jueves, 10 de junio de 2010
DE FOBIAS Y FILIAS
De fobias y filias quiero hablar hoy. De esos fenómenos psicológicos de rango afectivo que con facilidad se sitúan entre lo patológico y lo normal. Por supuesto, mis conocimientos psiquiátricos son mínimos, por no decir nulos. Pero aún diferencio una fobia de una obsesión o un delirio que, aunque pudieran parecer la misma cosa, no lo son. De lo otro, de las filias –o lo que es lo mismo, de la amistad y el amor- yo misma me acuso. Probablemente estoy al borde de lo patológico. Es decir, si alguien entra en mi círculo de amistades lo sigo hasta la extenuación, puede tener la certeza de que siempre daré la cara por él/ella, aunque me la rompan. Aunque con ello quede una parte de mí en el camino. Y eso, algunas personas no lo entienden, porque no entra dentro de lo que se considera hoy en día “normal”. Por eso digo que en lo tocante a filias sí podría ser tratada psiquiátricamente: no me ajusto a las normas de este deshumanizado siglo que me ha tocado vivir, en el que todo vale. En fobias o manías, ya no veo yo que encaje tan bien. Una fobia responde siempre a un miedo. No padezco icofobia, patofobia, tanatofobia, agorafobia y un largo etcétera de fobias que, por otra parte, no sería nada de extrañar tener, pues la sociedad no favorece precisamente un equilibrio que nos libere de los miedos. De hecho, ella misma los genera. Pero, casualmente, no soy persona que tema aquello que no debe de temerse sin una causa que lo justifique. No es nada premeditado, sencillamente me nacieron sin miedos infundados. Característica que, por otro lado, me vino regalada y nunca desee modificar. Tiene riesgos, lo sé, pero infunde seguridad, muy necesaria para sobrevivir en esta jauría en la que nosotros hemos convertido el mundo. Algunas veces, hay quien me pregunta si no tengo miedo a que trascienda lo que digo –no siempre conveniente, lo reconozco- y, la verdad es que no. Procuro –puede que no siempre lo consiga- ajustar lo que pienso a lo que digo y hago. Lo que ya me da cierta ventaja; siempre, claro está, que mi escuchante comparta mis mismos valores, y esté dispuesto/a a arriesgar por ellos. Caso contrario, no me comprenderá, y lo más probable es que censure mi proceder. Lo admito, su libertad está por encima de la mía: tan amigos. Hay una fobia que sí suele estar muy extendida –bastante más de lo que se pudiera pensar- y puede ser la respuesta a mi “no” fobia. ¡Ya!, imposible entenderme. Me refiero a la cocorafobia (¡menuda palabreja!). No tiréis de diccionario, os lo aclaro: miedo al fracaso. Y esa es la fobia que nos impide muchas veces hablar, dar libertad a nuestros sentimientos y mostrarnos tal como somos. Afortunadamente en ese reparto no me ha tocado nada. Tal vez por ello, estoy siempre en boca de todos, y no siempre para bien. Pero…nada está en mi mano: yo soy así.
¿Seguís ahí? ¿Aún tenéis la moral de leer lo que escribo? Mucho debéis de quererme para aguantar semejantes rollos…
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