipal.
Nos acercamos a las inmediaciones  del Museo de Arte de Filadelfia. Abajo, al pie de las escaleras, la escultura de Rocky nos incitaba a subir los 72  escalones que a él le hicieron famoso. Los peldaños son cómodos lo que me resultó fácil subir. En el peldaño 72 me detuve para contemplar la hermosa Avenida Benjamín Franklin que parte de la base de la escalinata y de la grandiosa fuente con esculturas, y arriba, en el centro la ecuestre de George Washington. Es un lugar de gran belleza. Mª. Luisa, su hija Carolina, Ana Mirantes y su amiga Isabel han ascendido hasta los 96 escalones que hay hasta la entrada del Museo ¡y bajaron tan frescas!
El almuerzo  fue en un excelente restaurante, servido con variedad de típicos platos con productos ecológicos de la comunidad Amish. Ecológicos o no, eran exquisitos.
Al regreso,  la lluvia hizo acto de presencia, y desde el autobús fue la única forma de ver a los Amish  con sus clásicos carruajes y sus típicas viviendas.
En el Cotton Club

En el hotel nos esperaba Isabel para acompañarnos, (éramos ocho personas) a una actuación de jazz en directo. No es que yo entienda de música de jazz, pero me hacía ilusión asistir en el lugar de los Grandes de la historia en este género. Ha sido en el mítico Cotton Club con una orquesta de 12 músicos. En opinión de Mª. Luisa, estudiosa de la  música, le gustó el conjunto.
Una de las Isabeles en el crucero
MARTES DÍA 14: A las 10 horas nos embarcamos en un crucero de tres horas por toda la isla de Manhattan a lo largo de los tres ríos que la rodean. El buen tiempo nos acompañó bordeando los cinco condados,  y disfrutar más de todo el entorno, sus puentes, sus edificios más renombrados… Resultó muy interesante. Pero esto no quedó aquí. Cuatro aventureras, Mª Luisa, su hija Carolina, Mariví y yo nos lanzamos a espacio; al espacio en helicóptero sobre la ciudad de Nueva  York. Contemplarla desde lo alto es ¡fantástico! Nueva York a nuestros pies es una nueva experiencia difícil de olvidar. En la retina conservaré estas bellas imágenes. Un día dedicado a estar en Nueva York por tierra, mar  y aire. ¿Se puede pedir más?
Delia, Mariví, María Luisa y Carolina

Desde el cielo

Tarde libre que dedique a pasear con Mariví por la Quinta Avenida hasta el hotel Plaza donde tomamos un café en su lujosa cafetería. Luego un vistazo por las tiendas de grandes firmas para regresar hasta el restaurante en el Empire State, donde nos esperaban Isabel y Chechu  para la cena de despedida de todo el grupo.
MIÉRCOLES DÍA 15: Hoy era el último día, pero el incansable Chechu  se ofreció acompañarnos hasta High Line Elevated, un paseo (inagurado el primer tramo en 2009) de más dos Km que se ha construido sobre las vías de un antiguo tren urbano elevado que se extiende sobre los edificios. Es algo que llama la atención esta peculiar zona verde elevada en el mismo Manhattan. Un agradable paseo de despedida de Nueva  York.
Cena de despedida
En el anterior viaje cité que la magia que tiene Nueva York te engancha y te susurra…¡tienes que volver! He vuelto y de nuevo te engancha, entras en su vorágine sin darte cuenta, pero disfrutando a tope. La ciudad más cosmopolita de la tierra es una mezcla  de guetos  o un crisol de razas bajo un mismo techo. De todas las partes del mundo hay alguien en Nueva  York. Es una mezcla de culturas, 120 idiomas y dialectos y donde se profesan todas las religiones. Con toda esta diversidad, las calles y plazas abarrotadas de gente, se puede pensar que quizá resulte agobiante, pero no sientes esa sensación en ningún momento.  Times Square es un ejemplo de ello, es la zona más viva de Nueva  York, un lugar tan bullicioso y concurrido que se caracteriza por su animación, allí  se agolpa gran multitud, que hace que el lugar sea un espectáculo al aire libre; creo que esto es el encanto del lugar, añadiendo  claro está,   el magnífico sector de publicidad.
Delia, Mariví y Zenaida, un haciendo un alto en el camino

Los calificativos que le dan a Nueva York  tienen su porqué: “La ciudad más convulsiva de la tierra”, “La ciudad de los contrastes”, La ciudad que nunca duerme”, “Lo que no veas en Nueva York es que no existe y si lo hay no merece la pena”. Nueva York es conocida por ser la ciudad de los rascacielos, la capital del mundo y por muchas cosas más. Aquellos primeros colonos holandeses nunca pudieron imaginar, cuando se instalaron al comprarla isla de Manhatan en 1624 a los indios por 24 dólares, que hoy es el corazón de los negocios de los estadounidenses, núcleo mundial del comercio, las finanzas, las artes, las publicaciones, el entrenamiento, el turismo; 23 millones de visitantes exploran la ciudad cada año. Parte de esa cifra es un  grupo muy especial: los 19 socios del Ateneo Jovellanos, que regresamos encantados; a este encanto también contribuyó  la ayuda de Isabel y Chechu. Siempre digo que un guía o te hunde o te salva el viaje; en esta ocasión los que salvaron el viaje fueron estas dos excelentes personas. No hablo solo por mí, hablo por todo el grupo pues no cesaban de comentarlo. Gracias amiga/o. Por mi parte las hago también extensivas a todo el grupo por su grata compañía. 

 Textos y fotos: DELIA SÁNCHEZ    (Oviedo - noviembre 2014)


GALERÍA DE FOTOS, autora : DELIA SÁNCHEZ
















miércoles, 29 de octubre de 2014

"EL ABUELO DE ALTAMIRA"

Cuento escrito por JOSÉ MANUEL BALLINA ZERMEÑO dedicado a sus nietos Ian y Roxu

Mira papá, son bueyes…
María Faustina Sanz Rivarola
El abuelo 


Los nietos son únicos e irrepetibles, como todos nosotros.
Este apotegma me fue revelado en 2004 cuando sólo tenía dos nietos: Ian (3) y Roxu (2).
Un buen día, me encontré con que Ian me golpeaba inmisericordemente con mi propia espada, la cual, previamente, me había pedido prestada. Molesto por la golpiza, lo amenacé: Si me vuelves a pegar, me voy a convertir en un oso y te voy a apretar con mis enormes brazos. Ian (siempre lógico) decidió suspender el ataque y me dijo, “Iannenesita que no te vuelvas un oso sino seas un abuelo buena gente”.
Una semana después, en Irapuato, fui sometido a otro episodio de violencia nietil. Esta vez el que me atacaba con su espada era Roxu.
Recurrí al mismo argumento: “Si no suspendes el ataque me voy a convertir en un oso enorme”.
Roxu respondió: “¿Un oso eh?, entonces baila”.

Ante la alternativa, ese día decidí, que no sería oso sino abuelo buena gente.

Marilú y yo habíamos estado en la antigua cueva de Altamira durante nuestro viaje de Luna de Miel. Regresamos con Ian y Roxu, cuarenta y tres años después. Bueno, regresamos a la cueva artificial que reproduce la original.
Este museo está muy bien pensado y excelentemente planeado.
Hay mucha información de la era paleolítica y lo que más me impresionó fue un video muy bien hecho que muestra como debió haber sido la vida humana en esa cueva durante tres mil años.
Se mostraba a un hombre (seguramente un abuelo), cosiendo, laboriosamente, prendas de vestir rodeado de niños que jugaban alrededor de una hoguera a la entrada de la cueva.
También se presenta un video comparando la evolución del homo sapiens (de Altamira) con el hombre de Neardenthal, que fue su contemporáneo y competidor. Resulta que los neardenthales tenían mayor capacidad craneana que el homo sapiens. Supuestamente esto debió permitirles dominar el mundo, pero ellos se extinguieron, mientras el homo sapiens se desarrolló y eliminó toda competencia.
Finalmente hay una reproducción muy fiel de los dibujos rupestres que adornan la cueva original y que hicieron exclamar a la hija del descubridor de la cueva (Sanz Rivarola): ¡Mira papá, son bueyes!

Pasé un buen rato observando los dibujos y luego mucho tiempo dedicado a tres asuntos:
El primero tratando de comprender lo lento que transcurría el tiempo en la época del Abuelo de Altamira. Pensar que pasaron más de tres mil años (cientos de generaciones) encerrados en esa cueva, sin que prácticamente nada cambiara durante esos 30 siglos.
La segundo, admirando la belleza del arte desplegado en los muros de esta verdadera capilla sixtina del paleolítico.
Por último, cavilando las razones por las qué el homo sapiens, teniendo un cerebro más pequeño, sobrevivió y se impuso al Neardenthal.

Meses después me vino a la mente que todos los animales pintados por el Abuelo (ó abuelos) de Altamira son animales relativamente mansos. No hay tigres ni leonesni osos; todos son caballos, ciervos y bisontes.
Ninguno de los animales representados puede inspirar temor a los niños.

Quizá ahí está la clave de porque el Homo neardenthalensis se extinguió, mientras el homo sapiens, representado por el abuelo de Altamira, sobrevivió.

¡El abuelo de Altamira no quería asustar a sus nietos!.
Los quería demasiado.
Por eso quiso ser un abuelo buena gente.

El homo sapiens no se impuso por su cerebro, sino por su corazón.

Además queda claro que sólo por el amor a los nietos se puede soportar el aburrimiento de pasar tres mil años metido en una cueva.




lunes, 6 de octubre de 2014

"EL AMOR LO PUEDE CASI TODO", artículo de VIRGINIA ÁLVAREZ-BUYLLA ("La Nueva España")





            Toda la vida he sentido una necesidad excesiva de ser querida y admirada. No sé porqué, quizás al ser la mayor de cinco hermanas, siempre estabas comparándote con alguna. No lo sé. Y durante mucho tiempo me salí de mi camino para poder pertenecer a algún grupo, que ni siquiera me gustaba y decir cosas que no sentía para ser admitida. Muchas veces me sentí  sola y poco querida y sufrí  demasiado por ello.
          
  Quizás ese sentimiento me hizo ser antipática y disparaba mi mal genio a límites demasiado altos. Gritaba, daba portazos, lo que no contribuía a mi aceptación. Pero afortunadamente, el tiempo pasa y una va suavizando su carácter y entendiendo que no se puede gustar a todo el mundo y menos mal porque sería un follón de muerte. Comprendí que había gente con la que no tenía nada en común y no me interesaba. En esos casos procuro no frecuentar a esas personas y si tengo que hacerlo a veces soy educada y amable pero nada más.
           
En estos últimos años, me he dedicado a querer y cuidar a mi familia a la que adoro y decirles que les quiero y estoy aquí para ellos. También me he dedicado a mis amigos a los que quiero muchísimos y últimamente les repito a todos que les quiero. Me ha costado un montón porque yo era más bien cardo borriquero, mi corazón estaba lleno de amor pero era incapaz de decirlo.
          
  Todo este amor mío ha cristalizado y el sábado pasado se convirtió en uno de los mejores días de mi vida.
            Mis hijos con la colaboración de mis primos más queridos y un gran número de mis amigos me dieron una fiesta sorpresa en el club de tennis de Gijón, un lugar emblemático para mí  porque mi padre fue socio fundador número uno y para mí es como mi casa. Me llevaron hasta allí con la excusa que mi nieto Lucas estaba en un cumpleaños y se encontraba mal y no localizaban a su madre. Por supuesto salí como una exhalación para allá, no veía a nadie y de repente se abren unas puertas correderas y detrás estaban todos mis hijos, mis nietos, mis hermanas, muchos de mis primos y muchos de mis amigos, algunos venidos de Cádiz y de Madrid. Me tuve que apoyar en las puertas porque me temblaban las piernas y por un minuto se me paró el corazón.
           
Fue un instante maravilloso, ver a todas esas personas a las que quiero tanto allí reunidas para festejar conmigo. Muchos no pudieron venir por otros compromisos anteriores y me enviaron tarjetas y de todo. Comprobé que el amor que les tengo se ha visto correspondido. Mis hijos trabajaron unidos para que todo saliera bien, la principal trabajadora y la mejor organizadora Ainhoa ayudada sobre todo por Virginia. Tito me hizo un video, con la ayuda de todos y sobre todo de su amigo Borja, Algo tan emocionante que lo voy a conservar siempre y legarlo a las futuras generaciones. Me felicitaron mis sobrinos que están lejos: Lucia desde Frankfurt, Enzo desde Venecia, Leo y Nora desde Londres, Lucia desde Madrid, y Piano y Rai desde tierras valencianas. 
         

   Tiro reunió toda mi música favorita, la italiana de Sergio Enrico, Mina, Pino Donaggio, la francesa de Charles Aznavour, Marie Laforet, Silvie Varten, la inglesa de Procol Harum, los Beatles, Petula Clark etc que estuvo sonando todo el tiempo.
            La comida estupenda y los postres de morirse.
            Hoy es el primer día de mi nueva vida, aunque no dure mucho. Voy a dejar salir todo ese amor que tengo encerrado y voy a aburrir con abrazos, besos y palabras de amor. Os voy a aburrir porque ese amor que todo lo puede va a estar presente en mi vida y espero que os ayude a sobrellevar vuestras penas, yo estaré allí aunque a veces no pueda estar presente, mi corazón estará con vosotros.
           
Mi deseo es que todos esos políticos de pocas miras, todos esos estafadores, todos esos mentirosos que nos quieren engañar en todo momento, se dediquen a abrir a su corazón al amor y que eso les enseñe a ayudar, a construir, no a dividir. En otro momento diría el cretino de Mas, el tramposo de Pablo Iglesias, el Rajoy que no se sabe si va o viene, pero hoy diré caballeros vale ya, amar vuestro país y todos juntos haremos algo. No puedo decir que os quiero porque faltaría a la verdad. Pero estoy dispuesta a estrecharos la mano. Y a mi familia y amigos una nube de amor que estallará sobre vuestras cabezas. 

LAS FOTOS LAS HIZO NUESTRA AMIGA COMÚN DELIA SÁNCHEZ

jueves, 2 de octubre de 2014

"VIAJE INOLVIDABLE", artículo de VIRGINIA ÁLVAREZ BUYLLA ("La Nueva España")

Virginia en su cumpleaños


            A  mí siempre me ha gustado muchísimo viajar y tuve la suerte de empezar a hacerlo bastante joven, cuando la gente de mi edad no viajaba. No siempre los viajes fueron un éxito, hubo de todo, pero siempre aprendí algo provechoso de todos y cada uno de ellos. Últimamente viajo poco, con lo de la crisis, nuestra numerosa familia, en la cual siempre te necesita alguien y con el amor que les tengo me cuesta perderlos de vista aunque sea poco tiempo y finalmente con los achaques de la edad, te cansas demasiado, no puedes con las maletas, así que poco a poco me he retirado bastante de mi gran afición.
            Pero ahora tengo que contar el último viaje que hemos realizado mi marido y yo. Invitados por los mejores amigos que se pueda tener, pasamos una semana en el Puerto de Santa María. Me cuesta encontrar palabras para explicarlos maravillosos días que pasamos porque aparte de haber estado en Sanlúcar de Barrameda comiendo las famosas tortillas de camarones, en Puerto Sherry que aún sin acabar está muy bonito y en Cádiz, la preciosa tacita de plata, tuvimos tiempo de estar con nuestros amigos, que nos acompañaron a todas partes, unas veces venían a buscarnos unos otras veces otros, comida en un sitio, cena en otro, aperitivos aquí y allá. Llovió tres días pero no nos importó nada porque la amistad llena de tal manera que disfrutamos con todo lo que organizaban.
            Estábamos al lado de un pequeño centro comercial lleno de tiendecitas y restaurantes y pubs. En todas partes unos precios mucho mejores que aquí. La gente de las tiendas agradabilísima, sonriente, tanto si comprabas como si no. El famoso Piojito, el rastro del Puerto que tiene mercancías fantásticas, yo fui con el dinero contado porque me conozco y todavía le pedí prestados 28 euros a una de mis amigas.
            Baños en las piscinas porque aunque llovía a ratos, no hacía frío. Dos días a esa preciosa playa, larguísima de arena fina y casi vacía. Nos relajamos como hacía mucho que no lo habíamos conseguido. Nada que planificar, nada que decidir y el placer de la amistad.
      
Virginia en la fiesta de su cumpleaños acompañada por su amiga Delia Sánchez
      Volver a pasear por Cádiz es un placer, es una ciudad preciosa, en la parte antigua con todas esas calles sinuosas y estrechitas, te entra la risa cuando paseas por la calle ancha pero claro al lado de las otras es ancha. Te imaginas estar allí hace dos siglos con esas casas tan fastuosas, con esos patios. Tener que echarte a un lado porque pasa un carruaje con alguno de los habitantes de esos palacios.
            Los barcos que llegan de América llenos de plata del Perú y de riquezas sin cuento. La animación en las calles. Los bailes en el casino y en las grandes mansiones. Visitamos el yacimiento Arqueológico fenicio “Gadir”, ciudad fundada por los fenicios hace 3.000 años, lideraba el “círculo del estrecho” formado por ciudades de gran importancia comercial. Lo visitamos acompañados de una de las arqueólogas que realizó los trabajos y fue un placer gracias a los profundos conocimientos que tenía de toda la obra. Pasear por encima de un suelo de cristal viendo el yacimiento, con sus casas debajo, las cocinas, los hornos, el esqueleto de un perro, de un gato en el mismo sitio en que se encontraron. Está el esqueleto de un hombre joven de 1.78 de altura, Mattan, que murió en extrañas circunstancias y nunca fue enterrado y luego el de otros dos huyendo de la ciudad, parece ser que Gadir fue destruida, incendiada y quedó enterrada durante muchos años. También están los restos de una factoría de salazones romana. Ahora podemos saber cómo era la ciudad y algo de lo que pasó.
            Comimos unos helados con sabores de casi todo  en la heladería “Los Italianos”, invitados por Carmen, mujer de Gianni, los dueños. Casi nos da una borrachera de helados.
            No sé si nuestros amigos hicieron mal enseñándonos como puede ser la vida de jubilado en el Sur. Sobre todo con amigos, con una alegría que se contagia y una generosidad que no tienen parangón.
            Lo único malo, al cuarto de hora de recogernos en la estación nuestro amigo Diego, nos paran dos guardias municipales y me ponen una multa de doscientos euros por no llevar el cinturón abrochado, yo estaba atrás y no me había dado cuenta. Le rogué, le explique que llevábamos 10 horas de viaje, pero ni caso. Cuando lo contamos nadie recordaba a ninguna persona que le hubieran puesto una multa por no llevar el cinturón abrochado detrás y reconocieron que ellos no se lo ponían.

            Algo malo tenía que pasar si no hubiera sido el paraíso.

viernes, 26 de septiembre de 2014

"LA DAMA DE ROJO", artículo de VIRGINIA ÁLVAREZ-BUYLLA publicado en el diario "L A NUEVA ESPAÑA"


            El otro día estaba oyendo la radio y de repente sonó “The Lady in red” de Chris de Burgh, es una de mis canciones favoritas desde la primera vez que la escuché, me emociona,  me pone el corazón a cien mil latidos. Me veo a mi misma, hermosa,  vestida de rojo,  sin ojos más que para él. Se dijo que la canción estaba dedicada a la Princesa Diana porque utilizaba el color rojo en su vestuario muy  a menudo y ella misma lo creyó y le dio las gracias, él contaría más tarde que le había inspirado su esposa Diane.
           
Virginia Álvarez-Buylla en el Ateneo Jovellanos (foto  realizada Delia Sánchez)
Con la canción sonando en mi cabeza, decidí vestirme de rojo ese día y así lo hice, de rojo de los pies a la cabeza, zapatos rojos, bolso, pendientes, collar, pulsera, vestido rojo, vamos que yo creo que brillaba en la oscuridad.
            Salí de casa con la moral tocando el cielo, sintiéndome segura de mi  misma, flamígera, bella. Mientras paseaba por la calle Corrida, vi una tienda de modas muy elegante, dedicada a mujeres de tallas pequeñitas, pero al final del escaparate había un blusón precioso que creí podría servirme. Entro pisando fuerte, frente a mí una dependienta huesito, muy bien vestida, peinada, de mirada desdeñosa. No me deja terminar la frase-no hay nada de su talla-, grazna, intento explicar que es el blusón el que me interesa, pero ella insiste que no hay nada  para mí. Salgo de la tienda con la moral casi por los suelos, estoy a punto de correr a casa y vestirme de negro, pero lo pienso mejor y decido darme otra oportunidad.
          
Virginia Álvarez-Buylla en el Ateneo Jovellanos (foto  realizada Delia Sánchez)
  Me encuentro con un grupo de jovencitos, están discutiendo, uno guapito, rodeado de niñas, insulta a otro gordito, blandito al que llama maricón, el susodicho contesta enfurecido, insultando al personal. Yo me pongo rabiosa y sin pensarlo me meto en medio, siempre lo hago y ya me han dicho que un día me van a dar una paliza pero hasta ahora he resistido. Quedan tan asombrados que se paran y me escuchan. Les explico que es horrible insultar a un amigo, que se pasa mejor llevándose bien, que maricón es una palabra inadmisible, que todo el mundo puede ser como sea heterosexual, homosexual o bisexual y que hay que dejar a la gente vivir su vida, llegado este punto se marchan corriendo dirigidos por el guapito y una niña que quedó atrás, me dice –es que es verdad es maricón. Bueno no sé si la cosa fue positiva o no, pero al menos no me insultaron y me escucharon un momentito.
            Sigo mi camino algo más animada y al pasar por la confitería “La Playa”, intento no mirar las princesitas porque si las miro entro y las acabo, miro mi reflejo en rojo y me gusta, por el rabillo del ojo veo los pasteles, los bombones, todo tan buenísimo, y me voy sin comer nada, un triunfo. Y entonces me acuerdo una anécdota que le ocurrió a mi suegra en ese mismo lugar. Ella estaba tomando un café en casa de una amiga que vivía allí en el tercer piso. Ese día llevaba una chaqueta roja con un pañuelo también rojo, me acuerdo porque no solía vestir de rojo. Estaban charlando, tan felices y oyeron un gran estruendo, se asomaron a la ventana y era una manifestación  con tambores, flautas, banderas rojas y gritos de protesta. A mi suegra, Rosa, no le gustaba la política, al final de la guerra asesinaron a su hermano los rojos en la playa de la Franca  y su marido fue perseguido por los nacionales.
            Pero las manifestaciones no le gustaban, así, que gritó “Que os lo arregle Felipe”, los manifestaron creyeron que decía “Viva Felipe” y se pararon, dándole vítores y aplaudiéndola sin parar, debieron creer que era la nueva Pasionaria, una señora bajita, delgadita, vestida de rojo, le pidieron que bajara pero ella afortunadamente no lo hizo porque no sé que se hubiera armado.
            Paseé otro poco y volví a pasar por la tienda distinguida, me armé de valor y entré, la huesitos seguía parada en el mismo sitio con la misma mirada desdeñosa. Entré intentando parecer altiva y arrogante y le dije que nunca hubiera ´llevado aquel blusón ni aunque me lo regalasen y mi consejo para ella era que comiera dos platos de sopa y un pastel porque parecía un cadáver. Salí pisando fuerte y contenta conmigo misma, creo que el rojo estaba funcionando.

            Me fui a coger mi coche y casi me muero de risa cuando veo el papel que me habían dejado en el parabrisas, “compro oro”, mi coche es un matiz que tiene mil años y está lleno de abolladuras, con silla de niño y todo. ¿Alguien puede creer que yo tenga algo de oro para vender?  .

lunes, 8 de septiembre de 2014

"EL LIBRO DE UN TORERO", artículo de ÁNGEL AZNÁREZ RUBIO ("La Nueva España, 8/9/2014)

                                      
Estoy jodido, completamente jodido, y perdona lo impuro de este participio pasivo en gracia a su poder gráfico.
Oviedo está sumido en una apacibilidad de sepulcro que es una delicia. Aquí no pasa nada.
            Don Ramón Pérez de Ayala (en 1905).


Don Ramón Pérez de Ayala, don Sebastián Miranda y don Julián Cañedo Longoria fueron ovetenses, muy amigos y estudiosos de Leyes, aquí, en la Universidad del inquisidor Valdés. Los tres fueron dandis, unos arbiter elegantiarum, del estilo de un Wilde o de un Beaudelaire, con mucho señorío, bastante de bohemia y golfería, sólo la necesaria. Don Ramón, don Sebastián y don Julián no fueron pisaverdes ni  lechuguinos ni gilis ni lilas ni lindos ni tarugos ni neo-nobles, con amores arrebatados por la Tauromaquia torera, la de la danza y el movimiento entre los “cuernazos” de la acémila; ese es el peligro del torerismo.
Y eso nada tiene que ver con la otra Tauromaquia (también con mayúscula), la de permanecer quieto, ser estatua, no hacer nada ni siquiera moverse, y de esa imperturbable manera, como don Tancredo López, albañil, aguantar las  tarascadas de la bestia cornúpeta; ese es el peligro del tancredismo. Torerismo y tancredismo, que trascienden lo taurino y con importantes significaciones. Pudiera ser que el quid de la vida –uno de ellos, importante- esté en saber cuándo hay que ser torero, cuándo Tancredo, y cuándo, acaso, ser los dos a la vez. Muchas veces me pregunto qué soy, si torero o tancredo; y usted, lector mío, ¿se lo preguntó alguna vez? ¡Quién será preferible, un político torero o un político tancredo?
Don Ramón, don Sebastián y don Julián, payos, paillos o busnés, fueron embrujados por la buenaventura y el fario de los “calós”, los gitanos y la gitanería. Su torerismo, más que el clásico, fue el de los gitanos como Cagancho, “El Gallo”, “Gitanillo” y el “Pasmo de Triana” (Belmonte) –este último no fue gitano, aunque estuvo muy cerca de serlo-. Don Ramón Pérez de Ayala llegó a escribir dos pequeños ensayos: “Los Gitanos” y “Prácticas de los gitanos”, en los que recuerda que, para la Inquisición española, los gitanos eran “gente barata y despreciable”  (éste, don Ramón, siempre fue anticlerical y republicano).
Don Sebastián Miranda fue siempre un lambión y, entre dulce y dolce far niente, esculpió gitanas, sólo gitanas. Y don Julián, que fue aristócrata de cepa, más o menos pura, llevó el arte a su vida, casándose con una sultana, una cuchichi gitana, una ninfa de lindas trenzas, cual diosa de Homero ¡Cuál poeta o teólogo, loco y sandío, escribió que las ninfas, como los angelitos, sólo son rubias! Don Julián hasta escribió un libro taurino, que es un tomo con lomos de azul intenso, placenteros y “gozosos” al tocamiento, estando los bordes de las hojas bañados en oro, todo lo cual recuerda a los misales de antes, los mismos que mi amigo don Jesús Peláez, caballero cervantino como del siglo XVI e ilustrado jovellanista como del siglo XVIII, compra en el Rastro dominical a precio barato. Mi amigo es coleccionista de misales y yo de dramas litúrgicos del siglo XVII.
El libro de un dandi tiene que ser original y no convencional, y ello de cabo a rabo, rabo de toro o de cochino. Sólo un dandi puede titular su libro así: ”… De toros”, que es de ingeniosidad gramatical, pues colocar los puntos suspensivos delante y no detrás, no sabiendo lo que suspenden, es la pera y la repera juntas. También sólo un dandi puede comenzar el libro así: “Voy a permitirme una divagación sobre motivos taurinos”, y ello porque los dandis sólo pueden vagar, han de ser vagos, vagarosos, vagabundos y vaporosos, vagando siempre por fuera (extravagantes). El afán por lo concreto, por el grano y el meollo, es cosa de snobs y de trincones; por eso don Julián divaga y divaga, desde el principio al fin, en asunto tan serio como es el taurino, que es de vida y muerte.  
El “delantal” del libro –tal como llamó don Francisco de Quevedo a los prólogos o prologuillos- lo puso don Valentín Andrés Álvarez, economista, astrónomo y poeta, que resume muy bien: “Este libro de Julián Cañedo es una larga lamentación, una elegía a la fiesta en trance de desaparecer, en su autenticidad al menos…”. Y don Julián, en un arranque de barbaridad, bruto y alborotado, desabrochándose, se lamenta a gritos: “ Entregamos la fiesta a la menopáusica sensibilidad de unas cuantas forzosas vírgenes de pelo panocha, que militan en la sociedad protectora de animales” (página 105). 
¡Hombre, señor conde don Julián, pasose de extravagancia, enloqueció! Las venerandas de las “Peñas Taurinas” de Gijón no se lo perdonarán por lo importante que es lo femenino en el toreo, en el de plaza o el de salón. Que, en la lucha entre el toro y el torero, resulta que el toro es el macho y el torero la hembra, la que lancea con capotes, hace quites y faenas, menea la franela o gamuza, gusta de los cascabeles, precisa de mozo de espadas, de peones y subalternos, lleva moño y los únicos “machos”, oficialmente reconocidos al torero, son unos cordones de atar, rematados en borlas, que cuelgan de la parte baja de la taleguilla. Y el pobre toro es al que engañan, todo es un engaño, y ello nada más que ve la luz, al salir de la tenebrosidad de los chiqueros.
No es casual que los nombres de los toros sean muy machos y el de los toreros, muchas veces, ambiguos: “Lagartijo”, “Gallito”, “El Salchicha”,”Talle de avispa” y muchos “Conejitos”, incluso hubo hasta un “Conejito Chico”, que toreó en Oviedo, y se llamó Rafael de Dios. Que un banderillero se apodara “El Pito”, fue algo excepcional.
Y en el libro de don Julián hay poesía, mucha poesía. Es poético lo del león y el tigre, que son “flechas vigilantes que disparan el dardo de sus poderosas garras y mandíbulas sobre la desprevenida víctima”; y lo de la araña es sublime:”Arquitecto sutil, atento y terrible, que se aureola de perfidia para devorar a su víctima…” (de arácnidos debía saber mucho don Julián Cañedo, pues el palacio del Marqués de la Rodriga, el de la calle Campomanes, estaba lleno de ellos, así como de gallos y de fantasmas). Frente a esas fieras, el toro resulta “que es fiero, pero que no es una fiera, y que hace el son al que el lidiador se ha de doblegar”.
A partir del capítulo IV, el escritor torista sigue divagando acerca de las tres partes o tercios de la lidia, las llamadas suertes: la de varas, la de banderillas y la muerte o la “suprema”. Y por lo de las suertes, recuerdo ahora a otro que también colocó al mundo en su montera, el gran escrito José Bergamín, autor de “Mangas y capirotes”, que escribió: “El arte de birlibirloque de torear, como todo arte verdadero, tiene su verdad y su mentira, su trampa. Las verdades del arte de torear se llaman suertes y en toda suerte hay la burla  verdadera de un peligro”. Don José, castellano barroco y más español que Góngora y Calderón, llevó su extravagancia hasta la sepultura, pues fue enterrado en Fuenterrabía una mañana de septiembre de 1983, arropado su féretro en la ikurriña y acompañado de independentistas vascos (su fallecimiento ocurrió dos años y siete meses después, en fecha trascendente, de haber cenado con él en casa del escritor don Marcial Suárez.
Mis hermanos adoptivos de Gijón, por eso más queridos, me recuerdan, reiterativos, los nombres de ilustres toreros gijoneses. Les repito que me da igual; que si el ovetense don Julián sólo hubiese sido torero, ni caso le hubiese hecho, ya que de toros, de toros, apenas escribo.    
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                                               EL LIBRO DE UN TORERO


Estoy jodido, completamente jodido, y perdona lo impuro de este participio pasivo en gracia a su poder gráfico.
Oviedo está sumido en una apacibilidad de sepulcro que es una delicia. Aquí no pasa nada.
            Don Ramón Pérez de Ayala (en 1905).


Don Ramón Pérez de Ayala, don Sebastián Miranda y don Julián Cañedo Longoria fueron ovetenses, muy amigos y estudiosos de Leyes, aquí, en la Universidad del inquisidor Valdés. Los tres fueron dandis, unos arbiter elegantiarum, del estilo de un Wilde o de un Beaudelaire, con mucho señorío, bastante de bohemia y golfería, sólo la necesaria. Don Ramón, don Sebastián y don Julián no fueron pisaverdes ni  lechuguinos ni gilis ni lilas ni lindos ni tarugos ni neo-nobles, con amores arrebatados por la Tauromaquia torera, la de la danza y el movimiento entre los “cuernazos” de la acémila; ese es el peligro del torerismo.
Y eso nada tiene que ver con la otra Tauromaquia (también con mayúscula), la de permanecer quieto, ser estatua, no hacer nada ni siquiera moverse, y de esa imperturbable manera, como don Tancredo López, albañil, aguantar las  tarascadas de la bestia cornúpeta; ese es el peligro del tancredismo. Torerismo y tancredismo, que trascienden lo taurino y con importantes significaciones. Pudiera ser que el quid de la vida –uno de ellos, importante- esté en saber cuándo hay que ser torero, cuándo Tancredo, y cuándo, acaso, ser los dos a la vez. Muchas veces me pregunto qué soy, si torero o tancredo; y usted, lector mío, ¿se lo preguntó alguna vez? ¡Quién será preferible, un político torero o un político tancredo?
Don Ramón, don Sebastián y don Julián, payos, paillos o busnés, fueron embrujados por la buenaventura y el fario de los “calós”, los gitanos y la gitanería. Su torerismo, más que el clásico, fue el de los gitanos como Cagancho, “El Gallo”, “Gitanillo” y el “Pasmo de Triana” (Belmonte) –este último no fue gitano, aunque estuvo muy cerca de serlo-. Don Ramón Pérez de Ayala llegó a escribir dos pequeños ensayos: “Los Gitanos” y “Prácticas de los gitanos”, en los que recuerda que, para la Inquisición española, los gitanos eran “gente barata y despreciable”  (éste, don Ramón, siempre fue anticlerical y republicano).
Don Sebastián Miranda fue siempre un lambión y, entre dulce y dolce far niente, esculpió gitanas, sólo gitanas. Y don Julián, que fue aristócrata de cepa, más o menos pura, llevó el arte a su vida, casándose con una sultana, una cuchichi gitana, una ninfa de lindas trenzas, cual diosa de Homero ¡Cuál poeta o teólogo, loco y sandío, escribió que las ninfas, como los angelitos, sólo son rubias! Don Julián hasta escribió un libro taurino, que es un tomo con lomos de azul intenso, placenteros y “gozosos” al tocamiento, estando los bordes de las hojas bañados en oro, todo lo cual recuerda a los misales de antes, los mismos que mi amigo don Jesús Peláez, caballero cervantino como del siglo XVI e ilustrado jovellanista como del siglo XVIII, compra en el Rastro dominical a precio barato. Mi amigo es coleccionista de misales y yo de dramas litúrgicos del siglo XVII.
El libro de un dandi tiene que ser original y no convencional, y ello de cabo a rabo, rabo de toro o de cochino. Sólo un dandi puede titular su libro así: ”… De toros”, que es de ingeniosidad gramatical, pues colocar los puntos suspensivos delante y no detrás, no sabiendo lo que suspenden, es la pera y la repera juntas. También sólo un dandi puede comenzar el libro así: “Voy a permitirme una divagación sobre motivos taurinos”, y ello porque los dandis sólo pueden vagar, han de ser vagos, vagarosos, vagabundos y vaporosos, vagando siempre por fuera (extravagantes). El afán por lo concreto, por el grano y el meollo, es cosa de snobs y de trincones; por eso don Julián divaga y divaga, desde el principio al fin, en asunto tan serio como es el taurino, que es de vida y muerte.  
El “delantal” del libro –tal como llamó don Francisco de Quevedo a los prólogos o prologuillos- lo puso don Valentín Andrés Álvarez, economista, astrónomo y poeta, que resume muy bien: “Este libro de Julián Cañedo es una larga lamentación, una elegía a la fiesta en trance de desaparecer, en su autenticidad al menos…”. Y don Julián, en un arranque de barbaridad, bruto y alborotado, desabrochándose, se lamenta a gritos: “ Entregamos la fiesta a la menopáusica sensibilidad de unas cuantas forzosas vírgenes de pelo panocha, que militan en la sociedad protectora de animales” (página 105). 
¡Hombre, señor conde don Julián, pasose de extravagancia, enloqueció! Las venerandas de las “Peñas Taurinas” de Gijón no se lo perdonarán por lo importante que es lo femenino en el toreo, en el de plaza o el de salón. Que, en la lucha entre el toro y el torero, resulta que el toro es el macho y el torero la hembra, la que lancea con capotes, hace quites y faenas, menea la franela o gamuza, gusta de los cascabeles, precisa de mozo de espadas, de peones y subalternos, lleva moño y los únicos “machos”, oficialmente reconocidos al torero, son unos cordones de atar, rematados en borlas, que cuelgan de la parte baja de la taleguilla. Y el pobre toro es al que engañan, todo es un engaño, y ello nada más que ve la luz, al salir de la tenebrosidad de los chiqueros.
No es casual que los nombres de los toros sean muy machos y el de los toreros, muchas veces, ambiguos: “Lagartijo”, “Gallito”, “El Salchicha”,”Talle de avispa” y muchos “Conejitos”, incluso hubo hasta un “Conejito Chico”, que toreó en Oviedo, y se llamó Rafael de Dios. Que un banderillero se apodara “El Pito”, fue algo excepcional.
Y en el libro de don Julián hay poesía, mucha poesía. Es poético lo del león y el tigre, que son “flechas vigilantes que disparan el dardo de sus poderosas garras y mandíbulas sobre la desprevenida víctima”; y lo de la araña es sublime:”Arquitecto sutil, atento y terrible, que se aureola de perfidia para devorar a su víctima…” (de arácnidos debía saber mucho don Julián Cañedo, pues el palacio del Marqués de la Rodriga, el de la calle Campomanes, estaba lleno de ellos, así como de gallos y de fantasmas). Frente a esas fieras, el toro resulta “que es fiero, pero que no es una fiera, y que hace el son al que el lidiador se ha de doblegar”.
A partir del capítulo IV, el escritor torista sigue divagando acerca de las tres partes o tercios de la lidia, las llamadas suertes: la de varas, la de banderillas y la muerte o la “suprema”. Y por lo de las suertes, recuerdo ahora a otro que también colocó al mundo en su montera, el gran escrito José Bergamín, autor de “Mangas y capirotes”, que escribió: “El arte de birlibirloque de torear, como todo arte verdadero, tiene su verdad y su mentira, su trampa. Las verdades del arte de torear se llaman suertes y en toda suerte hay la burla  verdadera de un peligro”. Don José, castellano barroco y más español que Góngora y Calderón, llevó su extravagancia hasta la sepultura, pues fue enterrado en Fuenterrabía una mañana de septiembre de 1983, arropado su féretro en la ikurriña y acompañado de independentistas vascos (su fallecimiento ocurrió dos años y siete meses después, en fecha trascendente, de haber cenado con él en casa del escritor don Marcial Suárez.
Mis hermanos adoptivos de Gijón, por eso más queridos, me recuerdan, reiterativos, los nombres de ilustres toreros gijoneses. Les repito que me da igual; que si el ovetense don Julián sólo hubiese sido torero, ni caso le hubiese hecho, ya que de toros, de toros, apenas escribo.