sábado, 28 de abril de 2012

POBRES EN GIJÓN




Con la crisis todos somos muy pobres. Unos porque no tienen dinero, otros porque sólo tienen dinero y los más, porque consentimos una cosa y la otra.


Como hago cada sábado esta mañana  he ido a tomar un cafetito en las proximidades de la Plaza Mayor, lugar delicioso en verano y una auténtica heroicidad cuando, como hoy, llueve sin tregua y en todas direcciones. La oscuridad de estos días  me entristece siempre y si, además, encuentro de camino algo que me turbe el alma, pues ya está la tristeza instalada. Y hoy lo encontré. Me di de bruces con un pobre nuevo. Digo bien, nuevo en la zona. Conozco aquellas esquinas de la ciudad donde se instalan, y son siempre los mismos,  a éste nunca lo había visto. De muchos sé el nombre y hasta conozco sus historias. Con cierta frecuencia me detengo a preguntarles por sus vidas, a interesarme por dónde duermen, si tienen familia,  si acuden a los servicios sociales… Lo que nunca hago es darles limosna. Hacerlo me avergüenza y hasta tengo la impresión que me lo agradecen, porque probablemente sea de las pocas personas que se detienen, les miran a la cara y establecen una igualdad que nada tiene que ver con el dinero. Tirarles unas monedas en una caja de cartón mirando para otro lado  me parece   una gran hipocresía. Pero, bueno, allá cada uno con sus  conciencias. Muy pobres –las conciencias- si con eso quedan ya tranquilas. 

Regreso al pobre nuevo, a la persona que hoy me encogió el alma. En la esquina de la calle Covadonga con Cabrales un hombre de no más de setenta años trataba de vender pañuelos de papel. Iba bien vestido, aseado, como un paseante normal. Nada hacía suponer que se trataba de un pobre, a no ser por su entristecido semblante, por una vergüenza que se adivinaba por sus  rígidos movimientos. No tuve valor para pararme, para preguntarle por qué tenía que vender pañuelos en una esquina de Gijón  uno de los días más lluviosos del año. Pero supe, sin que mediara palabra alguna, que ese hombre era una víctima de la crisis, posiblemente con una exigua pensión trata de ayudar a sus hijos, o a sus nietos,  o probablemente… ¡qué importa la razón! El drama está servido en bandeja. Y nosotros, que somos “los más”, que decía al comenzar, pasamos tranquilamente a su lado sin hacer nada, sin poder hacer nada, porque aunque hoy haya conseguido vender las dos docenas de pañuelos de papel que llevaba en una bolsa de plástico de un supermercado, mañana… ¿Qué será de él mañana?


Y por eso hoy estoy triste, atrapada en esta sociedad enferma de injusticia, que me convierte en cómplice al darme el privilegio del trabajo, de la familia, de la estabilidad. Si es que hay Dios, que ni lo niego ni lo afirmo, no nos lo puede perdonar nunca. Por muchos golpes de pecho y muchos rezos que se hagan desde la opulencia.  

SELMANA DE LES LLETRES ASTURIANES EN EL AULA DE LAS METÁFORAS


jueves, 26 de abril de 2012

ABUELA

Pues nada, que voy a ser abuela. Todavía estoy impactada por la feliz noticia, y algo así tengo que compartirlo. Ya sé que  forma parte de mi vida privada. Pero insisto, quiero contarlo a mis amigos/as. Las cosas hermosas que me pasan me gusta pregonarlas a los cuatro vientos. Hoy soy feliz, que se entere todo el mundo.

martes, 24 de abril de 2012

"JOSÉ MARÍA DEL BUSTO, MARQUÉS Y NOVELISTA", ARTÍCULO DE JOSÉ LUIS CAMPAL


(Artículo exclusivo para el blog Las mil caras de mi ciudad)


Las letras asturianas, aun estando bien provistas de una amplia galería de creadores, se encuentra no poco enjuta en lo que atañe a la necesidad de arrojar luz sobre aquellos otros escritores que permanecen, como errabundos espectros, en el injusto limbo del desconocimiento. Quiero hoy referirme a uno de estos marginados por la posteridad, al cual ni estudiosos ni, me temo, lectores prestan oídos: JOSÉ MARÍA DEL BUSTO Y CHAVES, quien además era marqués de Velagómez.

José María del Busto, en 1915

 Hijo de María de los Dolores de Chaves y Cistué, condesa de Cobatillas (que fallecería el 14 de diciembre de 1935, abrumada por la pérdida del hijo), José M.ª del Busto participó en sus años mozos en política militando en la Juventud Liberal Conservadora. Contrajo matrimonio el sábado 21 de junio de 1913, en el oratorio familiar de la marquesa de San Juan de Nieva, con una hija de ésta llamada María de Maqua y Carrizo, fruto de cuya unión tuvo dos varones: José María y Carlos José del Busto.
Del Busto colaboró en revistas y periódicos nacionales como La Esfera, Mundo Gráfico, Blanco y Negro, ABC, Alma Asturiana, El Progreso de Asturias, El Carbayón, El Parlamentario, El Popular, El Globo, Adelante. En volumen, dejó, que sepamos, siete libros y folletos:
1) Cuadros de la vida (Figuras que pasan. Impresiones. Perfiles literarios), Madrid, Pueyo Editor, Imprenta de El Trabajo, 1908, 126 páginas. [Esta obra la firmó como José del Busto-Solís]
2) Cómo se forma un corazón, Madrid, Imprenta Cervantina, 1915, 44 páginas.
3) La luna ríe... / Castillo de quimeras, Madrid, Imprenta Cervantina, 1915, 212 páginas [conoció una segunda edición en 1928, de mano de la madrileña Editorial Espasa-Calpe]. El crítico literario de Nuevo Mundo (24-VII-1915) declaró que La luna ríe... era «una narración madrileña, intensa, llena de interés, con bien acordada emoción»; sobre Castillo de quimeras opinaba, sin embargo, que «es un relato asturiano, de menor mérito, en el que las figuras se borran indecisas y en el que innecesariamente los personajes van y vienen entre vulgares pecadoras», todo lo cual no impedía que considerase que el autor «escribe muy bien, no decae en sus narraciones, da impresiones de realidad y de vida en la gestión de sus personajes».
4) Dos mujeres y un ladrón, Madrid, Editorial Marineda-Librería de Alejandro Pueyo, Imprenta de los Sucesores de Rivadeneyra, 1925, 276 páginas.
5) Aventura en el gran mundo, Madrid, Sáez Hermanos, “Nuevos novelistas españoles”, 1928, 234 páginas.
6) La dama del retrato.
7) Quince meses después... De la Monarquía a la República, Madrid, Centro Editorial Minerva, Imprenta de Galo Sáez, 1931, 189 páginas.

Portada de AVENTURA EN EL GRAN MUNDO, novela de José María del Busto 
Además, en estos volúmenes se avanzaban, en sus páginas interiores, títulos de próxima aparición o que se encontraban en fase de preparación, manuscritos que sospecho no pasaron a los moldes de imprenta, pues no me consta ninguna edición atribuible a nuestro autor con esa denominación. He localizado hasta 13, y los cito seguidamente:
1) El hijo (novela)
2) El amor que nace... (novela)
3) Resurrección (novela corta)
4) El último beso (novela corta)
5) Jardín de melancolías (cuentos)
6) Siluetas literarias (crítica)
7) De telón adentro (crítica)
8) Unión de almas (teatro)
9) Política española. La voz de los distritos (ensayo)
10) Políticos de España. De Isabel II a Alfonso XIII (ensayo)
11) La condesa de Espoz y Mina (ensayo)
12) Asturias (ensayo)
13) Espartero (ensayo)
De su discurso vital, o más bien de las lagunas derivadas del mismo, desconocía las fechas de su nacimiento y muerte. Recientemente, este último extremo me lo despejó el bibliotecario Juan Miguel Menéndez Llana tras verificarlo él en un trabajo de José Miguel de Mayoralgo y Lodo, conde de los Acevedos, titulado Movimiento nobiliario 1931-1940.


Poesía dedicada a José María del Busto y publicada en el diario gijonés EL POPULAR el 16 de septiembre de 1906 
Tirando de este ovillo hemos sabido que nuestro autor murió en Madrid repentinamente, a consecuencia de una angina de pecho que actuó velozmente, la tarde del martes 29 de enero de 1935, como se observa por la esquela que en su día publicó La Época. Aunque en ella se indicaba que era deseo del escritor ser enterrado en la intimidad, muchas personas no renunciaron a acompañarlo hasta el cementerio, estando integrada la comitiva por amigos personales del desaparecido literato como el académico José Francés o el diputado ovetense José Manuel Pedregal.
Al parecer, José M.ª del Busto falleció diez minutos después de haber concluido su último artículo, paradójicamente un texto necrológico sobre el expresidente del Gobierno español José Sánchez Guerra. Esta pieza póstuma la tituló “Tres horas de una vida” y la remataba así: «Don José Sánchez Guerra salió al campo donde España librara su combate. Detúvose un punto para atisbar las tiendas de uno y otro ejército; pero, al fin, marcha señero, solitario, por una vereda olvidada, plegándose únicamente al íntimo dictamen... Es cierto que su prédica defraudó aquella tarde, casi por igual, a republicanos y monárquicos, sin embargo todos advirtieron bien pronto cómo ese discurso decapitaba la dinastía secular, justamente cuando el orador rubricó su vida pública».

Esquela de José María del Busto y Chaves  
Las informaciones necrológicas resaltaron los valores del quehacer de José M.ª del Busto. La prensa madrileña lo dibujaba como «escritor de gran cultura y fino estilo que, a pesar de su juventud, había logrado sólido prestigio» (La Época, 30-I-1935) y afirmaba que «cultivó con pasión de enamorado la literatura, era un fino escritor, de temperamento sensible, acusado en sus novelas, en las que vertía delicadamente la nota romántica, prestándoles la noble efusión de bondad y caballerosidad que eran norma de su vida» (ABC, 30-I-1935). Por su lado, la agencia Sagitario, para la que Del Busto escribía artículos que luego ella distribuía entre los periódicos que habían contratado sus servicios, lo retrataba como autor de «prosa bella, pulcra y estilista, gran conversador y hombre inteligente, bondadoso, que no se encaramó a los cargos políticos de altura por su modestia proverbial, tanto que ni siquiera nos dijo nunca que poseía un título nobiliario», señalando igualmente que desapareció «cuando su talento irradiaba, en sus prosas admirables, de modo más racional».
En nuestra región, La Voz de Avilés aseveraba que era «persona de vasta y sólida cultura, reflejada en libros y artículos literarios y periodísticos, no haciendo muchos años que a raíz de la publicación de una de sus novelas, en la que se reflejaba su acendrado afecto hacia Avilés, le rindieron un homenaje los muchos admiradores que aquí tenía y tiene» (30-I-1935), mientras que en La Prensa, de Gijón, se le catalogaba de la siguiente manera: «Brillante escritor que gozaba de gran predicamento en los medios literarios y artísticos madrileños, trabajó durante muchos años como colaborador de importantes periódicos y publicó libros muy interesantes de ensayos y novelas en las que campeaba un fino y aristocrático estilo. Alguno de ellos hubo de adquirir grande y merecida difusión, siendo acogidos con aplauso por la alta crítica» (2-II-1935).

domingo, 22 de abril de 2012

DÍA DEL LIBRO

Nunca un LIBRO osará llamarme gorda (otra ventaja)

Uno de mis mejores amigos se llama LIBRO. No tengo mejor compañero: me entretiene, me hace pensar , me permite soñar, me enseña hasta el límite que yo esté dispuesta a aprender, no siente celos si en mi mesita reposan varios, nunca se enfurece si encuentro otro más interesante y decido hacer el cambio, es capaz de permanecer en la esquina más recóndita de mi biblioteca durante años y recibirme siempre con la misma frescura, como si nuestro último encuentro hubiese sido ayer. Con él entre mis manos nunca caigo en la monotonía, puedo disfrutarlo una y mil veces si me apetece sin que nuestra convivencia se resienta. Lo puedo recibir de un amigo, se lo puedo regalar a una amiga: es acierto  seguro. Disfruto manoseándolos -en plural- en los estantes de las librerías, leyendo títulos, primeras páginas, calibrando su interés, ajustando el costo a mis posibilidades del momento... Es, puedo afirmar, la única comprar que no me resulta tediosa, y  en la que más tardo en decidirme.
 Se acomoda tranquilamente en el fondo de mi  caótico bolso, entre lápices de labios, libretas de apuntes, llaves,  cartera, pañuelos..., para acompañarme a la sala de espera del dentista, a la peluquería,  o al parque en las cálidas tardes de verano. Hoy, 23 de abril, DÍA DEL LIBRO, aprovecharé para adquirir un nuevo ejemplar -para cumplir con tan señalada fecha-  , aunque sea de bolsillo -por aquello de que estamos en crisis-,  y sin remordimiento. ¿A cuento de qué el remordimiento? Lo explico: en mi tableta hay  250 libros  que aún no he leído. No hay más comentario, y  que  no se entere Pablo que  fue quien puso a mi disposición esa facilidad de llevarlos todos  en un artilugio del tamaño de un cuaderno. No niego que ese nuevo formato me gusta, pero sigo adorando el soporte de  papel. 

sábado, 21 de abril de 2012

LA LLUVIA ENTRISTECE LAS "MIL CARAS DE MI CIUDAD"

Si no deja pronto de llover se me va a ahogar el alma. Mis endorfinas están por los suelos. Más bien no están. Y sin endorfinas no hay alegría, no hay optimismo, ni sueños, ni nada. En mi caso, son incompatibles con la oscuridad de los días de lluvia, con la niebla, con todo aquello que impida que la luz del sol ilumine esta ciudad que tanto quiero. ¡Júpiter, Zeus!,  una tregua por favor.

viernes, 20 de abril de 2012

MIS EXTRAÑOS RITUALES NOCTURNOS

OBLADI
Somos los humanos seres de costumbres. O de hábitos, que viene a ser lo mismo. De eso saben mucho nuestras mascotas, capaces de controlar lo que     vamos a hacer o lo que nos pasa en cada momento: si nuestro humor es bueno o malo, si les toca quedar en casa o si nos van a acompañar, y otras muchas que no relataré. Quien tiene un cuatro patas –como gustaba llamar mi madre a  Obladi-  entiende perfectamente de  qué hablo –escribo, más bien-. Después de convivir durante 14 años con Obladi y de preguntarme una y otra vez  cómo diablos podía entenderme tan bien, llegué a la conclusión que yo repetía una día tras otro los mismos movimientos, aún sin ser consciente de hacerlo. Él se limitaba a tomar nota. Y ahora, que ya no me controla, que no tengo quien me siga a todas partes observándome, continúo haciendo las mismas cosas: repito día tras día idéntico ritual.

Mi hora preferida es la que antecede a irme a la cama. Creo que es el momento  que de verdad me pertenece. Concluida la jornada, me encuentro conmigo misma y hago exactamente lo que me gusta, sin prisas, sin obligaciones. Puedo perder mi tiempo sin remordimientos. Y así sucede.
El   portátil sobre mis rodillas, en el sofá,  frente al televisor que ni miro ni escucho –le quito el sonido, para ser más exacta-, primera rareza de mi ritual. Algunas veces lo apago, razono que es absurdo tenerlo encendido, pero me apresuro a ponerlo de nuevo en funcionamiento, posiblemente porque al vivir sola necesito sentir que estoy acompañada, aunque no le haga caso. Es, más o menos, algo así como tener un marido e ignorarlo, pero sabiendo que está ahí. Perdón por la maldad, pero seguro que algún/a lector/a sabe de qué hablo.  Posiblemente existan buenos compañeros de viaje, eso no lo dudo, pero no he sabido dar con el apropiado. Con el apropiado a mis rarezas, quiero aclarar y, cuando creí haberlo encontrado, salió huyendo -eso me pareció-. Seguro que con razón. Luego brujuleo en Youtube, o en  la música que voy recopilando, y escucho un par de canciones, o varias veces la misma. Cierro los ojos y viajo por el mundo de los sentidos. Me  puedo enamorar de una canción cada noche y hacerla mía. Os recomiendo ponerlo en práctica, la música es alegría y belleza que toca directamente el alma mejor que cualquier otra cosa. O en la misma medida que llegan las palabras de una persona amiga, el abrazo de quien te quiere, una mirada limpia, un beso… Todo lo  que nos hace felices, aunque sea en pequeñas ráfagas.
Botero-Mujer leyendo en la Cama

 Después apago el ordenador y tiro de un libro, o de la tableta, donde guardo muchos. Y de nuevo me enamoro, de un autor, de una historia, de un verso… Unas veces me gusta lo que dicen, otras simplemente cómo lo dicen. En algunas ocasiones me cuesta interpretar lo escrito y tengo que leer y releer hasta que me hago con el texto. Siempre saco alguna enseñanza. Así, casi sin darme cuenta, se me echa la noche encima, y si no me disciplino un poco pueden darme las tantas enzarzada en la lectura. El resto es ya imaginable: apagar al marido -¡Jesús, quiero decir la caja tonta! Ya sé, ya sé que no es lo mismo ¿Seguro que ni parecido…?-, ídem con la luz, y a dormir. Bueno, no exactamente, es el momento –el de mi ritual, por supuesto- de interrumpir todo para pensar en la vida –en mi vida-, en el sentido de todo, o en la falta de sentido que tiene casi todo. Da igual, no suelo ponerme trascendental, me conformo con lo que tengo. Que no es más que aquello  a lo que yo sea capaz de insuflarle vida, ilusión, alegría… Mi último pensamiento es casi siempre el mismo, apunta en dos direcciones: primero proyecto algunas cosas que me agradaría hacer al día siguiente, y luego me pregunto con tranquilidad, ¿será ésta mi última noche? Pudiera, pudiera serlo. Y  así me duermo. ¡Que extraño me resulta todo! Que simple soy.

lunes, 16 de abril de 2012

"CUANDO EL TITANIC SE FUE A PIQUE", ARTÍCULO DE JOSÉ LUIS CAMPAL

(Artículo exclusivo para el blog Las mil caras de mi ciudad)

Grabado de Verdugo Landi que recoge el hundimiento

La madrugada del día 15 de abril de 1912 las gélidas aguas del Atlántico, frente a las costas de Terranova, se tragaron de un inmenso bocado, tras colisionar con un iceberg, a un prodigio de la mecánica como era el británico transatlántico de lujo Titanic, propiedad de la compañía White Star Line. Estaba llamado a surcar incansablemente los océanos pero no pudo ni siquiera concluir su travesía inaugural.
El célebre naufragio –que se inició veinte minutos antes de la medianoche del 14 y concluyó cerca de las 3 de la madrugada del 15–, en el cual sucumbieron más de 1.500 personas, ha sido, desde el mismo momento en que se produjo la catástrofe marítima, pasto del cine y la literatura. Ahí queda, además de la oscarizada película de 1997 de James Cameron –ahora remasterizada en 3D– con Leonardo DiCaprio y Kate Winslet, una quincena larga de filmes, como: Salvada del Titanic (1912), In Nacht und Eis (1912), Titanic (1915), Titanic, disaster in the Atlantic (1929), Titanic (1943), El hundimiento del Titanic (1953), La última noche del Titanic (1958), S.O.S. Titanic (1979), La guerra del abismo (1980), ¡Rescaten el Titanic! (1980), El Titanic (1996), La camarera del Titanic (1997), La leyenda del Titanic (1999), Titanic 2 (2010) y Titanic, sangre y acero (2012). Asimismo, la tragedia ha conocido revisitaciones literarias como los dos largos artículos de 1912 de Joseph Conrad recogidos en 2011 por la editorial Gadir en el libro El Titanic o el extenso poema de 1978 de Hans Magnus Enzensberger titulado El hundimiento del Titanic, al cual pertenecen los siguientes versos, traducidos por Heberto Padilla:
El iceberg avanza hacia nosotros
inexorablemente.
Vedlo cómo se suelta
del frente del glaciar,
de los pies del glaciar.
Sí, es blanco,
se mueve,
sí, es más grande
que todo cuanto avanza
en el mar,
en el aire
o la tierra.

Mejor es no pensar en lo que pesa
un iceberg.
Cuantos lo han visto
no olvidarán jamás tal espectáculo
aunque vivan cien años.
«Ese espectáculo aguza la imaginación
pero llena el corazón
de un sentimiento de involuntario horror.»
Salón de cafetería del buque 
Dado que es sobradamente conocida la historia del hundimiento de un barco que tardó tres años en construirse, lo que hoy me interesa más es cómo registró la prensa asturiana de entonces un desastre de tales proporciones, la repercusión de una noticia que tuvo que competir con un eclipse solar que se verificó por las mismas fechas y que concentró la atención de los principales diarios.
Las informaciones por telégrafo recogen con pelos y señales las circunstancias que rodearon al fatal desenlace en alta mar:
«Bastante antes de ocurrir el siniestro, ya el Titanic venía chocando con témpanos de hielo; pero los pasajeros no se asustaban, tanto porque confiaban en las excelentes condiciones del buque como porque éste seguía navegando normalmente, sin siquiera moderar su rápida marcha. Poco después hubo un choque algo más violento y seguidamente se notó que el barco escoraba sobre la banda de estribor. Entonces el capitán, después de ordenar que se expidieran radiogramas comunicando lo que ocurría y pidiendo auxilios, reunió a toda la oficialidad, que se distribuyó rápidamente por el barco, empezando la tripulación a organizar el servicio de salvamento del pasaje. Estas operaciones se hicieron en medio del mayor orden, sin apresuramientos ni grandes alarmas. Sin embargo, los hombres se apresuraron a ocupar los botes salvavidas, pero sin protesta alguna los abandonaron acto seguido, al ser requeridos por la oficialidad para que dejasen los primeros puestos a las mujeres y a los niños. Así lo hicieron los preferidos, pero muchas mujeres, al ver que sus maridos no eran designados para ocupar con ellas las embarcaciones, rechazaron el ofrecimiento y abrazándose a sus esposos se negaron a abandonar el paquebot hasta que éstos no lo hicieran también. 
Plano del Titanic

El Titanic, en el astillero
Tres pasajeros italianos fueron muertos a tiros por la oficialidad a causa de no obedecer sus órdenes para que abandonasen los salvavidas que debían ocupar primero las mujeres. Según se iba completando cada lancha, la tripulación iba lanzándolas al agua. En cada salvavidas iban dos marineros para remar. Cuando estuvieron embarcadas todas las mujeres y los respectivos niños, comenzó el salvamento de los hombres; pero antes de terminar esta operación, el Titanic empezó a hundirse de proa. Entonces, el capitán y el ingeniero jefe de las máquinas, que desde el puente presenciaban la operación, se suicidaron. El buque fue iluminado totalmente y la orquesta de a bordo comenzó a preludiar el himno inglés. Según el Titanic iba sumergiéndose de proa, la maquinaria, al tomar una posición vertical, empezó a rodar a través del buque, produciendo un estruendoso ruido mezclado con los angustiosos clamores de los centenares de personas que no podían salvarse. El barco quedó en posición casi vertical durante cinco minutos, tal vez prendido por los témpanos de hielo, y después desapareció oblicuamente entre las aguas. Algunas de las canoas que estaban llenas de mujeres y niños fueron arrastradas por los formidables remolinos que se formaron al hundirse el Titanic. Bastante después de desaparecer el buque, aún se oían ayes en demanda de socorro, lanzados por los náufragos que estaban unos agarrados a restos del buque y otros nadando en espera de que se les recogiera, cosa imposible de efectuar pues todas las demás lanchas estaban llenas» (El Noroeste, 20-IV-1912). Los barcos que acudieron a socorrer a los infortunados pasajeros y miembros de la tripulación fueron testigos de pavorosas escenas:
«En el lugar del siniestro se ven flotar equipajes, bocoyes, tablones, ropas y restos del buque sumergido, pero ningún cadáver. Este detalle hace suponer que la mayoría de las víctimas permanecen dentro del paquebot habiéndoles impedido subir de los camarotes a la cubierta la irrupción del agua producida al hundirse el buque. Muchos, al surgir la hecatombe, lanzáronse al mar, consiguiendo mantenerse a nado durante corto tiempo; pero la excesiva crudeza de la temperatura les impidió esperar la llegada de los salvamentos» (El Principado, 18-IV-1912).

Zarpa el Titanic en su primer y último viaje 

«Algunas horas después de hundirse el paquebot llegó al lugar del siniestro el transatlántico Carpathia, que había recogido en sus aparatos el radiograma del Titanic. Un pasajero de aquel buque cuenta que a las tres de la madrugada lo despertaron voces que partían de 16 barcas de salvamento que rodeaban el Carpathia y cuyos ocupantes presentaban un aspecto lastimosísimo. En seguida empezaron los trabajos de recogerlos. Los muchachos y los niños de pecho fueron metidos en sacos e izados a bordo y los hombres y mujeres subieron por escalas de gato y amarrados a cuerdas, de las que tiraban desde la cubierta del Carpathia. Algunos de los náufragos tenían todavía puesto el traje de etiqueta, pues cuando ocurrió el naufragio había baile y concierto a bordo del Titanic. Otros estaban en ropas menores y muchos parecían locos, sin poder hablar y limitándose a demostrar su dolor con gemidos inarticulados. A todos ellos se les sirvió en seguida comida caliente, celebrándose después una misa sobre cubierta. No obstante de las atenciones y cuidados de que los náufragos fueron objeto a bordo del Carpathia, en la travesía hasta New-York fallecieron cuatro, víctimas de la terrible impresión recibida» (El Noroeste, 20-IV-1912).
El Titanic, durante su construcción
La arribada al puerto neoyorquino de los rescatados es captada con viveza por los periodistas:
«En los muelles había más de diez mil personas, que silenciosamente presenciaban la maniobra del buque para atracar y desembarcar los pasajeros. Entre los concurrentes había un millar de parientes y amigos de los náufragos y numerosos médicos y enfermeros. La angustia era enorme, en todos los rostros se retrataba el pánico producido por la gran catástrofe» (El Noroeste, 20-IV-1912).
En los primeros momentos  existe  confusión en el cómputo de fallecidos en el hundimiento del Titanic:
«El diario Times calcula en 1.700 los muertos en el naufragio del Titanic. Otros periódicos calculan el número de víctimas en 2.400. La opinión general considera que ninguna catástrofe ha quebrantado tanto como ésta a las compañías de seguros, pues aparte de las víctimas y del valor del buque que alcanza fabulosa cifra, hay que tener en cuenta que llevaba a bordo un millón de libras esterlinas, perlas por valor de 120.000 libras y varios millones en plata» (El Principado, 17-IV-1912). Igualmente, se subraya cómo la fatalidad no distingue entre ricos y pobres, y se ofrece «la lista de los millonarios ahogados y la cifra aproximada de sus fortunas respectivas. (...) En total, 2.275 millones de francos en ocho náufragos» (El Principado, 18-IV-1912). 
El Titanic, antes de zarpar
La prensa asturiana reproduce también testimonios de supervivientes que relatan su experiencia y apuntan a una hipotética causa del desastre:
«Supimos que el comandante del buque tenía decidido empeño en batir el récord de la navegación entre New-York y Southampton para ganar la velocidad a los buques de la compañía de Cunard Line. Era el último viaje que el capitán hacía y antes de retirarse quería llevar consigo el placer del triunfo, que no había conseguido en toda su larga vida de marino por el Atlántico, a pesar de los esfuerzos que a tales fines hizo mandando otros barcos de White Star. Entre los pasajeros de primera circuló la noticia de que el comandante había dicho a unos amigos suyos de Londres que por encima de todo había de lograr su empeño, contando con un buque de las condiciones del Titanic. Así llegamos al lugar de la catástrofe con una marcha verdaderamente espantosa» (El Comercio, 20-IV-1912).
Un siglo hace ya que nos contempla y vigila, alertándonos metafóricamente de que si torres tan descomunales como el Titanic cayeron, qué no será del hombre, criatura indefensa ante la indescriptible fuerza de la naturaleza.

sábado, 14 de abril de 2012

"MIGUEL SOLÍS SANTOS, UN ESCRITOR ASTURIANO ATÍPICO", UNA DISERTACIÓN DE JOSÉ LUIS CAMPAL


Los vientos renovadores que soplaban en Asturias a finales de los años 70 del siglo pasado permitieron el desembarco de la nueva ola de la literatura bable, es decir, la avanzadilla del movimiento conocido como Surdimientu, que se marcó como meta recuperar y proseguir el camino interrumpido tras la guerra civil. Un puñado de autores animosos levantaron prácticamente de la nada una incipiente narrativa en el idioma vernáculo, y lo hicieron cuando casi nadie se atrevía con la prosa pues la flor que por entonces mejor prendía era la poesía.

Entre los escasos literatos que apostaron por la narración de largo recorrido, sin saber posiblemente a qué puertos les conduciría su elección, figuraba en lugar preeminente el avilesino Miguel Solís Santos. Escritor y vocacional dibujante de aliento cubista, además de biólogo por formación y ocupación laboral en el instituto de Salinas, Solís Santos fue un creador inquieto de las primeras horas del asturianismo, miembro de Conceyu Bable desde 1975 y académico correspondiente de la Llingua desde 1982. Estamos ante un aplicado trabajador que ya ganara, ex aequo, con el relato Ástor o Un ensayu pa una nuea mitoloxía la primera convocatoria de 1980 del luego rebautizado como premio «Xosefa Xovellanos», certamen en el cual volvería a imponerse en tres ediciones más, en la de 1981 con L’oxetu la caridá, en la de 1984 con El trunfu prietu y en la de 2004 con Los falapios del xigante. El currículo de Solís Santos está convenientemente adobado de reconocimientos, ya que ha conquistado, entre premios y accésits, concursos literarios como el «Fuertes Acevedo» de investigación, el «Padre Patac» de bibliografía, el «Enriqueta González Rubín» de periodismo, el «Llectures pa rapazos», de la Academia de la Llingua Asturiana, o el «Fermín Canella» de cuentos en 1977, que obtiene con su relato más viejo, titulado “L’últimu home” y que anuncia contribuciones posteriores como “Aquel requexu escuru”, “La nueche” o “Cuando’l vientu atómicu llambe los llabios de la paz”.


Después de firmar en 1981 la primera novela moderna en lengua asturiana con Les llamuergues doraes, a mediados de esa década opta por retirarse paulatinamente de la literatura de creación para adultos a fin de centrarse, primero, en la literatura infantil y juvenil y, más tarde, en la investigación erudita y la ilustración. En la primera ha publicado narraciones como Les cuatro estaciones y Ñuberu (1983), La Guaxa (2006), El secretu de la cámara de cuarzu (2007) o Nosotros, los pexes (2008). Dentro del apartado genealógico y archivístico, Solís Santos ha ofrecido, hasta la fecha, dos estudios de peso: La memoria de les dos orielles (2003), jugosa aproximación al fenómeno de los indianos, y Sabugo (2010), primero de sus libros escrito íntegramente en castellano y que representa un valioso arcón de datos acerca de los cambios y transformaciones operados a lo largo de tres siglos en el devenir humano de este barrio marinero, indisolublemente unido al destino de la ciudad. La faceta de ilustrador no está sólo presente en las portadas de sus propias publicaciones y en las de otros colegas de profesión, ya que Solís Santos ha puesto su buen gusto plástico, dominado por la exactitud en el detalle y los ribetes expresionistas, al servicio de un documentado recorrido en formato de cómic por los avatares de su pueblo en una obra crucial como La hestoria d’Avilés, que ya ha conocido tres ediciones. Igualmente, no ha descuidado las exposiciones de su obra pictórica desde aquella lejana muestra colectiva de 1971 con el grupo Hierro, y de hecho ahora mismo ultima la que habrá de ser su nueva cita individual con su público después de exponer en solitario en 1977, 1983, 1986, 2002 y 2005.
Solís Santos es propietario de un reconocible universo artístico en el que nunca faltan personajes enigmáticos o chocantes e historias con un toque especial, rellenas de atractivo para el lector en los asuntos que plantea. Solís Santos no se pierde en florituras formalistas, y entiende la novela como un reflejo deformador o intensificador de su época –a la que denuncia con crítico realismo–, por lo que cuando va a su encuentro no le tientan otros sonidos, pues piensa que el caparazón, el andamiaje, el lenguaje, las técnicas y los recursos estilísticos que la literatura pone a disposición del narrador tienen que supeditarse al tema y a sus intenciones intrínsecas.
El corpus más sólido de su obra narrativa lo constituyen títulos como Les llamuergues doraes, en la que destaca el ambiente de ambiguos comportamientos psicológicos; como El trunfu prietu, donde se recrea un caso de satanismo, y como Los falapios del xigante, su novela más reciente y la de mejor cincelado final, un ambicioso aguafuerte político que husmea en ese agitado período que se vivió en Europa entre la ilusión utópica de Mayo del 68, la Primavera de Praga o la Revolución de los Claveles, y que en España desembocó en un tardofranquismo agonizante y la incertidumbre de lo que hemos dado en llamar la transición. Ése es el marco temporal y moral que el narrador nos propone, ubicándonos en una ciudad de provincias urbana e industrial, con sociedades recreativas, acusada hegemonía religiosa y un rotativo local servidor de variados amos llamado «El Corréu Ciudadanu», pero también, a modo de contrapunto, con una librería donde se expenden materiales prohibidos con los que satisfacer el inconformismo que anida en las generaciones más jóvenes. En este espacio en que se desarrolla la acción se perfila, sin duda, la villa de Avilés, que suma, de esta forma, un título más a la lista de novelas que han hecho de ella honrosa materia literaria.
Lectores y estudiosos de la obra de Solís Santos conocemos la encarnadura, pero no las tripas, los movimientos internos del laboratorio que todo escritor lleva en su cabeza. Esos secretos, seguramente no tan insondables, son los que ahora nos desvelará el escritor avilesino.
(Texto de José Luis Campal leído en la presentación de la conferencia que Miguel Solís Santos ofreció el martes 10 de abril de 2012 en el Palacio de Valdecarzana de Avilés dentro del ciclo “El autor y sus obras”, organizado por la Sociedad Económica de Amigos del País)

Joaquín Pixán - L´alba separa dalla luce l´ombra (F.P. Tosti)


Mis escasos conocimientos informáticos, además de  las limitaciones propias  del blog, me impiden insertar la reproducción del vídeo que os voy a recomendar y que reza en el título. Para escucharlo  simplemente debéis copiar -el título- y pegar en Google, o ir directamente a Yotube. La canción me parece hermosísima y la interpretación soberbia. Espero que os guste.
También os recomiendo -el mismo sistema de copiar y pegar: "Tosti Joaquín Pixán y Giovanni Auletta L' ultimo bacio." De esa no os pongo la letra, es más fácil entenderla.



L'alba sepàra dalla luce l'ombra (Francesco Paolo Tosti)

L'alba sepàra dalla luce l'ombra,
e la mia voluttà dal mio desire.
O dolce stelle, è l'ora di morire,
un più divino amor dal ciel vi sgombra.

Pupille ardenti, O voi senza ritorno,
stelle tristi, spegnetevi incorrotte!
Morir debbo. Veder non voglio il giorno,
per amor del mio sogno e della notte.

Chiudimi, O Notte, nel tuo sen materno,
mentre la terra pallida s'irrora.
Ma che dal sangue mio nasca l'aurora
e dal sogno mio breve il sole eterno!
El alba separa la luz de la sombra (Francesco Paolo Tosti)

El alba separa la luz de la sombra,
y mi lujuria de mi deseo.
Oh dulces estrellas, es la hora de morir,
un amor más divino del cielo os desaloja.

Pupilas ardientes, oh vosotras sin retorno,
estrellas tristes, ¡apagaos incorruptas!
Tengo que morir. Ver no quiero el día,
por amor a mi sueño y a la noche.

Enciérrame, oh Noche, en tu seno materno,
mientras la tierra pálida se moja en el rocío.
Pero [haz] que de mi sangre nazca la aurora,
¡y de mi breve sueño el sol eterno!


miércoles, 11 de abril de 2012

CURIOSIDAD, enviada por mi amigo José Ignacio (del blog de al lado)


CONTRA LA TONTUNA LINGÜÍSTICA , UN POCO DE GRAMÁTICA BIEN EXPLICADA

 Yo no soy víctima de la LOGSE. Tengo 50 años y he tenido la suerte de estudiar bajo unos planes educativos buenos, que primaban el esfuerzo y la formación de los alumnos por encima de las estadísticas de aprobados y de la propaganda política. En párvulos (así se llamaba entonces lo que hoy es "educación infantil", mire usted) empecé a estudiar con una cartilla que todavía recuerdo perfectamente: la A de "araña", la E de "elefante", la I de "iglesia" la O de "ojo" y la U de "uña". Luego, cuando eras un poco más mayor, llegaba "El Parvulito", un librito con poco más de 100 páginas y un montón de lecturas, no como ahora, que pagas por tres tomos llenos de dibujos que apenas traen texto. Eso sí, en el Parvulito, no había que colorear ninguna página, que para eso teníamos cuadernos.
En Primaria estudiábamos Lengua Española, Matemáticas (las llamábamos "tracas" o "matracas") Ciencias Naturales, Ciencias Sociales, Plástica (dibujo y trabajos manuales), Religión y Educación Física. En 6º de Primaria, si en un examen tenías una falta de ortografía del tipo de "b en vez de v" o cinco faltas de acentos, te suspendían.
En Bachiller, estudié Historia de España, Latín, Literatura y Filosofía. Leí El Quijote y el Lazarillo de Tormes; leí las "Coplas a la Muerte de su Padre" de Jorge Manrique, a Garcilaso, a Góngora, a Lope de Vega o a Espronceda...
Pero, sobre todo, aprendí a hablar y a escribir con corrección. Aprendí a amar nuestra lengua, nuestra historia y nuestra cultura.
Y.. vamos con la Gramática.
En castellano existen los participios activos como derivado de los tiempos verbales. El participio activo del verbo atacar es "atacante"; el de salir es "saliente"; el de cantar es "cantante" y el de existir, "existente". ¿Cuál es el del verbo ser? Es "ente", que significa "el que tiene entidad", en definitiva "el que es". Por ello, cuando queremos nombrar a la persona que denota capacidad de ejercer la acción que expresa el verbo, se añade a este la terminación "-nte".
Así, al que preside, se le llama "presidente" y nunca "presidenta", independientemente del género (masculino o femenino) del que realiza la acción.
De manera análoga, se dice "capilla ardiente", no "ardienta"; se dice "estudiante", no "estudianta"; se dice "independiente" y no "independienta"; "paciente", no "pacienta"; "dirigente", no dirigenta"; "residente", no "residenta".
Y ahora, la pregunta: nuestros políticos y muchos periodistas (hombres y mujeres, que los hombres que ejercen el periodismo no son "periodistos"), ¿hacen mal uso de la lengua por motivos ideológicos o por ignorancia de la Gramática de la Lengua Española ? Creo que por las dos razones. Es más, creo que la ignorancia les lleva a aplicar patrones ideológicos y la misma aplicación automática de esos patrones ideológicos los hace más ignorantes (a ellos y a sus seguidores).
No me gustan las cadenas de correos electrónicos (suelo eliminarlas) pero, por una vez, os propongo que paséis el mensaje a vuestros amigos y conocidos, en la esperanza de que llegue finalmente a esos ignorantes semovientes (no "ignorantas semovientas", aunque ocupen carteras ministeriales).
Lamento haber aguado la fiesta a un grupo de hombres que se habían asociado en defensa del género y que habían firmado un manifiesto. Algunos de los firmantes eran: el dentisto, el poeto, el sindicalisto, el pediatro, el pianisto, el golfisto, el arreglisto, el funambulisto, el proyectisto, el turisto, el contratisto, el paisajisto, el taxisto, el artisto, el periodisto, el taxidermisto, el telefonisto, el masajisto, el gasisto, el trompetisto, el violinisto, el maquinisto, el electricisto, el oculisto, el policío del esquino y, sobre todo, ¡el machisto!
Porque no es lo mismo ser UN CARGO PÚBLICO que UNA CARGA PÚBLICA.

domingo, 8 de abril de 2012

SEMANA SANTA EN GIJÓN

Procesión en Gijón ( foto Joaquín Comins)

 Iglesia de San Pedro (foto Joaquín  C.)
Finalizó la Semana Santa, ese período que debiendo ser religioso -para ajustarse al menos a  su nombre- es más que nada vacacional. Por supuesto, no seré yo quien juzgue cómo interpreta cada individuo estos cuatro días de asueto y procesiones. No tiene para mí más significado que los recuerdos de  infancia, cuando de la mano de mi queridísima abuela recorría -al menos- siete iglesias, como mandaba la tradición. Vagamente guardo memoria de las carracas que los niños agitábamos con fuerza para ahuyentar al diablo, y el vía crucis alrededor de la iglesia del pueblo –siempre de la mano de mi abuela- y a don Félix, el cura de Porceyo,  -pueblo en el que ella vivía-, en una amenaza continua con el infierno. Nunca asimilé  eso del fuego eterno en el que arderíamos para siempre. Pero sí debían de entenderlo los parroquianos que cumplían a pies juntillas con los preceptos que imponía don Félix. Y de don Félix mejor no hablar, con el tiempo supe de sus peculiaridades cristianas. Pues eso, el silencio es lo mejor. Pese a todo, no creo que esté ardiendo en el fuego eterno, si Dios está en alguna parte –que seguro que sí, que mora en el corazón de la gente buena, y ya es suficiente- no ha de ser un ser castigador. El castigo y la maldad es siempre cosa de los hombres, nunca de la divinidad. Pese a que, como digo, la Semana Santa no tiene para mí connotaciones especialmente religiosas, me gusta. Me gusta lo que significa, con independencia de lo que unos u otros hagamos. Me gusta visitar las iglesias y contemplar esas hermosísimas imágenes en las que grandes escultores (como Luis Fernández de la Vega, natural de Llantones) han dejado constancia de la tristeza del hombre solo y abandonado, de la bondad, del dolor de una madre,  de los sentimientos humanos. Es, a mi manera de ver, la Semana Santa un reflejo de la vida misma, que tiene mucho de dolor, de procesiones haciendo  camino, de vía crucis hacia la supervivencia. Ciertamente no para todos es  igual. En mi vía crucis yo duermo en mi cama y Juan lo hace entre cartones en los bajos de la antigua sindical; mañana  algunos nos incorporamos al trabajo, Jorge -y muchos más- seguirán mandando su currículo; y muchos viejecitos continuarán arrastrando sus huesos por la residencia de Somió u otra cualquiera sin ninguna esperanza, y… puede que no todos lleguemos a la Semana Santa del año que viene. Es lo que hay, decía con contundencia mi tía Sara cuando quería dar por terminada una conversación incómoda.  



Foto en la Iglesia de San Pedro de Joaquín Comins

sábado, 7 de abril de 2012

"EL FÍU DE MORO", texto de JOSÉ DE ARANGO


                    
"MORO A LA VUELTA", cabecera de las páginas de ciclismo de  "El Comercio"
             Conocí a Moro en la tertulia de Casa Paulino, en la por entonces Avenida de Calvo Sotelo –empezando por abajo-, muy cerca de la carretera de Oviedo, a donde acompañaba a mi tío Pachín, -José Díaz Rubio, de La Arquera de Salas que había tenido el Bar Pachín del Muelle para meterse después a camionero- que era vecino de José Avelino y de Maribel ya que por entonces la familia de Isabel vivía en Santa Teresa y la mía en Prendes Pando. Había en el bar de Paulino muchos cuadros y recortes de prensa con ciclistas de la fama de Jesús Loroño y de Bahamontes. Y allí nació la Unión Ciclista Gijonesa, impulsada por el propio Paulino y por Moro. Los domingos por la mañana mi tío me llevaba a las canteras del Alto de la Madera a cargar, con pala llana, un viaje de su camión con material para la construcción. El resto de la semana Pachín transportaba tablas para la Maderera Gallega. Para un joven recién llegado del pueblo la máxima ilusión era aprender a conducir. Mi tío me prometió hacer de mí un experto en el volante pero nunca cumplió su palabra. Y un día le conté mi decepción a Moro.
            -No te preocupes, “fiu”, que te enseño yo. Y ese mismo día me llevó al tendejón donde se guardaba el camión, me hizo subir a la cabina y me explicó para que servían todas las palancas.
            Pero en aquellos tiempos de alquileres con derecho a cocina, de pensiones de cinco duros diarios todo incluido y otras miserias, en el astillero me hicieron tornero y había que sacar barcos nuevos o reparados como churros y te invitaban a trabajar los domingos hasta la una de la tarde con salario de día completo. Un chollo que no se podía desaprovechar si uno quería comprar algún libro o ir al cine Avenida o al gallinero de los Campos, que eran los más baratos. No tuve ocasión de recibir las clases de conducir de Moro. Y nos perdimos por caminos muy distintos.
            Años después coincidimos en el mismo oficio: el periodismo. Mi entrañable amigo en el decano “El Comercio” y el que suscribe en el Movimiento de “Voluntad” sin que uno supiese que era eso del yugo y las flechas. Se creía, por entonces, que había una gran rivalidad, rayando casi en la enemistad, entre el personal de ambos periódicos. Y fue por entonces cuando empezamos a coincidir en El Molinón, haciendo vestuarios. Y en el hípico, Y en la Casa de Socorro. Y en los Juzgados. Era la auténtica escuela de periodismo. Hacer algo de todo.Y patear la ciudad. Buscar la noticia. Las notas del Juzgado y los sucesos de la Casa de Socorro nos los intercambiamos metiendo papel calco a la máquina de escribir. Hoy por ti y mañana por mí. Y los directores, sin enterarse.
            -Oye, “fiu”, te llamo porque no pude ir a los vestuarios y no sé lo que dijo el entrenador del Depor.
            -Lo de siempre, ya sabes, que los partidos duran noventa minutos, que pudieron ganar pero que tuvieron mala suerte.
            -Con eso me arreglo “fiu”, te dejo porque tengo que mandar una crónica para la Voz de Galicia.
            Moro llegaba al Molinón acompañado de tres o cuatro probes de pedir a los que pasaba por la puerta del fondo sur como Pedro por su casa. Yo llegaba con mi micrófono y mis cables para las Ondas Populares Españolas –la cadena de los curas con emisora fundacional en el Monte de La Luz de Avilés- y hasta nos llegamos a intercambiar algún becario de la Cocina Económica de los que nos acompañaban  y que no tenían  ni una peseta para pagar la entrada. A los periódicos llegaban invitaciones en cantidad pero esas se las repartían los jefes y jefecillos. Como siempre. .
            El día que Alfonso Camín llegó del exilio a El Musel allí estábamos Moro y el su “fiu” haciendo guardia. Creo recordar que Isabel, vestida con el traje regional, formaba parte del grupo folklórico que esperaba la llegada del vate de Roces. Y nos marchamos todos a Porceyo, el pueblo gijonés preferido de Moro.
            José Avelino Moro, a quien seguí día a día en aquella ingente labor que hizo creando el Pueblo de Asturias, fue un  periodista como la copa de un pino. Escribió hasta el mismo día en que nos dejó. Independiente, trabajador, gran conocedor de su ciudad y de los personajes y personajillos que ostentaban el poder en cada momento solía sentenciar: “Son honrados hasta que les ponen un puro en la boca”. Siempre me elogió mi columna diaria en la penúltima de “Voluntad” que se titulaba “Ecos de Asturias” y muchos de los logros que conseguía para su museo etnográfico quedaban reflejados, a toro pasado porque la exclusiva era suya por derecho propio, en mi sección. Y aquellos elogios a mi labor periodística me sonaban a música celestial.
            Fue un honor ejercer como “fiu” de Moro. Ahora, con la jubilación jubilosa ya en mí alforja llego a la conclusión de que Gijón está en deuda permanente con uno de los periodistas que lo dio todo a su ciudad. Nada menos que un museo etnográfico conseguido pieza a pieza y pueblo a pueblo. Ni aquellos prebostes de entonces ni los de después tuvieron un gesto de agradecimiento. Seguramente porque Moro siempre tuvo inclinación por aumentar y consolidar aquel  inolvidable grupo de pobres de pedir, amigos entrañables, que colaba en los graderíos de El Molinón y que eran felices gracias a mi inolvidable, llorado e inimitable amigo que un día en Casa Paulino me llamó “fiu”.  Ha sido el mayor honor que he tenido en mi medio siglo de trabajo en los periódicos y en la radio: Conocer, tratar, intimar, querer y aprender algo todos los días de mi maestro José Avelino Moro, un hombre fundamentalmente bueno, al  que José Luis Campal y Aurora, con el buen hacer que caracteriza sus trabajos,  han rescatado ahora del olvido. 

"CINCO SONETOS DE NEL AMARO", ARTÍCULO DE JOSÉ L. CAMPAL ANTE EL ANIVERSARIO DE LA MUERTE DEL AUTOR ASTURIANO



(Artículo exclusivo para el blog Las mil caras de mi ciudad)

Nel Amaro (1946-2011), en el pozo Fortuna (Turón)

El 4 de abril de 2011 Asturias perdía a un todoterreno del activismo cultural, porque del mierense NEL AMARO (que no es seudónimo como hay quien se empecina en ello, sino su nombre oficial en asturiano: Manuel Amaro Fernández Álvarez, nacido en el pueblo de Cantuserrón el día de Nochebuena de 1946) puede decirse sin temor a exagerar que tocó todos los palos artístico-literarios (incluso la pintura y la radiodifusión), decantándose prioritariamente por la transgresión y el mestizaje de géneros, y lo hizo, además, con una constancia y profusión para las cuales, personalmente, no hallo en nuestros días parangón. Llegó a ser actor en los años 60 con el grupo García Lorca, dirigiendo después otras formaciones provinciales como Tragodia, Primer Acto, La Condena, Box, Carátula o el Escuela Infantil de Teatro de Turón. Junto a las obras teatrales que dejó publicadas redactó otras que, si no me equivoco, no pasaron a las prensas: 1.033 (1974); Xénesis o Alborá de la concencia (1978); Glayíos nueos, vieya murnia (1978); L’únicu rebalbu (1979); De sópitu... sonsones (1980); Antígona, en capilla; Lorca para los niños; Siete vidas tiene un gato; Más moral que Samaniego (1982); Sestaferia (1994), etc. Su entrega al arte de Talía le reportó reconocimientos como el premio “Soto Torres” en 1979, el “Conceyu d’Uviéu” en 1980, el de la Academia de la Llingua Asturiana en 1991 y el del Certamen de Teatro Costumbrista de Candás en 1994.
Nadie lo superó, entre los de su quinta, en dejar escritas en nuestras dos lenguas regionales (castellano y bable, en cuya recuperación desempeñó una labor pionera y altruista, nunca agradecida como se merecía) tantas páginas en las más diversas modalidades (articulismo, crítica, ensayo, teatro, poesía, cuento, novela, investigación histórica), cómputo que, de llevarse a efecto, superaría con creces el millar. Muy pocos lo igualarían en poner en práctica iniciativas editoriales de distinto pelaje: ahí quedan, por ejemplo, las revistas y fanzines Sapiens, Máscara, El Cuélebre Literario, Mallku, Caballo de Cartón, Cartafueyos de Caboxal, Cuadernos de Literatura, W.C. o El Pulgu, del que llegó a sacar más de cien números; sus hojas volanderas Laceralante, que también fueron muy pródigas; la revista ensamblada Magazine Poetry Mondragón, codirigida con José R. Cagide, o colecciones artesanales xerocopiadas como las denominadas Camposagrado, Cuadernos 10x15 o Ángulo recto.
A casi nadie encontraremos en las dos últimas décadas que haya hecho tanto en nuestra comunidad, teorizando y actuando, por la expansión, a través de muestras y acciones (en 1977 ya había coordinado en Mieres la I Muestra nacional de invierno de la poesía y el arte conceptual), de la poesía visual, el arte conceptual, la intervención urbana, la instalación, el libro-objeto, el mail-art (constituyó a principios de los 90 en Turón el Mail Art Archive), la poesía fonética, la electrografía y la performance, de la que acabó rendidamente enamorado en sus últimos años (se contabilizan en cerca de medio centenar el número de actuaciones de esta clase que realizó por toda España), no dando tregua a su incansable imaginación con todo aquello que asaltaba sus inquietudes, a las que ya estamos echando en falta. En 2009, la sala gijonesa LAi expuso una serie de poemas, pinturas y electrografías de su autoría concebidas entre 1995 y 2009. Antes había puesto en marcha eventos como Turón en acción (1997-2001), Festival intergaláctico de performance de Galicia (1999) o ArteNativa (2002).
Además, Amaro ideó colectivos con las miras puestas siempre en la agitación vanguardista y una insobornable voluntad de examen crítico no sólo de la realidad, sino también del pasado próximo; acuñó y llenó de contenido colectivos como: Auxilios Mutuos S. L., Espacio Arte Excéntrico, Komando Leopoldo M.ª Panero, Yves Klein Blue Bank, Fundiziom Malevich, ONG Performers sin Fronteras, Yo Kojo No?, Komando San J. Beuys, Arte Étnicu 100% o mismamente la Fundación Perruno-Situacionista Laszlo Kovacs, con su inseparable perro Pulgu, mascota a la que cabría adjuntar El Muñequito Azul de Playmobil, protagonista de muchas de sus piezas conceptuales de la última etapa.
Nel Amaro dejó disperso el grueso de su producción en infinidad de periódicos, revistas, fanzines, porfolios y publicaciones marginales, en papel y online. En volumen, plaquette y pliegos disponemos de, al menos, los siguientes títulos (no incluyo las antologías) que yo recuerde ahora:
1) Cuatro puntos teatrales (colectivo), Bilbao, El Paisaje, 1978, 15 páginas.
2) Responsos laicos, incluido en el volumen I Certamen literario, La Felguera, Ateneo Popular, 1980, 67 páginas.
3) Habitación de poeta, Mieres-Turón, Colección “Longalendo”, n.º 1, 1981 [septiembre], 50 páginas.
4) Boca arriba, lentamente naufragando, Mieres-Turón, Colección “Longalendo”, n.º 2, 1982 [marzo], 58 páginas.
5) Devocionario mineral, Mieres, “Caballo de Cartón”, 1988.
6) Dos poemas, Pola de Laviana, Colección “Hojas de poesía Mondego”, n.º 3, 1989.
7) Contraste a la decadencia (colectivo), Rioturbio (Mieres), Asociación de Vecinos-Vocalía de Juventud, Cultura y Deportes del Ayuntamiento de Mieres, 1989, 18 páginas.
8) Reversos, Oviedo, Utopía, Colección “Poesía”, n.º 6, 1990, 18 páginas.
9) Y tu, Marta B., qu’entoncies nun yeres, tampocu, l’Anna Karina de les películes de Jean Luc Godard, Mieres, Ayuntamiento de Mieres, Colección “Teodoro Cuesta”, n.º 2, 1990 [febrero], 66 páginas.
10) Relatusutaler, Gijón, Ateneo Obrero de Gijón, Colección “Papelyna”, n.º 3, 1990 [verano], 10 páginas.
11) Elecciones irregulares, Pola de Laviana, Colección “Dípticos de poesía experimental El paraíso”, n.º 2, 1990.
12) Pirámide (colectivo), Mérida, Excmo. Ayuntamiento de Mérida, 1990.
13) Diariu de polizón, Oviedo, Ámbitu, Colección “Poesía”, n.º 7, 1990 [diciembre], 18 páginas.
14) Translacciones circulares, Pola de Laviana, Colección “Dípticos de poesía experimental El paraíso”, n.º 5, 1990.
15) Una historia de cine, Mieres, Radio Parpayuela, 1991, 212 páginas.
16) Novela ensin títulu, Avilés, Azucel, Colección “Xardón”, n.º 6, 1991, 141 páginas.
17) Dos poemas periféricos, Pola de Laviana, Colección “Hojas de poesía Mondego”, n.º 31, 1991.
18) Prospecciones críp/ticas 1, Simancas (Valladolid), “P.O.E.M.A.S.”, 1991 [septiembre].
19) Ingenios y mundanos, Pola de Laviana, Colección “Dípticos de poesía experimental El paraíso”, n.º 19, 1991.
20) Antígona, por exemplu, Oviedo, Academia de la Llingua Asturiana, Colección “Llibrería académica”, n.º 19, 1991, 53 páginas.
21) Espacios/especies vitales, Pola de Laviana, Colección “Dípticos de poesía experimental El paraíso”, n.º 27, 1991.
22) Poemas, Olmedo (Valladolid), La Voz de Mi Madre, Colección “Aviso”, n.º 31.
23) Poemas de San Francisco, Simancas (Valladolid), P.O.E.M.A.S., 1992, 16 páginas.
24) Poemas, Valladolid-Bilbao, “Veneno”, n.º 82, 1992.
25) Las cuentas del anónimo, Simancas (Valladolid), “P.O.E.M.A.S.”, n.º 46, 1992.
26) Bestiario (in)feliz, Madrid, Colección “1/2 Vaca”, n.º 53, 1992.
27) Na borrina, Mieres, Editora del Norte, “Colección de narrativa asturiana”, n.º 1, 1993, 99 páginas.
28) Prietu jazz, Avilés, Azucel, Colección “Xardón”, n.º 7, 1993, 102 páginas.
29) Pruebas de autor, Simancas (Valladolid), “P.O.E.M.A.S.”, 1993.
30) Poemes de San Francisco, Mieres, Editora del Norte, “Colección de poesía asturiana”, n.º 1, 1993, 42 páginas.
31) L’últimu del pelotón, Mieres, Editora del Norte, “Colección de narrativa asturiana”, n.º 5, 1994 [noviembre], 139 páginas.
32) Pruebes d’autor, Oviedo, Trabe, Colección “La fonte de Fascura”, n.º 11, 1994 [diciembre], 38 páginas.
33) Café Voltaire, Palencia, Al Margen, 1995, 13 páginas.
34) ¡¡¡Falanxista!!!, Oviedo, Trabe, Colección “Incla interior”, n.º 19, 1995 [diciembre], 155 páginas.
35) Cuaderno igualmente itinerante, Turón, 1996.
36) El banquete, El Entrego, Oris Teatro, Colección “Deux ex machina”, n.º 6, 1996 [agosto], 38 páginas.
37) Los papeles del mono-4, Palencia, Al Margen, 1996.
38) Cementeriu cívicu, Oviedo, Trabe, Colección “Puntu y coma/Poesía”, n.º 2, 1999, 45 páginas.
39) Seis metros de poesía, 1999.
40) mas(POE), Salamanca, Cuadernos para Lisa, 2000, 28 páginas.
41) Entós, cuando ñevaba, Oviedo, Ámbitu, 2002 [diciembre], 317 páginas.
42) Les manes en caxón, Oviedo, Trabe, Colección “Puntu y coma/Teatru”, n.º 10, 2003 [noviembre], 92 páginas.
43) Mieres mío (colectivo), Mieres, 2008.
44) Nel Amaro (1946-2011), Peñarroya-Pueblonuevo (Córdoba), “Veneno”, n.º 174, 2011 [octubre], 8 páginas.
Con Nel Amaro, durante un período de mi vida en el que me abrió las puertas de su amistad y su casa, compartí anhelos, planes, propuestas y actos: participé en una mesa redonda sobre La mina y la poesía que él coordinó en la Casa de Cultura “Teodoro Cuesta” de Mieres el 29 de junio de 1988; en 1989 compuse un breve texto para el catálogo de su exposición en Llanes titulada Collages y oxetos (poéticos) pa una llingua, y en noviembre de 1991 para otra titulada Espacios/Especies, que acogió la Casa de la Juventud de Turón; intervine, como uno más, en la Muestra internacional de arte embotellado que Amaro montó en abril de 1990, y en diciembre de ese año inauguramos en Oviedo la exposición a dúo que bautizamos como Mano a mano; colaboré modestamente en las exposiciones-homenaje experimentales que fraguó, en 1990 y 1992, bajo el epígrafe Pa velo; me cupo el honor de presentar el 11 de enero de 1991 su poemario en bable Diariu de polizón; junto a él y Goyo Gancedo expusimos un buen puñado de obras visuales en Candás a finales de enero de 1991 en la muestra El límite del infinito. Mis últimas cooperaciones en iniciativas suyas tuvieron lugar en marzo de 1995, dentro del I Encuentro de performance y arte alternativo que durante varios años dirigió en Pola de Lena, y en mayo de 2008 en la muestra virtual Fotoacciones.
La generosidad de Amaro para conmigo la manifestó de diversas formas: acogiéndome en su universo artístico y haciéndome cómplice de sus continuos y nunca saciados saberes; involucrándome en sus proyectos; animándome a colaborar en la página asturianista de El Comercio “Alitar Asturies”; reseñando en la prensa algunas de mis publicaciones; accediendo a escribir un opíparo prólogo para mi poemario Catálogo de infiernos (1991) o dedicándome tanto su plaquette Café Voltaire (1995) como poemas sueltos en otros libros. Un lujo
Hace la friolera de 17 años Luis Á. Fernández y yo pusimos la primera piedra de una colección de cuadernillos denominada Sonetos alternativos, un proyecto que debería haber constado de 14 números, en cada uno de los cuales se incluirían 14 sonetos de estirpe experimental debidos a otros tantos autores de nuestros días, y no sólo españoles. Aunque finalmente sólo vieron la luz dos números, Nel Amaro, nada más engendrarse la propuesta y divulgarse entre el colectivo de creadores, nos suministró un puñado de piezas que reflexionaban, en clave desmitificadora y mordacidad lúdica, sobre los catorce versos que conforman el tradicional poema estrófico.
No encuentro nada mejor para rendir tributo al malogrado poliartista turonés en el cabudañu de su muerte que ofrecer cinco de los sonetos que no pudieron ver la luz en su día al suspenderse la publicación de la serie, que son los que ilustran este recordatorio emocionado, y que se titulan: Soneto (im)pertinente, Soneto ante el espejo, Soneto capicúa, Soneto distorsionado y Soneto vertical.








Sólo pediría, a modo de conclusión, que el legado de Nel Amaro, creador de poderoso compromiso cívico y estilo nada endomingado, no les pase desapercibido a las nuevas y viejas generaciones. No podemos permitírnoslo.