sábado, 19 de junio de 2010
ANUNCIO CURIOSO
Ha caído en mis manos un anuncio que me ha llamado la atención. En principio, el tema es algo escabroso y a quienes padezcan tanatofobia (miedo a la muerte, aclaro) les recomiendo que no sigan con la lectura. Es cierto que todos tememos ese trance del que no se libra nadie, pero cada uno lo enfoca de manera distinta. Personalmente le temo únicamente al cómo, pues pienso que la muerte es tan natural como el nacimiento. Incluso, cuando reflexiono sobre el tema -porque no quiero que sea en mi vida un tabú, fundamentalmente para poder encajar el duro golpe que es el fallecimiento de un familiar, y también por si me puedo ir preparando para la propia, cosa de la que no estoy muy segura, pero por intentar que no quede-, pues decía que cuando trato de encontrarle un sentido, termino analizando el miedo que tienen personas que son muy creyentes y que por lógica, no deberían de temer ya que van al encuentro con Dios. Y esa cuestión yo no soy a encajarla muy bien. Por eso, elaboro mi propia teoría, posiblemente descabellada, pero es tan creible como la de ir al cielo los buenos y al infierno los malos. Y la pobre, humilde e infantil teoría no es más que la de comparar la muerte con otro nacimiento. Es decir: pasamos a otro estado, empezamos otra “vida” que ni entiendo, ni me preocupa mucho; pero algo me dice que sufrimos una transformación en el espíritu, que seguimos formando –de alguna manera- parte de ese Universo inmenso e infinito en el que estoy segura que todo es posible. Ya, ya sé lo que me vais a decir: que estoy chalada. Puede, no lo discuto, pero me monto mi propia película, por si cuela, por si soy capaz a creérmela. Sería una respuesta a tantas preguntas sin respuesta. He estado una vez en mi vida en verdadero peligro de muerte, de hecho esperaban que sucediese lo peor. Y lo que recuerdo, además de gente hablando a mi alrededor –creo que estaba en estado comatoso pero lo oía todo-, es un túnel con una luz al final. Ahora ya podéis decirlo abiertamente: está loca. Pues no, fue algo que me sucedió y la sensación no era desagradable. No estaba drogada, aclaro: tenía una septicemia. Luego, Dios, el destino o quien quiera que gobierne todo esto me hizo volver: no debía de ser mi hora.
Pues después de leer todo esto, los que hayáis tenido la paciencia suficiente, he de deciros que no era eso lo que quería contar, pero como cuando escribo soy como un caballo desbocado, pues…lo siento. Siento haberos soltado ese rollo. Porque lo que en realidad quería comentar es un anuncio que llamó mi atención: Se imparten clases de tanatoestética. Y se añadía, se garantiza trabajo. De siempre supe que existía la tanatopraxia: el arte de presentar cadáveres. Pero lo de la tanatoestética despertó mi curiosidad. Y le seguí la pista. Probablemente porque ser diplomada universitaria en Criminología hace que me interese por estos escabrosos –para algunas personas, no para mí- temas de forma natural. Así que ni corta ni perezosa solicité la información completa. Sin ningún ánimo en hacer semejante curso, eso por descontado. Pues bien, los cursos están regulados por el Ministerio de Educación y Ciencia y el curso cuesta 850 euros. Da derecho a unas clases teóricas de técnicas de maquillaje e higiene, que se complementan con clases prácticas, ya no pregunté en qué consistían, lo imaginé. El susodicho curso –cursillo más bien parece-, además de las enseñanzas incluye: champús, jabones, lacas, maquillajes, sombras, colorete, pintalabios, secador, pañuelos y pelucas. Y el alumno deberá aportar: pinceles, esponjas de maquillaje, pinzas de depilar, peines, cepillo plano, cepillo térmico… He tratado de que me explicaran en qué consistía el maquillaje mortuorio, y me han explicado que lo que buscan es dar a los muertos un aspecto más apacible que deje mejor recuerdo a sus deudos. Finalmente les he preguntado si no da cierto miedo…y una señora me respondió –muy acertadamente, lo reconozco- que a ella le daban miedo los vivos, que los muertos ninguno. Dije que lo meditaría, por aquello de quedar bien, porque al final pensé que mi curiosidad había sido excesiva y me fui un poco apesadumbrada por haberla hecho perder el tiempo, ya que comprendí que era su dignísimo trabajo. Pero…, por favor, si cuando me muera alguno de vosotros estáis cerca no dejéis que me maquillen.
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Decia Jorge Manrique en "Cartas a la muerte de mi padre":
ResponderEliminarNuestras vidas son los ríos
que van a dar en la mar,
que es el morir;
allí van los señoríos
derechos a se acabar
y consumir;
allí los ríos caudales,
allí los otros medianos
y más chicos,
y llegados, son iguales
los que viven por sus manos
y los ricos.
Yo la verdad no es que tema a la muerte, lo que temo es al despues. Intento no pensar en ello, porque hay una idea que me da miedo: la eternidad. Es que no vamos a morir por un tiempo, es que vamos a morir para siempre...eso es lo que me da miedo.
Si de verdad existiera una vida posterior, donde volver a tener recuerdos, volver a ver a la gente querida, o vivir nuevas experiencias, no pasaria nada, pero me mata (y nunca mejor dicho) esa idea de eternidad.
Yo estuve en coma y senti exactamente lo mismo que describes.Nunca he hablado de ello mas porque cuando lo contaba no me creian ni siquiera los medicos que me atendian..estas muy cuerda Isabel.
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