El otro día estaba oyendo la radio y
de repente sonó “The Lady in red” de Chris de Burgh, es una de mis canciones
favoritas desde la primera vez que la escuché, me emociona, me pone el corazón a cien mil latidos. Me veo
a mi misma, hermosa, vestida de rojo, sin ojos más que para él. Se dijo que la
canción estaba dedicada a la Princesa Diana porque utilizaba el color rojo en
su vestuario muy a menudo y ella misma
lo creyó y le dio las gracias, él contaría más tarde que le había inspirado su
esposa Diane.
Virginia Álvarez-Buylla en el Ateneo Jovellanos (foto realizada Delia Sánchez) |
Salí de casa con la moral tocando el
cielo, sintiéndome segura de mi misma,
flamígera, bella. Mientras paseaba por la calle Corrida, vi una tienda de modas
muy elegante, dedicada a mujeres de tallas pequeñitas, pero al final del
escaparate había un blusón precioso que creí podría servirme. Entro pisando
fuerte, frente a mí una dependienta huesito, muy bien vestida, peinada, de
mirada desdeñosa. No me deja terminar la frase-no hay nada de su talla-,
grazna, intento explicar que es el blusón el que me interesa, pero ella insiste
que no hay nada para mí. Salgo de la
tienda con la moral casi por los suelos, estoy a punto de correr a casa y
vestirme de negro, pero lo pienso mejor y decido darme otra oportunidad.
Virginia Álvarez-Buylla en el Ateneo Jovellanos (foto realizada Delia Sánchez) |
Sigo mi camino algo más animada y al
pasar por la confitería “La Playa”, intento no mirar las princesitas porque si
las miro entro y las acabo, miro mi reflejo en rojo y me gusta, por el rabillo
del ojo veo los pasteles, los bombones, todo tan buenísimo, y me voy sin comer
nada, un triunfo. Y entonces me acuerdo una anécdota que le ocurrió a mi suegra
en ese mismo lugar. Ella estaba tomando un café en casa de una amiga que vivía
allí en el tercer piso. Ese día llevaba una chaqueta roja con un pañuelo
también rojo, me acuerdo porque no solía vestir de rojo. Estaban charlando, tan
felices y oyeron un gran estruendo, se asomaron a la ventana y era una
manifestación con tambores, flautas,
banderas rojas y gritos de protesta. A mi suegra, Rosa, no le gustaba la
política, al final de la guerra asesinaron a su hermano los rojos en la playa
de la Franca y su marido fue perseguido
por los nacionales.
Pero las manifestaciones no le
gustaban, así, que gritó “Que os lo arregle Felipe”, los manifestaron creyeron
que decía “Viva Felipe” y se pararon, dándole vítores y aplaudiéndola sin
parar, debieron creer que era la nueva Pasionaria, una señora bajita,
delgadita, vestida de rojo, le pidieron que bajara pero ella afortunadamente no
lo hizo porque no sé que se hubiera armado.
Paseé otro poco y volví a pasar por
la tienda distinguida, me armé de valor y entré, la huesitos seguía parada en
el mismo sitio con la misma mirada desdeñosa. Entré intentando parecer altiva y
arrogante y le dije que nunca hubiera ´llevado aquel blusón ni aunque me lo
regalasen y mi consejo para ella era que comiera dos platos de sopa y un pastel
porque parecía un cadáver. Salí pisando fuerte y contenta conmigo misma, creo
que el rojo estaba funcionando.
Me fui a coger mi coche y casi me
muero de risa cuando veo el papel que me habían dejado en el parabrisas,
“compro oro”, mi coche es un matiz que tiene mil años y está lleno de
abolladuras, con silla de niño y todo. ¿Alguien puede creer que yo tenga algo
de oro para vender? .
Eres mundial Vicky, esa vitalidad, ese humor que haces sentirse a gusto a los que están a tu lado, que no decaiga, sigue así sin importarte las opiniones más o menos desagradables de los demás; éstas carecen de importancia. Besos
ResponderEliminarBuenisimooooo y esa finura de humor
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