domingo, 27 de junio de 2010
NO PODRÉ SER ESCRITORA
Y ahora no me parece mal la pregunta: ¿por qué escribes entonces? ¡Ay, si lo supiera! ¿Por qué traes a tu blog tus historias? Tampoco lo sé. Me hubiese gustado, y puede que hasta madera tenga para ello. Pero va a ser que no –como se dice ahora en lenguaje coloquial-. Y cómo lo sé, cómo llego al convencimiento que nunca podré alcanzar esa meta. Por varios caminos. El primero surge de mi afición a leer. Dicen quienes sí lo son –escritores- que leer es el primer paso para acceder a ese oficio de contar historias; yo cuanto más leo, más me desanimo, más me percato de mis carencias. Cuanto mejor sea la obra que cae en mis manos, más me alejo de esa remota posibilidad de poder aproximarme a lo que yo entiendo por escritora (dicen que con publicar un libro ya se alcanzó ese grado, pero no es así como yo lo veo). Hay libros que me enamoran, y escritores que también, pero casi nunca es por lo que cuentan –a veces sí, por supuesto- creo que lo que verdaderamente me fascina es cómo atinan con la palabra exacta para que despierte en mí el sentimiento preciso: alegría, tristeza, nostalgia, reflexión…Cuando leo entro en comunión con el autor/a, nunca sabrá hasta qué punto me puedo identificar con él /ella (esta moda del masculino-femenino no me gusta nada). La que podría ser una segunda razón es que yo escribo hoy lo de antes de ayer. De acuerdo, eso no hay quien lo entienda. Trataré de explicarme. Quiero decir, que cuando cuento una historia mi cabeza lo hace a mucha más velocidad que aquella que yo puedo alcanzar con el teclado. No soy capaz, como sería pertinente para un buen resultado, pararme entre párrafo y párrafo, volver a leer, corregir… Nada de eso practico. Un amigo –sin que supongo quisiera aludir a esto, porque creo lo desconoce- me dijo que era como un torbellino. Y nada descaminado iba: lo soy; pero en casi todas las facetas de mi vida. Cuando converso sobre el tema, me cuentan quienes escriben que leen, releen, corrigen, lo dejan para revisar al día siguiente. Y nada de eso practico. Confieso –no debería de decirlo porque dice poco en mi favor- que en algunas ocasiones no releo ni una sola vez lo que escribo. Ahora entenderéis la razón por la que mis textos salen como salen. Tanto es así, que algunas veces releo algo escrito en mi blog al día siguiente -o a los dos o tres- y yo misma descubro repeticiones, comas mal colocadas, frases mal construidas… Todo fruto de la precipitación, porque la teoría creo que me la sé. En esos momentos quisiera que me tragara la tierra, y hago el firme propósito de enmendarme. Pérdida de tiempo, porque si me bulle una idea en la cabeza tengo que parirla sobre la marcha. Y mejor en media hora, que en hora y media. Queda claro que con estos mimbres no puedo hacer un buen cesto. Lo único que pretendo es comunicarme con quien me lea sin ninguna pretensión literaria, con la única finalidad que compartir historias sencillas, vivencias personales o simple entretenimiento.
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